Introducción En el inicio de un nuevo siglo, en el mundo y en nuestro país, la sociedad exige una demanda de la educación superior sin precedentes, basada en la toma de conciencia de la importancia fundamental que este tipo de educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico y para la construcción del futuro. La universidad en el siglo XXI reclama las exigencias de una sólida formación cultural como fundamento de la comprensión global de la época en que se vive. El proceso formativo se ha orientado hacia una amplia y profunda visión determinada por el impetuoso desarrollo de la ciencia y la tecnología en estrecha interconexión con las diferentes esferas del saber, así como por su repercusión en toda la vida de la sociedad.
A la universidad actual le corresponde ser un factor clave para el desarrollo científico; el modelo de universidad científica, tecnológica y humanista conjuga fortalezas que son atributos únicos: una elevada concentración de hombres de ciencia y pensamiento, que hace de la universidad una institución social con capacidad de general nuevos conocimientos y habilidades para comprender los desarrollos tecnológicos, y con capacidad de difundir, socializar dichos conocimientos.
Es una época en que la Revolución ha encaminado sus esfuerzos a la construcción de una universidad en correspondencia con el sueño martiano, de que la misma sea brillante, útil y de acuerdo con los tiempos, estado y aspiraciones de los países en que enseña. La universidad cubana estará encargada de formar profesionales con independencia y creatividad, dotados de valores éticos, acorde con el desarrollo científico- técnico que se experimenta en el mundo, capaz de resolver los problemas que se les presentan en su quehacer profesional.
Desarrollo
En los tiempos en que vivimos, las universidades, además de cumplir su encargo social como institución cultural, tienen el propósito de asegurar la calidad de la formación integral de personalidad del profesional, a través de los procesos sustantivos universitarios (docente, investigativo y extensionista).
El enfoque integral para la labor educativa y político ideológica constituye la estrategia maestra de la Educación Superior, para las universidades resulta un verdadero reto formar profesionales cuyos valores respondan a una actuación profesional responsable y comprometida con la solución de los problemas de su entorno laboral, demostrando competencia en su desempeño y una actuación ciudadana digna de los más altos valores morales que distinguen nuestra sociedad.
El centro de la labor educativa es la formación ética del profesional para ello el enfoque integral potencia la aplicación de métodos y el despliegue de los contenidos de las asignaturas para formar desde la instrucción los valores éticos que caracterizan a cada profesional.
Las universidades constituyen un espacio cosmopolita para el aprendizaje ético ya que son centros difusores de cultura por excelencia; la universidad y sus claustros de profesores han estado siempre en el vórtice de las transformaciones que la sociedad le impone, en sus recintos ha primado como tendencia fundamental el pensamiento crítico, la necesidad del progreso, la búsqueda del rigor y de la verdad en todos los ámbitos y procesos, más cuando se trata de los cambios en las formas de pensamiento y de promover la capacidad de los estudiantes hacia estos mismos procederes.
Ética, ciencia y valores
El término ética se deriva del vocablo griego ethos, que significa morada o lugar. En la actualidad, la ética se define como la disciplina filosófica que estudia el comportamiento moral del hombre en sociedad. Es, por tanto, una rama de la filosofía, cuyo objeto de estudio es la moral, la cual es inherente al hombre como ser social. A partir de esta relación entre la ciencia y su contenido se comprende que la ética es la teoría de la moral, la que puede definirse como un sistema de opiniones, representaciones, normas y evaluaciones sobre la regulación de la conducta de los individuos.
En la relación entre ética y moral se han descrito 2 niveles, la ética crítica y la ética aplicada. La primera consiste en un análisis lógico y epistemológico de los principios éticos, la determinación de la validez de ciertas opiniones o creencias morales. La ética aplicada o normativa busca guiar la conducta en la decisión de cuál es la opción mejor entre las posibles, en una situación concreta.
Según ha señalado Mario Bunge,[1] la ciencia en su conjunto no es éticamente neutral y los principios que propone para un código moral de la ciencia son la honestidad intelectual o culto a la verdad, la independencia de juicio, el coraje intelectual, el amor por la verdad intelectual y el sentido de justicia.
Dentro del conjunto de principios morales prevalecientes en una sociedad en un momento histórico concreto, están los referidos a la moral profesional, entendido como tal el conjunto de facultades y obligaciones que tiene el individuo en virtud de la profesión que ejerce en la sociedad.
El desarrollo científico-tecnológico contemporáneo ha puesto a los profesionales ante un dilema entre tecnología y valores, no suficientemente estudiado, y necesitado de un abordaje metodológico con el propósito de generar una ética de la sustentabilidad.
El impacto del vertiginoso desarrollo tecnológico sobre la educación en el contexto de leyes de mercado globalizadas se expresa en la tendencia a considerar como fin de la educación, la producción de ciencia y tecnología. En una sociedad como la cubana no existen los factores que explican la presencia de algunas situaciones que caracterizan el entorno social y educacional latinoamericano (exclusión, desocupación, etc.). Sin embargo, sí existen algunas debilidades y amenazas que se comparten, como el posible deterioro progresivo de la calidad educativa en la medida en que se aparte de las necesidades y problemas del contexto sociocultural, así como el privilegio a la educación técnica y subvaloración de la humanística, entre otras.
