Introducción
El fortalecimiento de la identidad es una etapa consciente por la que pasa cualquier sujeto cuando inicia la búsqueda de su propia esencia natural en cuanto a la conformación de sus normas morales: saber quién es, cómo es y qué quiere hacer.
Este momento no solo inicia cambios en su ambiente social sino también conforman nuevos valores que revolucionando por completo todo su ser, en su forma de pensar y en la forma de sentir, es decir está en el umbral de una nueva etapa.
La búsqueda de normas morales juega mucha respuestas importantes en torno a su vida, que lo impulsan a buscar nuevas alternativas: porqué soy como soy, que tengo en común con mis padres, qué quiero preservar y transformar de mi ser, etc.
La adolescencia es tan importante como las demás etapas de la vida. En cada una de ellas ganamos experiencias y aprendizajes; pero también debemos dejar anti valores, situaciones desagradables, lugares inapropiados, cosas que nos agradan y de las cuales duele separarnos. Lo esencial de la adolescencia es que en ella consolidamos la formación de nuestra identidad, es decir, decidimos quien queremos ser y a donde queremos ir en la vida.
“La adolescencia es el momento en que el ser humano inicia el recorrido hacia su independencia y a manifestarse tal como es y quiere ser. La adolescencia es la etapa crucial de la existencia del ser humano, es un momento clave que se debe aprovechar para consolidar la formación de la identidad, es decir, el poder diferenciarte de los otros y poder expresarte como eres, piensas y sientes”. (Frida Díaz barriga y otros autores, 2007).
En la actualidad, los medios de comunicación, principalmente la televisión, el cine y la publicidad conjugan elementos ideológicos y comerciales para ofrecer valores, modelos y tipos ideales tanto para hombres como para mujeres, con los cuales muchos adolescentes se comparan y tratan de imitar, siendo estos estereotipos los que están contribuyendo a formar la imagen e identidad de las nuevas generaciones.
Desarrollo
El paso de mudarse en persona consciente, es la tarea a la cual todos los hombres y mujeres, nos enfrentamos, con base a nuestras experiencias de vida forjando nuestra identidad personal, que se define como: las ideas que tenemos acerca de cómo somos y cómo nos ve el mundo.
En psicología, la palabra identificación proviene de la raíz identi- (identidad). El término se refiere a la conducta, habilidades, creencias e historia del individuo en una imagen consistente de sí mismo.
La identidad personal es el conjunto de características que nos distinguen como seres únicos y está relacionada directamente con las creencias, las ideas, los valores, las normas y algunos rasgos físicos.
En la construcción de nuestra identidad personal, podemos decir que es en la adolescencia cuando surgen las primeras respuestas tentativas a la pregunta ¿quién soy yo?, respuestas que vamos a estar revisando y actualizando por el resto de nuestra vida. La identidad personal es un proceso que comienza a esbozarse en la infancia y se construye a lo largo de la vida.
El ser humano es un ser social por naturaleza que invariablemente busca la realización de fines individuales y comunes. Las relaciones que establecen entre los seres humanos tienden a definirse y organizarse en función de una serie de normas encaminadas a orientar la conducta de los individuos. (Tomado de SEP. Formación ciudadana hacia una cultura de la legalidad, 2006).
Cuando se actúa como miembro de un grupo, comunidad, etnia, nación o país, se establecen deberes, obligaciones y prohibiciones, surgiendo así el derecho como elemento organizador de la vida social.
En este sentido, las normas están encargadas de regular la conducta de los individuos al establecer una serie de imperativos, principios, preceptos, prohibiciones, permisos, valores e ideales de vida que resultan, debido a los beneficios que implican para el individuo y para la colectividad, necesarios o deseables por encima de otros.
Uno de los aspectos al que cuesta más trabajo adaptarse en la escuela es el relacionado a las normas establecidos en ella para regular la conducta de la comunidad escolar, es decir, de todos los alumnos, maestros y personal que labora en el plantel.
Como puede verse no solo las normas y reglamento de la escuela son exclusivamente para los estudiantes, sino para todos los que también trabajan y asisten en ella.
