“It’s the price we gotta pay
And all the games we gotta play
Makes me wonder if it’s worth it to carry on
‘Cause it’s a game we gotta lose
Though it’s a life we gotta choose
And the price is our own life until it’s done”
(Twisted Sisters; “The Price”)
Abro el artículo con la letra de una canción de un grupo de rock de los ochentas porque quiero hablar de la competitividad, ese termino que se ha convertido en el objetivo último de nuestros gobiernos neoliberales y que, por virtud de algunos «gurús» de la autosuperación, es la manera de avanzar en la vida.
Cuando busco enterarme del estado y tendencias de la economía y en particular de los mercados de tecnología de información, me tropiezo con frecuencia con una palabra que, de acuerdo a los medios, debe ser perseguida de manera dogmática y casi religiosa: la competitividad. Como los locutores y reporteros no se toman la molestia de definir el término, sino que les basta con culpar de la falta de ella a los salarios y prestaciones de los trabajadores, me dí a la tarea de investigarla. Me daba la impresión, por la vehemencia con que se le trata y con la existencia de un índice, que las naciones del mundo estamos compitiendo; ahora quería saber el porqué y cuál es el premio.
Debo confesar que al inicio tuve el impulso académico de traer a este espacio la definición de libros especializados, pero preferí mostrarles la que usa la autoridad de facto en este tema: el Foro Económico Mundial (WEF, World Economic Forum). A final de cuentas, es la aprobación que los gobiernos neoliberales buscan; y como el que tiene el poder en México es uno de ellos, con pragmatismo trabajaremos con el concepto que esta organización tiene de competividad:
“We define competitiveness as the set of institutions, policies, and factors that determine the level of productivity of a country. The level of productivity, in turn, sets the sustainable level of prosperity that can be earned by an economy. In other words, more-competitive economies tend to be able to produce higher levels of income for their citizens”
En español , el WEF define a la competitividad como “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”. No define productividad de manera directa, pero sí indica que “el nivel de productividad marca el nivel de prosperidad que puede ganar una economía”. En seguida concluye que una economía más competitiva tenderá a ser capaz de producir niveles más altos de ingresos para sus ciudadanos”. Aunque la frase parece una promesa de político priísta o chiste cantinflesco, lleva la idea de que a mayor competitividad, más dinero en los bolsillos de los habitantes de ese país.
Puesto así, difícilmente podemos estar en contra de ella. No obstante, esto me llevaba a mayores dudas mi investigación: si el objetivo es mayores ingresos para la población ¿por qué, según los locutores y reporteros especializados, son precisamente los salarios y las prestaciones de los ciudadanos el mayor obstáculo para alcanzar un nivel de aceptable de competitividad? ¿O se trata de un modelo de crear riqueza para repartirla después? Porque eso no tiene nada de novedoso. Ya lo intentó el PRI desde Miguel Alemán y fue tal el fracaso que tuvo que ser desechado por este mismo partido en la década de los ochentas. Ante la cortedad explicativa de los locutores y reporteros, preferí seguí leyendo el documento emitido por la autoridad de facto, el del WEF.
El Foro Económico Mundial define doce factores (“pilares”) que, a su juicio, forman la base de ese concepto elusivo (complejo, dicen ellos) que viene a ser la competitividad:
1. Instituciones, que se refiere al entorno institucional de una economía: leyes, cumplimiento de estas, rol del estado y ética empresarial. La reciente, y aún vigente, crisis originada por los bancos nos da una idea de la importancia de este pilar. Nuestra tradición, heredada de los encomenderos españoles que las leyes son para respetarse, pero no para cumplirse, nos deja muy mal parados en esta medición.
2. Infraestructura. Básicamente, la disponibilidad de comunicaciones físicas (carreteras, transporte), energía y telecomunicaciones eficientes y alineadas al crecimiento económico.
3. Estabilidad macroeconómica. Aunque el mismo WEF dice que “ciertamente, las estabilidad macroeconómica, por sí sola, no puede incrementar la productividad de una nación” , éste parece ser uno de los dos (de doce) aspectos al que nuestro gobierno y los especialistas prestan atención en serio.
4. Salud y educación básica. Si ambages, el WEF establece que la salud de los trabajadores es útil porque así estos serán productivos y funcionarán a todo su potencial . Luego, el derecho a la salud en México es necesario no sólo porque es fruto de una revolución, sino porque conviene a la competitividad. Por lo que toca a la educación básica, el WEF afirma que incrementa la eficiencia de los trabajadores. Al menos en el largo plazo, los gobiernos deben evitar reducir de manera significativa los recursos asignados a estas áreas, indica el WEF. Dejo a los hipotéticos lectores de este blog calificar cómo cumple el gobierno mexicano con este pilar.
