Resumen:
El posneoliberalismo en América Latina se forjó como respuesta al modelo de libertad capitalista que ocasionó grandes fragmentaciones sociales (concepción histórica-temporal), especialmente por las recetas implantadas en las dos últimas décadas del siglo XX por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y las políticas del Consenso de Washington. Por ello, se estudia al neoliberalismo como un precedente histórico para el caso de estudio en el Ecuador pues, tras 25 años de modelo neoliberal en el país se contextualiza especialmente, la enorme deuda social del Estado con la población.
Con este antecedente, el discurso latinoamericano de “izquierda” a inicios del siglo XXI fue ganando terreno en la región, en el caso ecuatoriano la imagen ideológica de la revolución ciudadana y el análisis partidario liderado por Rafael Correa instituía los inicios de una posible salida a “más de lo mismo” a través del posneoliberalismo. No obstante, el poder y la estructura estatal conllevaron a una co- administración política establecida en correísmo. El objetivo central del documento, es entender la transición de la dominación económica de mercado hacia un nuevo modelo de supremacía política- económica arraigado a un discurso de poder “progresista” con “discurso de izquierda”.
Palabras clave: correísmo, neoliberalismo, poder, posneoliberalismo,
El poder estatal moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. (Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848)
Introducción:
El neoliberalismo como modelo de configuración político- económico en el Ecuador se instauró en la década de los ochenta, donde la acumulación por desposesión y diversos medios de estructuras manejadas a través del capital, fueron influenciados y, recetados por organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y por supuesto las aplicaciones prácticas de las políticas del Consenso de Washington). Las políticas (en esencia de ajuste) llevaron a una crisis sistemática afectando a los sectores de mayor vulnerabilidad, creando un aumento de brechas por la manera en como la economía afianzó la política con el objetivo de concentrar poder y riqueza. Desde 1979 hasta 2007 pasaron catorce presidentes lo que denota una clara inestabilidad política por parte de los gobiernos que afianzaron el neoliberalismo.
Ante la deuda social enorme yace un líder con tintes ideológicos de izquierda, con un discurso marcado en la potestad y posibilidad del reconocer desde la noción política y de derecho a los grupos más afectados socialmente, una esperanza de salida de más de lo mismo. Rafael Correa a través de la Revolución Ciudadanía proponía un modelo con salida al neoliberalismo, un proceso posneoliberal que nació del discurso de los Gobiernos conocidos de “izquierda” o autodenominados “progresistas” en Latinoamérica como respuesta a un proceso de reestructuración del sistema mundial capitalista.
El objetivo central, es entender la transición de la dominación económica de mercado hacia un nuevo modelo de supremacía política- económica arraigado a un discurso de poder “progresista” con “discurso de izquierda”. Para lograrlo, bajo un enfoque deductivo se analizan las generalizaciones conceptuales tanto del neoliberalismo como del posneoliberalismo y con un análisis descriptivo (con algunas marcaciones estadísticas) enmarcado por etapas de Gobierno donde, se delimitan los resultados de la aplicación práctica del neoliberalismo (1979-2007) y del posneoliberalismo (2007-2016).
El artículo se compone de cuatro secciones: i) se realiza un análisis histórico de la etapa neoliberal en el Ecuador desde el retorno a la democracia en 1979 hasta 2006; ii) se contextualizan las bases teóricas del posneoliberalismo en América Latina, y se hace una breve descripción del discurso y la práctica del modelo en los primeros años de la revolución ciudadana; iii) se analiza el paso de la visión posneoliberal a la consolidación del correísmo bajo la convicción discursiva de un líder político; finalmente, iv) se detallan algunas conclusiones.
1. Recordando los primeros pasos del neoliberalismo
En 1979 Ecuador retornó a la democracia con el triunfo de Jaime Roldós Aguilera, donde se inauguró una nueva fase en la vida constitucional en el país (Martín- Mayoral, 2009: 125). Roldós, ganó las elecciones bajo un discurso reformista y progresista donde planteó un modelo estatal que sea la base de la conducción económica, identificado plenamente con los ideales latinoamericanos de los ochenta, una visión que no era del total agrado para las grandes élites empresariales de la época (Paz y Miño, 2010). Pese a que es relativamente poco lo que se puede mencionar del Gobierno de Roldós por su muerte en 1982, se puede destacar de su etapa presidencial: la creación del Banco Ecuatoriano de Desarrollo , masivo programa de alfabetización rural, la construcción de escuelas y redes viales en la región Amazónica.
Pero, sólo dos años duraron de augurio tras el retorno a la democracia, en 1982 tras lo acontecido con Roldós, Osvaldo Hurtado asumió el cargo de presidente donde, se proporcionó un quiebre rotundo de modelo económico favoreciendo a través de la política (en esencia económica) las conveniencias e intereses de los sectores privados (Martín- Mayoral, 2009: 128). Pese, a la aplicación de una política cambiaria que tenía como objetivo de estabilizar el nivel de precios, mejorar la competitividad y reducir el déficit en balanza comercial, el sector exportador y manufacturero continuó en crisis, motivo por el cual las empresas (con apoyo de organismos internacionales) generaron una presión enorme en el Gobierno para que asumiera su deuda externa. El proceso denominado “sucretización de la deuda”, fue un subsidio al sector privado que, creó un modelo de instancia capitalista hacia el desarrollo de la acumulación de ganancias por los principales grupos económicos- empresariales, con un papel reducido para la maniobra fiscal que cumpla su rol en cuanto a seguridad social y servicios públicos (Paz y Miño, 2010).
