Motivaciones hacia la identificación de políticas ambientales para Colombia

“Pensar en lo ambiental, partiendo de lo general a lo particular, y viceversa; nos sume en un profundo análisis de lo que realmente ha significado y nos depara el futuro, y sobre lo que, exhaustivamente, podría significar, en materia de política ambiental, lo esencial para Colombia”.

Hace apenas cuatro lustros que, en Colombia, el tema de lo ambiental figuraba como algo que había que tratarse de hecho, con una baja o, incluso, mínima importancia, que lindaba con el desconocimiento y la escasa cultura sobre lo ambiental, y, además, sin ningún compromiso serio y formal, de lo que hace y recibe el ser humano, de la naturaleza y el medio ambiente.

De la misma manera, la conciencia ambiental, en el tercer mundo, estuvo en letargo por casi toda la existencia de quienes lo habitaron, y en este continente, desde el descubrimiento de América; en el resto del mundo, no apareció, precisamente, en forma simultánea con el nacimiento de productos y servicios diseñados para beneficio de la humanidad y de su calidad de vida.

Esta conciencia ambiental surgió después de constatarse los inmensos daños que se habían provocado a la naturaleza y a la humanidad, con la noble idea de satisfacer las necesidades del ser humano, y se hizo aún más grave, al tener que esperar, con esa deficiencia, que la producción ya diseñada, en proceso, o terminada, en todos los campos de la industria, fuera vendida, a gran escala, para el uso y el consumo humano y a favor de la economía empresarial.

Hoy, las cosas, aparentemente, son distintas; al menos se percibe en las intenciones que han demostrado innumerables gobiernos y sociedades en el mundo, y se ha podido detectar, con mucha dificultad y con gran debate, lo esencial de lo ambiental.

Aunque lo esencial no cubre la vasta esfera de lo que significa lo ambiental, tampoco desborda su significado. Es sabido que, en algunos países europeos, se está comenzando a desbordar el tema, al pregonarse y protagonizarse, en movimientos extremos, la estabilidad del ecosistema alterándolo, no ya por la escasez, en el caso de algunas especies animales que no están en vía de extinción y que no son aptos para el consumo humano, sino, por su reproducción más alta y en exceso y por fuera de un desarrollo en condiciones, relativamente, normales para su subsistencia. No se puede negar que, en algunos casos, como, por ejemplo, en el control científico de plagas, su permanencia podría ser una de las excepciones. Son avatares del desarrollo científico y tecnológico de los continentes, en todos sus ámbitos, que para algunos casos es favorable al ecosistema, y para otros, es la carga de múltiples y diversas consecuencias.

Si nos atenemos a pensar sobre los datos y tendencias, como uno de los aspectos claves que se discutieron en la “Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible: de la teoría a la acción”, realizada en Johannesburgo hace ya ocho años, entre el 26 de Agosto y 4 de Septiembre de 2002, nos queda un panorama, incluso, más desolador, según el informe allí consignado sobre agua, energía, salud, agricultura, biodiversidad, población y pobreza:

«Agua.

Aproximadamente 1200 millones de personas todavía no tienen el acceso al agua potable, y 2400 millones de personas no tienen los servicios de saneamiento apropiados. Unos 2 millones de niños se mueren todos los años de las enfermedades relacionadas con agua, y hacia el 2025, más de la mitad de la población del mundo –unas 3500 millones personas- enfrentará la escasez de agua. Considerado la tasa actual de consumo hídrico, las personas en los países en vías de desarrollo usan aproximadamente 20 litros de agua un día, e incluso menos en algunos lugares; mientras aquellos en el mundo desarrollado usan 400-500 litros.

Energía.

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Aproximadamente 2000 millones de personas, principalmente en las áreas rurales, y adicionalmente otros 2000 millones no están abastecidos correctamente del servicio. Existen grandes disparidades en los niveles de consumo de energía dentro y entre países. Las personas más ricas en el mundo (aquellos que ganan US$20,000 en promedio al año) usan casi 25 veces más energía por persona que las personas más pobres.

Salud.

En los países menos desarrollados, muchos niños con edades menores de cinco años se mueren cada año de enfermedades relacionadas con las condiciones del medio ambiente. Hoy las infecciones respiratorias agudas son las mayores asesinas de niños pequeños, contabilizando casi 2 millones de muertes anuales. Enfermedades como la diarrea son la segunda causa principal, y cobran victimas superiores a 1.5 millones de vidas al año.

