Dicen que los gatos tienen 7 vidas porque sobreviven a muchas caídas desde los tejados por los que a menudo les gusta pasear a la caza de algún pajarillo despistado.
Esas caídas se producen a veces desde alturas considerables, cómo de 20 metros o más.
¿Qué hace en realidad el gato para sobrevivir a esa caída?
Sí, ya sé que cae de pie, pero eso no explica porque no se rompe las patas de forma irreparable ante semejante golpe.
Lo que explica que el gato no se rompa las patas de forma irreparable es que este, durante su caída en el aire, relaja toda su musculatura.
Si sus músculos permanecieran tensos en el momento del impacto contra el suelo, sus huesos tendrían fracturas mucho más severas, pues la tensión tendino-muscular privaría a sus huesos de su capacidad para absorber el golpe de forma más dinámicamente elástica, más resiliente.
Así que el gato sobrevive al golpe básicamente relajándose. ¿Curioso, no?
Liderazgo Positivo, ¿Una Quimera?
Hablar de Liderazgo Positivo en tiempos de crisis puede parecer a algunos, cuando menos, arriesgado.
Muchas personas piensan que en tiempos de crisis lo que corresponde es preocuparse y sentirse mal; no permanecer relajado y sentirse bien.
Por otra parte, todos sabemos que, cuando surge un problema, dependiendo de cómo uno lo encare, ese problema puede volverse más o menos fácil de solucionar o incluso dar paso a nuevos y numerosos problemas adicionales.
Es decir, si mi reacción a un problema se caracteriza por generar altos niveles de estrés y emociones negativas, cómo ira, cólera, frustración o miedo; todos sabemos que ese estrés y esas emociones van a provocar comportamientos muy desadaptativos, caracterizados por conductas impulsivas, agresivas, torpes o de huida y aislamiento.
Y, a su vez, esas conductas, van, muy probablemente, a generar nuevos problemas.
Así pues, parece importante el tipo de reacciones que elegimos tener ante problemas que no elegimos tener.
Los líderes de organizaciones o equipos se encuentran ahora con un dilema parecido al del gato. Son tiempos donde nuestro equilibrio financiero y comercial en nuestras organizaciones es más precario y donde resulta más fácil resbalar y caer.
Y quizás no vamos a poder evitar resbalar y caer – Esta es la parte de la historia que algunos podrían denominar como negativa –
Por otra parte, después de resbalar y caer, lo único que importa es cómo vamos a absorber el golpe: si el golpe contra el suelo va a suponer un problema de enorme gravedad (romperse irreparablemente las patas) o sí simplemente va a ser un problema menor (algunas contusiones) del cual me puedo recuperar con relativa rapidez y facilidad para seguir paseando por los tejados, por donde, en tiempos de crisis, es más fácil – e inherentemente más arriesgado – cazar algún sabroso pajarillo, habiendo servido la caída además para aumentar mi conocimiento y pericia a la hora de evitar futuros resbalones, así como para controlar mi respuesta de miedo una vez que el resbalón ya se ha producido y, en definitiva, convertirme en un gato cazador más listo, mejor preparado y con muchas vidas por delante – Esta es la parte de la historia que otros consideramos positiva –
En definitiva pues, se trata de aumentar nuestro conocimiento sobre los riesgos que tenemos que asumir, y controlar el miedo a las caídas cuando el riesgo se ha convertido en un problema confirmado.
Sí, ya sé que algunos se estarán preguntado “ya ¿y cómo se hace eso?”
Vamos a hablar de ello.
Liderazgo Positivo y Miedo
En cuanto a controlar nuestro miedo, hay que empezar diciendo que el miedo puede ser una emoción muy útil.
Gracias al miedo y su respuesta asociada de “Huida o Lucha”, el hombre ha sido históricamente capaz de sobrevivir a amenazas reales de vida o muerte ante las que había que actuar decisiva e inminentemente, en cuestión de sólo unas pocas centésimas de segundo o apenas unos segundos.