El proceso del subsidio y “apoyo” al sector privado continuó con el camino empresarial seguido por Febres Cordero (1984-1988) quien determinó un aspecto crucial de la concepción de lo posteriori del neoliberalismo dado que, el comportamiento gubernamental en búsqueda de la reestructuración económica por vía de la desregulación y privatización, daba lugar a una fusión con un modelo político populista es decir, un discurso de poder neoliberal, anti-estatista pero fortalecido desde su embrión del uso de la legitimidad estatal como un principio liberalista con práctica populista (Montúfar, 2000: 134-135) .
La época liberal de Cordero coincidió con el triunfo ideológico mundial del discurso capitalista, que tomó mayor fuerza a finales de los noventa con algunos aspectos históricos como: el fin de la Unión Soviética, la propuesta de la globalización[1], crisis sistemática, financiera y cambiaria en América Latina, la empresa y el mercado como eje central del manejo económico, la minimización estatal y la concepción del Consenso de Washington con la discursividad de organismos hegemónicos como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la cabeza, con ideas dominantes del proceso y modelo neoliberal, etc. Este aspecto territorial globalizado se transmitió a los países periféricos, lo cual sin duda incluye al Ecuador.
El lineamiento histórico, conlleva a analizar la estructura desde el discurso del Consenso de Washington, como un mecanismo retórico de abandono del Estado de Bienestar y enrumbar el desarrollo del capital a partir del neoliberalismo. Williams (1990) resume en diez las propuestas del Consenso de Washington: i) Reducir el déficit fiscal, ii) priorizar el gasto público, iii) reforma fiscal, iv) tasas de interés, v) tipo de cambio, vi) política comercial, vii) inversión extranjera directa, viii) privatización, ix) desregulación y, x) derechos de propiedad.
El neoliberalismo como rector del pensamiento y la práctica económica en una época de crisis como la suscitada en Ecuador (de 1982 hacia adelante) aprovechó su discurso de libertad empresarial, atizando los derechos de la propiedad enérgicos (normativa aprobativa), mercados “competitivos” y apertura comercial, con un Estado que preserve institucionalmente el desarrollo de estas prácticas, como lo menciona Harvey (2007: 6-7) el Estado garantiza en el sistema neoliberal la integridad del dinero- capital y, mediante el uso de la fuerza[2] establece los correctivos para el buen funcionamiento del mercado. Es así, que para la década de los noventa, el Estado ecuatoriano se convirtió en la fuerza de reproducción del modelo persiguiendo la fundamentación de las reformas establecidas desde el FMI y BM en Washington (Consenso), en su origen con el esfuerzo de ajuste (sistemático-económico) a través de la renegociación de la deuda externa (Vicuña, 2006: 103).
Las medidas del FMI, BM y las políticas sugeridas en el Consenso de Washington en conjunto con la globalización en concepción y práctica llevó a una consolidación del modelo primario- exportador no sólo para el caso ecuatoriano sino para América Latina, pues se fortaleció la división internacional del trabajo, se reconfirmaron los intereses geopolíticos con sometimiento de poder, creando un ambiente de “gobernabilidad” en el cual como lo mencionaría Friedrich List en 1841 “el poder de la circunstancia será más fuerte que la política del partido”.
Como se menciona la circunstancia mundial de la época fue el neoliberalismo, mientras, la concepción política del Ecuador tras el triunfo discursivo de frente social o pago de la deuda social planteado por Rodrigo Borja (1988-1992) era una retórica menos economicista y más social. Pero, las realidades políticas y prácticas económicas fueron totalmente contradictorias (¿el poder la circunstancia?) a sus postulaciones, en este periodo de Gobierno se aplicaron leyes como: Ley Maquila (1990- flexibilización laboral), ley del presupuesto del estado (pagos y renegociación de deudas- énfasis en las cartas de intención), reformas al Código de Trabajo, etc. (Paz y Miño, 2009: 93), resaltando que cualquier parecido con las medidas recomendadas por el Consenso de Washington fueron netamente coincidencias, especialmente si se concibe bajo el discurso inicial de “izquierda”. A partir, de la presión internacional se agudizó la situación social como lo menciona Vicuña (2006: 118-119) se dio un resultado repetitivo de las políticas de ajuste como: aumento de la inflación, reducción de los salarios reales, reajustes salariales, aumento del desempleo, incremento de la deuda externa, agudización de la crisis fiscal, austeridad, acumulación de capital y consecuencia de todo esto empeoró la situación social.