Agricultura.

Durante los últimos 30 años, la productividad agrícola en los países en vías de desarrollo aumentó gracias al exitoso aumento en la producción de alimentos. Sin embargo, hoy, casi 40% de la tierra agrícola del mundo experimenta reducciones de productividad serias debido a la erosión del suelo, con proporciones que llegan al 75% en algunas regiones. Al derredor de 800 millones de personas en los países en vías de desarrollo están crónicamente desnutridos.

Biodiversidad.

El área boscosa del mundo se redujo aproximadamente 2.4% en los años noventa (una pérdida de aproximadamente 90.000 km2 por año). Más del 75% de la diversidad genética de plantas de aprovechamiento agrícola se han perdido en el último siglo y, en décadas recientes, aproximadamente 20% de las especies de agua dulce se extinguieron o se encuentran en peligro. De las 1200 millones de personas que viven en la pobreza extrema, aproximadamente 900 millones viven en las áreas rurales y son altamente dependientes en la biodiversidad para su sustento diario.

Población.

La población del mundo pasó de 2500 millones en 1950, a 6 mil millones en el 2000. Se espera que aumente a aproximadamente a 8 mil millones en 2025 y a 9300 millones en 2050. En el futuro se estima que se puede estabilizar entre 10.5 y 11 mil millones. Casi todos los aumentos de la población en el futuro ocurrirán en el mundo en vías de desarrollo.

Pobreza.

El número total de las personas que viven en la pobreza se redujo ligeramente en los años noventa, de aproximadamente 1300 millones a 1200 millones. Una mayoría grande de la población del mundo que vive en la pobreza se concentra en Asia, particularmente en las áreas rurales. Sin embargo, el nivel de pobreza es más alto en África subsahariana dónde casi la mitad de la población se mantiene viva con menos de U$1 por día. La mayor parte de la inequitativa distribución del ingreso en el mundo es debida a la desigualdad entre los países en lugar de la desigualdad dentro de los países.»

Entendida así esta vivencia, pero dentro de la realidad colombiana, cualquier propuesta territorial de formación y actualización en los sistemas, como solución a la dinámica de actuación y respuesta a la problemática ambiental, debe estar basada en nociones y concepciones básicas, que expliquen, a diferentes escalas, la relación histórica entre las gentes y los espacios, como territorios socialmente construidos para que se apropien de los diferentes énfasis que están implícitos en la diversidad de formas de interacción que dispone la relación cultura y naturaleza, en los sistemas territoriales ya configurados, y puedan aplicarse, con dinámica y prospectiva, en potenciales y nuevas problemáticas ambientales.

De esta forma y considerando, lo estrictamente esencial de lo ambiental, nos corresponde razonablemente pensar, que se debe partir siempre del talento humano para planificar el uso, manejo, aprovechamiento y movilización de todo ser humano para que garantice la renovación de los demás recursos; su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución, además, de buscar la protección de la diversidad e integridad del ambiente, sin sobrepasar los límites de los más y los menos.

Significa trascender el nivel político e involucrarse en el análisis sobre la posibilidad de implementar políticas públicas, en este campo, para ir descendiendo, gradualmente, a la escala de las comunidades regionales y locales, ya que éstas, deben desarrollar un proceso participativo, como una de las opciones para lograr la intervención directa en las decisiones que afectan sus posibilidades de bienestar y progreso, asumiendo su ordenamiento territorial y político.

Se necesitan, igualmente, profundas transformaciones económico-sociales y estrategias a adoptar para emprender el fortalecimiento de los procesos de formulación de las políticas gubernamentales y mejoramiento de la gestión pública, en el campo ambiental, que habiliten al gobierno, en sus diferentes niveles, para manejar las nuevas realidades e internalizarlas, de manera habitual, en sus actuaciones.

La aplicación de estos elementos requerirá de una contrapartida política, dado que el fortalecimiento de los gobiernos regionales y municipales exige perfeccionar los mecanismos de representación ciudadana en la administración pública, también, en todos sus niveles, para fortalecer la capacidad de decisión, fiscalización y supervisión de esas autoridades con respecto al desempeño de las entidades públicas y sus directivos.

Por lo tanto, los cambios harán que la convergencia e integración de estas instituciones con las organizaciones y autonomías de carácter municipal, sean condición necesaria para implementar eficaz y eficientemente las políticas, los programas e iniciativas de desarrollo de una manera territorialmente equilibrada y, consecuentemente, se abran las principales oportunidades para el fortalecimiento de los actores provenientes de la sociedad civil.

