El libre albedrío

Desde siempre, nos ha fascinado la idea del libre albedrío, de creer que nos resulta posible elegir, y trascender los condicionamientos que nos imponen la biología y la sociedad. ¿Tenemos realmente esa posibilidad o nos arrastran fuerzas inmanejables? Siga leyendo.

Las personas se preguntan desde hace centurias, si existe realmente el libre albedrío o si somos seres predeterminados por la genética y la cultura.

Hay interpretaciones de este tema, que desconfía de la idea del libre albedrío como una potencialidad real, y considera, como ha escrito Humberto Maturana, que todo lo que hace el ser humano depende de su estructura y que nada hay que pueda hacer fuera de sus límites biológicos.

Otros estiman que además de la predisposición genética, factores como el lugar de nacimiento, el tipo de familia en la cual crecemos, los aprendizajes escolares y la influencia de los medios masivos y de la publicidad, configuran cercos mentales de los que resulta difícil escapar, debido a que como decía Gurdjieff el problema no es estar inconsciente, sino pensar que no es así. Osho, consideraba que el que cree tener la verdad ya no sale a buscarla. De manera que estos agentes sociales, pueden verse como reductores evidentes del libre albedrío.

El Dr. Benjamin Libet, investigador estadounidense, consideran que en realidad la idea del libre albedrío no tiene fisiológicamente hablando, mucho sentido. Este investigador llevó a cabo para medir la distancia temporal entre la acción y la decisión voluntaria. Y descubrió, para el asombro de muchos, que la consciencia que tiene una persona de haber realizado un movimiento intencional, se produce exactamente 350 milésimas de segundo después del movimiento. Desde aquí, ha concluido que primero se ejecuta una acción y después se produce la concientización de lo que se hace.

Antonio Damasio experto en funcionamiento cerebral, considera que debemos distinguir dos niveles de actuación cerebral, pues en su opinión el cerero es como un edificio de dos niveles, uno inferior y otro superior. El inferior es responsable de las respuestas emocionales más básicas instintivas o primarias, y existe para ayudarnos a responder de manera rápida sin tener que detenernos a pensar en los detalles de la respuesta (Ejm: saltar para evitar un automóvil que se acerca, ocultarnos o mostrarnos como peligrosos para alejar potenciales enemigos o depredadores). Esas respuestas emocionales no son conscientes, en el sentido de que no son elegidas por nosotros voluntariamente, pues responden a la activación de circuitos nerviosos o neurales encargados de mantener la supervivencia. El nivel superior maneja las situaciones complejas que involucran aspectos culturales o sociales, suelen participar en la elaboración de las respuestas emotivas, ciertos sectores o sistemas de la parte más evolucionada del cerebro, la neo-corteza cerebral. Ambos niveles están íntimamente relacionados, y hoy se sabe que aspectos clave como la toma decisiones o la planificación, requieren la participación dinámica e integrada de ambos niveles del cerebro.

La sociobiología, en la voz de sus propulsores como E.O. Wilson, consideran que en realidad la biología decide lo que hacemos, y que nuestro comportamiento puede explicarse como el resultado de ventajas evolutivas, es decir, que lo que parece ser elegido por nosotros, es en realidad producto de una fuerza de condicionamiento genético que obra de cierta manera para preservar y ayudar a la especia a evolucionar.

Sin embargo, existen indicios que pugnan a favor del libre albedrío: El filósofo francés René Descartes afirmó, dijo a mediados del siglo XVII, que el libre albedrío es una potencia que le permite al ser humano aceptar una idea y rechazar otra.

Más recientemente, la Neurociencia ha expresado que es posible modificar nuestro cerebro voluntariamente. Esto es así, debido a que nuestros cerebros son flexibles, “plásticos”, maleables, y se adaptan y modifican en razón de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Así, una persona puede hacerse más alegre, más lógica o más creativa, si se dedica a desarrollar esas capacidades. Esta potencialidad se conoce como “neuroplasticidad” y es un factor alentador para los que creen en la iniciativa personal. Incluso cuando miramos a otros actuar, también estamos cambiando internamente, pues existen células especializadas denominadas “neuronas espejo”, que se activan y nos hacen copiar, imitar, aprender lo que los demás están haciendo.

También los postulados de la “Mecánica Cuántica”, rama moderna de la Física, avalan la idea de libre albedrío. Propulsores de esta disciplina, afirman que no existe una realidad definida, sino un conjunto de infinitas posibilidades que se expresan en cada instante. Para decirlo en palabras del poeta Antonio Machado: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Esto indica que las personas pueden influir en los sistemas en los que participan, lo cual había sido señalado ya por Albert Bandura quien señaló hace más de cinco décadas, que los individuos influyen en la sociedad y la sociedad en los individuos.

A este principio se le denominó, “determinismo recíproco”.

En conclusión, aunque nos seamos influidos por la biología y por la sociedad, esto no nos impide usar la consciencia, la creatividad y la voluntad, para crear cambios poderosos y auto-determinarnos a cada instante. Podría decirse, que somos una combinación dinámica y dialéctica que expresa a la vez, condicionamiento y libertad. Gracias por leerme. Twitter: @doctorrenny Web: www.laexcelencia.com.

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Yagosesky Renny. (2011, mayo 26). El libre albedrío. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/el-libre-albedrio/
Yagosesky Renny. "El libre albedrío". gestiopolis. 26 mayo 2011. Web. <https://www.gestiopolis.com/el-libre-albedrio/>.
Yagosesky Renny. "El libre albedrío". gestiopolis. mayo 26, 2011. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/el-libre-albedrio/.
Yagosesky Renny. El libre albedrío [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/el-libre-albedrio/> [Citado el ].
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