Introducción
La lucha entre la izquierda y la derecha por el ejercicio del poder no es nueva.
Desde las primeras corrientes económicas existe el interés de los diferentes grupos, de contar, de acuerdo a su conveniencia, con un gobierno que acepte una u otra tendencia. Los primeros grupos interesados en un gobierno intervencionista fueron los mercantilistas para mantener balanzas comerciales favorables con el exterior.
Como una respuesta a esta corriente y ante una preocupación más sana por las mayorías, los liberales recomendaron la abstención del estado de intervenir en la actividad económica, salvo en actividades que no interesen o escapen a las posibilidades de los particulares. El objetivo de toda sociedad es lograr felicidad, sin embargo, lo más cercano a esto y que está al alcance de la economía es buscar mejores niveles de bienestar atendiendo las necesidades humanas con una mayor cantidad de ingresos y productos que satisfagan las necesidades humanas. El bienestar del hombre radica en que el juego económico sea reservado a los particulares, por lo tanto será la sociedad la que se ocupe de contribuir directamente a este objetivo.
Como principal problema del libre mercado, los fisiócratas, defensores de la ley natural, y de la teoría del Laissez faire aceptan el libre mercado condicionado a la intervención del Estado únicamente para evitar la formación de monopolios.
Definitivamente en el interés de la sociedad no figuran los gobiernos de izquierda, los de derecha o los centralistas, y en realidad a nadie le preocupa, siempre y cuando sus necesidades primarias y secundarias se encuentren satisfechas. El fin último de toda sociedad es la búsqueda de su bienestar que consiste en mayores ingresos y capacidad de compra de una cantidad suficiente de satisfactores y comodidades.
Diferentes corrientes están de acuerdo en este fin último de la sociedad, sin embargo al establecer los parámetros para alcanzar estos objetivos han encontrado dos alternativas que contemplan sistemas de gobierno intervencionistas como el comunismo, que favorece la presencia de un estado que asume la responsabilidad absoluta en la atención de las necesidades de su pueblo en un supuesto sistema de equidad donde no existen clases sociales.
Evidentemente este sistema es bueno dentro de un socialismo utópico en el cual tampoco debe existir un gobierno a riesgo de convertirse en elitista en una sociedad sin clases.
La formación de un Gobierno genera la presencia de gobernantes y gobernados, propiciando, ante la utopía de ausencia de clases sociales, la presencia en la sociedad de dominantes y dominados, donde un grupo se ocupará de administrar las empresas del estado y otra se encargará de realizar las tareas en las empresas como obreros.
El egoísmo de los gobernantes los perpetúa en el poder y transforma sus ideales de equidad en autoritarismo. Afirman que son los pilares del movimiento y que sin su presencia difícilmente serán alcanzados los proyectos de nación.
Un sistema de libre mercado permite a las empresas hacer negocios y lograr un proceso creciente de acumulación de capital, donde, como producto de la competencia, se realizará innovación permanente para abatir costos en procesos, productos y tecnología, sin embargo el uso de alta tecnología y robótica serán capaces de contratar cada vez menos gente y mejor calificada, desplazando como desechos a la población trabajadora que carezca de aptitudes para cumplir con el perfil deseado por las empresas.
Las consecuencias serán un creciente desempleo definido por Marx como ejército industrial de reserva dispuesto a empuñar las armas por defender su derecho a un puesto de trabajo y a contar con medios económicos para atender al menos sus necesidades primarias.
Las experiencias de la historia nos aportan suficientes ejemplos para entender los riesgos de vivir en una sociedad que funciona con tendencias de izquierda. Existen muchos ejemplos sobre el ideal que se puede perseguir en toda sociedad como son por ejemplo compartir la riqueza entre todos los habitantes de una nación.
O mantener la idea de un libre mercado donde la regulación entre oferentes y demandantes se determina a través del precio. Ambas posiciones se han manejado y la vida nos ha dado la oportunidad de vivir en México ambos ambientes, sin embargo ninguno de los dos se considera el ideal para el futuro de la humanidad. El problema no está en quien reparte y como se reparten las riquezas y los bienes. El problema realmente está en el ejercicio del poder donde las personas que lo detentan, actúan desde el gobierno o la iniciativa privada y forman islas de poder y de riqueza, acumulan autoridad suficiente para administrar sus recursos con una actitud de evidente olvido y marginación de la mayoría de los principales protagonistas de la nación.