El proceso debe ser estratégico y permanente, de largo plazo, formulando políticas ambientales que se dirijan hacia la restauración y el mejoramiento del medio ambiente de manera perdurable y racional y, que como políticas territoriales, sean consecuentes con la realidad.

Nos corresponde ser conscientes, que para el desarrollo de políticas públicas en este campo, debe constatarse una realidad ecológica y cultural que, como expresión territorial, sea diferente y diversa y, como herramienta, sirva para orientar los lineamientos viables del desarrollo humano sostenible.

Por eso, la política ambiental debe ser integral y su aplicación debe hacerse a diferentes escalas territoriales, teniendo en cuenta las diferenciaciones espaciales de las problemáticas ambientales y las diferencias en su ritmo e intensidad en el tiempo. De esta forma, se garantizaría una política estratégica y coherente que no se superponga entre los diferentes niveles de aplicación.

En el campo de la acción, debe establecerse una gradualidad y priorización para tener en cuenta las relaciones que están involucradas en estas problemáticas y la naturaleza integral de los ciclos ambientales, sin que lo estratégico se convierta en un argumento en contra del principio de contingencia, que exige actuar con prontitud, cuando la gravedad lo exige.

Por eso, la asignación de talento humano y de recursos técnicos y financieros, debe hacerse legítimamente, buscando atender las demandas ambientales de la sociedad con la prevalencia de criterios técnicos en la ordenación del gasto público.

De igual manera, las inversiones en materia ambiental, deben ser asumidas como inversión social, de las que se puedan esperar efectos positivos en el hábitat local y regional.

Hacer esto realidad, implica que el desarrollo endógeno regional y local, tenga que estar basado en recursos propios y bajo el control de los actores de base territorial y se pueda ordenar el efecto ambiental de las actividades y los asentamientos humanos. Esto, permitiría, igualmente, que el desarrollo económico sea compatible con el mantenimiento y fomento de otros valores importantes de las colectividades humanas.

Exige, adicionalmente, un ordenamiento metodológico ambiental del territorio para activar procesos de cambio socio-espacial que garanticen que los ambientes que presentan severas restricciones para las actividades humanas permanentes y tradicionales, no sufran deterioro y degradación, a causa de sistemas de manejo inadecuados.

Es importante, entonces, que las políticas para el manejo de lo ambiental en Colombia, tengan como plataforma, propuestas de base territorial regional y local y métodos de trabajo que planteen la dimensión ambiental como un desarrollo sostenible de los sistemas de producción y de la prestación de servicios que involucren costos de reparación y reposición del medio ambiente, con valoración social e intangible de los procesos, y la reconversión de tecnologías duras hacia las tecnologías limpias y creativas que incidan en todas las formas de la vida social. Lo esencial de lo ambiental en Colombia, es una realidad obvia de la que somos conscientes y en la que nos tenemos que preparar para la identificación y proposición de políticas y la acción permanente, como parte de nuestro devenir humano, comunitario y social. “Pie de monte”

Sólo así, podremos dirigirnos hacia la promoción, conservación, conocimiento y uso sostenible de la biodiversidad y, de igual manera, obtener como reciprocidad una distribución justa y equitativa, hacia la comunidad, de los beneficios obtenidos, lo que debe convertirse en patrimonio de la nación y valor estratégico para el desarrollo presente y futuro de Colombia.

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Soto Castañeda John Fabio. (2011, octubre 25). Motivaciones hacia la identificación de políticas ambientales para Colombia. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/motivaciones-identificacion-politicas-ambientales-para-colombia/
Soto Castañeda John Fabio. "Motivaciones hacia la identificación de políticas ambientales para Colombia". gestiopolis. 25 octubre 2011. Web. <https://www.gestiopolis.com/motivaciones-identificacion-politicas-ambientales-para-colombia/>.
Soto Castañeda John Fabio. "Motivaciones hacia la identificación de políticas ambientales para Colombia". gestiopolis. octubre 25, 2011. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/motivaciones-identificacion-politicas-ambientales-para-colombia/.
Soto Castañeda John Fabio. Motivaciones hacia la identificación de políticas ambientales para Colombia [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/motivaciones-identificacion-politicas-ambientales-para-colombia/> [Citado el ].
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