Papel del líder en la dirección estratégica

No por constituir un aspecto conocido y estudiado, el tema del liderazgo está acabado, mucho menos desde el punto de vista de la estrategia. En mi opinión sigue manteniendo plena vigencia, en tanto que las funciones de la gestión continúan siendo determinantes para el éxito o el fracaso de las organizaciones. La importancia del líder para la organización, específicamente para la planificación estratégica, la relación que tiene con el jefe, los errores y las cualidades de un líder, serán los aspectos que intenta abordar este artículo, para el cual se ha empleado mucho del conocimiento ya acumulado al respecto.

I.- Introducción

Desde que los hombres comenzaron a vivir en comunidad, se hizo necesario que en su proceso de organización natural algunos de ellos asumieran la responsabilidad de aunar los intereses, planteara objetivos y controlara los incipientes resultados obtenidos. El desarrollo así lo demandaba.

La organización resulta improductiva, anárquica e incluso caótica cuando carece de una figura capaz de proporcionar coherencia. Puede suceder incluso, que habiendo cierto grupo de individuos, no exista como tal la organización, si no se cumplen determinadas condiciones necesarias para ser considerada como algo más que una suma simple de individuos.

En la práctica ha quedado comprobada la importancia del líder en las organizaciones, ya sea en el ámbito militar como en el civil. Su papel resulta imprescindible por su capacidad de convocatoria, de aglutinar y de cohesionar.

En la política, la economía, el deporte, el ejército, etc., se hace indispensable la figura de un líder que sea capaz de definir objetivos, establecer una estrategia y organizar y dirigir las acciones.

Muchos son los ejemplos de organizaciones de diversa índole que han alcanzado notables resultados guiadas por un individuo, sin que pueda desconocerse la importancia del grupo en la consecución de los objetivos, pues serán los encargados de materializar los resultados previstos.

Sin embargo, a pesar de la importancia del líder, existe consenso en que esta figura no se hace, sino que nace. Innegable que las dotes naturales deberán ser redondeadas mediante la formación y la capacitación, e incluso la experiencia también jugará su papel, pero siempre a partir de que existan las bases para sustentarlo.

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Lamentablemente no todas las organizaciones –sea cual sea la organización, independiente a su tamaño y ámbito de acción- disponen de un líder, aunque tengan una persona que las dirija, lo cual va suponiendo la diferencia entre el líder y el jefe jerárquico.

II.- El líder y la estrategia

El crecimiento económico está condicionado en buena medida por la rivalidad entre los actores económicos, en busca cada uno de alcanzar una mejor posición en el sector en el cual se desarrollan. Esta rivalidad da lugar a la competencia, la cual funciona como un proceso de selección natural en el ámbito empresarial, donde los que mejor preparados estén para hacer frente a sus rivales y al medio, serán los que sobrevivirán.

En el contexto actual de lo que modernamente se ha dado en llamar globalización, de la apertura al exterior de las economías nacionales, de los Tratados de Libre Comercio o los procesos de integración regionales, la competencia ha intensificado su proceso de internacionalización, no solo de capital financiero y tecnológico, sino también de recursos humanos. El entorno de la empresa se ha hecho en la actualidad mucho más amplio e incluso impredecible, por lo que mantenerse en el sector y por ende en el mercado, resulta una tarea altamente compleja que demanda de los empresarios una nueva visión, desde el punto de vista de la dirección y la estrategia.

Figura N° 1: Sector de Competencia

De esta manera, las condiciones han estado dadas para que el escenario actual de las empresas haya adquirido una nueva dimensión, en que la estabilidad ha pasado a ser una verdadera quimera.

Sobrados son los ejemplos de productores que se han visto seriamente afectados por la llegada de productos similares procedentes de países con alta densidad de mano de obra, como es el caso de las naciones del sudeste asiático, liderados por China, en que sus bajos costos laborales llevan a una encrucijada a los productores nacionales de occidente.

De igual manera los procesos de adquisiciones o fusiones han adquirido una nueva dimensión, a lo que habría que agregar las inversiones extranjeras, tremendamente necesarias para los países menos desarrollados, carentes de fuentes de capital para sustentar su potencial desarrollo, pero que constituyen a la vez una amenaza para las pequeñas y medianas empresas.

El proceso, a nuestro modo de ver es extremadamente complejo y contradictorio, pero sin lugar a dudas necesario. Prácticamente ningún país en el mundo escapa al efecto que se ha creado con el nuevo escenario económico. Países tan poderosos económicamente como Estados Unidos o grupos regionales como la Unión Europea, han debido plantear restricciones a la importación de los productos textiles chinos. Toyota se ha convertido en un temible competidor para los fabricantes de automóviles en los Estados Unidos, llegando no sólo a instalarse en su propio territorio, sino a consolidarse. Ninguna estrategia ha resultado efectiva hasta el momento para neutralizar el avance impetuoso de los competidores asiáticos.

Los grandes grupos desarrollan estrategias no solo de integración, sino también de diversificación, de modo que no resulta extraño que Adidas se asocie con Microsoft para la producción de video juegos.