La historia de los mexicanos nos proporciona ejemplos del autoritarismo de Estado con el Partido Revolucionario Institucional y sistemas de gobierno como el porfiriato.
De la misma forma incorpora las vivencias de la globalización donde nuestro país quedó a merced de los grandes grupos multinacionales y ha experimentado un tratado de libre comercio en total desventaja al carecer de marcas y productos propios dignos de ofrecerse al mercado mundial en condiciones competitivas.
De no ser la maquila, los braceros, el petróleo y algunas materias primas como el café y el azúcar, la agricultura y la industria nacional tienen pocas opciones de competir en la mayoría de sus renglones.
Los gobiernos priístas antes del error de 1982 se adjudicaban una posición de izquierda con un estado benefactor donde su intervención consistía en preocuparse por el bienestar de las mayorías.
Tal es el caso de la labor que ejercían instituciones como ANAGSA, Banrural, Tabacos Mexicanos, UNPASA, Azúcar, S.A., INMECAFE, organismos agrarios y el resto de instituciones como CONASUPO, LICONSA y otras más ocupadas totalmente a apoyar el campo tanto en su cultivo, comercialización y venta de los productos derivados del campo. La integración de la Banca de Desarrollo con la Banca Múltiple para apoyar proyectos de exportación y desarrollo industrial y comercial de empresas micro, pequeñas, medianas y grandes. Dentro de este esquema muchos agricultores alcanzaron posición económica, trabajo e incluso la creación de líderes con mucho poder agrario y autoritarismo que en contubernio con el gobierno apoyaron a muchos campesinos, pero también se enriquecieron a costa de los recursos públicos. No obstante la carencia de controles y evaluación continua, se puede afirmar que el sistema rindió sus frutos, permitió ocupar a mucha gente y dar oportunidad a todos los campesinos para ser ocupados y en su oportunidad evitar la emigración.
El monopolio y control de todos los productores estaba en manos del estado y con o sin fundamento se podía afirmar que el beneficiado en el ámbito económico y de poder por los puestos públicos generados y la derrama del gasto del gobierno federal, no obstante el derroche de recursos por falta de controles, quedaba en manos del pueblo.
Sin embargo, los errores del Presidente en turno y por convenir o no a los intereses internacionales se abandonó esta alternativa y se optó por el surgimiento de un nuevo modelo que es el Neoliberal.
Alguien debe concentrar capital para impulsar la investigación y desarrollo de nuevos productos porque una sociedad no puede evolucionar si no hay ahorro. La acumulación de capital es el motor del desarrollo y tanto países socialistas como capitalistas deben lograr este proceso de acumulación con ahorro no gastado.
La afirmación de los teóricos del comunismo científico puede contemplar un error de relevante importancia, ya que afirman que debe haber equidad, reparto del ingreso para que todos podamos ser felices. Esto es cierto, sin embargo la ausencia de concentración del ingreso evitaría la evolución de la sociedad y de antemano sabemos que poco ingreso en muchas manos impulsa el consumo, pero alguien debe acumular ahorro y romper el estado de pasividad de las sociedades e impulsarla al progreso. Esto lo ha hecho el estado en los países comunistas, pero el comunismo también debe ser una forma de organización en ausencia de gobierno para evitar que la sociedad sea manipulada por un poder centralista que controle las decisiones de las mayorías.
A la mayoría de los integrantes de una sociedad no les interesa si se mantiene por los líderes una posición de izquierda o de derecha. Su interés es alcanzar mejores niveles de bienestar, tener un ingreso seguro y bienes baratos que consumir. Si esto les da la oportunidad de ahorro se tendrá mayor seguridad en sus gobernantes y en su país. Para lograr esto es necesario tener por un lado un sistema económico que tenga dos cosas:
Una sociedad con grandes grupos corporativos deseosos de acumular capital, contratar poca mano de obra con altas inversiones en robótica, bajos precios, alta competitividad, investigación y desarrollo de nuevos productos.
Tiendas llenas de muchos y variados productos fuertes inversiones en obras de alta envergadura, altos sueldos y salarios para sus pocos trabajadores y todas las comodidades de una economía de libre mercado. Por otro lado la presencia de una intervención estatal que resuelva los problemas del enorme desempleo que genera un sistema de libre mercado donde hay poca gente que gana altos ingresos y mucha gente desempleada, marginada y sin medios para atender sus necesidades más elementales.
