La Teoría de la Doble Contingencia

(Una aproximación a la comprensión de la incertidumbre neoliberal, 

(A cien años de la Revolución de Octubre.) 

 Después de los cambios que trajo consigo la caída del socialismo real-muro de Berlín y URSS-el pensamiento histórico basado en la seguridad del tiempo lineal dirigido siempre hacia el futuro, entró en crisis, la crisis del “fin de la historia”; entraron en cuestionamiento las propuestas teóricas heredadas de la Ilustración, que indicaban que la historia se dirigía siempre como una flecha hacia la utopía del progreso. Las cosas no resultaron como las predicciones de la llamada teoría del materialismo histórico lo habían enunciado y se ha planteado la necesidad de redefinir las bases de la teoría sociohistórica. Particularmente cuando el fin de la historia significa que ya no hay futuro por esperar, porque el futuro ya está aquí en el presente (todo presente es la conjunción de futuro y pasado, según Koseleck). El futuro como lo predijeron las dos utopías: la del estado protector, dirigido por el mito del héroe revolucionario y la segunda utopía la del estado liberal y el empresario héroe, han resultado una ilusión romántica, tanto para el socialismo burocrático-igualitario como para el neoliberalismo y su falsa promesa de prosperidad y la democracia de libre mercado generador, por sí, de corrupción.

Una de las relativamente nuevas propuestas teóricas para intentar explicar el presente  caos sociohístórico de la incertidumbre, es la teoría de sistemas de Niklas Luhmman, uno de cuyos aspectos es la contingencia en las relaciones entre los agentes sociales, como individuos y colectividades; lo que se intenta desarrollar en el presente escrito.

Uno de los temas complejos que han intentado explicar la filosofía y las ciencias sociales, desde distintas perspectivas, es el problema de cómo son posibles las relaciones entre individuos que aman la libertad y terminan dominándose unos a otros, como lo advirtiera desde el siglo XVI Thomas Hobbes en El Leviatán,[1] quien partía de considerar al ser humano como dispuesto al engaño, a la mentira y capaz de las más innobles acciones con tal de conseguir satisfacer su vanidad, su ambición de fama y riqueza, y sus mezquinos deseos de poder sobre sus semejantes.

Teoría que ya había sido esbozada, diez siglos antes, por Aristóteles y desarrollada por Maquiavelo* durante el Renacimiento florentino,  La visión pesimista sería acotada durante la Ilustración, por Rousseau, para quien el humano era un ser pleno de bondad en su estado de naturaleza, teoría que sería desmentida por la salvaje invasión europea  a las tierras de América. La doble visión induce a pensar que a final de cuentas las relaciones entre humanos no son problemas de clases sociales, sino de clases de individuos.

Sin embargo, al parecer, las cosas no son tan simples, la realidad histórica de la vida cotidiana muestra que las relaciones entre los sujetos deseantes contienen un relativo potencial de relación armoniosa, al mismo tiempo elementos irritantes que terminan por separar y alejar. De allí nace la visión de impredecible, de contingencia en las relaciones.

En palabras de Luhmann: “Contingente es aquello que no es ni necesario ni imposible”,[2] y más aún: “Un hecho es contingente cuando se le considera como una selección de entre otras posibilidades a pesar de la selección. Al implicar un potencial para la negación y la visibilidad de otras posibilidades, el concepto solo puede aplicarse al sentido de la experiencia y de la acción subjetivas…… todos los hechos pueden considerarse contingentes: el mundo objetivo, el yo concreto con su biografía, la vida consciente, las decisiones, las expectativas y las otras personas con sus experiencias y elecciones”[3].

La teoría de la incertidumbre -otra manera de nombrar la contingencia- propone un cuestionamiento a la tradición filosófica de explicar el mundo a partir de leyes plenas de certeza, basadas en la razón, que olvidan lo inconciente. En otro sentido significa que el concepto de contingencia se asocia con las ideas de posibilidad y necesidad, dos categorías enlazadas que se traducen en la fórmula de que lo necesario no siempre es posible; relación que no es conmutable, es decir, lo imposible no siempre se anula por necesidad: un acontecimiento, una relación, una respuesta, pueden tener lugar o no; lo contingente significa lo que puede ser o no ser; es lo que puede ser realizable en lo posible y en lo que parece imposible. La contingencia es la libertad de la relación de alter con ego y con el mundo.