Aunque no son muy perceptibles a simple vista, las normas están presentes en nuestra vida cotidiana y solamente se observan en la escuela y en la casa, si no en la sociedad en general.
Con la palabra norma se alude a que algo debe ser o producirse, especialmente a la forma en que un individuo debe comportarse, brindando así sentido a toda conducta humana.
Las leyes son normas jurídicas que ofrecen sustento a la existencia del Estado de derecho. Hay por tanto, leyes cuya ausencia o falla supone riesgo para la subsistencia misma del estado, de ahí la importancia de conocerlas, comprenderlas, valorarlas y asumirlas en función de su utilidad para regular la convivencia y evitar los conflictos y abusos que pongan en riesgo la integridad y dignidad del ser humano.
La costumbre, en contraste, surge de manera espontánea al convertirse en una práctica habitual dentro de un grupo social, donde los individuos se apegan a ella de manera voluntaria, por lo tanto su incumplimiento no genera sanción o castigo alguno.
Las normas pueden clasificarse en:
– Jurídicas y legales. Son normas formales establecidas por el gobierno y las autoridades políticas; su violación trae diferentes tipos de sanción, dependiendo de su situación.
– Sociales o de trato social. Representa un tipo de obligatoriedad externa; las reglas para sentarse en la mesa son un buen ejemplo. Estas normas en muchas ocasiones son decisivas para quien pretende alcanzar algún grado de aceptación social. Generalmente la sanción, por no seguir una norma social, depende del contexto y de las circunstancias que se presenten.
– Morales. Las normas morales o éticas implican un tipo de obligación “interna” una auto-obligación que se reconoce conscientemente, es decir, representa esas obligaciones y derechos que nos imponemos a nosotros mismos. La construcción de estas normas generalmente es influida por los valores en la familia o de los distintos tipos sociales en los que se involucra, en aquello que considera bueno o valioso. Asimismo, cuando una persona acepta como válida una norma moral y no la cumple, se sentirá mal consigo misma, se arrepentirá o tendrá sentimientos de culpa que, en el mejor de los casos, pueden provocar en el individuo una necesidad por modificar su conducta.
– Religiosas. Códigos o normas para el creyente que implican una prescripción para guiar sus acciones. Se trata de preceptos o mandatos considerados órdenes procedentes de la divinidad y que son plasmados en libros o documentos sagrados como la Biblia o el Corán, asimismo se siguen las órdenes o reglas que dictan sus representantes religiosos. Las consecuencias que trae consigo la violación de una norma religiosa varían de una religión a otra.
Muchos de los adolescentes tienen dificultades para entender que existen límites necesarios para convivir en un ambiente de respeto, justicia y responsabilidad más allá de evitar un castigo o sanción.
Situaciones tan comunes como llegar tarde a una cita o compromiso, hacer esperar a otra persona, copiar la tarea de un compañero y entregarla como propia, tener responsabilidades y tareas asignadas en la casa y pese a ello no realizarlas porque siempre hay alguien más que las haga, entrar a un salón con letreros de “no comer o “no gritar y respetarlos solo cuando el maestro está presente, nos habla de una cotidiana transgresión a normas que más adelante, se pueden convertir en violaciones a las leyes, al no crear convicciones frente a un conjunto de normas y costumbres.
Por lo general, los adolescentes tienden a responsabilizar a otro de su falta. Seguramente habremos escuchado alguna vez “no me habían dicho”, “no solo yo lo hice, sino también aquel”, “es la primera vez que me pasa, yo no sabía”, “no pasa nada”, etc. Todos los seres humanos somos libres de elegir y decidir lo que es bueno o malo, pero ser libres no significa hacer lo que uno quiera sin tomar en cuenta cómo nuestras acciones afectan a los demás.
Ejercer nuestra libertad implica responsabilidad, es decir; podemos ejercer nuestro derecho de pensar y actuar según nuestras convicciones, siempre y cuando no perjudiquemos a los demás, ni limitemos su derecho a ser libres. Para reconocer cuáles son los límites entre nuestra libertad y la de los demás, es necesario recurrir a lo que establecen las normas.