De este modo, llegar a definir una estrategia adecuada para hacer frente a la competencia en el sector o, simplemente adoptar una estrategia agresiva que le permita no solo consolidar la posición de la empresa, sino también avanzar en su nivel de posicionamiento, requiere de personas emprendedoras, con un alto nivel de conocimiento e iniciativa creadora, pero a la vez que sean capaces de conducir al colectivo en la consecución de los objetivos planteados. El compromiso del colectivo solo se alcanza cuando es considerado como un ente activo, lo cual dependerá de la capacidad del líder.

La implementación de las estrategias involucra a todas las funciones y personas de la empresa. Constituye un proceso complejo en el cual no basta con hacer la definición de una buena estrategia en función de las potencialidades internas y la coyuntura favorable del entorno. Se requiere además hacer que la estrategia funcione adecuadamente, para lo cual será necesario evaluar y liderar los tres elementos esenciales de este proceso: el cambio estratégico, la estructura formal e informal y la cultura de la organización. Por lo antes expuesto se considera que el papel del liderazgo es decisivo en esta fase de la dirección estratégica, toda vez que los resultados dependen de ello.

En este sentido, una buena organización no debe prescindir de un buen líder. Sin embargo, es algo que no siempre se logra, porque el líder no se forma ni tiene que coincidir con la posición jerárquica, con el poder. Esto plantea la diferencia entre el líder y el dirigente, aun cuando el líder y el dirigente cuentan con el carisma para realizar su trabajo, la diferencia es radical: el carisma del líder es personalísimo, y por ende intransferible, y el del dirigente es institucional, y se traspasa automáticamente al relevo en turno.

La dirigencia es un oficio, y el liderazgo un arte. Cuando alguien adopta un papel de líder dentro de una organización, mucho de su estilo depende de como maneje sus habilidades, tanto técnicas, como humanas y conceptuales. Muchos buenos individuos, con una altísima calificación técnica, dotados de una prodigiosa inteligencia y una buena capacidad creadora, son incapaces de aglutinar, de hacerse seguir por el resto de las personas que lo rodean. En estos casos no hay empatía entre las cualidades profesionales con las de liderazgo.

No siempre los buenos profesionales, los buenos trabajadores, serán buenos dirigentes, al menos desde el punto de vista de hacer funcionar al colectivo bajo la dinámica de trabajo necesaria para alcanzar las metas y objetivos. En este sentido faltará habilidad técnica, aquella que establece la capacidad para revertir a su favor o de la organización las potencialidades del colectivo, visto este como la suma íntegra de todos los que lo integran.

El otro elemento es su habilidad humana a través de la cual influye en las personas, a partir de la motivación y de una aplicación efectiva de la conducción del grupo para lograr determinados propósitos. Esta habilidad llega a ser tan importante, que puesta en función de una buena causa, reportará beneficios inconmensurables, pero de igual manera, cuando se emplea para una causa negativa, causará efectos devastadores. De aquí la importancia del poder de persuasión, de motivación y conducción del líder.

El tercer y último elemento corresponde a la habilidad conceptual, aquella capacidad que se tiene para comprender la complejidad de la organización en su conjunto, y entender donde engrana su influencia personal dentro de la organización, a dónde hay que dirigir los esfuerzos, la inteligencia y la capacidad creadora. En cierta medida este aspecto determina el método de dirección a emplear, del cual se hará referencia más adelante.

El líder deberá contribuir a crear una organización dinámica, capaz de adaptarse a los cambios del entorno, para lo cual es necesario preparar al colectivo, tanto a directivos como a los trabajadores de línea, toda vez que el temor al cambio sigue siendo un factor clave en la actitud de muchas personas, no solo de trabajadores y funcionarios, sino también de ejecutivos y directivos.

Conociendo a fondo estos elementos, el líder puede actuar de forma más óptima.

Cada individuo en la práctica va perfeccionando, o en su caso, deteriorando estas habilidades de acuerdo a su posición y resultados dentro de la organización a lo largo del tiempo, y va conformando su propio estilo de liderazgo, el cual puede oscilar entre los extremos del dejar hacer sin intervenir hasta el de controlarlo todo.

Figura N° 2. Reto del líder

La eterna relación entre autoridad, responsabilidad y descentralización, está bien definida en el papel que desempeña el líder o el dirigente en una organización. En la misma medida en que se garantice una mayor descentralización, se logrará una mayor participación del colectivo en la toma de decisiones, lo cual deberá garantizar la generación de una mayor cantidad de ideas que deberán condicionar mayores y mejores resultados, además de que servirá para comprometer a un mayor número de integrantes en el proyecto. Pero esto no siempre se logra, porque no es por decreto, es por convicción. No es por instrucción, es por vocación.

III.- A qué se debe enfrentar el líder

Muchos son los retos que deberá enfrentar un líder, sobre todo en cuanto a lograr la motivación del personal, siendo esta tal vez su labor fundamental. Toda vez que se ha logrado definir la estrategia a seguir, se han elaborado los planes y se han establecido las metas, materializarlas constituirá la comprobación del resultado. La estrategia mejor delineada en un buró o en un salón de reuniones o en la oficina de una empresa consultora, fracasará rotundamente si en el momento de implementarla no existe claridad ni entendimiento de lo que se debe hacer, sobre todo por parte de los actores directos, los que por lo general quedan siempre en el anonimato.