Posterior a Borja, gana las elecciones Sixto Durán Ballén en binomio con Alberto Dahik, una etapa donde la modernización privatizadora tuvo su apogeo, siguiendo la receta propuesta en el FMI y BM con las políticas del Consenso de Washington. En el Gobierno Durán Ballén- Dahik se estableció un modelo de supremacía del capital, en base a una propuesta privatizadora, donde se redujo el tamaño del aparato estatal, existió apertura comercial (clave para los movimientos de capitales), y una de las principales reformas fue en el área financiera, según lo citado por Muñoz (2009: 104-106) con la desregulación y flexibilización del sistema financiero aprobada en la Ley General de Instituciones del Sistema Financiero (1994) las reformas jugaron un papel inverso a lo esperado. En un juego de encubrimiento bancario, con volatilidad de las tasas de interés se fortaleció el aparato especulativo (Vicuña, 2006: 124-125), causando una desinversión del aparato productivo (concepción rentable y costo de oportunidad de inversión financiera o productiva), adicionalmente, hubo una gran concentración de créditos pues según lo afirma Muñoz (2009: 105-106) “tan solo el 1% de los clientes del sistema financiero privado concentró el 63% del volumen total de crédito otorgado desde 1995”. Bajo la especulación, el capitalismo se disfrazó en Ecuador de valor valorizado financiero. Adicionalmente, se debe mencionar que la privatización y modernización fue parte del proceso político Durán Ballén- Dahik pues, en este periodo se privatizaron varias empresas estatales (aviación, cemento y fertilizantes) y escaseó política social (Vicuña, 2006: 127-128).
Las recetas económicas implantadas por los organismos internacionales no estaban dando resultado en Ecuador, se manifestaba un ambiente de tensión, propicio para el aprovechamiento social con la finalidad de captar poder a través del discurso político, fue entonces que para 1996 con su retórica “jama, caleta y camello” Abdalá Bucaram denotó la respuesta del pueblo ante el modelo económico que tuvo hegemonía desde 1982 (Freidenberg, 2003). Más allá de la concepción y poder de la palabra, el plan de Gobierno de Bucaram se sustentó en su mensaje hacia los <<pobres>>, asumiendo sus necesidades a partir del discurso, su exclusión, su carencia, su opresión, pero, la superficialidad del discurso se derrumbó, no fue nada más que un parafraseo alternativo para seguir en la concepción elitista del libre mercado y las medidas neoliberales a lo largo del tiempo (Acosta, 1996: 4-6). La configuración económica fue destinada a los grupos más poderosos del país, con un tinte adicional, existieron aumentos de precios de gas y electricidad (regresividad impositiva), acompañado de gran inestabilidad monetaria (Vicuña, 2006: 136-140), modelo que conllevó a la insostenibilidad gubernamental, la caída rotunda de la aceptación social y un tinte discursivo inverosímil que terminó con el escape del país por parte de Bucaram (coreado de escenarios de corrupción), causando mayores dudas y problemas a los grupos más vulnerables del país (Paz y Miño, 2009: 93). Posterior, a que Bucaram fuese derrocado, Favián Alarcón fue presidente interino (1997-1998), tras el fracaso del discurso de pseudo- izquierda con resultados de fracaso sociales advertidos en la era Bucaram, en 1998 ganó las elecciones un representante de los intereses bancarios Jamil Mahuad.
Reconociendo que Mahuad tomó un país, con elevada deuda externa, obligaciones sociales sin ningún cumplimiento, síntomas de enfermedad holandesa con la brecha establecida ante la caída del precio de petróleo, modelo económico primario- exportador (petróleo, banano, cacao, cacao, etc.), políticas desarrolladas desde la visión de Washington, un país inestable políticamente, con liberalización del tipo de cambio (apreciación constante en términos reales) y tasas de interés flexibles, eliminación de subsidios y, un sistema financiero libre, sobre todo esto con la existencia de desregulación financiera; el panorama no era muy alentador (Larrea, 2004: 23).
Pese a que las salidas para enfrentar el modelo político, económico y social eran limitadas el Gobierno de Mahuad se caracterizó por más de lo mismo, fue la cúspide del modelo empresarial de desarrollo con fundamentos financieros y, a la vez la fragmentación y derrota social, la decisión de la dolarización y el feriado bancario impactó a la gran mayoría pero, hay que decirlo, también benefició para la acumulación desde la concepción de crisis donde triunfaron los grandes capitales (en este caso no cualquier capital, el capital financiero) llegando a la ganancia elitista y plasmando desde el shock económico un resultado adverso para los sectores excluidos, pero estos mismos sectores son quienes terminarían pagando las secuelas del desenvolvimiento del sistema (Paz y Miño, 2009: 93-94).
Las recetas neoliberales tuvieron su resultado (nefasto cabe recalcar), en el año 2000 tras el congelamiento de los depósitos y el feriado bancario, se anunció el cambio de moneda, determinando al dólar como medio de cambio y pago oficial, como una respuesta del capital financiero ante la “crisis” sistemática que el propio sistema financiero provocó, solapado claro está por las nociones estatistas de legitimidad, medidas que como se analizaron anteriormente a partir de 1982 sacrificaron el ámbito social. Las consecuencias, millones de personas perdieron sus depósitos, ante la devaluación de la moneda en aquel momento local (sucre), existió un aumento de pobreza, pérdida de los hogares de sus activos líquidos (depósitos), mayor desigualdad y sobre todo, el daño familiar causado por la migración, delimitando que la razón del capital no teme a la noción moral (Beckerman, 2001).