Convivir con los demás a veces parece ser una tarea imposible porque creemos que somos diferentes en la forma de ser, de pensar, de no tener las mismas costumbres, los mismos gustos, etc. Esta manera de pensar se convierte en una barrera para establecer relaciones con los demás y para convivir en un ambiente de cordialidad y armonía.
En la escuela estas normas o códigos de conducta se conocen como disciplina escolar y son el conjunto de normas de convivencia que contribuyen a crear y mantener un clima escolar de armonía y respeto, para el trabajo en el aula y en la escuela, de manera que hagan posible que todos aprendan y desarrollen al máximo sus potencialidades.
Con la coordinación del director (a), la comunidad escolar define sus normas específicas de convivencia. El establecimiento de reglas de convivencia, tanto en el aula como en la escuela, así como los mecanismos para su observancia, se hará preservando, por sobre todo, el respeto a la integridad y dignidad humana de los alumnos, los docentes y los no docentes de la escuela. (SEP. Orientaciones generales para la elaboración de la normatividad en las entidades federativas, 2006).
Por ejemplo, contar con normas para el salón de clases favorece la creación de un ambiente de respeto, convivencia y justicia.
Sabemos que las normas no se cumplen a la primera vez; por ello es necesario reforzar constante mente su revisión y cumplimiento.
La clave en todo proceso es la perseverancia y la consistencia, es por ello que debemos ser pacientes y prudentes al aplicar cualquier norma.
La adolescencia es una etapa de transformaciones en todos los aspectos de la vida. Estos cambios individuales, también tienen efectos hacia afuera, es decir; entre las personas con las que conviven diariamente: sus padres, hermanos, amigos, compañeros de escuela, vecinos y demás familiares.
Los padres de familia son las primeras personas que se dan cuenta de que sus hijos están creciendo. En la mayoría de los padres, las emociones que experimentan ante este hecho son de alegría, miedo, tristeza y un sentimiento d preocupación.
Se dice que la familia “es un conjunto de personas de diferente edad, sexo, características y que por lo general comparten el mismo techo” (Luz de Lourdes Eguiluz, 2003).
Estas personas se relacionan entre sí, tienen una historia compartida de interacciones y son estas relaciones las que los unen. Si uno de los integrantes de la familia se mueve o cambia, afecta a todos los demás; es por ello que los cambios que están viviendo en este momento como adolescentes afectan la dinámica de su familia.
Es en la familia donde aprendemos valores, principios, normas y costumbres que guiarán e influirán no solo en nuestra vida presente, sino también en la futura.
Todos los integrantes de una familia, juegan un papel o rol en ella, en el caso de los adolescentes, es la de ser hijo (mayor, pequeño, mediano, según el lugar que ocupen), en tanto que sus funciones son entre otras la de ser estudiante, quien ayuda en su casa con los quehaceres, el que cuida a los hermanos menores, el que ayuda a su padre en el trabajo del campo, pero ante todo, son los adolescentes de la familia que con sus cambios individuales y el inicio de la definición de su identidad, movilizan la dinámica de su familia.
Cuando nacemos somos completamente dependientes de nuestra madre, ya que es ella quien nos alimenta, protege y cuida durante largo periodo de tiempo.
La mayoría de los aprendizajes de la primera infancia (desde que se nace antes de ingresar a la escuela) los adquirimos con la orientación, apoyo y supervisión de los padres.
Aprender a caminar, a comer, a ir al baño ya sin la ayuda de nadie, son los primeros pasos para comenzar una vida independiente, s decir ya no vivir bajo la protección y ayuda de otros, en este caso de los padres.
En la infancia la familia es el más importante y casi único grupo de referencia del individuo. Con la adolescencia ese espacio se amplía y en cierto modo, se extiende a la sociedad externa, comenzando a debilitarse la referencia familiar. Esta emancipación de la familia como elemento de adquisición de la independencia y la autonomía personal es quizá el rasgo más destacado de la nueva situación adolescente… por lo que modifican sus relaciones y actitudes hacia sus padres.
