Ante la crisis que vivimos, y sobre todo ante los constantes rumores que se van instalando en el mercado, es curioso que las empresas, aparentemente, no estén reforzando su red estratégica, conformada por empleados y dirigentes, clientes y proveedores, convocándola para conversar sobre la actual crisis.
Abrir el tema, ofrecería la posibilidad de opinar, escuchar a otros y a desdramatizar la situación. Esta es una manera muy eficaz de decirle a la gente que la Empresa está allí, junto a sus recursos estratégicos. Una excelente oportunidad para ejercer la responsabilidad social empresaria.
No sugiero organizar reuniones para debatir las razones que provocaron la crisis, sino para compartir lo que cada uno siente, ya sea como amenaza o como oportunidad. Entre otras cosas, sería posible organizar equipos de trabajo durante una jornada y que cada uno de los equipos vaya presentando visiones, ideas, amenazas y oportunidades. Se podría, incluso, finalizar el encuentro con un plan conjunto de emergencia. ¿Pueden imaginar la potencia que tendría esto?
Caer en frases hechas sobre las oportunidades que encierran las crisis, cosa que no dudo, sin proveerle el contenido creo que es perjudicial. Esto es algo similar a lo que sentimos cuando las cosas no nos van bien y al comentarlo con alguien, éste, muy serio y con cara de saberlo todo, nos dice “… tienes que dejarte fluir”. No se lo que les pasa a ustedes, pero a mí me dan muchas ganas de mandarlo al &•%&$. Siento que le importa un bledo lo que me pasa.
Es muy distinto cuando alguien puede aportar su visión optimista presentando una oportunidad para todos. ¿Cuál es la oportunidad? ¿Cómo la podríamos aprovechar? Acá aparece la solidaridad y el bien común. Toda la red está en el juego, no sólo algunos.
Los otros días un funcionario de un banco se mostraba “preocupado” porque sus oficiales estaban pinchados y no podían cerrar negocios en el segmento PyMe. Le pregunté si ya habían encarado alguna acción para fidelizar a los clientes. Me miró extrañado y se excusó diciendo que estaban a mil atajando penales. La prioridad para ellos era cerrar los números día a día.
Yo no dudaría, si tuviera una red de distribución armada, en convocar a cada uno de los responsables de mis puntos de venta (agentes, distribuidores, representantes, mayoristas) para conocer cómo ven a la crisis y si vislumbran oportunidades para incrementar las ventas y sacarle ventaja a los competidores. Apuesto doble contra sencillo que aparecerían unas cuantas oportunidades y que cada uno se volvería a su puesto de trabajo con la sensación de pertenecer a una “verdadera red comercial”.
No dudaría, tampoco, en invitar a mis empleados y gerentes a conformar equipos de trabajo para mejorar la calidad, bajar los costos e incrementar las ventas. Seguramente aparecerían medidas más contundentes que el ahorro en las fotocopias y en la preparación de los odiosos rankings para futuros despidos.
No hacer nada es permitir que el rumor crezca, el malestar se acomode y el miedo comience a paralizar a la gente. Es mucha la información que recibimos y si no la digerimos con inteligencia, la indigestión está asegurada. Esto termina en aquello de que todos perdemos. Mal de muchos consuelo de @•?@*@. ¿Si o no?
Convocar a una reunión para no informar que somos unos fenómenos, sino para compartir lo que se siente no es cosa común. Nos hemos acostumbrado a los eventos rimbombantes de presentaciones de productos o de planes comerciales. Todos necesitamos que nos escuchen, y a pesar de esto se suele mantener el silencio. Se habla de las preocupaciones por la situación mundial y no por la propia. Este es, ni más ni menos, el camino a la automarginación.
Ojalá que las empresas se animen y convoquen a sus recursos estratégicos y que juntos, inicien el camino de la competitividad inteligente esa misma que la moda del management ha dado en llamar business intelligence.