No todos los colectivos laborales se comportan de igual manera, lo cual dependerá de múltiples factores condicionantes. Desde factores objetivos como las condiciones de trabajo y la remuneración, hasta subjetivos como el nivel de pertenencia al grupo, el estilo de dirección, el grado de motivación, etcétera. De igual modo hay que considerar el nivel de calificación y experiencia.

Lamentablemente, aunque el recurso humano siempre ha sido definido como prioritario en el proceso de generación de bienes o servicios, por ser el más abundante es el menos apreciado. Poseer colectivos altamente calificados, con un buen nivel de experiencia, es una aspiración de cualquier empresario, pero por el menor costo posible.

El ahorro por concepto de salarios o remuneraciones es la primera vía para concretar disminución de costos, lo que no siempre determina disminución en el número de trabajadores. En ocasiones con el salario de un trabajador se emplean dos o tres de menor calificación o experiencia, que por el interés en obtener un empleo estarán en condiciones de aceptar una menor remuneración. La calidad es suplantada por la cantidad, sino qué es lo que explica que hayan países en que hombres (de ambos sexos) mayores de cuarenta años se les dificulte conseguir empleo, cuando aun les quedan al menos veinte años de vida activa y están en el mejor momento desde el punto de vista de los conocimientos teóricos y prácticos. De todos modos debemos señalar que una visión demasiado racionalista y estrecha del problema.

Si un plan o una estrategia han sido buenos o malos, solo podrá corroborarse en su aplicación, de modo que la práctica una vez más se reafirmará como el criterio de la verdad.

La rivalidad y la competitividad estarán siempre presentes en todo tipo de organización, porque las organizaciones están integradas por personas, con sentimientos, voluntad y aspiraciones. Todavía hoy los adelantos científico-técnicos no han logrado sustituir al hombre por las máquinas, aunque pueda esta ser la tendencia.

En una organización el líder podrá encontrar cuatro tipos de personas con los que deberá lidiar, los que podrán tener diferente participación en dependencia del tipo de organización de que se trate:

– Los Ganadores

Son aquellos que pretenden imponer su voluntad a toda costa. Generalmente solo aceptan seguir al líder si éste guía a los demás hacia un objetivo que coincida con el de ellos. Si bien su espíritu de optimismo puede resultar bueno para la dinámica de la organización, el triunfalismo a ultranza y el desdeño por todo aquel que no se “apunte” en su grupo puede conllevar a pésimos resultados. Por su empuje deberán ser tenidos muy en cuenta, pero el papel del líder será tratar que su espíritu triunfalista logre una sinergia con el resto del grupo, convirtiéndose en una fuerza dinámica. Pueden resultar difíciles de manejar, pero siempre será mucho mejor contar con personas que hay que “aguantar” a los que hay que “empujar”.

– Los Resignados

Aquellos que pese a estar en desacuerdo, aceptan el liderazgo y actúan en consecuencia. Son entes completamente pasivos, pero esto no significa que no discrepen, solo que no lo manifiestan públicamente. El comentario en voz baja, a nivel de clandestinidad, es lo que más le agrada a este tipo de individuos. Este tipo de personas asume actitudes negativas y en ocasiones arremete en contra del líder, manifestando diferencias respecto a sus orientaciones y sus cualidades. Por sus características personales, el trabajo para cohesionar al grupo bajo una misma causa resulta muy complicado. Su efecto es tal vez más nocivo que el del siguiente grupo, entre otras porque no se sabe cómo piensan ante cada situación.

– Los Negativos

Constituyen la antítesis de los primeros, porque tienden a negarlo todo. Sistemáticamente están en contra de cualquier innovación, manifiestan abiertamente su desacuerdo con el líder y sus objetivos; son fatalistas, focalizan su atención en el lado negativo de las cosas y prefiere seguir tal y como está. Para ellos el cambio es tedioso, complicado, difícil. Este tipo de individuo es negativo a ultranza y el papel de “abogado del diablo” es el que más se ajusta a ellos, solo que no es para hacer reflexionar sobre todas las aristas de la situación, sino para poner los “peros”.

– Los Conciliadores

Este tipo de persona es positiva y generalmente se suma al trabajo del líder. Busca siempre conciliar los intereses propios con los de la organización con miras a la solución de conflictos y aportación de ideas. Serán buenos, siempre y cuando su actitud conciliadora no entre en los límites de los resignados.

Integrar en una misma misión a cada uno de estos grupos de individuos es una de las tareas más importantes del líder, para lo cual deberá emplear toda su calificación, experiencia y dotes de dirección y de liderazgo. Muy grave es cuando no actúan como entes aislados, sino que tienden a identificarse entre sí, creando grupos en los que también es posible que surja un líder o tal vez un anti líder, según sea el caso.

En uno de los recientes cursos que he impartido, me encontré con un estudiante que en una asignatura tan abierta como lo puede ser Planificación Estratégica, por lo general siempre planteaba su discrepancia con el enfoque que le daba a ciertos temas. A la caza siempre estaba de lo que le permitiera polemizar, desde una definición hasta una pregunta de examen, con lo cual disfrutaba tratando de distraer la atención de la clase. Más de una vez caldeó el ambiente para luego replegarse y disfrutar de las discusiones que se generaban en el aula.

