El aspecto profesional que se encuentra en nuestro subconsciente, en ocasiones parece dominar la mayor parte de nuestra vida, haciéndonos ignorar otras áreas importantes de nuestro ser. Es probable que todos los esfuerzos, ambiciones y actividades diarias se canalicen sólo hacia la realización de aquellas acciones que nos conducen a alcanzar una profesión. Pero, una vez superada esa meta, empezamos nuevamente el círculo para llenar más expectativas en este sentido y así podemos continuar indefinidamente, sin preocuparnos por otras áreas de nuestra vida igualmente importantes, que quedan relegadas a simples sueños y que se posponen con cualquier disculpa.
Nos consolamos diciéndonos que avanzaremos cuando los requerimientos de la profesión se calmen un poco, para retomar nuevamente otras metas y prioridades. No obstante, con el tiempo nos damos cuenta que esos anhelos de adquirir más conocimientos nunca se calman; que en la medida en que se logran materializar ciertas metas profesionales aparecen otras, y que la única manera en que podemos trabajar en otras áreas de la vida que tenemos olvidadas, es tomando la firme decisión de hacerlo y poner en marcha la decisión tomada.
Recuerdo que a finales de 1990 encontré un artículo en el cuál se discutían los resultados de una encuesta realizada con varios centenares de científicos de todo el mundo. Uno de los interrogantes presentados allí era que si ellos pudiesen vivir nuevamente su vida, el aspecto que querrían cambiar sería el tiempo de educación a sus hijos. Asombrosamente, en esto coincidieron más de un ochenta por ciento de los entrevistados. En ese momento tomé la decisión de que no permitiría que esto me ocurriera a mi.
Decidí que todos aquellos sueños que deseaba realizar, y que aquellas actividades que yo sabía que traerían felicidad a mi vida, no podían ser pospuestas un día más. Decidí que el compartir con mis seres queridos, conocer nuevos países y culturas, o escribir libros e impactar positivamente la vida de otras personas, no seguiría siendo algo que sucedería en algún momento en el futuro, sino que tenía que acontecer en el presente. Decidí que el logro de estas metas debía vivenciarlas durante cada uno de los días de mi vida. Tomé la decisión de asumir, desde ese preciso instante, mi éxito familiar, intelectual, espiritual y personal sin ponerles unos puntos lejanos en la distancia para convertirlos en el diario vivir.
Una vez tomada la decisión, comencé a trabajar en las otras facetas de mi vida: regresé al gimnasio, comencé a escribir, decidí hacerle saber a mi esposa cuánto la amaba, no sólo con palabras sino también con acciones y descubrí, para mi asombro, que era posible alcanzar mis metas profesionales sin tener que sacrificar los demás aspectos de mi vida.
El crecimiento profesional es sólo uno de los aspectos de nuestra vida. Si bien es cierto que esta última década estuvo marcada por una excesiva preocupación por las metas profesionales, debido en parte a que los grandes avances tecnológicos y el incremento en la competitividad empresarial a nivel mundial, llevaron a muchas empresas a reducir drásticamente su personal, y pusieron a las personas en una actitud defensiva, también es cierto que de las cenizas de este cambio global ha salido un profesional mucho más consciente de sus demás papeles en el juego de la vida.
Nos queda hoy una lección importante: No permitamos que el plan personal de éxito que nos hemos trazado, se sature con metas profesionales a costa de las demás facetas de nuestra vida.
Te recomiendo que:
Establezcas metas para desarrollar tu propio programa de educación y actualización profesional, de manera que puedas estar siempre a la vanguardia en tu profesión.
Te mantengas bien informado si deseas aventajar a la competencia pues el poder está del lado de quienes poseen el conocimiento y la información.
Determines cuáles son las verdaderas razones por las que no has logrado escalar posiciones en tu empresa y actúes para modificar la situación.
Recuerda que todos podemos cambiar nuestro campo de acción profesional en lugar de quejarnos todos los días, camino al trabajo, de cuánto odiamos lo que hacemos.