Luego de entrevistar cientos de personas, puedo afirmar que la gran mayoría interpreta por felicidad el hacer aquello que ellos quieren, cuándo quieren y dónde quieren. También interpretan la felicidad como la ausencia de problemas, creen que las dificultades atentan contra su felicidad y lo que quieren fervientemente es que no existan oposiciones a sus deseos más profundos. Al estar leyendo esta nota puedes preguntarte si opinas de esta forma. Parece obvio concluir que una vida en la cual puedes hacer lo que realmente quieres sin la aparición de problemas, sería una vida feliz, ¿verdad?
Nos han enseñado a ver la vida y la felicidad de esta manera. Una forma de sentirse plenos y felices muy peculiar ya que, sin lugar a dudas, serán muy pocas las veces que puedan darse estas circunstancias cumpliendo con todos estos términos. Una vida sin dificultades no es vida. Nadie puede hacer siempre todo lo que quiere, cuándo quiere y dónde quiere. Y lo más importante es que si pudiera hacerlo probablemente descubriría que, aun así, tampoco alcanzaría eso llamado felicidad.
De hecho sentiría, los que muchos que llegan a la cima sienten, un gran vació interior. Si crees que al tener el control de todo puedes sentirte pleno, estas equivocado. Justamente son esas personas las que se descontrolan con mayor facilidad. Nadie puede tener el control absoluto. No existe ese nivel de perfección en un plano superficial como el que estoy planteando en esta nota. Se confunde felicidad con poder. El poder de hacer, de decidir, de controlar, de adquirir, de viajar y de consumir. El poder de ser reconocido, popular, famoso y prestigioso. El poder de la aceptación del otro.
También podríamos coincidir en que no está mal sentir poder. Pero la idea es ayudar a no confundirlo con la felicidad. Para sentir poder tienen que ocurrir mucha cosas. Los problemas nos quitan poder, las dificultades nos hacen sentir débiles y tenemos menos control sobre nosotros, los otros y las cosas. Para sentir felicidad no se necesita nada. Nada de nada. Para sentirnos felices no hace falta mirar a nuestro alrededor, sólo es preciso estar presentes en este aquí y ahora. Atentos y conscientes para darnos cuenta que en éste instante no necesitamos nada más. Es la capacidad de detener el tiempo y hacerlo eterno. Es la posibilidad de parar nuestra mente y sentir la respiración. Es decidir pararnos en un instante en el espacio y ver el infinito en las cosas.
La felicidad no es algo que depende de resultados, tampoco del ego. Es un estado puro de separación de nuestra mente que al mismo tiempo nos une con la inspiración instantánea del momento único y presente. Estar felices no es un problema, no hace falta nada para lograrlo. Solo hay que dejarse llevar y no preguntarse nada más que nos desenfoque y saque del estado en el que queremos estar. Ser felices exige un poco más de compromiso. Requiere mantener ese estado de inspiración por encima y a través del espacio y tiempo. Que cada desafío personal en nuestra vida cotidiana, que cada cosa que hacemos y persona que amamos, que cada dificultad que afrontamos o problema de difícil solución que vivamos, estén acompañados por ese estado de inspiración “felicidad” que hará que todo problema deje de serlo, que cada dificultad fluya y que nuestra vida tenga un verdadero significado.
Todos podemos ser felices. Debemos ser felices. Pero ya no mediante la búsqueda del control, el ego y la auto sobrevalorización de la mente, sino en este fluir inspirado del aquí y ahora que hace de cada vida una forma de ser especial y única en el universo.