El presente trabajo forma parte de la tesis doctoral en proceso dedicada al estudio sobre emprendimiento en personas adultas del sector rural en el estado de Yucatán. Este artículo contiene datos sobre la situación del empleo, la urgencia por una educación de adultos que específicamente conduzca a una capacitación para el trabajo y finalmente, los fines y objetivos que proponen los programas emprendedores en general, como respuesta a esta necesidad.
Empleo y educación
Según la Oficina Internacional del Trabajo (OIT, 2003), el número de desempleados aumentó en forma dramática a principios de 2001 y no detuvo su incremento hasta finales de 2002, alcanzando una cifra de 180 millones de desempleados a nivel mundial. El problema se refleja más entre las mujeres que, generalmente, trabajan en sectores vulnerables a las crisis económicas, y no se escapan los jóvenes en edad de formar parte de la población económicamente activa (PEA), pero que no encuentran empleo. Ante esta situación evidente, se ha incrementado el empleo informal, especialmente en países que no cuentan con seguro de desempleo.
El evento del 11 de septiembre del 2001 produjo un mayor impacto en toda actividad económica mundial, de una forma más intensa que a las demás zonas económicas afectó a las regiones de América Latina y el Caribe, ya que el suceso propició un aumento en la tasa de desempleo en toda la zona. Entre los efectos desvastadores puede mencionarse a la exportación como uno de ellos.
Asimismo, la recesión en Estados Unidos condujo al despido de mexicanos, especialmente de la industria maquiladora. Según datos del IMSS (INEGI, 2001), un total de 400,000 puestos de trabajo se perdieron entre noviembre del 2000 y noviembre de 2001.
Sin embargo, Salas (2002) menciona que la pérdida de empleos en México, no se traduce en niveles más altos de desempleo. Pocos trabajadores pueden permitirse estar desempleados por mucho tiempo, por lo que se ven forzados a aceptar cualquier empleo disponible, sin importar las condiciones de paga, horario, o compatibilidad de habilidades. Por lo tanto, el desempleo en México está viciado por el empleo precario y mal pagado. Lo que implica tener empleos inestables y de baja productividad. Sin embargo, estos empleos representan entre 40 y 42% de la mano de obra urbana total, (INEGI, 2002).
También, se puede ver que la mayoría de micronegocios son dirigidos por trabajadores independientes que, a menudo, son parte de la familia y que ejercen algún trabajo sin devengar ningún salario. Otra característica de estos negocios es que la mano de obra trabaja más de 12 horas, no tienen Seguro Social y, muy probablemente, tampoco las prestaciones mínimas establecidas por ley.
Al igual que el resto del país, en Yucatán los indicadores del factor empleo señalan que hubo un aumento en el índice de desempleo (INEGI, marzo, 2003). Específicamente en las maquiladoras el volumen de producción tuvo el índice más bajo de los últimos tres años (Kaplan, 2003).
Aunado a toda esta problemática del empleo per se, el Banco de Información Económica (2003, enero, en red), menciona que la tasa de desempleo en personas con 45 años o más está incrementándose debido a la falta de competitividad y certificación de habilidades. Por lo que la necesidad en sí misma de tener empleos se conjuga no solo en espacios laborales sino en procesos educativos necesarios para encauzar toda esa fuerza laboral existente y sin oportunidades.
Es pues necesario reconocer que la capacitación para el trabajo peranece como el área menos atendida dentro del campo de la educación y más aún, en el campo de la educación de adultos, siendo específicamente la alfabetización y la educación básica a las que se ha dado una mayor importancia (Pieck, 1998). Por lo tanto, la capacitación técnica, es decir, la capacitación para el trabajo, es una práctica casi inexistente.
Si bien es cierto que no se la ha dado la debida importancia si ha sido una constante a lo largo de la década de los 80’s. Un claro indicador de ello es el Proyecto Multinacional de Educación y Trabajo, proyecto de la OEA que consistía en generar iniciativas que contribuyeran al análisis y diseño de estrategias en el campo de la educación de adultos y el trabajo (García, 1992). Fue a raíz de este proyecto que se buscaron acciones encaminadas a promover y resolver esta temática en el continente latinoamericano.
La educación de adultos adquiere una nueva dimensión al constituir un instrumento con gran potencialidad para permitir el acceso de amplios sectores excluidos y marginados a los conocimientos y competencias requeridos en el nuevo escenario mundial (Silveira, 1998:9).
Las tareas de la educación técnica en los sectores de pobreza son:
• Acercar una oferta educativa relevante y de calidad;
• Permitir el acceso de la población de estos sectores a las nuevas competencias y al alfabetismo tecnológico con objeto de promover la empleabilidad en estos sectores y no incurrir en nuevos procesos de exclusión social.