En esas situaciones, no hay tiempo para pensar; hay que actuar como digo decisiva y rápidamente y el miedo se encarga justamente de preparar nuestro organismo para centrarse sólo en “Huir o Luchar”, inhibiendo todas las demás respuestas, incluidas todas las funciones superiores del pensamiento: Atención, Percepción, Memoria, Toma de Decisiones, etc.
Y tiene lógica: Sí tengo en frente de mí a un tigre de dientes de sable a punto de saltar hacía mi con la intención de decapitarme de un mordisco en los próximos 2 segundos, esas funciones superiores de pensamiento en realidad estorbarían más que ayudarían y de hecho aumentarían el riesgo de no reaccionar – huyendo o peleando – a tiempo; riesgo que pagaría con la vida.
Así estamos cableados para reaccionar cuando lo que percibimos es una amenaza de vida o muerte con riesgo real para mi supervivencia durante las próximas centésimas de segundo o, a lo sumo, apenas unos segundos.
Ahora bien, en una situación problemática, donde lo que está en juego no es mi vida ni mi supervivencia física y donde además las consecuencias de esa situación tendrán que manejarse de la mejor forma posible durante días, semanas o meses, la respuesta de miedo es completamente inútil y altamente ineficaz y destructiva.
En esas situaciones no es “Huir o Luchar” lo que me va a ayudar a solucionar o superar el problema, que además requerirá que todas mis funciones cerebrales superiores (atención, percepción, memoria, toma de decisiones, etc.) sigan funcionando y sigan funcionando bien.
Siguiendo con la metáfora de la caída del gato y haciendo una translación a los problemas a los que nos enfrentamos en esta crisis, una vez que hemos resbalado, la caída, hasta impactar con el suelo, puede en realidad durar bastante (algunos años)
Y durante esos años, probablemente vamos a necesitar buscar nuevas e ingeniosas ideas, vamos a tener que hacer uso de toda nuestra inteligencia y vamos a tener que aprender a relajarnos, por muy antagónico que nos pueda en principio parecer como reacción, ante una situación de crisis. Exactamente como el gato.
Miedo e Importancia Personal
Después de realizar, como entrenador, muchos programas de entrenamiento en gestión del estrés, tanto a grupos como a clientes individuales a través de coaching, me he convencido de algo que en el fondo siempre supe: La tensión psíquica crea tensión física.
Así pues, me resulta ahora evidente que aunque existen muchas técnicas eficaces para reducir y auto-regular la tensión física, la verdadera maestría en gestión del estrés consiste en aprender a no generar tensión psíquica y que esto es, sobre todo, una cuestión de actitud; una cuestión de actitud ante la vida.
Y también me he dado cuenta, de que lo que más directamente contribuye a generarnos tensión psíquica es la IMPORTANCIA que atribuimos a los sucesos de la vida que no encajan con nuestro previamente fabricado “guión”.
Cuanta más importancia de a un asunto, más fácil es generar miedo a la hora de encararlo.
Por otra parte, disminuir la importancia atribuida a algo no significa no responsabilizarse por ello y no intentar gestionarlo de la mejor manera posible. Es más, a menudo, “la mejor manera posible” requiere actuar inteligente y equilibradamente, cosa muy difícil de hacer presa de la emoción de “miedo”.
Sí, ya sé que a algunos le parecerá muy difícil esto de “quitar importancia” a ciertos asuntos.
Bueno, en realidad es muy sencillo y la vida nos brinda gratis excelentes ejemplos de cómo hacerlo: Por ejemplo, si te parece muy importante el hecho de que otro coche haya rayado tu coche nuevo y alguien, en ese preciso momento, cuando te sientes tan enojado y tan frustrado por qué algo TAN IMPORTANTE y TAN MALO ha sucedido, viniera y te susurrara al oído: “Tu casa está ardiendo…”, automáticamente la importancia atribuida al hecho de que te hayan rayado tu coche nuevo disminuiría radicalmente.
Sí, no hay como tener un problema REALMENTE más importante que aquel poco importante al que estás dando tanta importancia, para que uno relativice su importancia. ¿Fácil, verdad?
