Después de tantos meses de crecimiento, la economía peruana sintió la recesión internacional en el primer semestre que sólo ha crecido 0.34%, a pesar del Plan de Estímulo Económico (PEE) que el gobierno desarrolló para aplacar en parte el impacto de la recesión mundial.
Los porcentajes del estatal Instituto Nacional de Estadística e Informática ha puesto paños fríos al exagerado optimismo de quienes afirmaban que Perú posee una fortaleza económica a toda prueba. Eso no es cierto, por mucho que la economía se maneje responsablemente, las secuelas de la recesión tiene que afectar en algo y ahí están las cifras.
No obstante el optimismo del presidente Alan García Pérez, la economía tuvo una contracción de 2.08% en el mes de junio (referente del crecimiento) con respecto al mismo mes del año pasado. Pero no sólo ha caído el PBI, sino también se empieza a notar secuelas de la contracción y recesión.
Por un lado ha crecido la morosidad bancaria que por cuarto mes consecutivo arroja cifras negativas, como consecuencia de la contracción en la situación e ingresos de los trabajadores, y por el otro lado, la producción ha caído considerablemente. Por cierto que no es nada grave, pero ha caído.
Según cifras de la Asociación de Bancos, la morosidad creció 1.65% en julio y 1.62 en junio. Es decir, las personas no tienen capacidad de pago por el momento. Este dato tiene estrecha relación con el incremento del desempleo que subió en el segundo trimestre de este año (mayo-julio) en 8.2% con respecto al mismo período del año pasado y 0.1% con relación al primer trimestre de este año.
En términos generales, notamos una ligera contracción en todas las actividades económicas, especialmente en los rubros de manufactura y construcción, principales indicadores del PBI. A pesar del esfuerzo del sector construcción, aún no se observan visos de mayor crecimiento.
El crecimiento del 10% del año pasado ahora se contrasta con apenas el 0.34 de expansión para la primera mitad del año. Por cierto que aún es prematuro adelantar cifras, pero las correcciones en las proyecciones de crecimiento del Ministerio de Economía, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y divisiones de estudios económicos de los bancos comerciales con respecto al PBI para este año no son alentadoras.
Ha caído la demanda interna y se han perdido algunos puestos de trabajo. La desaceleración no es un buen indicador para la administración García que pretende impulsar el gasto público para atenuar en parte el impacto de la recesión y reactivar la demanda interna.
En esta área, García no tiene tantos aliados, sino pasivos colaboradores en los gobiernos regionales que con “cuenta gotas” están invirtiendo los fondos públicos. Ahí hay un cuello de botella que se podría traducir en nuevos conflictos sociales.
Si bien es cierto que la pobreza se ha reducido en áreas urbanas, ésta sigue igual o peor en zonas altoandinas y comunidades étnicas amazónicas. Por esos lugares, casi no hay presencia del Estado.
Sólo en el primer semestre se gastó un tercio de los US$ 3,200 millones contemplados en el Plan de Estímulo Económico.
Si el gobierno espera tener un buen resultado a finales de año, urge que parte del PEE se cumpla a cabalidad y que las regiones inviertan todos su presupuestos.
Sólo así se podrá mantener un crecimiento sostenido y saludable para el Perú, dejando de lado falsas expectativas y exagerados optimismos frente a la crisis financiera internacional.