Todo el proceso neoliberal desde 1982 hasta el año 2000 se pueden explicar según Klein (2010: 42) en una constelación de medidas económicas de emergencia favorables a las corporaciones, tales como las privatizaciones a gran escala y los enormes recortes al gasto social, que debilitan al Estado en nombre del libre mercado. Un Estado ecuatoriano debilitado completamente en el año 2000 con un enorme déficit fiscal, acumulación de deuda externa, cartas de intención con el FMI, una deuda social por pagar (que debía ser saldada), incremento del costo de vida, y, sin la posibilidad de emitir dinero de forma primaria (Vicuña, 2006: 222-223) pero, firme en sus persuasiones que el mercado abierto se autorregularía por las leyes de la libertad y democracia.
Y sin ninguna respuesta alentadora para el modelo social, Gustavo Noboa (2000-2003) continuó con un modelo basado en la flexibilización laboral con la finalidad de reactivar el aparato productivo a costa de la mano de obra y la explotación del ser humano por parte del capital (Paz y Miño, 2009: 94), adicionalmente, la optimización alcista al pago de deuda a través de la sustitución de Bonos Brady por Bonos Global para ganancia de los acreedores (internacionales), sin necesariamente ratificar los intereses del Ecuador (Acosta, 2003).
Para 2003 ganó la presidencia Lucio Gutiérrez, para De la Torre (2008) Gutiérrez utilizó la retórica populista de confrontación del pueblo, que él dijo encarnar, en contra de la oligarquía simbolizada por los “políticos corruptos”. Se presentó como una persona de origen popular que ha triunfado y se ha sacrificado por su patria. No obstante, la realidad se apegó a la de los últimos 20 años de proceso neoliberal, su agenda económica retorno a los mecanismos tradicionales, la firma de una nueva carta de intención con el FMI (la onceava desde el retorno a la democracia). Fue algo de “más de lo mismo, con los mismos de siempre”, la desnacionalización y la concepción neoliberal del Gobierno de Gutiérrez ocasionó su propia autodestrucción produciendo: menor gasto social, austeridad fiscal, congelamiento de los salarios y gran parte de los ingresos fiscales al pago de la deuda pública (Vicuña, 2006: 252).
Bajo un marco político oligárquico, una reducción del aparato fiscal y poca institucionalidad fue derrocado en 2005 Lucio Gutiérrez por la “rebelión de los forajidos” quienes bajo el grito de la población muy claro y conciso “que se vayan todos”, demostraban la realidad y sentir de la población ante tantos años de neoliberalismo con un aspecto particular, los protagonistas fueron actores sociales urbanos de clase media y alta como rechazo a la impunidad latente del sistema político (en parte por el retorno de Bucaram) en conjunto con las concepciones ideológicas económicas que no daban resultado (Massal, 2006: 134).
Alfredo Palacios (2005-2007) asumió el poder tras el tercer derrocamiento de presidente en diez años; entre sus decisiones nombró como Ministro de Economía a Rafael Correa (profesor universitario con tintes heterodoxos), Correa en poco tiempo fue destituido por las malas relaciones surgentes entre el FMI y el Ecuador, causadas por dos posturas principales definidas de su perspectiva de política económica: i) la dolarización fue la peor decisión que pudo tomar el país e, ii) intentó crear un proyecto de redirección del uso de los recursos del excedente de ingresos de petróleo en lugar, de cancelar deuda (externa pública) se destinarían estos fondos a gasto social e inversión pública especialmente, salud y educación (De la Torre, 2006: 37), hecho particular, dado que, sería el punto de partida de la carrera política de Correa enfrentar a los organismos internacionales y una firme concepción de recuperación del ámbito social.
Tras cerca de 25 años de etapa neoliberal en el Ecuador bajo un esquema de desarrollo empresarial se revelaba una necesidad de un modelo alternativo, la obligación de cubrir las demandas sociales, reconstruir el aparato estatal que se echó abajo en sus propios ideales sugeridos por el mecanismo y modelo económico de moda capitalista con fundamentaciones del FMI, BM y las ideas dominantes de la época del Consenso de Washington (Vicuña, 2006: 269-271). Fue así, que en un esquema de limitaciones estructurales yace un discurso anti-neoliberal que emergía de la vida pública, Rafael Correa quien, bajo la construcción de una agenda política reformuló (en sus inicios) la concepción de una posible autonomía estatal y el ingreso a una nueva etapa de vida política- económica denominada posneoliberalismo (Gallegos, 2010: 179-180).
2. La respuesta al neoliberalismo: Inicios del modelo posneoliberal
Es importante denotar y partir de un análisis conceptual del posneoliberalismo con la finalidad de comprender los mecanismos teóricos utilizados en la práctica y realidad política del país durante los inicios del modelo fundamentado en los ideales de la Revolución Ciudadana.