5. Educación superior y capacitación. El WEF afirma que estos temas son cruciales para las economías que quieran subir en la cadena de valor. Tal parece que nuestro gobierno no leyó esta parte cuando decidió reducir los recursos a la educación superior, incluso a la mejor universidad de Hispanoamérica, la UNAM. Por lo que toca a la capacitación dentro del ambiente laboral, el WEF la considera de suma importancia para las necesidades cambiantes de una economía en evolución y observa que es desatendida por muchas economías. En México, se ha optado porque sean las universidades las que ejecuten esta labor, o los mismos empleados (mediante el esquema de las “certificaciones)”, liberando a las empresas de esta responsabilidad.
6. Eficiencia del mercado de bienes. Es en este tema en el que el WEF se da vuelo indicando que un mercado no puede ser eficiente si hay distorsiones como impuestos gravosos, reglas discriminatorias o restrictivas para la inversión extranjera directa. No hay sorpresa, ese es el estado ideal para esta organización: apertura total y cero proteccionismo; acciones que no siempre siguen las economías desarrolladas, por cierto. Vale mencionar que para contar con un mercado eficiente, el WEF recomienda una competencia sana. Creo que en este punto, nuestra economía y nuestro gobierno obtendrán calificaciones reprobatorias, con un oligopolio (Televisa y TV Azteca) controlando la televisión y la radio; con otra empresa con la mayor tajada del mercado de telefonía nacional ; y con el esfuerzo denodado de Calderón y Lozano porque una sola empresa opere completa la mayor red de fibra óptica del país, la compuesta por la de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) unida a la de la (extinta pero sub júdice) Compañía de Luz y Fuerza del Centro.
7. Eficiencia del mercado laboral. El objetivo de este “pilar” es asegurar que los trabajadores estén asignados a su empleo más eficiente en la economía y con los incentivos para dar su mejor esfuerzo. Lo que sigue es la aspiración de los empresarios ambiciosos y conchudos: “los mercados laborales deberán tener la flexibilidad para cambiar a los trabajadores de una actividad económica a otra rápidamente y a un bajo costo, y permitir fluctuaciones de sueldo sin trastornos sociales”.
Me pregunto cómo aplicaran esto los japoneses, para quienes la permanencia en un mismo empleo toda la vida es sinónimo de eficiencia y de calidad. Lo que el WEF pide es, nada más, que los trabajadores puedan ser movidos como fichas en un tablero de una industria a otra, con los consecuentes cambios de sueldo (¿hacía arriba o hacía abajo?), sin que se les ocurra protestar, exigir u organizarse. En este contexto, antigüedad, planes de carrera, desarrollo profesional, lealtad laboral y estabilidad económica del trabajador son conceptos que estorban la competitividad (creo que sí estamos compitiendo con países semiesclavistas).
Adicionalmente, el WEF indica que “se debe asegurar una relación directa entre los incentivos y los esfuerzos de los trabajadores”. Si bien la palabra “esfuerzos” suena más suave que “resultados”, una interpretación no esforzada nos llevaría a un esquema de sueldo base más bonos o comisiones, en el que el sueldo base debe ser pequeño para dejar mayor margen a la relación directa entre “esfuerzo” e “incentivo”. En México ya hemos avanzado en este sentido pues desde hace años tenemos: para los obreros, el pago a destajo; para los jornaleros, el pago por tanto; para los vendedores, las comisiones; y para los profesionistas, los bonos. En este pilar si somos de los punteros, y para asegurarlo está la iniciativa Lozano que reciente ha presentado en el Congreso el Partido Acción Nacional.
8. Sofisticación del mercado financiero. Después de que las crisis pasadas (Enron, Lehman Brothers, etc.) han evidenciado lo perjudicial de un mercado financiero “auto-regulado” (según el dogma repetido tanto hace unos años), el WEF propone uno más “sofisticado”; es decir, con la regulación apropiada que proteja a los inversionistas y a otros actores económicos.
En el mismo rubro, el WEF recomienda que los recursos financieros se asignen a los proyectos con las mejores tasas de retorno de inversión y no a los “políticamente conectados”. Habría que definir con precisión qué son proyectos “políticamente conectados”; si se refiere a esa avalancha de obras públicas que desordenan nuestras vidas antes de cada elección, estamos de acuerdo; si se refiere a los proyectos cuyo fin implícito es asegurar el futuro económico de un político o de dar negocio a sus amigos, también de acuerdo.