No, no quiero decir que tengamos que buscar problemas realmente importantes para aprender a relativizar la importancia que damos a cosas triviales – además no hace falta buscarlos; vienen solos, sobre todo si uno vive lo suficiente –
La cuestión es: ¿realmente necesitas esperar a que la vida te golpee con un problema realmente importante para que aprendas a relativizar tus problemas menores?
Si contestas afirmativamente a la pregunta anterior, entonces tu espera estará llena de sufrimiento inútil y gratuito y vivirás más asustado, lo que hará que tu comportamiento sea menos eficaz, inteligente y adaptativo, lo que a su vez, acabará atrayendo problemas realmente más importantes a tu vida.
La vida siempre te da la razón. Tu elección siempre se cumple. Si piensas que el mundo es un lugar injusto y cruel, lleno de peligros, donde hay que luchar para poder sobrevivir y donde no puedes fiarte de nadie…ya lo tienes, tu propio miedo, desconfianza y actitud belicosa y rencorosa te traerá, infaliblemente, aquello que esperabas: lucha, dificultades, relaciones conflictivas…. La gente encontrará difícil tu compañía, verás traiciones en las elecciones libres de los demás, anticiparás peligros paranoidemente y tu paranoia creará realmente muchos de esos peligros… ¿Lo ves? Eres tú con tu actitud y creencias quien acaba creando el mundo que esperas encontrar.
Como decía Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”
Liderazgo Positivo y Optimismo Inteligente
El Liderazgo Positivo se basa por lo tanto en el hecho constatado de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, nuestras creencias y actitudes dirigen nuestro comportamiento y elecciones vitales y de que por lo tanto, mantener creencias y actitudes positivas hacia uno mismo, los demás y nuestras posibilidades futuras puede traernos más bien y fortuna que mantener creencias y actitudes negativas y limitantes.
En este sentido, podíamos decir que el Liderazgo Positivo es optimista. Y aquí es donde algunas personas, especialmente los pesimistas convencidos, dudan profundamente de su eficacia.
La explicación para esas dudas está muy probablemente en una comprensión sesgada y distorsionada de lo que en realidad es el optimismo.
Para empezar, el optimismo que caracteriza al Liderazgo Positivo no es una manera ingenua de mirar al mundo.
El líder positivo es plenamente consciente de las dificultades y problemas que tendrá que afrontar, aunque, para empezar, probablemente no los vea como dificultades y problemas eternos e irresolubles, sino como desafíos y retos al menos parcialmente manejables y con solución de continuidad.
Por otra parte, el líder positivo no ve solamente las dificultades y los problemas, sino también las posibilidades y las ventajas; algo que no hace el pesimista, quien sólo ve todo lo que va o puede ir mal.
En segundo lugar, el líder positivo mantiene la idea y sentimiento de que su comportamiento es determinante para afectar la marcha de las cosas, de que, al menos hasta un cierto punto, lo que el haga o no haga tiene una influencia sobre estos retos y desafíos. Por lo tanto, mantiene la idea y la sensación de un cierto control sobre las circunstancias.
En tercer lugar, el líder positivo no abandona fácilmente y mantiene su nivel de compromiso con la búsqueda de soluciones viables a sus desafíos y retos, normalmente durante mucho más tiempo que el pesimista, quien no suele encontrar razones suficientemente válidas para perseverar, porque para perseverar, para insistir en algo, para no rendirse, la condición básica es “creer que es posible”. De nuevo nuestras creencias se tornan determinantes aquí.
El optimismo inteligente también nos vuelve más flexibles. Si, después de intentarlo a fondo, algo no ha funcionado, el líder optimista lo asumirá e intentará hacer algo diferente, buscar otra vía, tratará de lograr sus objetivos buscando alternativas diferentes o incluso podrá modificar sus objetivos sin denominar a esto “fracaso” sino simplemente “manera en la que no ha funcionado” (No hay fracasos, sólo resultados)
Cuando a Thomas Edison, inventor de la célebre bombilla eléctrica, le preguntaron “¿Cómo encaja usted los miles de fracasos que ha tenido antes de lograr que su bombilla funcione?, Edison, replicó: “¿miles de fracasos? No, hemos encontrado miles de formas en las que no funciona”
Sin embargo, Edison continuó en su búsqueda y, como sabes, acabó encontrando una manera en la que SÍ funcionó y gracias a él y a su optimismo inteligente, quizás puedas estar leyendo estas líneas con ayuda de su invento.