El posneoliberalismo visto como etapa para Stolowicz (1990: 4) “es una concepción estratégica lúcida y compleja. Que no ve a las democracias como un peligro contra la continuación de la reestructuración capitalista, sino como una oportunidad para construir consensos moderados a favor de las llamadas reformas económicas, para lo cual la política y la democracia debían ser instrumentos de gobernabilidad, y desde luego de integración institucionalizada de la izquierda que ya avanzaba electoralmente…”
El posneoliberalismo es un concepto y proyecto en construcción donde, según Borón (2003: 81-82) el espacio público tiene un carácter más estratégico que el propio Estado. Es allí donde deberá librarse la larga batalla por el socialismo. Si no se triunfa en ese terreno jamás se podrá conquistar el poder del Estado.
Adicionalmente, en el Plan Nacional del Buen Vivir (2009-2013) desarrollado por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) se estipuló lo siguiente: “… aunque el posneoliberalismo no condense todo el ideario que los sectores progresistas latinoamericanos han venido construyendo a lo largo del último cuarto de siglo, se sitúa en el corazón de sus dilemas estratégicos y de sus programas y conflictos políticos internos, allí donde muchas de sus fuerzas han llegado al poder…” (SENPLADES- Plan Nacional del Buen Vivir, 2009-2013: 83).
Las bases del posneoliberalismo yacen como respuesta a las medidas del FMI, BM y del Consenso de Washington, pues, América Latina al ser el eslabón más débil de la cadena mundial neoliberal tenía como objetivo refundarse institucionalmente (reconfiguración política- estatal), romper el aislamiento y lograr un fortalecimiento a partir, de la integración regional (Sader, 2008: 87-89). En este sentido, Para Dávalos (2016) el concepto de “posneoliberalismo” ha sido utilizado para calificar a la ruptura con el neoliberalismo que provocaron en su momento los gobiernos autodenominados “progresistas” en América Latina.
Es decir, la perspectiva posneoliberal nació del discurso de los Gobiernos conocidos de “izquierda” o autodenominados “progresistas” en Latinoamérica como respuesta a un proceso de reestructuración del sistema mundial capitalista, refundando las políticas y estrategias del Estado con la finalidad de no cometer los errores del neoliberalismo y lograr la integración regional.
Tras la introducción conceptual, existió claramente una ruptura del discurso político neoliberal hacia las formulaciones progresistas con nuevos planteamientos de izquierda en el poder político en América Latina (Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner, Tabaré Vásquez, Evo Morales Daniel Ortega, Rafael Correa y Michelle Bachelet) (Stoessel, 2014: 125). En cada país los planteamientos ideológicos se fueron estructurando según las condiciones sociales, para este caso de análisis se plantea el análisis del discurso posneoliberal ofrecido por Rafael Correa y algunos resultados de los primeros años de Gobierno.
En 2006 ganó las elecciones Rafael Correa derrotando a Álvaro Noboa (candidato de discurso empresarial), la necesidad imperante de la sociedad ecuatoriana de encontrar una salida y no retornar al mal, del más de lo mismo conllevó a confiar en un líder político y sobre todo en un proyecto político denominado revolución ciudadana conformado por ideas nuevas para lograr según sus postulados (partidarios en torno a la concepción del líder) la redención, el escape sistemático, donde la cuestión moral se convirtió en la noción obligatoria del Estado para que retorne la justicia social a partir, de la conformación constitucional (Asamblea Constituyente) y el discurso del desarrollo en las nociones del Buen Vivir (Ordoñez, 2010: 82-83).
El giro político del Ecuador hacia el entendimiento del discurso de izquierda por parte de la población, fue en un principio arraigado al ámbito docto de la democracia participativa como una visión de gobernabilidad legítima esperanzadora con rasgos de identificación de la ciudadanía ecuatoriana (en torno a grandes necesidades sociales), dónde según Perales (2013: 5) la participación ciudadana tiene como objeto la democratización del espacio público, y no se limita al ámbito de las instituciones políticas sino que se extiende asimismo al campo de la sociedad civil.
Es así, que la lucha social por abandonar el modelo hegemónico neoliberal (1982-2006) comenzó a tomar tintes de izquierda (desde el discurso) hacia un nuevo modelo en construcción como el posneoliberalismo. En Ecuador, a través del proyecto político de la revolución ciudadana, el posneoliberalismo tomó ideas que recogían la respuesta a tantas necesidades sociales por medio de tres elementos claves: constitución (normativa- legitimidad), Buen Vivir y la democracia participativa.
3. Constitución de Montecristi: Breve descripción de la idea plasmada en ley
La Constitución de Montecristi aprobada en 2008, siguió un lineamiento fiel a la corresponsabilidad del Estado para solventar las demandas globales de la sociedad ecuatoriana (Acosta, 2010: 5). Bajo un enfoque alternativo, no se jerarquizó unas normas sobre otras, se dio espacio a temas relacionados a la sociedad civil, participación, libertad configuración del Estado, se formalizó los derechos de la Naturaleza, etc., pero todo el conjunto de derechos en un mismo escalafón, con relevancia en similar magnitud (Gudynas, 2011: 83). Al normar y plasmar los derechos de la Naturaleza se denotaba una señal, no tan clara, pero señal al fin, de una posibilidad de salir del modelo primario- exportador extractivista hacia la proyección de la economía sostenible y sustentable de manejo prudente de la explotación de los recursos naturales en el tiempo.