La comprensión de la contingencia se hace compleja cuando se la pretende utilizar para explicar la conducta de los sujetos sociales en interacción, es decir, partir del supuesto de que las respuestas de un actor social A en interacción con otro sujeto social B son contingentes, impredecibles, en ambas direcciones. Lo que lleva a concebir un sistema de relaciones sociales fundado en el principio de incertidumbre, en el que el funcionamiento del sistema es posible solo cuando las expectativas de A y B coinciden o son complementarias; de lo contrario, para hacer posible la relación, se requiere el uso de la coerción legal, moral, extra económica y extra legal, para obligar a uno de los actores a realizar la acción según el deseo de uno de los sujetos, lo que caracterizaría un sistema de relaciones sociales basado en el código binario: dominantes / dominados.

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Para comprender la propuesta teórica de Luhmann sobre la doble contingencia[4], conviene abordar el tema desde la perspectiva de Talcott Parsons[5] sobre la interacción, en el sentido de que la teoría de la acción es un sistema de relaciones basadas en interacciones entre actores sociales que asumen las figuras de alter y ego, quienes pueden ser concebidos como individuos o colectividades. El mismo Luhmann retoma de Parsons el concepto de “doble contingencia”, que para éste último consiste en considerar que toda interacción es una relación contingente entre ego y alter, en el sentido de que al buscar ego la gratificación de sus expectativas, no parte de selecciones únicas, sino de posibilidades alternativas; en tanto que alter, en interacción con ego, reaccionará haciendo selecciones complementarias o contrarias a las de alter.

En este punto, según Luhmann, la cadena argumentativa de Parsons entra en círculo cerrado, por cuanto la acción resulta indeterminada debido a la doble dependencia, es decir, cuando Parsons parte del supuesto de que las acciones son imposibles de realización si alter hace depender sus iniciativas de la actuación de ego, y al contrario. La complementariedad es problemática debido a que la realización de las expectativas de alter y ego son contingentes, es decir, las selecciones que elige ego sobre las elecciones de alter pueden ser mutuamente complementarias o excluyentes; lo que hace de las relaciones contingentes un problema infinito, sin solución de realización.[6] En otras palabras, si ego se propone realizar una acción esperando que alter la secunde, puede ser que a ego se frustre en su deseo.

La única forma de salir del argumento circular consiste en partir de otro punto, ver la relación en términos de sistemas y normas; considerar que los sistemas sociales requieren normas estructurales, institucionalizadas, que permiten asegurar la realización complementaria de las expectativas, o en otras palabras, ejerzan coerción sobre uno de los sujetos que integran la pareja. Como se dijo anteriormente, el sistema de la doble contingencia se cierra si se toma como punto de partida que uno de los actores hace depender sus actos de las respuestas de ego, de allí la contingencia doble. En dicha perspectiva las acciones sociales asumen un esquema evolutivo, indeterminado, orientado por el principio de incertidumbre; lo que desde otra perspectiva se relaciona con la siguiente interrogante de origen aristotélico: ¿Cómo son posibles las relaciones entre agentes sociales que buscan realizar sus deseos orientados por las expectativas de evitar el dolor y obtener el máximo placer a costa de otro? La respuesta al planteo de que las interacciones entre alter y ego puedan realizarse satisfactoriamente para ambos agentes involucra el problema de la estabilidad social. Lo que fue abordado y resuelto por la filosofía de la política, desde Platón – Aristóteles y luego por Hobbes, con el abandono del estado de naturaleza en que predominan las pasiones o la libre voluntad, y la aceptación de normas de obligado cumplimiento por los actores sociales; lo que en el esquema de Parsons se traduce como la orientación de la acción determinada por “normas de aceptabilidad”[7]; en otras palabras, sacrificando parte de las expectativas individuales en aras de la cultura y el equilibrio social.

La acción social orientada por metas, elegir acciones equilibradas en función de seleccionar satisfactores de deseos en la expectativa de la gratificación en consonancia con la posibilidad de la privación; en otras palabras, toda relación social tiene un componente determinado por la posibilidad racional de la imposibilidad: la cultura finalmente sublima el deseo frustrado.    Históricamente el enfoque anterior descansaba en el supuesto de considerar el egoísmo como motor de la acción de los actores sociales. La teoría de lo político y las pasiones humanas fue reemplazada por la teoría de las motivaciones económicas, que trajo consigo la modernidad. Al parecer la post modernidad plantea un retorno a las motivaciones basadas en la satisfacción del ego, sin restricciones. Solo hay que observar los valores que se transmiten los medios de comunicación que invaden la privacidad del – en otros tiempos-  sacro santo hogar familiar, que obligan al individuo a incrementar su capacidad de resistencia a la frustración; frente a la imposibilidad de realizar el deseo desenfrenado, activado por la cultura del consumismo alucinatorio, solo queda el refugio de la privación y el retorno a las ideas de los estoicos: Renunciar a los placeres mundanos y entrar en la frecuencia de la vida austera.