“Uno no fracasa realmente hasta que deja de intentarlo”. ¿He fracasado o todavía no he tenido éxito? Tú decides.
Liderazgo Positivo, Resiliencia y Transformación del Estrés
La Resiliencia, a nivel físico, es la capacidad de un material para absorber dinámicamente un golpe, una agresión, de manera que, tras su impacto, ese material recupera su forma y dinámica funcional plenas sin sufrir deformaciones estructurales ni alteraciones funcionales importantes. En este sentido, un bloque de caucho es más resiliente que una barra de acero, porque si golpeo ambos con por ejemplo un martillo, el caucho absorberá el golpe y al rato estará igual que antes, mientras que el acero, en apariencia más duro y más fuerte, puede sufrir arañazos y abollones permanentes.
En las personas, la resiliencia se caracteriza por la capacidad de reponerse (de “rebotar”) después de haber pasado por una situación difícil, a veces potencialmente traumática, saliendo incluso fortalecido después de esa experiencia.
El líder positivo es resiliente. Las dificultades y desafíos de la vida no sólo no lo hunden, sino que lo acaban fortaleciendo. El líder resiliente asume los hechos dolorosos, pero no se queda ahí; encuentra razones para seguir ilusionado y motivado por el resto de cosas buenas que aún hay en su vida o que vendrán, por las que merece la pena seguir intentándolo.
El líder positivo extrae poderosas e iluminadoras lecciones de vida de sus desafíos: sí, también cuando no consigue lo que esperaba, encontrándole un sentido y valorando lo bueno que puede haber en lo “malo”.
El líder optimista considera las experiencias dolorosas como una parte inevitable de la existencia y no añade sufrimiento ni dolor extra y superfluo a este dolor natural. Simplemente siente el dolor, lo acepta plenamente y después comienza a transformarlo, a darle “salida”, haciendo de nuevo espacio para las experiencias positivas y felices que puede seguir viviendo si no se encierra en el dolor.
En este sentido, el líder positivo es una persona más resistente al estrés, para muchos la plaga de nuestro siglo.
El líder positivo posee y desarrolla recursos internos para la auto-regulación de su funcionamiento corporal, mental y emocional y, en las situaciones potencialmente estresantes, sabe cómo relajarse y “soltar” el estrés, de forma que aunque experimenta estrés, controla sus niveles y evita su acumulación, que es el verdadero problema del estrés.
Además, el líder positivo cultiva hábitos de vida saludables: sabe cómo la alimentación, el descanso, el ejercicio, la utilización inteligente de su tiempo de ocio, el empleo de su inteligencia emocional y el centrarse en sus fortalezas personales innatas – en vez de en sus debilidades -, pueden convertirse en importantes aliados frente al estrés.
Liderazgo Positivo, Apertura Mental e Innovación
Corren tiempos en los que para muchos negocios y empresas se está haciendo más prioritario volver a ser efectivo que continuar siendo meramente productivos.
Ser productivo sólo es efectivo si lo que se produce se vende bien, en volumen y en margen. Pero si lo que se produce se vende poco y con poco margen, entonces uno puede ser tremendamente productivo y, a la vez, muy poco efectivo.
Productividad y efectividad requieren competencias y énfasis muy distintos. En tiempos donde nuestros mercados han permanecido estables y donde el consumo ha sido alto, muchas empresas han dado prioridad a la productividad: cuanto más, mejor; lo cual ha generado modelos de gestión basados en aprender rápido los métodos y funciones ya creadas, trabajar deprisa (a menudo bajo una gran presión) y pensar poco (poca re-inversión en I+D+i)
Por otro lado, ahora mismo, existen una gran cantidad de productos y servicios ya producidos y que se siguen produciendo (casas, coches, ropa, servicios de restauración y ocio, servicios a empresas, etc.) que sin embargo se venden poco porque aparentemente se consume poco.