Para Acosta (2010: 5-6) además, de la Constitución de Montecristi se debe destacar:
“…En su contenido afloran múltiples propuestas para impulsar transformaciones de fondo, construidas a lo largo de muchas décadas de resistencias y de luchas sociales, que articularon diversas agendas desde los trabajadores, los maestros, los indígenas, los campesinos, los pobladores urbanos, los estudiantes, los ecologistas, las mujeres, los ancianos, los jóvenes, empresarios y otros tantos sectores progresistas. Justamente en estas luchas de resistencia y de propuesta se fueron construyendo alternativas de desarrollo e incluso alternativas al desarrollo, como lo es el Buen Vivir o sumak kawsay…”
Buen Vivir
La crítica propia al desarrollo del sistema capitalista, el debate y las visiones economicistas al borde de su caducidad, destinaron una alternativa creada a partir de la subordinación y respuesta al sistema. El Buen Vivir se constituyó como una visión distinta a la tradicional con asimilación positiva por parte de la población (pese a que el concepto no está totalmente definido), destacando, que la lucha histórica fue previa al triunfo de Correa, pero los ideales fueron plasmados a partir, de su llegada al poder e implantadas en la Constitución de Montecristi. Analizar el concepto del Buen Vivir como una forma de vida como lo afirman Acosta y Gudynas (2011: 110) propugna la relación armónica entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza. Bajo el modelo de la revolución ciudadana (visto desde el partidario político) los derechos a la Naturaleza, su asociación con lo plurinacional e intercultural, en conjunto con la integración de movimientos sociales permitieron dar una visión ético-moral pero sobre todo alentadora a un posible cambio, pese a que no se especificó nunca a lo largo de la Constitución una definición concisa del concepto, la necesidad histórica del país asimiló el concepto como algo viable para la salida o reestructura del modelo político- económico pasado (Delgado, 2014: 243-245).
Democracia participativa
Al igual que el concepto de posneoliberalismo nació como una respuesta a un modelo económico que creó grandes brechas y desigualdades sociales, la democracia participativa surge del pos-deliberamiento de la democracia como poder del pueblo, para ser vista en cómo el gobierno regula el accionar de sus mandantes (Paspuel, 2011), en términos de la revolución ciudadana con co-integración interactiva del pueblo se puede plantear el lema “el gobierno a sus mandantes”.
Bajo la premisa, que los ciudadanos tienen incidencia participativa y vital sobre el proceso democrático, la revolución ciudadana conformó el discurso de la democracia participativa entorno a la participación ciudadana a través, de la gestión inter-institucional pública fundamentado en tres pilares: i) democracia directa, ii) participación del pueblo en la gestión pública y, iii) accionar nacional y local (espacios constitucionales).
Para cada pilar existieron mecanismos como lo señala en un documento la Organización de Estados Americanos (s.f.: 11- 13) en democracia directa se plasmó la idea de referéndum, consulta popular, consulta previa, etc., la participación ciudadana se reflejó en la gestión pública con audiencias públicas, cabildos, consejos consultivos, etc., y, el accionar nacional y local a través de, agendas públicas, consejos ciudadanos sectoriales, asambleas locales, mesas de diálogo, etc.
Bajo las tres claves del discurso posneoliberal, teóricamente y analíticamente se esperaba (por los gobernados) un cambio y una reestructura no sólo desde las nociones de poder, sino en las formas en cómo se iban a ir desarrollando las ideas en la práctica. El triunfo de la Constituyente se suponía podía ser el punto de quiebre del eslabón neoliberal hacia un nuevo modelo político, económico y social (por lo menos a priori se podía analizar de esta manera).
De la visión posneoliberal a la consolidación del correísmo ¿más de lo mismo con tintes distintos?
No obstante, poco a poco se fue concibiendo una relación ambigua y fragmentada donde, la revolución ciudadana como partido político ideario como tal se fue reduciendo pues, la relación pueblo- presidente llevó a la coexistencia de una fuerza concebida en la idea dominante del correísmo[3] como forma, vista no como una representación del pueblo como partido político (Alianza País y la revolución ciudadana) sino la convicción discursiva del poder hacia el desenvolvimiento de un líder político, Rafael Correa. La pregunta ¿más de lo mismo pero con tintes distintos?
Como se analizó anteriormente la concepción posneoliberal desde el discurso del Buen Vivir (encajado con tintes políticos) en sus inicios, asumió el fin del neoliberalismo. Pero, ante la presión del capital (influyente) y, la dinámica del correísmo permitió el afianzamiento de grandes grupos económicos en los diez años de Gobierno, un periodo donde el Estado se usó como herramienta para la modernización capitalista en el Ecuador y terminó plegando a los intereses de la acumulación, en lugar, de fomentar las pequeñas unidades de producción (Acosta y Cajas-Guijarro: 2016: 17-18). Para Dávalos (2016: 6) el rol del Estado (en el proceso acumulativo) es clave porque desde ahí se fundamenta la legitimidad de la violencia de los modelos de dominación política (económica).