Cualquier intento de preservar la pertinencia y la calidad de la educación superior en medio de este contexto, marcado por la transnacionalización y la desnacionalización económica, cultural y social del mundo unipolar y globalizado, pasa por la necesidad de trabajar intensamente por la consolidación en los estudiantes del sistema de valores morales que ordenan los juicios sobre la vida moral de la sociedad y las acciones derivadas de esos juicios.
Los valores se han definido como los motivos que se constituyen; se configuran en el proceso de socialización del hombre y al mismo tiempo, articulan la expresión del hombre en sus distintos espacios de relación. Surgen como resultado de la comprensión.
El papel de la educación en la formación de valores se basa en propiciar las ocasiones apropiadas a los estudiantes (individual y colectivamente) para que configuren mediante la experiencia y lenguaje propios sus valores, constitutivos de la personalidad y de la individualidad humana. No pueden existir en la realidad valores no asumidos. Por tanto, el espacio del valor está en la individualidad. Hablar de formación ética significa abordar la educación moral de los individuos sobre la base de la interiorización de un determinado sistema de valores, a través de un proceso de construcción personal consciente, contextualizado y argumentable.
La determinación de cuáles son los componentes de un sistema de valores dado para un contexto socio-histórico concreto es pues, el punto de partida del proceso formativo, y posiblemente sea para la Educación Superior una de las tareas más arduas que debe llevar adelante.
Algunas consideraciones sobre la formación integral y el aprendizaje ético en las universidades
Las continuas y sustanciales transformaciones de la sociedad actual, generan un sin número de conflictos existenciales que ponen en crisis los valores históricamente formados, surgen nuevos valores en una contradicción dialéctica entre «lo nuevo» y «lo viejo» que representa un estado de necesidad para las innovaciones educativas en las universidades.
Quizás esta exigencia de la sociedad constituya un reto que ayuda a promover los cambios en la universidad ante la tarea de formar valores en los estudiantes y no quedarse en la simple «aphrensión» de actitudes que no llegan nunca a transformarse en convicciones y consecuentemente contrastan con los nuevos paradigmas de la sociedad.
La formación axiológica se ubica en el debate de los objetivos y los contenidos que son objeto del aprendizaje de los estudiantes como parte de su formación universitaria, por lo que los métodos y los procedimientos que el profesor diseñe para el proceso de enseñanza aprendizaje de su asignatura, determinan en gran medida la eficiencia en el proceso de formación axiológica, particularmente aquellos que tributan a la formación ética, los cuales serán el centro de la atención.
La incorporación de los aspectos éticos al proceso de enseñanza aprendizaje en las universidades y la creación de condiciones que posibiliten un escenario altamente estimulante para el aprendizaje ético, requiere de una clara comprensión sobre el papel del enfoque integral y su instrumentación en el proceso docente educativo, pasando por el diseño del modelo de formación de valores en la carrera y concretándose en los objetivos formativos del año, como el subsistema donde se logra la integración de lo instructivo y lo educativo. Los valores surgen en un contexto socio-histórico y tiene por objeto dotar al ser humano de un instrumental simbólico y de prácticas adecuadas para sobrevivir y desarrollar una vida plena.
Resulta normal que la formación y asimilación de esos valores se produzca allí donde se generen; dentro de la construcción cultural misma en las prácticas sociales; económicas, políticas, en la reproducción de la vida, la educación formal solo puede venir a afianzar lo que la vida cotidiana del mundo laboral y las relaciones sociales determinan. Mediante la educación se identifican los contenidos éticos y espirituales de esa prácticas cotidianas, luego y como elemento que refuerza y consolida esa formación esta la comunidad la cual estima en su experiencia como valiosos por su eficacia aquellos valores que logran reproducir la calidad de vida de la persona y permitir a la generación presente dejarlos en herencia digna a la venidera. [2]
El enfoque integral forma parte del paradigma educativo social humanista de las universidades cubanas en la formación de los profesionales en una cultura general integral, donde los valores se erigen en rectores de la formación de la personalidad, de ahí que el proceso de enseñanza aprendizaje constituya la vía más eficaz para la formación axiológica de los estudiantes, durante su diseño y realización se propiciará un papel activo del profesor y la dedicación de este en la planificación, organización y ejecución de las actividades docentes, extensionistas y socio-políticas que tributan al proyecto educativo de año, donde los estudiantes son actores fundamentales del proceso de aprendizaje ético.
Desde el punto de vista metodológico, el desarrollo de una ética profesional orientada al humanismo no puede tener lugar según las fórmulas neoliberales de búsqueda y formación de su propio sistema de valores por los jóvenes. Se interpreta esto como una fantasía que pretende ignorar la influencia de la globalización y justificar la falta de compromiso de las universidades en la educación de la juventud. Frente a esas fórmulas se destaca el papel del profesor como elemento clave por la fuerza de su ejemplo personal y por la capacidad que tenga para lograr un protagonismo consciente de los jóvenes en su propia formación.