En este sentido es válido plantear que las relaciones basadas en la posibilidad abierta de la satisfacción de las expectativas, no se produce necesariamente en el doble juego del intercambio y la satisfacción recíproca del deseo; en el juego del intercambio de los deseos “los espejos terminan por romperse”, [8] es decir, por frustrarse. La pregunta en este punto es doble: ¿Cómo sobrevivir en un mundo lleno de incertidumbres y al mismo tiempo qué hacer frente a la frustración de la expectativa del deseo en la interacción? Luhmann argumenta que una posible respuesta a la pregunta es aceptar el principio de la doble contingencia, considerarla como una posibilidad de selección dentro de muchas otras posibilidades. En un mundo plagado de incertidumbres sólo la contingencia garantiza la orientación de la esperanza y el sentido: se vive en un mundo abierto, en el juego de la vida en que se gana o se pierde; no se gana siempre, tampoco siempre se pierde.

Siguiendo a Parsons, Luhmann plantea que toda acción está precedida de una intencionalidad, es decir, está determinada por los intereses que motivan a los actores. La intención no es otra cosa que el deseo enmascarado. Sin embargo, Luhmann considera que para explicar a la sociedad se requiere remontar el análisis de subsistemas y colocarse en un nivel de mayor generalización, hacerlo desde una teoría de la sociedad como sistema total.

La doble contingencia se hace comprensible cuando se profundiza en los conceptos asociados a la misma: selección, posibilidad, obligatoriedad, sorpresa y decepción.

Si las relaciones estuvieran gobernadas por la pura certeza, la vida social perdería la chispa de la sorpresa; estaríamos orientados por la certidumbre de la obligatoriedad, marcada por la necesidad; todo acto humano sería predecible, no variado; los humanos actuarían bajo los principios de las necesidades primarias absolutas. No habría lugar para el aplazamiento y la desviación del deseo.

La pertinencia de la teoría de la contingencia en las relaciones humanas, es pertinente a la época que estamos viviendo del neoliberlismo desenfrenado, en la medida en que después de la crisis del Estado del Bienestar, la seguridad social entró en cuestionamiento, colocando a la sociedad ante un sistema social que promete muchas libertades a cambio de menor seguridad.

La doble contingencia se remonta hasta los principios establecidos por el liberalismo político y económico formulados por uno de sus padres, Adam Smith, para quien desde la perspectiva de la teoría de la división del trabajo, solo eran posibles las relaciones sociales basadas en el mutuo egoísmo, expresado en la fórmula: “dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”.[9]

Al parecer el orden social solo sería posible en la renuncia al egoísmo de acumular bienes más allá de lo estrictamente necesario, en un futuro determinado por el estilo de pensamiento estoicista combinado con un razonable epicureísmo moderado. Finalmente tenía razón Kant cuando afirmaba que la vida equilibrada implica poner límites a la libertad de la voluntad.

[1] Thomas Hobbes, Leviatán. F.C.E. México, 1992. Segunda parte, capítulo XVII. Pp 137 y ss.

*Miaquiavelo dixit: “Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos…pero cuando la necesidad se presenta se rebelan…porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca”. Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Cap. XVI.  Editado por elaleph.com

[2] Niklas Luhmann. Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general. Anthropos -Universidad

Iberoamericana – Centro Editorial Javerino (Pontificia Universidad Javerina). Barcelona, España, 1998. p 115

[3] N. Luhman. Teoría de los sistemas sociales. (Artículos). Universidad Iberoamericana. México, 1998. P 16

[4] Ibid.  p 113.

[5] Talcott Parsons y Edward A. Shils (Directores ). Hacia una teoría general de la acción. Ed. Kapelusz. Bs. As. Argentina, 1968. pp 21-22

[6] N. Luhman. Teoría de los sistemas sociales. Opus. Cit. 12-13

[7] Ibid. P 91

[8] Ibid. P 117.

[9] Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. F.C.E., México, 1997, p. 17

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Rojas Sandoval Javier. (2017, agosto 11). La Teoría de la Doble Contingencia. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/la-teoria-la-doble-contingencia/
Rojas Sandoval Javier. "La Teoría de la Doble Contingencia". gestiopolis. 11 agosto 2017. Web. <https://www.gestiopolis.com/la-teoria-la-doble-contingencia/>.
Rojas Sandoval Javier. "La Teoría de la Doble Contingencia". gestiopolis. agosto 11, 2017. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/la-teoria-la-doble-contingencia/.
Rojas Sandoval Javier. La Teoría de la Doble Contingencia [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/la-teoria-la-doble-contingencia/> [Citado el ].
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