Además, internet está posibilitando la venta y prestación de servicios a nivel global con un importante ahorro de costes: desaparecen los intermediarios, no hacen falta oficinas físicas, la subcontratación de servicios se puede hacer en prácticamente cualquier parte del mundo, a menudo a precios hasta un 700% más barato que los mismos servicios prestados por firmas consolidadas a nivel local, etc., lo cual está posibilitando ofrecer precios muchos bajos al cliente final, manteniendo e incluso superando la calidad de los servicios prestados.
Todo ello nos permite, realmente, producir mucho más fácilmente y con mucho menor coste. Ya lo ves, ser productivo realmente no es el asunto. Todos podemos ser productivos y ahora realmente lo tenemos más fácil que nunca.
Sin embargo, estamos viendo que nuestra productividad no se traduce en incrementos en facturación y en margen de beneficios…¿Qué estamos haciendo mal?
No estamos siendo efectivos.
La verdad es que las personas seguimos consumiendo, pero nuestros hábitos de consumo están cambiando: consumimos cosas diferentes de un modo diferente.
Queremos cosas más baratas, mucho más baratas, con servicios añadidos de calidad y garantías y además, cada vez encontramos más ofertas así, especialmente si nos abrimos a la posibilidad de ser consumidores del supermercado global que existe en internet.
Para muchas empresas tradicionales, centradas prioritariamente en ser meramente productivas, fundamentalmente a nivel local, esto va a suponer una muerte lenta – o quizás no tan lenta -. Sus competidores están creciendo como hongos, rompiendo los precios a la baja y generando una base de clientes globales, lo que les permite aumentar su facturación y margen de beneficios, ya que tienen muchos menos costes y aunque tengan menos margen por cliente, tienen muchos más clientes de todo el mundo, atraídos por los precios bajos y la buena calidad.
Estas empresas además están innovando continuamente, mejorando sus servicios, creando servicios y “bundles” de valor añadido…se están centrando más en ser efectivos que productivos.
Los clientes aprenden rápido: tienen más ofertas que nunca, a precios cada vez más bajos y no hace falta casarse con nadie. En consecuencia, no es fácil fidelizarlos…o sí, si eres capaz de ofrecerles cada vez más valor a un mejor precio.
Más valor a un mejor precio…uhhhm
Para lograr eso y mantenerse en eso hay que ser muy, pero que muy listos.
Tenemos que desaprender y aprender cosas nuevas ágil y rápidamente; tenemos que tener ideas brillantes que funcionen y sean viables; tenemos que ofrecer mucha calidad a precios ultra-competitivos; tenemos que inventar, innovar y, literalmente, crear nuevas motivaciones de demanda en nuestros consumidores.
En una palabra, tenemos que ser efectivos.
Y para ser efectivos, hay que pensar con originalidad, cambiar con flexibilidad y rapidez y aprender nuevas cosas con agilidad.
Y para todo ello, hace falta mucha apertura mental y capacidad de innovación; cosas que están un tanto reñidas con altos niveles de estrés y climas emocionales rancios y tóxicos, factores lamentablemente muy presentes hoy en día en muchas organizaciones y encarnadas personalmente por muchos líderes.
El líder positivo, por otra parte, partiendo de su mejor gestión del estrés personal, su optimismo inteligente, su inteligencia emocional y su resiliencia, es capaz de pensar más clara y coherentemente, utilizando todas sus capacidades de innovación, apertura mental, ideación activa, creatividad e intuición para producir nuevas y mejores ideas y para convencer a otros con poder de decisión de sus bondades y ventajas; es capaz, en una palabra, de ser efectivo y no meramente productivo.
Y eso, queridos amigos, va a ser muy, muy decisivo y necesario en los próximos años para reinventar nuestros negocios y empresas.
Inviertan en Liderazgo Positivo. No se arrepentirán.