Resultaba el típico estudiante polémico, solo que en la mayor de las ocasiones con carencia de un análisis completo de todos los aspectos a considerar en cada caso. Varios de sus colegas de grupo lo seguían y si había que discutir algo con el profesor, delegaban en él. Sin embargo, más adelante comprobé que no era el delegado del grupo ni se ofrecía para ser el responsable del equipo para los trabajos en clases, pero su opinión generalmente no caía en saco roto. Cuando expliqué el papel del líder en una organización, lo utilicé como base material de estudio, pero como el típico líder informal.

Lo anterior solo a modo de ejemplo, continúo pues con la tarea de identificar a los diferentes tipos de personas con los que tendrá que lidiar un líder. Integrarlos, alinearlos en función de los objetivos y metas, puede ser una tarea compleja en función de la composición del colectivo. Conjugar la democracia con la toma de decisiones es vital, pero en el juego de la democracia –en el mejor sentido de la palabra- puede en medio de un colectivo complejo, perder la perspectiva. El líder deberá poner a prueba todas sus dotes y las virtudes que lo caracterizan.

3.2.- Virtudes o atributos

Ningún ser humano es químicamente puro, por decirlo de alguna manera, sin embargo, por lo general para ser líder se deberán tener un grupo de atributos o cualidades que amparen su condición de liderazgo. Entre estas se cuentan las siguientes:

a) Calificación: el líder deberá estar capacitado técnicamente, sin que necesariamente deba ser la persona que más conozca de la actividad. No siempre los más capacitados son los mejores dirigentes. Esto sin desmerecer la necesidad de un adecuado conocimiento y calificación.

b) Capacidad de mando: deberá ser capaz de tomar decisiones oportunas en el momento oportuno, emitiendo órdenes claras, orientadoras y precisas, sin ambigüedades ni trasfondo, sin el temor a la reacción que pueda generar. El líder deberá estar consciente que la responsabilidad no se delega y que la inseguridad solo conduce a la pérdida de confianza, además de que constituye un signo de temor ante el cambio. Solo los que juegan tienen la opción de perder o ganar. Los que toman decisiones son los que pueden equivocarse o acertar.

c) Capacidad de comunicación: esta cualidad deberá ser vi direccional, en el sentido de que no solo deberá tener capacidad para comunicarse con los subordinados, sino que también deberá estar capacitado para escuchar a los demás.

d) Honestidad y humildad: el no sentirse por encima de los demás, por las facultades que le brinda un cargo o responsabilidad, es una de las virtudes más destacadas y reconocidas de un líder. Saber escuchar, incluso cuando se le hace una crítica, es vital para un buen líder.

Lejos de hacerle perder posición, lo engrandece. Ningún ser humano está exento de cometer errores, de equivocarse o simplemente de trabajar de forma independiente. Es muy amplio el conocimiento acumulado, muy incesante el desarrollo, como para aspirar a dominarlo todo.

3.2.-Los errores más comunes del líder

Resulta oportuno hacer un alto para precisar lo siguiente: si nos atenemos al concepto de líder, sin pretender el perfeccionismo en los seres humanos que alcanzan tal condición, es imposible asumir que semejantes errores puedan ser atribuibles a un líder. No puede negarse que en la práctica un líder cometa alguno de estos errores, solo que a partir de ese momento comenzará a desvanecerse su posición ante el colectivo que dirige o representa, quedando a merced solo de su cargo o jerarquía, la cual puede en algunos casos estar avalada por el poder económico que sustenta su posición, más que por sus dotes o cualidades de dirección. A continuación serán señalados varios de los errores que se les atribuyen con cierta frecuencia a los líderes:

1. Actitud impositiva.

Es un error no aceptar sugerencias de los demás, imponiendo las ideas propias por encima de la del resto del grupo. El carácter participativo fortalece al colectivo y permite involucrar a todos sus miembros en los trabajos para alcanzar las metas.

2. No hay quien sepa más.

Típico rasgo de autosuficiencia, incluso tal vez de cierto complejo de inferioridad, más que de preparación y experiencia, este error puede desencadenar otros.

3. El trabajo no deja tiempo para escuchar.

Un dirigente no puede nunca olvidar que su trabajo dependerá de un colectivo, por lo que escuchar sus criterios, preocupaciones, opiniones, sugerencias, resultará importante para ellos. Sin embargo, tampoco bastará con escucharlos a modo de cumplir una simple formalidad.

4. Bloquear a líderes potenciales.

La idea de encumbrarse en la posición de líder o en un cargo de dirección de modo vitalicio, conlleva a un sentido de pertenencia muy dañino, al evitar la posibilidad de que otros individuos puedan mostrar sus potencialidades ante el temor del ascenso, poniendo en riesgo su posición.

5. Asumir actitudes dictatoriales creyendo que solo él tiene la razón.

Hay una estrecha relación entre este error y los dos primeros. No se escucha a los demás, o si se les escucha es por puro trámite, pues las decisiones están adoptadas a partir de lo que piensa el jefe. Cualquier opinión o criterio divergente será desatendida o incluso reprobada.

El poder que confiere un cargo o la condición de dueño, puede amparar la adopción de este tipo de actitud, en desmedro del clima positivo que deberá infundir en el colectivo.

