“El análisis de la situación alimentaria global nos lleva a concluir que, de mantenerse la tendencia actual de desarrollo de las poblaciones, la penuria de los alimentos no hará sino empeorar hasta adquirid dimensiones catastróficas”. Tal fue la conclusión del Club de Roma en su informe de 2004. Si muchos la rechazan, otros, no menos calificados la comparten.
En su obra “Vamos hacia el hambre”, publicada hace 40 años (1966), René Dumont -agrónomo y perito de la FAO- escribía ya: “El hambre actual, la de la India, de África, es un fenómeno crónico que nos parece destinado a empeorar rápidamente. Anunciamos el riesgo de un hambre ampliamente generalizada a través del mundo, aun antes del 2000.
El 1 de mayo de 1975, Alfred Kastler –Premio Nobel de Física en 1966- escribía también: “Sabemos actualmente que en el Tercer Mundo, del Sahel a Blanga Desh, la hambrina ha empezado y que de aquí a finales del siglo XX, cientos de miles de seres humanos están condenados a morir por ese motivo. La asistencia concedida al Tercer Mundo por los países industrializados tiende hacia cero. La ayuda se ha convertido incluso en negativa en los países de Iberoamérica, actualmente obligados a reembolsar más de lo que reciben”. Cruda realidad en nuestros días.
El exceso de población del tercer mundo
En conjunto, la humanidad crece no con el índice constante de una progresión geométrica, sino con un índice desaforado, acelerado. La población, que en el transcurso del siglo XIX sólo aumentaba con un índice anual medio de 0,5% aproximadamente, y durante la primera mitad del siglo XX del 0,8%, de pronto ha empezado a crecer un 2 %.
De atenernos a las previsiones de las Naciones Unidas presentadas en los debates sobre el tema población mundial, estimada ésta en unos 4.000 millones de seres humanos en la década de 1980, ascendió a finales del siglo XX a 6.000 o 7.200 millones, según sea la variante considerada. Pero este crecimiento habría de ser muy distinto según fueran los países. La de los países desarrollados se limitaría a un 26%, mientras que la de los países subdesarrollados alcanzaría un 99%.
De entrar en el detalle, todas las perspectivas en este siglo XXI, ponen de manifiesto la cuantía y la rapidez del crecimiento en algunas áreas, así como el debilitamiento relativo en algunas otras, entre ellas Europa. El Asia Meridional desempeñará papel preponderante. Extendida desde Filipinas e Indonesia hasta Turquía, incluye a gigantes de la demografía. Tal el triángulo: Pakistán-India-Bangla Desh, que comprende actualmente cerca del tercio de la humanidad.
El rápido crecimiento de la población de Asia, África e Iberoamérica provoca un reflejo de miedo en aquellas poblaciones europeas y en particular en los Estados Unidos.
La crisis alimentaria que se registra actualmente en el continente africano, se debe no sólo a la progresión del número de consumidores, sino a la desaparición de varias zonas de producción. El ejemplo más claro es la desaparición, en provecho del desierto sahariano, del Sahel, donde vivían perfectamente y conforme a sus hábitos ancestrales, millones de personas.
En el África tropical, el Sahel se extiende a lo largo del Sahara del Sur, desde Mauritania hasta la curva del Níger y el lago Chad. Se amplía más allá hasta Etiopía y el Mar Rojo, presentándose como la mayor región ganadera del África tropical.
La amenaza del hambre
Es probable que un día u otro, por ejemplo luego de una situación de hambre o en una crisis alimentaria sin salida, se alcen voces para pedir una mejor distribución de la tierra. Brasil, Bolivia, Venezuela son ejemplos.
Los Estados Unidos o Australia podrían ser invitados a ceder tierras a asiáticos hambrientos. Tal fue la conclusión de la obra de Alfred Sauvy -miembro de la Comisión de Población de las Naciones Unidas- “El final de los ricos”.
La presión del Tercer Mundo para encontrar un lugar en los países desarrollados en forma de emigración viene en aumento. Tal la preocupación del presidente George W. Bush, quien es partidario de construir una barrera en la frontera con el norte mexicano, además de repatriar a los indocumentados. Canadá, a la vez, expulsa a los inmigrantes procedentes de la India.
Europa Occidental, ampliamente industrializada, ha acogido a emigrantes de África del Norte, de África negra y de Turquía, que proceden de regiones donde la densidad de la población es muy inferior a la suya y donde la superficie de tierras de cultivo, de ser debidamente explotadas, bastaría para alimentarlos.
Son muchos los dirigentes políticos que no toman en cuenta la importancia de los problemas de la alimentación en sus respectivos países. El profesor brasileños Helio Jaguaribe -un especialista en Ciencias Políticas- sigue afirmando la posibilidad de un desastre en un porvenir no muy lejano si las actuales condiciones de crecimiento de la población no se modificaran.
Si bien la Humanidad no perecerá por una sencilla falta de alimentos o por escasez de materias primas, es importante tomar en cuenta que si la presente generación no consigue modificar su índice de crecimiento para respetar mejor el equilibrio entre la población y los recursos posibles, catástrofes de orden político son del todo verosímiles.