“Esta dependencia y autonomía puede manifestase en los adolescentes en tres formas distintas de comportamiento:
a. La autonomía emocional: el grado en que el adolescente ha logrado deshacerse de los vínculos infantiles que le unen a la familia.
b. La autonomía de conducta: el grado en que el adolescente suele actuar y decidir por sí mismo.
c. La autonomía de valores: el grado en que el adolescente es capaz de regirse por sus propios criterios morales” (Ángel Aguirre, 1994).
Es por ello, que Las familias que tienen hijos adolescentes deben flexibilizar las normas y delegar responsabilidades en los hijos. De esta manera os muchachos. De esta manera los muchachos aprenderán a tomar decisiones y asumirán la responsabilidad sobre sus asuntos.
Lo idóneo es que, en la medida que los hijos ganen autonomía, incrementen el grado de responsabilidad con el grupo familiar: pueden salir solos, pero deben avisar a donde van, con quien estarán y a qué hora esperan regresar.
“La evolución de la familia alcanza un punto clave en el momento en que los hijos logran ser autónomos e independientes” (Luz de Lourdes, Eguiluz, 2003).
Ser independiente significa, no vivir al cuidado de otros, en tanto que la autonomía es la capacidad de elegir y decidir por sí mismo.
Al ser capaz de cuidarse uno mismo y no depender de otros, las decisiones que se toman son las que uno mismo decide, sin la influencia de nadie.
Conclusiones
– Las normas establecen los límites del comportamiento, es decir nos dicen cómo debemos actuar con respecto a los demás, para respetarlos y a la vez ser respetado. Por eso es importante que conozcamos las normas para saber cómo se espera que actuemos y contribuyamos a crear ese ambiente de respeto y convivencia armónica.
– Cada una de las normas tiene una finalidad, un objetivo en particular y que al respetarse está contribuyendo al logro de un ambiente de respeto y armonía en la convivencia. Por ejemplo, el hecho de no respetar el turno en la participación hace que haya desorden, que no se dé oportunidad a quienes desean compartir algo importante con el grupo.
– La principal función de las normas es que regulan la conducta o comportamiento de las personas con la intención de señalar los límites que hay en ciertos contextos y que al no ser respetados, se está cometiendo una falta hacia los demás.
– La adolescencia como etapa de la vida se ha prolongado más o menos a 10 años, en los cuales se viven una serie de cambios y transformaciones importantes: cambia el cuerpo, la forma de pensar, la relación con los padres y personas cercanas, el grupo de amigos se vuelve más importante que la familia, cambia el rol que desempeñan en ésta, lo que lleva a la modificación de algunas reglas y normas.
– La adolescencia es una etapa de crisis, en especial de una crisis de identidad. Y es precisamente a lo largo de la adolescencia, cuando se consolida la formación de nuestra identidad, es decir, cuando decidimos quien queremos ser y a dónde queremos ir.
– La formación de la identidad suele ser un proceso prolongado y complejo. Este proceso ofrece continuidad entre el pasado, el presente y el futuro del individuo.
– La formación de la identidad ayuda a los adolescentes a conocer su posición con respecto a los otros, y con ello sienta las bases de las comparaciones sociales.
– El sentido de la identidad contribuye a darle dirección, propósito y significado a la vida.
Bibliografía
Aguirre, B. A., Psicología del adolescente, Marcombo, Barcelona, 1994.
Díaz Barriga, A. F., Hernández, R.G., y Ramírez A.M., Aprender a aprender, Ángeles Editores, México, 2007.
Eguiluz, Luz de Lourdes, Dinámica de la familia. Un enfoque psicológico sistémico, México, Pax, 2003.
SEP, Formación ciudadana hacia una cultura de la legalidad. Situaciones sociales y de impacto en la vida de los adolescentes, México, 2006.
SEP, Orientaciones generales para la elaboración de la normatividad en las entidades federativas. Del gobierno y funcionamiento de las escuelas de Educación Básica, México, 2006.