La asertividad fortalece el amor propio (autoestima), la dignidad y las relaciones sociales.
Para exigir respeto como líder o gerente, debe empezarse por el respeto a si mismo y reconocer aquello que nos hace particularmente valioso, es decir: Quererse y sentir que se es digno de amor. Precisamente la dignidad emocional es el reconocimiento de todas aquellas emociones positivas que nos motivan a buscar lo mejor en nuestras actuaciones.
Así como nos sentimos amados e importantes cuando alguien nos defiende y nos cuida, de igual manera la autoestima se incrementa, cuando nos resistimos a ser manipulados, utilizados o explotados.
Si se acepta pasivamente la injusticia, la descalificación o la ofensa dentro del campo laboral, se está admitiendo en los hechos y en la falta de empatía hacia el otro, que también se merece ser tratado indebidamente.
Con esto se puede decir que con el aprendizaje y el desarrollo de las habilidades intrapersonales e interpersonales, se está fortaleciendo la dignidad humana, la cual necesita de cuatro condiciones:
No ser un instrumento para otros fines distintos a los propios. Esto estaría relacionado con lo que Kant denominó el imperativo categórico o moral: “En todas sus acciones, no solo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, el hombre debe considerarse siempre al mismo tiempo como un fin”.
Ser autónomo en las propias decisiones y por lo tanto responsable de sus consecuencias.
Ser tratado de acuerdo con sus meritos y no con circunstancias aleatorias como raza, etnia, clase social o preferencia sexual, es decir, no ser discriminado por esas razones.
No ser abandonado, despreciado o rechazado afectivamente.
La asertividad, además de proteger el amor propio, permite conjuntamente con la inteligencia emocional modular la violencia interior, dando lo que los budistas llaman “ la resistencia paciente”, lo cual no es pasividad sino una estrategia para que los pensamientos y emociones negativas no se apoderen de la mente y alteren el comportamiento.
Las personas emocionalmente inhibidas y no asertivas, como por ejemplo la que utilizan un estilo represivo de afrontamiento (“No quiero sufrir más”) o un patrón alexítimico (“No entiendo las emociones”), son incapaces de relacionarse con el mundo afectivo exterior e interior. Sin inteligencia emocional y sin asertividad, no se puede disfrutar de la vida, ni comprenderla y mucho menos desarrollar una posición gerencial de manera eficaz.
A diferencia del coeficiente intelectual, que en gran parte es genético, las habilidades intrapersonales e interpersonales pueden ser aprendidas. Desarrollar estas habilidades supone práctica y compromiso por parte de las organizaciones del siglo XXI. Son habilidades que no se desarrollan durante un fin de semana o un seminario, se requiere de una práctica diligente en el trabajo por varios meses. Si las personas no ven el valor del cambio en sus actuaciones con los demás y en el fortalecimiento de su autoestima, no harán el esfuerzo.
Este entrenamiento toma meses, ya que no solo a nivel neurológico está involucrado el neocortex, sino que también entran en juego los centros emocionales del cerebro. El neocortex el cerebro pensante que aprende habilidades y técnicas puramente cognitivas, obtiene conocimiento muy rápido, pero no así el cerebro emocional.
Para dominar un nuevo comportamiento, los centros emocionales requieren repetición y práctica. Entonces mejorar la inteligencia emocional, la asertividad y la autoestima es semejante a cambiar hábitos no operativos. Los circuitos emocionales que transportan los hábitos del liderazgo tienen que olvidar los antiguos y remplazarlos con los nuevos. Mientras más se repita una secuencia conductual, más fuertes se tornan los circuitos cerebrales subyacentes.