Con estadísticas obtenidas del Servicio de Rentas Internas (SRI, 2017) de los principales grupos económicos más representativos del país, la contribución de impuesto a la renta (impuesto a la renta causado/total de ingresos) fue en promedio del 2,42% y 2,39% en 2015 y en 2016 respectivamente. Al mencionar, que entre 2015 y 2016 fue una etapa de recesión económica se supondría una caída de ingresos empresariales, pero varios grupos económicos tuvieron aumento en sus ingresos entre los años mencionados como el caso: Banco Pichincha (aumento del 2,29%), Schlumberger del Ecuador (56,29%), Holdingdine Corporación Industrial y Comercial (289, 84%) y así se podrían enumerar 60 de 225 grupos económicos que aumentaron sus ingresos según datos del SRI (2017). Cabe recalcar, que pese a que muchos grupos económicos aumentaron sus ingresos el pago de impuesto a la renta se redujo, para citar los mismos grupos anteriormente mencionados, la variación de impuesto a la renta causado de Banco Pichincha para 2016 tuvo una reducción de -0,64% y, Holdingdine Corporación Industrial y Comercial pagó -30,08% en relación a 2015, lo que concibe una etapa de acumulación donde los principios de izquierda y el tilde socialista se concibió (disfraz) en capital oligopólico causando grandes efectos sobre los pequeños productores que no tuvieron capacidad de reacción ante el funcionamiento de un mercado guiado por un Estado acumulativo; reconociendo a su vez, un efecto asimétricos de contagio a raíz de la crisis afectando en mayor medida a las pequeñas y medianas empresas.
Con las cifras de grupos económicos, se puede contrastar un aspecto clave, el Buen Vivir fue verdaderamente un Vive Bien del capital, la idea tergiversada del Sumak Kawsay hizo del correísmo un ambiente no sólo acumulativo a nivel de capital sino que se continuó con un modelo económico extractivista[4]. El posneoliberalismo extractivo en el correísmo se explica de la siguiente manera: la ampliación de la frontera petrolera en el centro- sur de la Amazonía (incluyendo la propuesta del Yasuni), imposición de la minería a gran escala, entrega de campos petroleros a empresas extranjeras (Auca a Schlumberger e intentos -nada claros- de entrega del campo Sacha a la empresa china CERG), apoyo a grandes agronegocios, monocultivos y agro-combustibles (Acosta, 2017:3).
Cabe indicar también, en un contraste, donde la estructura productiva no cambió radicalmente (pese al esfuerzo del “cambio de la matriz productiva”- otra mentira), la concepción del auge petrolero fue una de las principales razones por las cuales el Estado se fue fortaleciendo como una nueva hegemonía del capital representada en oro negro. En los primeros años de Gobierno la tendencia del precio del crudo era a la alza, en este sentido, el precio del barril de petróleo WTI llegó a un valor máximo promedio mensual de USD. 134, 1 para junio- 2008. Desde julio 2008 a septiembre 2009 los precios tuvieron caídas importantes por la crisis económica mundial. Pero, a partir, de octubre 2009 hasta noviembre 2014 según estadísticas del Banco Central del Ecuador (BCE, 2017) los precios se mantuvieron relativamente estables (refiriéndose a valores superiores de los USD. 70 promedio).
En lo que respecta a las exportaciones de petróleo aumentaron en 2012 (USD. 12.711 millones), 2013 (13.412 millones) y 2014 (USD. 13.016 millones) y la concepción, como resultados de las finanzas públicas determinaban una posibilidad de apuesta al “progreso”. No obstante, desde noviembre 2014 comenzó a bajar el precio del barril de petróleo hasta valores mínimos en promedio de USD. 31,5 (enero-2016), lo que complicó la articulación de los ingresos no permanentes del sector fiscal y creó una condición cíclica de caída del producto. El rentismo del Estado, acompañado de la volatilidad de precios de los commodities (grandes riesgos exógenos) y, una condición estructural productiva interna limitante conllevó que el Gobierno siga financiado su modelo a través de deuda pública (otro tema para la discusión).
La pregunta central es ¿dónde quedaron los derechos a la naturaleza promulgados a nivel constitucional? La respuesta, por no alargar la situación, se define en una frase clave “propuesta de explotación del Yasuni ITT”. El extractivismo no tuvo límites (¿y el Buen Vivir?), adicionalmente, con la caída de los precios del crudo el Ecuador retronó a su problema estructural productivo que no tuvo respuesta ante los acontecimientos de mercado y, desde el aspecto socio-político el correísmo delimitaba la secuencia de la etapa feroz con mayor defensa- ataque y confrontación.
Finalmente, queda la discusión de la tan nombrada democracia participativa, al parecer uno de los puntos más susceptibles para la porfía de la conformación de la etapa posneoliberal en el correísmo. Recordando, la premisa, que los ciudadanos tienen incidencia participativa y vital sobre el proceso democrático de la revolución ciudadana, ¿qué realmente aconteció participación o represión?
El proyecto de la revolución ciudadana en sus inicios fomentó los derechos hacia una transformación de fondo tan necesaria por parte de la clase social, en esencia dominada, no obstante, poco a poco después de la conformación de Montecristi se transigió (vista como aceptación de opinión) a la etapa del correísmo. Los mecanismos que utilizó el correísmo para ligar al Gobierno con el pueblo, ante la conformación partidaria (afianzamiento del presidente), una oposición débil, con reducción de los movimientos sociales en contra, fueron: campaña permanente (medios públicos y propaganda) y, los enlaces ciudadanos- sabatinas (De la Torre, 2010: 164).