“Diga usted lo que piensa sin temer a las represalias”. Esta puede ser la visión de un líder autoritario, con lo cual jamás logrará escuchar por parte de un subordinado nada que difiera de su posición.

6. Buscar su propia gloria.

Los buenos resultados serán siempre como resultado de la buena gestión, la consagración y la sapiencia del jefe. Solo que en ocasiones no sucede así con el fracaso. En ese caso puede suceder como dice el refrán: “las victorias tienen muchos padres, pero el fracaso es huérfano”.

7. No aprender de sus propios errores.

La autosuficiencia, la autocomplacencia, el sentido de superioridad, conllevan a la incapacidad de reconocer los errores. El reconocerlo pondría muy en entredicho su superioridad.

8. No delegar.

Cuando se desconfía en la capacidad de los subordinados, cuando se pretende centralizar las decisiones, cuando hay temor a que los otros no logren hacer lo que se debe “porque nadie lo puede hacer mejor que yo”, cuando no se ha enseñado al colectivo a trabajar independientemente, cuando hay temor a que aprendan y quede al desnudo que no se es tan imprescindible como se quiere hacer ver, no se puede delegar.

9. No mantener informado a su grupo.

Una de las razones por las que se pierde liderazgo es debido a la falta de información hacia el grupo. Cuando los liderados desconocen de las actividades, gestiones y resultados del líder, tienden a desconfiar de él.

10. No prever para el futuro.

Cuando lo importante es el presente, cumplir con lo de hoy porque será por lo cual nos medirán y “ya veremos qué pasa mañana”, se pierde visión de futuro. Carecer de visión de futuro es poner en riesgo el desarrollo.

IV.- Los estilos de liderazgo o de dirección

La función básica de un líder será la dirección, aunque estén implícitas las restantes funciones de la gestión.

Mucho se ha escrito respecto a la dirección como actividad, a partir de la importancia que se le atribuye para el adecuado desarrollo de las organizaciones, en última instancia cada jefe o líder le imprime su propio matiz, determinado esto por las características personales, con independencia de los conocimientos que posea sobre la actividad.

Los estilos que se describen en la literatura, más que atribuibles a los líderes, son propios de la dirección. No concebimos un líder haciendo uso de algunos de los estilos que se señalan a continuación, los que enuncio por la importancia que representan para sumar a los miembros de una organización a los objetivos estratégicos de la misma, algunos de los cuales se basan en un centralismo extremo y en la aplicación de la autoridad, con una baja cobertura para la participación del colectivo. Entre los estilos de dirección se definen los siguientes:

a) Coercitivo.

Este es el estilo menos efectivo en la mayoría de las situaciones. El estilo coercitivo afecta al clima de la organización por su inflexibilidad.

La toma de decisiones de forma unilateral hace que las nuevas ideas nunca salgan a la luz. Las personas sienten que no se les respeta o en el mejor de los casos que no se les tiene en cuenta; a su vez, el sentido de responsabilidad desaparece, toda vez que las personas al no ser capaces de actuar por su propia iniciativa, no se sienten «dueños» de su trabajo, y no perciben que su desempeño laboral depende de ellos mismos.

b) Orientativo.

Es un liderazgo mucho más efectivo, mejorando notablemente la comunicación. El líder orientativo es un visionario, motiva a las personas aclarándoles cómo su trabajo encuadra en el conjunto de la organización. Las personas que trabajan para líderes con este estilo orientativo, entienden perfectamente que su trabajo laboral importa y saben por qué, de modo que se maximiza el compromiso hacia los objetivos y la estrategia efectiva de la organización. Al enmarcar las tareas individuales dentro de una gran visión, el líder orientativo, define los estándares que hacen funcionar eficazmente en la realidad su visión corporativa. Un líder orientativo, describe eficazmente su punto final, pero generalmente deja a las personas mucho margen para averiguar de forma eficaz su propio camino. Los líderes orientativos, otorgan a su gente la libertad para innovar, experimentar y tomar riesgos calculados en la visión. De hecho cada individuo se ve obligado a asumir una responsabilidad ante el líder y ante él mismo.

c) Afiliativo

Si el líder coercitivo obliga a una persona a que «haz lo que te digo», y el orientativo le pide a la persona «ven conmigo», el líder afiliativo les dice a los subordinados, «las personas son lo primero». Este estilo de liderazgo gira en torno de las personas; quienes lo emplean valoran al individuo y sus emociones por encima de las tareas y los objetivos. El líder afiliativo se esfuerza enormemente para que sus empleados estén siempre felices, y la relación entre ellos sea lo más armónica posible. Gestiona a través del desarrollo de lazos afectivos, para luego recoger los resultados de este planteamiento, principalmente porque genera una fuerte lealtad. El estilo afiliativo, también tiene un efecto muy positivo sobre la comunicación. Las personas que se encuentran cómodas entre sí hablan mucho, comparten ideas y aspiraciones. El estilo afiliativo, aumenta progresivamente la flexibilidad; los compañeros se fían unos de otros, permitiendo que los hábitos de innovación y toma de riesgos se desarrollen a plenitud.

