Una preocupación frecuente entre gente del mundo empresarial es aquella referida a cómo institucionalizar la creatividad en su negocio. Y la respuesta más a mano consiste en nombrar a una persona, o a un grupo, para que haga las veces de acicate o impulso y en ente procesador de las nuevas ideas.
Esta iniciativa no tendría porque ser mala en principio. Infortunadamente, tropieza con una serie de circunstancias que convierten aquel comité promotor de la creatividad en su contrario, esto es, en un ente obstructor de la misma. Como reza aquel dicho algo cínico: “si deseas que algo no funcione, encárgaselo a un comité”.
Es legítima la necesidad de cualquier empresario por implantar canales que dinamicen las nuevas ideas en la organización. Este requerimiento asume que un organismo interno responsable de promover y recabar ideas entre los colaboradores traerá más beneficios para la compañía.
El escollo que traba esta idea radica principalmente en que no emergerán resultados novedosos, como se espera, de una maquinaria tradicional, aferrada a sus convencionales normas y reglamentos.
No es improbable que algunos comités hayan efectivamente cumplido con la misión encomendada. No obstante, los obstáculos que éstos deben sortear en organizaciones que buscan renovarse a partir de una sección o molécula interna son considerables.
Siendo realistas, no puede esperarse resultados milagrosos ni revolucionarios si el comité no tiene ni autoridad efectiva ni los recursos que favorezcan sus iniciativas. Todo cambio o germen de cambio debe contar con el apoyo real de la alta dirección. Ese respaldo debe materializarse en la delegación de autoridad en el comité y en los insumos imprescindibles para que pueda cumplir sus objetivos.
Existe además otro requisito previo. No puede esperarse que colaboradores de mentalidad tradicional y alejada por completo de una cabal comprensión de la creatividad actúen como promotores del cambio y las soluciones creativas. En el mejor de los casos tal comité actuará como una instancia más de la empresa. Y a eso se limitará todo su impulso.
Sin la autonomía correspondiente, dicha instancia mostrará pronto su infertilidad. En el peor de los escenarios, este comité se dedicará a sobrecargar de objeciones las propuestas de los colaboradores. Y el resultado será el mismo. Ideas y proyectos que se cubrirán de polvo en alguna gaveta o, de ser un archivo digital, serán desechados la próxima vez que sea depurado el disco duro de una computadora.
Un comité fundado ex-profeso para promover la creatividad en la organización debe estar compuesto por personas formadas y mentalizadas en lo imperativo de la renovación. Deben tener gran experiencia en la gestación y supervisión de proyectos. Asimismo, deben contar con la capacidad de generar una visión heterodoxa, en el sentido de original, de la realidad cotidiana. Su rol debiera estar justificado debido a su protagonismo precedente en la generación de soluciones rentables. Por ningún motivo debiera estar integrado por colaboradores ajenos al tema o que están ahí pues no había otro lugar donde ubicarlos.