Para Ayala (s.f.) las sabatinas fueron un símbolo de agresividad verbal, dispendio y propaganda, donde el diccionario de insultos llegó a más de 150 “palabras”. Los insultos destinados a toda clase de opositores fueron variantes: amorfo, aniñadita, care tuco, pelucón, gallinazos, mujer nefasta, gordita horrorosa, etc. Los enlaces ciudadanos debieron ser concebidos como un informe a los mandantes y como una especie de diálogo Gobierno- mandantes, como espacio de debate, es más recordando (¡prohibido olvidar!) el Enlace ciudadano No. 137 fue el mismo Rafael Correa quien planteó la “libertad de expresión ya es de todos” y “aprendamos a reclamar” (De la Torre, 2010: 167)
Para Dávalos (2016: 19) el posneoliberalismo (como) modelo de dominación política disuelve en el vacío jurídico las resistencias sociales y las criminaliza. La monopolización comunicacional del correísmo (la idea dominante de Rafael Correa) de forma egocéntrica y violenta, no sólo creó atropellamiento de grupos sociales opositores sino, que fue un foco de autotraición partidaria, donde el régimen autoritario consumó hasta quienes en algún momento fueron sus propios aliados a inicios del proceso (Acosta, 2017). Pues, las sabatinas fueron el principal mecanismo de poder comunicativo (por cierto financiado con fondos públicos) para contrarrestar de forma frontal las ideas distintas a las del régimen. A modo de caudillismo la noción ideológica consumió a la población en un círculo de diferencias, el problema no se enmarcó en la lucha por los derechos de los dominados, se desnaturalizó la idea de revolución por seguir una afinidad política (y qué afinidad, la afinidad del correísmo), en términos de Marx y Engels (1974) se convirtió en alienación ideológica. Un proceso donde el poder triunfó sobre la razón de la sociedad y los fines del capitalismo terminaron arrollando las ideas plasmadas como un paso posneoliberal estipuladas en Montecristi, a través de la acumulación (grupos económicos), la lógica del extractivismo y la violencia legítima de la “participación ciudadana”.
Algunas conclusiones a considerar:
Siguiendo la idea de Acosta y Cajas-Guijarro (2016) superar el neoliberalismo no implica, en absoluto, una superación del capitalismo. La historia del Ecuador en la etapa neoliberal mostró su feroz movimiento del capital hegemónico ocasionando grandes déficit en materia social, acompañado de miseria y pobreza; las necesidades de la población nunca fueron cumplidas y la economía giraba en torno a la “autorregulación del mercado”.
El discurso posneoliberal creció en un enfoque de respuesta al neoliberalismo con un tinte de “salvación” no obstante, en la práctica el Estado se usó como herramienta para la modernización capitalista en el Ecuador, fue un “más de lo mismo con tintes distintos”, la revolución ciudadana tomó forma de correísmo delimitando y unificando el poder tergiversando los inicios propios de cómo fue concebido el posneoliberalismo, violentando los derechos de la naturaleza, formando el Vivir Bien pero del capital (concentración y centralización) y, lo peor de todo, destruyendo el derecho constitucional a la protesta, cooptando y desarticulando a los grupos sociales que se encontraban en desacuerdo, estipulando el contra nosotros del correísmo, creando un marco de confrontación acompañado de violencia con legitimidad como un modelo de dominación política (Dávalos, 2011: 2-3).
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[1] La globalización vista como un proceso de intensificación de las políticas neoliberales según Vicuña (2006: 105). Para otros autores como Beck, Moreno y Borrás (1998: 8-9) “el término «globalización>, actualmente omnipresente en toda manifestación pública, no apunta precisamente al final de la política, sino simplemente a una salida de lo político del marco categorial del Estado nacional y del sistema de roles al uso de eso que se ha dado en llamar el quehacer «político> y «no-político>…” donde el capitalismo, parece forzar una serie de medidas que giran en torno al mercado global.
Para Stiglitz (2010) la globalización no ha logrado reducir la pobreza, no ha producido resultados favorables a las naciones, peor aún ha garantizado su estabilidad. Es así, que la globalización gira entorno a políticas sin categoría estatal y con mero interés de mercado.
[2] Violencia legítima: Estructura militar, policial, defensiva y legal
[3] La definición de correísmo según Acosta y Cajas- Guijarro (2016: 9-10) “se adapta una nueva forma de dominación burguesa, con tintes tecno-burocráticos, y constructora de nuevas oligarquías mientras con solida a las viejas. Así, el correísmo usa el poder concentrado en el Estado y en la figura del presidente Correa, para consolidar la modernización de las relaciones capitalistas de explotación, ocultas bajo la apariencia de “progreso” y “desarrollo””
[4] Tomando como referencia al extractivismo que según Acosta y Cajas-Guijarro (2016b: 393) ayuda a explicar el saqueo, acumulación, concentración, devastación colonial y neocolonial, así como la evolución del capitalismo moderno e incluso las ideas de “desarrollo” y “subdesarrollo” como dos caras de un mismo proceso.