Podemos tener gobiernos populistas con sistemas centralistas y sufrir las consecuencias de autoridades dispuestas a repartir el presupuesto de egresos del Gobierno Federal en atender las necesidades de las mayorías sin un beneficio real, repartiendo dinero en empleos improductivos generadores de demanda efectiva (Keynes) con escasa o nula posibilidad de ahorro, inversión y crecimiento económico. Posiblemente con mayores niveles de endeudamiento, inflación y desquiciamiento del resto de las variables económicas, ya que la falta de ahorro público solo se puede resolver con emisión monetaria y el deterioro progresivo del poder de compra sobre todo de la gente productiva.
El camino realmente es fácil si los gobiernos se deciden por una u otra alternativa, sin embargo, ninguna de las dos opciones es una solución viable. Como lograr las ventajas que ofrecen mercados globalizados con bajos precios, muchas mercancías al alcance de todos y muchas comodidades y salarios atractivos y a la vez ocupación y capacidad de compra para todos. Este debe ser el sueño de cualquier gobernante, ya que puede ofrecer trabajo a todo mundo, capacidad de compra y mercancías baratas en las tiendas y novedosas esperando a los consumidores cargados de dinero para realizar sus compras.
Algunos autores suponen que una sociedad con equidad distributiva y libre mercado se puede lograr no en los países socialistas, sino en los capitalistas, y esto es obvio, si observamos que a mayor crecimiento de las ciudades y de la concentración del capital, la gente que menos gana, al menos debe tener capacidad de compra para atender sus necesidades a niveles muy superiores a los que alcanzan personas con el mismo trabajo en ciudades más pequeñas, inclusive en países de economías desarrolladas. Es como suponer el corazón de un huracán que en el centro presenta quietud y equilibrio, y entre más grande sea este, más desorden y violencia generará a su alrededor.
Luchar con el egoísmo social requiere buscar un tercer camino aprovechando las ventajas de ambas alternativas. La experiencia de la historia y sobre todo la de México es rica en ejemplos.
Se sufrieron 70 años de gobiernos priistas que aportaron mucha información de lo bueno que se debe repetir y lo malo que se debe evitar.
Se puede afirmar que hubo muchas cosas malas como el autoritarismo y abuso de poder, pero también el tino de lograr el “milagro mexicano” con un crecimiento económico casi con pleno empleo en un mercado nacionalista.
Actualmente se está viviendo una globalización que ha traído a México cosas buenas dignas de aprovecharse como baja inflación, variedad de productos baratos, maquiladoras generadoras de empleo y cosas malas que deben evitarse como la invasión de mercancías extranjeras que desplazan los productos nacionales y el acelerado ritmo de desempleo y quiebra de empresas carentes de ventajas competitivas frente al mercado mundial globalizado.
Las experiencias las tenemos a la vista y depende de todos aprovecharlas.
Los tiempos de jugar con la administración de la nación y al oportunismo sin sentido con administradores improvisados sin una visión de nación y sin un compromiso con el país se han terminado. Si queremos un futuro diferente para nuestra nación debemos primero pensar que queremos como nación.
Como queremos que sea en el futuro de nuestro país, que tipo de empresas deseamos en el futuro y dedicarnos a trabajar con una visión y planeación muy clara que nos guíe al logro de los objetivos propuestos.
La presencia de planes sexenales solo manifiesta la ausencia de compromiso de nuestros gobernantes, sus obligaciones concluyen con el sexenio, cuando en realidad el futuro de la sociedad continúa.
Si nuestros gobiernos asumieran un compromiso permanente en la solución de los problemas nacionales la planeación sería a veinte, treinta, cincuenta, cien o doscientos años.
Alternativa propuesta
Objetivamente debemos evaluar que necesitamos de la globalización y que necesitamos de un poder de Estado. Debemos estar conscientes que el estado es una carga para la nación, sin embargo, es un mal necesario que debemos soportar. Si una empresa carece de liderazgo tiene pocas posibilidades de sobrevivir, su existencia depende de un tomador de decisiones, y solo tendrá éxito si cuenta con la colaboración de todos sus participantes. Un buen líder requiere sensatez y objetivos claros. Corresponde a todos los mexicanos contribuir a que nuestros líderes hagan cada vez mejor las cosas en un marco donde quepan las dos posiciones y se nos permita aprovechar las ventajas de la globalización y las de un gobierno nacionalista. Las naciones avanzadas proponen la globalización al mundo, sin embargo, la aceptan al interior de sus países solo cuando sus intereses no se vean afectados.