La formación ética forma parte del sistema de aprendizaje axiológico, el diseño del modelo de la carrera, identifica los valores éticos que caracterizan el modo de actuación profesional, en cada una de las direcciones de la formación axiológica que caracterizan el enfoque integral; dígase la formación ético-moral, y la formación ideo-política.
El trabajo curricular conlleva una coherencia entre perfil profesional -plan de estudio- programas de las asignaturas-ejecución de los procesos que lo integran, y todos ellos tributando a los objetivos formativos.
Las modalidades curriculares adoptadas por las universidades deberán estar guiadas por este objetivo de formación integral. Al respecto, será necesario prestar particular atención al desarrollo de la educación artística, entendida no como la formación de artistas sino como la posibilidad de acceder al conocimiento y apreciación de las diferentes manifestaciones del arte como una de las máximas expresiones de la creatividad humana.
Asimismo, la formación integral debe otorgar particular atención al desarrollo físico y a la práctica deportiva, dirigidos a promover mayores niveles de salud, y al desarrollo de hábitos de juego limpio, el cuidado de uno mismo y el trabajo en equipo.
La formación integral de la personalidad implica un sostenido trabajo educativo para que el alumno se desarrolle como sujeto de derecho. Esto implica que se conozca a sí mismo, que interactúe con los demás y que pueda disponer de todas las condiciones para definir su proyecto de vida.
El trabajo extracurricular, tanto el de carácter docente como el extensionista, también debe estructurarse en sistema y en torno a los objetivos formativos. El enfoque integral para la labor educativa se concreta en el proyecto educativo del año académico y de la brigada estudiantil.
Cualquier avance en la obtención de resultados en la educación de la personalidad de los educandos, necesariamente ha de partir de un trabajo más orgánico, en el que el trabajo educativo curricular se complemente con el extracurricular y el extensionista, orientados armónicamente al logro del sistema de valores que como ciudadanos y profesionales deban portar los egresados.
El perfeccionamiento de los programas de estudio, con una mayor precisión de los aspectos educativos que se pretende lograr, y particularmente los referidos a la formación ética a lo largo de la carrera es un elemento que en nuestra opinión contribuiría a elevar el carácter participativo de los profesores y a favorecer la articulación armónica de las restantes variantes del trabajo de formación de la personalidad de los jóvenes.
Conclusiones
Si bien existen innumerables dificultades para llevar adelante la obra educativa de la Revolución, el fortalecimiento del papel protagónico de los centros de formación, incluidas las Universidades, ha de apoyarse en los sólidos cimientos creados por todos los que a lo largo de la historia han contribuido a la formación, desarrollo y consolidación de la nacionalidad cubana hasta la actualidad y en la búsqueda de métodos humanistas que pongan a los estudiantes en el centro de toda la actividad institucional, como los principales creadores de su propia personalidad bajo la guía de los profesores. Esta es una tarea impostergable que se abrirá paso cualesquiera que sean las dificultades.
La calidad educativa debe abarcar la integralidad del sujeto. Desde este punto de vista, es necesario que la formación básica y universal brinde las oportunidades educativas que fortalezcan todas las dimensiones de la personalidad: cultural, social, estética, ética y religiosa. La formación integral supone fortalecer la capacidad de cada uno para definir su proyecto de vida, la libertad, la paz y la solidaridad, la igualdad, la justicia, la responsabilidad y el bien común.
La formación integral, ética y de valores requiere: el trabajo con los profesores, el trabajo curricular y el trabajo extracurricular.
Bibliografía
1. Alarcón, R, Sánchez Noda R. Actualización del Enfoque Integral. Editorial Félix Varela. La Habana, 2000
2. Bunge M. Ética y Ciencia. Buenos Aires: Siglo XXI; 1972.
3. Chávez, Arturo. J (2002). Ética, empresa y educación superior. Revista Iberoamericana de Educación. Mayo/Agosto. Pág 17.
4. Domínguez MI. La formación de valores en la Cuba de los años 90: un enfoque social. En: La formación de valores en las nuevas generaciones. Una campaña de espiritualidad y de conciencia. La Habana: Ediciones Políticas; Edit de Ciencias Sociales; 1996 p.28-45.
5. Gómez, Yahíma. La formación extensionista del ingeniero agrónomo. Una propuesta para la universidad de Pinar del Río. Trabajo de Diploma., 2005.
6. Martínez, Martín. M, Buscarais Estrada, María R, Esteban Bara, F. La universidad como espacio de aprendizaje ético. Revista Iberoamericana de Educación. Mayo/Agosto, 2002 p. 17.
7. Ministerio de Educación Superior. Enfoque integral para la labor educativa y político ideológica en la Universidad. Editorial Felix Varela. La Habana.2da edición, 1999.
8. Tünnermann C. La educación en el umbral del siglo XXI. Caracas: CRESALC/UNESCO; 1996:79-85.
[1] Bunge M. Ética y Ciencia. Buenos Aires: Siglo XXI; 1972.
[2] Chávez, Arturo. J (2002). Ética, empresa y educación superior. Revista Iberoamericana de Educación. Mayo/Agosto. Pág 17.