Esta homogeneidad laboral era un elemento clave a la hora de superar los desbarajustes económicos que han tenido que superar los países en determinados momentos de su historia. No se hace referencia a países sub-desarrollados, sino a países industrializados como fue el caso de Estados Unidos en el momento que sufrió la peor situación financiera de su historia con el conocido «crack».
La historia nos muestra como éste, y otros países han logrado superar el desempleo y reactivar la economía cuando las situaciones políticas, sociales y económicas no han sido positivas. Visto a través de los años no parece complicado sacar conclusiones desde una posición historiadora.
Para reactivar la economía y superar el desempleo, el estado ponía dinero en los bolsillos de los consumidores mediante un endeudamiento fiscal, los consumidores al tener dinero, y después de la abstinencia desatada por las crisis, compraban producto, las fabricas tenían que ampliar sus instalaciones y aumentar la producción, para ello tenían que comprar más materia prima y tomar más empleados. Así de sencillo se solucionaba el desempleo y se superaba la crisis económica en aquellos años industriales.
Seria bueno utilizar este sistema para superar el desempleo que impera en la actualidad. Lo que sucede es que estamos en un mundo globalizado, y si hoy en día se utiliza ese sistema parte del dinero de los consumidores iría a parar a Malasia, China, Singapur, Estados Unidos, México, Brasil, Japón, etc. Porque un auto, por ejemplo, que se vende en Argentina, fue armado en Brasil, las partes fueron traídas de Japón, la tecnología de China, los asientos de Malasia, las luces de stop de Singapur, el estéreo de Estados Unidos y los folletos promociónales de México.
Sin ir más lejos tomemos como ejemplo el análisis que hizo Robert Reich del modelo Le Mans de un Pontiac: el 30% corresponde a su montaje hecho en Corea del Sur, el 17.5% motores, elementos electrónicos y piezas de fabricantes japoneses, el 7.5% a ingenieros y estilistas alemanes, el 4% a pequeñas piezas compradas en Taiwán, Singapur y Japón, y el 3% a servicios informáticos contratados en Gran Bretaña, Irlanda y Barbados. El resto, algo menos que el 40%, remunera a estrategas de Detroit, abogados y banqueros neoyorquinos, lobbistas en Washington, aseguradores y prestadores de salud de varias ciudades norteamericanas y, finalmente, a los accionistas de General Motors, que en su mayoría viven en Estados Unidos, aunque los hay en muchos otros países.
Se ve más que claramente que mediante la globalización de los mercados y la especialización de las tareas los problemas de desempleo no se pueden solucionar con el mismo nivel de imaginación con los que se solucionaron anteriormente. Hace falta comprender activamente la realidad para que se vive para adaptar nuevos conceptos y soluciones. En la medida que el management, político, gobernante y todo otro agente de cambio focalicen en los efectos, descuidando y dejando de las causas, las soluciones serán corto placitas y superficiales.
No se soluciona la desocupación por el simple hecho de hacer circular el dinero, lo que se debe hacer circular es el conocimiento. Este concepto lo tienen claro y lo ponen en práctica los países desarrollados, es por ello que el dinero asignado a los conocimientos es una de sus principales inversiones. Para la solución definitiva hace falta conocer los remedios, pero más importante es concentrarse en la enfermedad que lo causa.
Por más que haya veinte millones de puestos y solo cinco millones de postulantes, no se solucionaría, por la sencilla razón de que en la era del conocimiento, cada puesto es especifico y por tal motivo se requiere de conocimientos específicos, así como también entran a jugar aspectos actitudinales y aptitudinales, como las relaciones interpersonales, la comunicación, el trabajo en equipo, la motivación, la creatividad, el liderazgo, etc.
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