A pesar del descalabro que produjo la apertura económica, la política industrial en nuestro país sigue los mismos lineamientos que nos empobrecieron
Los Antecedentes
El desarrollo del tejido industrial en nuestro país, fue el reflejo de la implementación del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones ISI, impulsado por la CEPAL.
Dicho modelo hizo propicio el desarrollo de algún tejido industrial hasta los años setenta, aprovechando las ventajas que la protección trae y favoreciendo el desarrollo industrial a partir de la protección y no la innovación. Lamentablemente, las limitaciones del mercado interior generaron una barrera muy clara a la industria colombiana y la protección que en un primer estado de industrialización es un fenómeno positivo se convirtió en un fenómeno desastroso para la economía nacional.
A partir de la década de los setenta, ninguna empresa industrial colombiana creció realmente más allá de las oportunidades del mercado interior y Colombia siguió viviendo de las exportaciones primarias de café, carbón, petróleo y otros productos, protegiendo el mercado interior y manteniendo una industria que para los años ochentas se hizo pequeña, ineficiente y poco competitiva con una participación nula en el mercado internacional.
Al finalizar la década de los ochenta hace su aparición el «neoliberalismo«, como una respuesta teórica para «modernizar y hacer más competitivas las economías emergentes», aplicando aperturas de choque que fortalecerían y harían más modernas las economías, pensando en la importancia de las ventajas comparativas entre los países y bajo el supuesto de que el mercado internacional haría una distribución justa de los recursos y que los países en desarrollo crecerían más rápidamente gracias a las nuevas condiciones de mercado.
Los resultados obtenidos fueron los opuestos, las economías emergentes son cada vez más pobres y su participación en el comercio mundial es más limitado. Los países como Colombia pierden terreno en el ámbito mundial y la apertura de los mercados nos hace más vulnerables a las crisis mundiales y al comportamiento de los precios de bienes primarios quienes a pesar de la apertura siguen dándonos el pan de cada día en nuestro país.
El desalentador manejo macroeconómico de la economía que permitió la pérdida de competitividad de la economía en su conjunto, al dejar revaluar nuestra moneda en los años más cruciales de apertura y la falta de apoyo estatal para reanimar a la industria resultaron factores fatales en el camino colombiano hacia la «prosperidad económica» y por el contrario resultó en un proceso de desindustrialización negativa.
En términos industriales el resultado fue bastante difuso, solo sobrevivieron algunas firmas especializadas, y el grueso de las industrias en nuestro país sufren de enormes dificultades para seguir adelante.
En la actualidad, vivimos un proceso de ajuste estructural, para estabilizar nuestra economía, para cumplir por lo menos con las obligaciones salariales y las deudas contratadas durante las últimas décadas tanto interna como externamente.
La inversión en Colombia sin contar las obligaciones del Gobierno en Educación y Salud será prácticamente cero para el año 2001
¿Qué sigue para la economía colombiana?
A pesar de los problemas que afrontamos, la globalización mundial y la tendencia al libre comercio es una realidad: ante las dificultades presentadas, el replanteamiento estratégico de nuestro país pasa ya no por la defensa del mercado interno sino por el fortalecimiento del aparato exterior de nuestra economía.
La anhelada recuperación económica parece venirse encima, y la apuesta colombiana está pasando por el fortalecimiento de las exportaciones y el control del déficit fiscal para evitar a largo plazo el endeudamiento externo. Apuesta que puede funcionar si además se consigue la paz, y logramos recuperar el terreno perdido manteniendo una balanza comercial positiva que nos ayude a evitar los desequilibrios y que nos ayude a pagar nuestras deudas fomentando la inversión productiva pensando en un futuro no muy lejano.
Sin embargo, «la política industrial diseñada en la actualidad pasa únicamente por el fortalecimiento de la apertura económica, sin corregir los errores del pasado»
La política industrial del actual Gobierno parte de los mismos supuestos que destrozaron el tejido industrial con la apertura económica, el crecimiento mostrado por la industria nacional en los últimos meses es un fruto de la devaluación de la moneda más no de políticas activas de mejoramiento de la competitividad, infraestructura física, eliminación de costos de transacción etc. Lamentablemente se siguen defendiendo intereses muy particulares y aparte de defender a las industrias existentes no existen políticas para el nacimiento de nuevas empresas con recursos realmente importantes.
La economía colombiana tiene una organización industrial principalmente oligopólica, si el Gobierno sigue protegiendo los intereses de la ANDI, o de ACOPI, sin pensar en la posibilidad de ampliar los campos de competencia de la economía y sin fomentar la creación de nuevas empresas que no provengan de las organizaciones existentes simplemente fomentará la desigualdad social y defenderá a un grupo limitado de colombianos.
Lo que resulta paradójico es que mientras el Gobierno dice apoyar a la industria, aumenta los costos de transacción mediante el aumento de recaudos por impuestos, no se esfuerza por mejorar la seguridad, no le brinda estabilidad a la inversión y no mejora la calidad en el transporte, con un sistema de inteligencia de mercados ineficiente. Factores que al sumarse impiden el desarrollo de una industria competitiva, sin ineficiencias en la distribución y para todos.
En una sociedad en guerra, con casi tres millones de personas desempleadas, bajo una recesión económica inclemente, no es aceptable una política industrial que se limita a defender la poca industria que queda, que no invierte en ciencia y tecnología y que a pesar de basar su política en el aparato exterior no apoya realmente las nuevas potencialidades de la economía colombiana. Mucho ruido y pocas nueces, por favor: ¡no tanta mediocridad!.