Las mismas naciones desarrolladas desean que México sea un país fuerte, ya que cuenta con suficiente población para ser un mercado atractivo y un imán para muchas empresas. Un México pobre lo único que ofrece es mano de obra barata y problemas a las naciones que se ven obligadas a aceptarlos como competidores en las ofertas de empleo para sus habitantes.
Los gobernantes deben planear sobre el tipo de nación que deseamos pero que esta planeación incluya el compromiso de todos los mexicanos y los recursos de la nación.
Pensar solo en administrar el país un sexenio y la forma de cómo llenarse los bolsillos a través de sus negocios o con los negocios de sus parientes es una práctica obsoleta. Actualmente se requiere gente responsable en el gobierno, comprometida con los mexicanos y dispuesta a ganarse su sueldo trabajando con dignidad al servicio de nación.
Se necesita una planeación integral que comprometa a cada uno de los mexicanos y les venda la idea de que son necesarios para la nación, como productores y consumidores, y que su participación es determinante para el crecimiento del país.
Los planes sin la participación del pueblo, que es el protagonista del cambio se quedarán siempre en el papel. Para que un plan funcione, es necesario que la sociedad participe en su elaboración. Es obvio que si se le pregunta a cualquier ciudadano sobre su interés en participar con los planes nacionales contestará: ¿Cuáles?, ¿me preguntaron si podía participar?, ¿me preguntaron cómo podía hacerlo?, ¿si estaba dispuesto a comprometerme?, ¿con que me podía comprometer? Para que alguien esté dispuesto a participar, primero hay que consultarlo y saber hasta qué punto está dispuesto a cumplir, pero parece ser que este pequeño detalle se les olvida a los planeadores, y los protagonistas del cambio que deberían ser los actores se convierten en simples observadores.
La falta de organización termina incluyendo a unos cuantos en las decisiones del cambio ya que al formar parte de los decretos presidenciales cada Secretaría de Estado debe darle seguimiento aún a riesgo de convertirse en un elefante blanco al que debe dársele atención y publicidad sin importar si se carece de respuesta en los beneficiarios.
Los compromisos de campaña obligan a los gobernantes a darle seguimiento a las aparentes respuestas, creando múltiples organismos de gestión que no corresponden en magnitud a las demandas ciudadanas y en la mayoría de los casos los trámites que se deben cumplir están fuera del alcance de los solicitantes.
Tal es el caso de los apoyos financieros donde las autoridades presumen de múltiples fuentes de crédito al servicio de los solicitantes. Apoyos que no son demandados porque los trámites que hay que cumplir para obtenerlos difícilmente pueden ser satisfechos por los solicitantes y cuando estos se reciben ya son extemporáneos. El desplome de la cartera vigente y cartera vencida de la banca de primer piso y banca de desarrollo son evidencia de tales afirmaciones.
El principio básico de la administración es lograr la suma de los esfuerzos de sus colaboradores, ya que acompañado se puede lograr más de lo que podría alcanzarse solo, pero esta tarea es sumamente complicada para los malos líderes.
Es más fácil sumar cuando se regala dinero que cuando se pide ayuda para producir dignamente.
Tal vez lo más difícil después de lograr la colaboración en el cumplimiento de las propuestas es, vigilar que los compromisos se cumplan.
Difícilmente se pueden lograr los objetivos deseados cuando estos se hacen por escrito y existen las promesas de cumplimiento, pero aún es más difícil intentarlo cuando estos no existen o las cargas de trabajo no se comparten para alcanzarlos. La motivación se convierte en el motor impulsor de los involucrados en el cumplimiento de las cargas de trabajo necesarias.
Darle seguimiento a la ejecución de lo planeado se realiza con dificultad ya que se carece del apoyo de la sociedad, pero es aun más difícil tratar de mejorar lo realizado cuando se presentan deficiencias en el proceso administrativo desde la primera fase de la primera etapa. ¿A dónde queremos ir?, ¿Qué tipo de nación queremos tener?
Bibliografía:
Keynes, J.M. (1981), Teoría General de la Ocupación, el interés y el Dinero, Editorial F.C.E., México.
Herrerías, A. (1995), Fundamentos para la Historia del Pensamiento Económico, 3ª Edición, Editorial Limusa, México.
Hermida J:, Serra R., Kastika E. (1992),administración y Estrategia, 4ª Edición, ediciones Macchi, Buenos Aires, Argentina.