La flexibilidad también aumenta, porque el líder afiliativo no impone restricciones innecesarias sobre cómo el empleado ha de hacer su trabajo diario. Da a las personas la libertad exclusiva de hacer su trabajo de la forma que a cada uno le parece más efectivo. Los líderes afiliativos son maestros del arte de cultivar el sentido de pertenencia. Son desarrolladores de relaciones, lo cual es siempre beneficioso, para el logro de un clima de trabajo favorable.

Desventajas: el estilo afiliativo posee desventajas que deberán ser observadas por el líder. Por ejemplo, no debe ser usado jamás de forma única. Su enfoque basado en el elogio puede permitir que un desempeño laboral pobre no se corrija totalmente. Los empleados pueden percibir erróneamente que la mediocridad se tolera. Dado que los líderes afiliativos se sienten limitados para realizar críticas, los empleados han de averiguar cómo resolver sus problemas por sí solos, a diferencia de lo planteado en el estilo orientativo. Cuando las personas necesitan claras directrices para afrontar nuevos retos, el estilo afiliativo los puede dejar sin rumbo, a partir de lo cual perderá su efectividad, toda vez que lo importante es el logro de objetivos y metas. En colectivos con problemas este tipo de estilo puede ser considerado por los subordinados como una debilidad, por lo que debe evaluarse las características, composición y resultados del mismo en el momento de aplicar un estilo dado.

Este estilo puede no dejar que el líder recrimine a los subordinados incompetentes, incumplidores o que sencillamente no estén realizando las tareas como está establecido. A partir de este momento la estrategia y el cumplimiento de los objetivos pueden estar en un serio riesgo.

d) Participativo.

Al invertir tiempo obteniendo las ideas y el apoyo de las personas, un líder fomenta la confianza, el respeto y el compromiso de su grupo. Al dejar que los empleados tengan una voz en las decisiones que involucran sus objetivos, y a la forma en que hacen su trabajo diario, el líder participativo incrementa notablemente la flexibilidad y la responsabilidad. Al escuchar las preocupaciones de los empleados, el líder participativo define lo que es necesario hacer para mantener la moral alta. Finalmente, dado que tienen un voto en la fijación de sus objetivos, y los parámetros para medir su éxito, las personas que trabajan en el entorno participativo tienden a ser mucho más realistas, acerca de qué pueden y qué no pueden hacer en el contexto en el que se desempeñan.

Desventajas: el estilo participativo tiene sus inconvenientes. Una de las consecuencias más negativas pueden ser las reuniones interminables en donde se discuten hasta la saciedad ideas aparentemente buenas, mientras que el consenso se mantiene ausente por la acción de algunos de los entes antes identificados, y el único resultado visible es la fijación de fechas para realizar más reuniones. Algunos líderes participativos utilizan este estilo para evitar hasta donde sea posible la toma de decisiones cruciales, con la esperanza de que dándole suficiente vueltas al tema, acabará por aclararse. En realidad, lo que va a ocurrir es que su gente acabará sintiéndose confusa y echando en falta un líder eficaz. Tal planteamiento puede incluso acabar empeorando los conflictos internos. El líder no puede olvidar que aunque su misión es aglutinar, ese proceso deberá conducir al logro de determinados resultados, por lo que las decisiones no podrán dilatarse en el tiempo, sobre todo aquellas que resultan importantes y urgentes para abordar problemas de la organización.

e) Imitativo.

Las bases del estilo imitativo parecen admirables. El líder fija estándares de desempeño laboral extremadamente altos y los ejemplifica. Su gran obsesión, es hacer todo mejor y mucho más rápido, y exige que todas las personas de su alrededor cumplan cabalmente estos criterios técnicos. Rápidamente, identifica a las personas con bajos niveles de desempeño laboral, y les exige mucho más. Si no cumplen cabalmente con sus expectativas, los irá reemplazando paulatinamente, con personas mucho más capaces; sin embargo, este proceder no siempre tiene el triunfo garantizado.

Por lo general el estilo imitativo puede crear desconfianza en el colectivo, dificultando el clima de trabajo. Los empleados pueden llegar a sentirse presionados por las exigencias de excelencia del líder, con lo cual merma la productividad y el rendimiento del personal. Las normas de trabajo están claras para el líder, pero no las explica con claridad, al asumir que los individuos deberán estar capacitados para saber lo que deben hacer sin necesidad de explicaciones y orientaciones. El líder parece decir: “si soy capaz de hacerlo, todos los demás también deberán”. El trabajo no dependerá solo del esfuerzo que se realice para conseguir los objetivos, sino que se convierte en un ejercicio de adivinación de qué quiere realmente el líder, toda vez que su nivel de comunicación no es bueno. El nivel de confianza de las personas bajo este estilo de liderazgo tiende a descender, por lo que se convierten en seres temerosos de los que nunca podrá esperarse iniciativas emprendedoras. Equivocarse es un riesgo que no están dispuestos a correr, a sabiendas de la respuesta que pueden obtener de su jefe. La flexibilidad, el interés creativo, el espíritu participativo, el interés individual en función de las metas del colectivo, tienden a desaparecer o a disminuir sensiblemente. Cada individuo estará inmerso en cumplir lo que tiene asignado, carente entonces de tiempo y entusiasmo para cualquier otra cosa que no sea sacar su trabajo, sin prestar ninguna importancia a lo demás.