En cambio, si la frase del WEF se refiere a proyectos de desarrollo social, hay punto de debate. Si bien es válido priorizar los proyectos por su tasa de retorno en los países desarrollados, en los que la mayor parte de la población tiene acceso a los satisfactores básicos; es de dudosa eficacia tomar un criterio similar en un país subdesarrollado en el que los más de sus habitantes viven en la pobreza, no solo por las implicaciones sociales y éticas, sino también porque esto ha conducido en México a un mercado con millones de consumidores sin poder de compra.
Cabe mencionar que el WEF finalizar el apartado relativo a este pilar subrayando la necesidad de transparencia y regulación en el sector financiero . Sin embargo, no veo en el corto plazo intención del gobierno mexicano de tomarle la palabra en este tema al WEF.
9. Preparación para la tecnología, definida como la manera de medir la de una economía para aprovechar las tecnologías existentes, particularmente las de tecnología de información y telecomunicaciones, en la mejora de sus industrias. En este tema, el WEF afirma que no es importante que, para efectos de la competitividad, la tecnología usada haya sido desarrollada por el país o en el extranjero, sino que las empresas que operan en él tengan acceso a productos y diseños avanzados, así como la capacidad de aprovecharlos. Para el WEF, una de las fuentes clave de tecnología es la inversión extranjera directa (IED); no habla de que los dineros locales inviertan en desarrollo de tecnología sino que ésta sea traída por los capitales externos.
Puede sonar muy oportuno y hasta abusivo por parte de los países en desarrollo: tener acceso a tecnología avanzada sin invertir dinero local, sino a costa de plata externa. Es difícil creer que los inversionistas extranjeros van a traernos tecnología avanzada sin buscar provecho alguno. Para empezar, buscan un rendimiento monetario: ganancias que llevar al país de origen de los capitales. Adicionalmente, la tecnología reciente está protegida por patentes y derechos de propiedad intelectual; lo que están trayendo al país es el derecho de uso, no la tecnología como tal. Incluso suena lógico que sean las empresas con capital extranjero (IED) las que puedan aprovechar esa tecnología y no las locales; a menos que paguen esos derechos, but of course. El riesgo para el país es hacerse dependiente de tecnologías extranjeras, como es el caso de las industrias farmacéuticas y de tecnología de información y telecomunicaciones. Para colmo, a falta de tecnología propia los países subdesarrollados pueden convertirse en basureros tecnológicos. Un ejemplo: en México existe al menos un banco con capital español (IED) que utiliza un sistema central de software ¡elaborado en Cobol! Dudo mucho que eso sea acceso a tecnología de punta.
10. Tamaño del mercado. El WEF considera que esta variable afecta la productividad por la posibilidad de aprovechar las economías de escala. Mientras afirma que existe una “vasta evidencia empírica” de que el tamaño del mercado está asociado con la apertura comercial, reconoce que investigaciones recientes (entre 1995 y 2009) arrojan dudas sobre esta relación.
El caso de México es emblemático, pues la apertura comercial desenfrenada emprendida desde el sexenio del inicio del Salinato , ha reportado una derivada negativa en el caso del producto interno bruto (PIB). Es decir, para conocer la tendencia real no basta con comparar el PIB de uno y de otro año, sino que esta cantidad se grafica, y se obtiene la función matemática que la modela (y=PIB(año)), Después se obtiene la derivada de esta función y observamos la tendencia; que en nuestro país es claramente negativa.
11. Sofisticación del entorno de negocios. Se refiere a la calidad de las redes de negocios a nivel nacional, así como de las estrategias y operaciones de las empresas. De acuerdo al documento del WEF, es más relevante en países desarrollados, en los que las fuentes de mejora en la productividad han sido aprovechadas al máximo. Evidentemente, ese no es el caso de México.
12. Innovación. Otro pilar que no se aplica a países subdesarrollados: ocurre que, nuevamente según el WEF, los beneficios obtenidos por mejoramiento de las instituciones, de la infraestructura, de la diosa postmoderna estabilidad macroeconómica, del capital humano (léase “ventajas laborales”), y de otros factores de esta definición de competitividad, llegan finalmente a un estado de rendimientos decrecientes. Por esta razón, las economías que hayan arribado a esta fase tienen que recurrir a la innovación; es decir, diseñar y desarrollar productos y procesos de avanzada que les permitan mantener un filo competitivo.
Quizás porque la definición de este pilar se parezca un poco a esos malos diccionarios, que definían algo como “acto y efecto” de lo que a su vez era definido como “dícese de lo relativo a” lo primero; el WEF abunda en la necesidad de un ambiente que favorezca la innovación, en qué esto implica una inversión suficiente en investigación y desarrollo, especialmente en el sector privado, y en que se deben resistir las presiones para reducir los presupuestos correspondientes, tanto en el sector público como en el privado.
