Cuánta molestia genera en los líderes y emprendedores proponerle mejoras al personal y no obtener alegría como respuesta!. Así, infinidad de veces escuchamos que las personas somos resistentes a los cambios, y que ante cualquier modificación nos mostraremos reacios a incorporarla. Inclusive, es curioso que de igual forma acontece con aquellos cambios deseados, apalancados y generados por nosotros mismos. Sin embargo, pocos son capaces de explicar los reales motivos para ello. Desde la psicología, podemos comprender este fenómeno con mayor precisión. Conocerlas dará la clave para sortearlas.
1. Miedo a la pérdida.
Normalmente aparece una sensación de angustia, acompañada por ansiedades de tipo depresivas, ligadas a la idea de que perderemos algo. Por ejemplo, ante un ascenso, que perderemos la relación con nuestros compañeros, o que la tranquilidad que acompañaba al puesto anterior se esfumará también.
2. Miedo al ataque
“Me trasladaron de sección, seguro que va a ser para controlarme mejor”. En este caso, son las ansiedades paranoides las que hacen su entrada, mostrándose con la intensidad del temor y el miedo que, en casos extremos, puede ser paralizante para el sujeto.
3. Ignorancia de los motivos que llevan al cambio
Sabido es que gran parte de las empresas adolece de un sistema aceitado de comunicación. “No me enteré” o “Nadie me lo dijo” son frases que uno escucha cotidianamente. En este contexto no resulta difícil pensar que las personas no saben las razones que obligan a cambiar la manera de realizar su trabajo. Ejemplo obligado: si no explicas a tus empleados que la modificación de algunos procesos administrativos permitirán una mejora en la experiencia del cliente, para ellos solo significará una molestia o incomodidad por tener que hacer su tarea de forma diferente a la habitual.
4. Desconfianza
Pensar que detrás de las causas esgrimidas desde la Gerencia existen motivos escondidos. Que lo pregonado esconde en realidad secretas intenciones. En este sentido, una simplificación de tareas para un puesto de trabajo, podría leerse como un intento de reducir personal a corto plazo. También la incorporación de tecnología, transmitida como un beneficio para los empleados es susceptible de ser percibida con suspicacia.
5. Cultura organizacional
Hay empresas más flexibles, elásticas e innovadoras que otras. Si la tuya se encuentra en el grupo de las conservadoras, de aquellas que hacen del statu quo una religión, no esperes de tus empleados una reacción favorable al cambio planteado. Aquí, el esfuerzo deberá ser casi ciclópeo para alcanzar el convencimiento de tu gente.
6. Zona de confort personal
Similar a lo que Freud llamaba Principio de Nirvana, existe una tendencia en el hombre a reducir al mínimo la tensión derivada de estímulos exteriores, capaces de sacarlo de su comodidad. Entonces, su correlato en el trabajo es el intento de “dejar las cosas tal como están” o el dicho “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.
7. Pérdida del locus de control
Definido como Lugar de control, hay personas que se tensionan y confunden cuando sienten que pueden perder el dominio de una situación. Si piensan que a partir de ahora esta facultad estará en otro y no en él, lo esperable es que se muestre rígido e impermeable a las modificaciones.
Teniendo en cuenta lo antedicho, es fundamental que brindes tiempo para explicar y sobre todo para escuchar cuáles son las percepciones que la gente tiene de los cambios que propones, y que te detengas a darles un espacio suficiente para que puedan ser canalizadas. Serán las mismas personas las que te dirán qué es lo que le preocupa e inquieta, dándote así las herramientas necesarias para guiarlas y entusiasmarlas con las mejoras.