El líder imitativo no retroalimenta al colectivo o a los subordinados sobre el trabajo. Cuando le parece que algo no está funcionando bien o que está latente el riesgo del incumplimiento o el fracaso, se toma la tarea para si mismo. No pierde el tiempo en plantear cómo debe resolverse el problema creado. Cuando el líder se ausenta por algún motivo, los subordinados se sentirán desorientados respecto a cómo deberán desempeñarse, toda vez que este estilo de liderazgo concentra no solo las decisiones, sino también la información en poder del jefe. Un líder imitativo no conducirá a su colectivo al conocimiento de las metas de la organización, ni le permitirá conocer qué papel desempeña cada uno de ellos en la consecución de las metas. El sentido de responsabilidad individual por los logros del colectivo se diluye o no llega nunca a germinar. Es un estilo centralizador, detrás del cual puede trascender lo siguiente: una personalidad prepotente muy alejada de las cualidades de un líder; una baja estima para las personas que le están subordinadas o temor a perder su posición. Cualquiera de ella o varias, pueden estar asociadas a este estilo de liderazgo, totalmente contraproducente en un entorno dinámico en que se requiere de una amplia capacidad de respuesta ante los acontecimientos inesperados.

f) Capacitador.

Los líderes capacitadores ayudan notablemente a los empleados corporativos a identificar sus puntos fuertes y débiles, y los ligan a sus expectativas personales. Se vincula en cierta medida al Estilo Orientativo. Animan a sus empleados a establecer objetivos claros y a largo plazo, y les ayudan a crear un plan de acción para lograr llegar a ese fin primordial. Para llevar a cabo estos planes, establecen acuerdos con sus empleados con respeto a su rol y responsabilidades, y dan mucha orientación y emplean la retroalimentación. Los directivos capacitadores son los que mejor aplican la delegación de autoridad al brindar a sus empleados la posibilidad de asumir tareas que demandan retos, incluso sabiendo que las tareas no se harán con rapidez. De esta forma están dispuestos a tolerar mayores problemas a corto plazo cuando significa una experiencia de aprendizaje duradera. Para mal, no todos los dirigentes están dispuestos a emplear tiempo en la capacitación casi personalizada de sus subordinados, en ocasiones por la propia dinámica de la actividad empresarial que demanda una gran cantidad de tiempo, dejando pocas posibilidades para la capacitación, amén de que la capacitación requiere cierta vocación pedagógica.

V.- Qué dice la práctica

En los trabajos de organización en los que hemos participado, todos en empresas de mediana envergadura, también de diferente tipo de actividad económica, en el proceso de diagnóstico se parte de analizar entre otros aspectos, el nivel de identificación que tiene cada miembro de la organización dentro de ella, qué lugar ocupa y cómo se relaciona con las restantes áreas. Se ha preguntado incluso quién es el jefe inmediato al cual se encuentra subordinado. En principio parece ser una pregunta obvia, sin embargo, no nos ha tomado por sorpresa observar que siempre existen trabajadores que no saben identificar con claridad a quien se subordinan, de quién debe recibir las orientaciones.

¿Cómo puede funcionar adecuadamente una organización si una parte de los que la integran no saben exactamente a quién responden, qué lugar les corresponde en la estructura de la empresa?

Las deficiencias en la estructura organizativa de la organización, la falencia en los procedimientos, la falta de un manual de funciones por cargos, son aspectos que lamentablemente caracterizan en una mayor o menor medida a las empresas, sobre todo a las PYMES.

Lo anterior va acompañado casi siempre por falta de liderazgo, toda vez que los que ejercen la función de dirección no van más allá de eso. Sin embargo, medir concretamente este aspecto, ha resultado muy complicado, debido a dos razones fundamentales: en primer lugar, los trabajadores no están dispuestos a “jugarse” su permanencia en la empresa; mientras que en segundo lugar está el hecho no menos importante, de que por lo general en las PYMES dirigen los dueños o propietarios.

En las empresas objeto de estudio, llevando a cifras los problemas encontrados asociados a este tema, el 100 % presentaba problemas en la estructura organizativa; el 100 % carecía de un Manual de Funciones y Procedimientos, al menos coherente, actualizado y bien estructurado; el 25 % de los cargos declaraban realizar funciones para las cuales no habían sido contratados; un 22 % declaraba tener más de un jefe inmediato o confusiones respecto a la persona o el cargo al cual se subordinaban; un 16 % señalaron problemas en la capacidad de dirección, asociado esto a diferentes factores, tales como:

a) Discrepancias entre los directivos – propietarios, lo cual genera confusiones entre los trabajadores. Al final se debaten en la disyuntiva de a quién se le debe hacer caso.

b) El dueño siempre dice la última palabra, independientemente a lo que haya dicho el jefe.

c) No se mantiene informado a los trabajadores.