Esto me recuerda el caso de locutor, que visitó el campus Hispano de la Universidad del Valle de México (privada) para impartir una conferencia “magistral” (el entrecomillado es del autor y pleno de sarcasmo). Me preguntó si, en su afán de propagandista neoliberal, Sergio Sarmiento habrá leído algunos documentos del WEF. Porque en esa ocasión afirmó que México no debería de invertir en educación ni en investigación; que había que hacerle como los japoneses, que no desarrollaban, sino que aprovechaban (eufemismo que en la calle se traduce como “copiaban” o “pirateaban”) la tecnología de otros. Como él, más locutores bien pagados por sus patrones insisten en la doctrina salinista sin detenerse a leer lo que publica el WEF. Lo que más me inquieta aún son los aplausos que le prodigaron los profesores de esa institución, algunos con estudios de maestría y doctorado; niveles de preparación relacionados de una u otra manera con la investigación.
Revisando las definiciones que una de las instituciones neoliberales con mayor autoridad emite en torno a la competitividad, se observa que el gobierno mexicano solo se aplica en la que toca a la eficiencia del mercado laboral. Y además pretende competir con las condiciones laborales que mejor convengan los inversionistas, incluso a costa de regresar a niveles de relación laboral del siglo XIX.
Es aquí donde me preocupa tanto la palabra competir. Estamos compitiendo solo en uno de los doce rubros que manda el WEF y nuestros competidores son países en el que las condiciones de trabajo son de semiesclavitud o de plena esclavitud. ¿Cómo les ganaremos? ¿Superando sus niveles de degradación? ¿Cómo las prostitutas que a mayor competencia permiten mayores maltratos de sus clientes?
La iniciativa Lozano está en el Congreso. Sin considerar el quinto pilar de la competitividad establecido por el WEF, el gobierno mexicano regresa a la época priísta y omite informar al pueblo y a los empresarios medianos y pequeños de su contenido. Mañosamente, no atiende las necesidades particulares de México, ni los otros pilares propuestos por el WEF.
Retomando el estribillo de la canción del epígrafe, ¿cuál es el precio de esta competencia? Para muchos habitantes, su vida productiva misma.
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De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de Lengua Española, competitividad significa “capacidad de competir” y “rivalidad para consecución de un fin”. Por su parte, el verbo competir se define en la misma obra como “contender entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa” cuando se habla de 2 o más personas, y como “igualar a otra análoga, en la perfección o en las propiedades”, cuando se habla una sola cosa. Así que, en español, la competitividad se refiere a competir con otro en busca de un mismo objetivo, o a buscar igualar las características de otra cosa. Por eso siento escalofríos cuando se pide que nuestra economía sea competitiva, pues no me queda claro cuál es ese fin, ese objetivo por el que estamos compitiendo: ¿los salarios más bajos?, ¿servir de una enorme maquiladora para tecnología ajena? Peor aún si nos vamos por la segunda acepción: ¿a quien debemos igualar para ser competitivos? ¿a China con las condiciones de semi-esclavitud de los niños que elaboran los juguetes de McDonald’s?
World Economic Forum; “The Global Competitiviness Report 2009-2010”; pp 4.
Traducción del autor
“it is certainly true that macroeconomic stability alone cannot increase the productivity of a nation”; ibid, pp 5.
“A healthy workforce is vital to a country’s competitiveness and productivity. Workers who are ill cannot function to their potential and will be less productive. Poor health leads to significant costs to business, as sick workers are often absent or operate at lower levels of efficiency. Investment in the provision of health services is thus critical for clear economic, as well as moral, considerations”; ibid, pp 5.
Sobre este tema, y en el ámbito de la tecnología de información, les recomiendo mi artículo “Universidades, ¿formadoras o informadoras?” elaborado hace ya varios años y por desgracia, aún pertinente. El URL es http://joseluisleongomez.blogspot.com/2007_07_01_archive.html
Telmex; Reporte “First Quarter 2009” use, es la escalofriante palabra inglesa que viene en el documento del el WEF
“In order to fulfill all those functions, the banking sector needs to be trustworthy and transparent, and—as has been made so clear recently—financial markets need appropriate regulation to protect investors and other actors in the economy at large.”; ibid, pp 6.
Período de la historia de México que se inicia con la toma del poder por Carlos Salinas, acontecida en 1988 después de unas elecciones muy cuestionadas en las que se presume un fraude sobre Cuauhtemoc Cárdenas Solórzano , y cuyo final no está claro: pudo haberse extendido hasta el sexenio de Ernesto Zedillo o perdurar incluso a la fecha.