Más allá de estos estilos descritos es posible que existan algunos otros que no están registrados en la literatura. Hemos conocido gerentes-dueños o dueños-gerentes que en su desempeño como dirigentes emplean técnicas y criterios que no es posible clasificar en ningún estilo, sin que pueda decirse que es el resultado de la capacidad para combinarlos en función del tipo de organización. Burócratas, empeñados en dirigir en función de memos que envían a sus subordinados inmediatos mediante la intranet, pero que les cuesta dedicar unos minutos para escuchar las inquietudes de algún empleado; que piden a los trabajadores más sacrificio para cumplir las metas sin que nunca identifiquen cuánto representan en términos monetarios ni cuánto se ha logrado; de los que pretenden combinar el esfuerzo que se pide a los trabajadores en el socialismo para no tener que abonar un centavo por el tiempo, el trabajo o los resultados adicionales; los que viven con la ínfula de que venidos de la nada han logrado realizar algún capital, asumiendo que es una muestra de éxito empresarial que todos deben alabar; que prefieren un personal menos capacitado a cambio de que sean más obedientes y menos exigentes, sobre todo en términos de remuneración, sin importarles que la calidad depende mucho de la calificación y la experiencia; de los que exigen que se trate a los clientes con una sonrisa, con amabilidad, mientras que son incapaces de dar los buenos días a los trabajadores.

De los estilos descritos lo más importante es que el dirigente sea capaz de determinar cómo emplearlos en función de las características del grupo que dirige. No todos los colectivos u organizaciones son iguales desde el punto de vista de la composición del personal, complejidad técnica, situación del entorno, sector de competencia, entre otros factores, por lo que en función de la situación concreta será necesario adoptar el estilo más conveniente. Lo ideal es combinar los aspectos más favorables y positivos de los mejores estilos de dirección, con lo cual se fortalecerá la capacidad de liderazgo. Saber combinarlos dependerá de la capacidad del líder, capacidad que no se enseña en ningún aula de ninguna universidad.

V.- Líder vs Jefe

Al comienzo de este artículo señalaba que no necesariamente existirá coincidencia entre el líder y el jefe, a pesar de que esto sería lo ideal. Semejante situación está determinada porque la jefatura se concede, mientras que el liderazgo se adquiere.

Muchos son los ejemplos de jefes que no cuentan con el apoyo y el respaldo de su colectivo de trabajo, cuestión que no les impide realizar satisfactoriamente las funciones inherentes a su cargo. En estos casos está asumido que los subordinados tendrán claridad de las tareas que les corresponden realizar y de las funciones propias de su cargo, a pesar de que existen empresas con insuficiencias en su estructura organizativa, lo cual incluye la carencia de las funciones por cargos y la definición de los procedimientos. De todos modos, en situaciones en que el jefe cuenta con el poder suficiente para lograr que se cumplan sus orientaciones, por lo general la filiación del colectivo es baja y el nivel de motivación insuficiente.

En las empresas en las que su origen es familiar, sus creadores son sin lugar a dudas personas emprendedoras, pero ésta condición no necesariamente garantiza que en la medida en que la organización se amplíe deban continuar ejerciendo el rol protagónico en cuanto a la actividad de dirección inmediata. Sin perder el poder de decisión, deberán buscar a los directivos más capaces en función de las posibilidades de la empresa. Ser propietario, copropietario o accionista de una empresa, no determina necesariamente que exista capacidad de liderazgo o que ésta necesariamente se mantenga en el proceso de evolución de la organización.

En un artículo que hace un tiempo leí, se describía a una mujer relativamente joven, de profesión enfermera, que comenzó trabajando en un cargo muy simple en la empresa que unos años después logró dirigir. Sin formación empresarial alguna, su ascenso progresivo la llevó a ocupar cargos para los que su intuición resultó vital, realizando transformaciones desde el punto de vista organizativo, funcional e incluso comercial. Los resultados fueron palpables y medibles, suficientes para ascender a la posición de gerente general de la empresa.

Los propietarios adoptaron una sabia actitud que no siempre se observa: decidieron abandonar los cargos funcionales principales para dejar hacer. No siempre sucede igual, pero es una experiencia a tener en cuenta.

VI.- Conclusiones

El entorno de los negocios es altamente cambiante, de modo tal que líderes o directivos tendrán que estar a tono con los cambios del entorno si pretenden lograr que las metas y objetivos propuestos sean cumplidos. Muchos ejemplos de estrategias exitosas asociadas al papel de un individuo capaz de identificar errores y aciertos, amenazas y oportunidades, combinando el espíritu creador de un colectivo, están registradas en la literatura especializada, en la prensa o en la vida diaria. Confundirse en este aspecto sólo podrá garantizar el camino al fracaso en un ambiente empresarial cada vez más cambiante y agresivo.

Donde quiera que se detecte a un líder potencial será importante explorar sus reales posibilidades. Un líder es mucho más valioso en términos prácticos que el profesional más capacitado, aunque no deberá tomarse esto como una subestimación al papel preponderante que tienen los profesionales, técnicos y personal en general en el logro de las metas de un colectivo. Solo apunto a que un colectivo dotado de un buen nivel técnico puede no alcanzar metas superiores cuando carece de un líder.

Referencias bibliográficas

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Álvarez Gainza Fidel F.. "Papel del líder en la dirección estratégica". gestiopolis. julio 22, 2011. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/papel-lider-direccion-estrategica/.
Álvarez Gainza Fidel F.. Papel del líder en la dirección estratégica [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/papel-lider-direccion-estrategica/> [Citado el ].
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