Es de conocimiento de todos que no se puede esperar tener empleos disponibles si no hay crecimiento económico, pero tampoco puede esperarse una inserción eficiente de recursos humanos si no hay empleos estables y de calidad.
Se trata de reconocer el potencial educativo de los distintos espacios y valorar su aporte –en términos de conocimientos, actitudes y habilidades– para la incorporación social y productiva de los individuos. Esta nueva conceptualización conduce pues a revalorizar el trabajo como fundamento educativo y a reconocerlo como proceso inherente a la cotidianeidad.
Hablar de educación para el trabajo exige reconocer y encontrar los mecanismos para asegurar un continuo educativo que se inicie en la niñez y continúe a lo largo de la vida. Es decir que inicie con la educación básica –responsable de aportar la adquisición de los nuevos códigos y de las competencias básicas para la “empleabilidad” (básicamente se refiere a las posibilidades de encontrar empleo que tiene una persona en términos de competencias), para poder insertarse en el mercado de trabajo (Kantis, 2002), hasta integrar la formación escolarizada o profesional y la capacitación específica propia de la educación de adultos.
Este continuo debe darse entre la familia, la capacitación organizada y sistemática y el aprendizaje en los espacios de trabajo –formal o informal– la capacitación aislada ciertamente no crea empleos, precisa que se acompañe de apoyos laterales y articulaciones institucionales para que cuente con mejores posibilidades de incidir en la incorporación productiva de la población de bajos recursos. Precisa, a su vez, que se oriente al fortalecimiento de aquellas actividades económicas que se desprenden del sector informal, de las actividades tradicionales de la gente, de la naturaleza propia del medio rural.
Es necesario por tanto desarrollar contenidos curriculares relacionados con la gestión local, la participación, la microempresa, los procesos de desarrollo autosostenible y actividades que se deriven de situaciones y experiencias comunitarias. En el mismo sentido se requieren estructuras curriculares modulares y flexibles que se adapten a las necesidades de los distintos grupos de participantes. En este marco, el autoempleo ha sido visto como una opción clave frente a las restricciones que presenta el mercado formal de trabajo para incorporar a población egresada de los centros de formación para el trabajo. Sin embargo, es necesario reconocer las limitantes que presenta el autoempleo, particularmente en el segmento de los jóvenes, al estar condicionada su funcionalidad a la consideración de variables como la edad, la falta de experiencia, niveles de escolaridad, la falta de un capital, etc.
En este sentido, partiendo de las limitantes del contexto y del perfil de la población objetivo, se requiere de propuestas creativas que vinculen a los jóvenes con los espacios de trabajo y que promuevan el desarrollo de fuentes alternativas de autoempleo. Los vínculos interinstitucionales representarían un gran aporte para el desarrollo de esta tarea al complementar y dar cauce –laboral, financiero, etc.– a las diferentes iniciativas.
La oferta de programas de capacitación en los sectores de pobreza se debe dar dentro del marco de un “aprender a emprender”. Bajo esta lógica, la estrategia apunta a potenciar las pequeñas actividades económicas, los pequeños emprendimientos que tiene la gente, en muchos casos las estrategias de supervivencia. Se trata de contar con ofertas de capacitación que tengan como premisa de su actividad el sentido común, la necesidad de entender que la simple capacitación no basta si la idea de desarrollo productivo no está en la mira de las intervenciones de capacitación (Pieck, 1998).
El “aprender a emprender” refiere justamente lograr que la gente desarrolle competencias que le permitan iniciar, potenciar y desarrollar actividades económico-productivas, cualquiera sea el tamaño y el giro de éstas. Así es que la coordinación interinstitucional es la que garantiza que los programas incidan en el desarrollo de las actividades económicas y puedan repercutir en el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente. La coordinación con instituciones de financiamiento, de organización, de comercialización, ayuda a que los conocimientos adquiridos vía la capacitación lleven a la incorporación productiva y a la generación y desarrollo de emprendimientos.
La coordinación interinstitucional es la que potencia la esfera de posibilidades de la capacitación técnica, así como permite complementarla con actividades en las áreas de salud, vivienda, servicios de educación básica, certificación, etc.
Las competencias laborales
La década de los 90’s se caracterizó como se ha planteado por un alto índice de desempleo que se alinea con la naturaleza cambiante del mercado de trabajo, lo que hizo que “los empleos y las calificaciones se transformen” (González García, 1993) y la educación planteara un nuevo esquema.
El dictamen IRDAC (Industrial Research and Development Advisory Comittee of the Comission of the European Communities), presentado en Bruselas, señala que “los empleos no calificados tienen que reducirse, e incrementarse de manera sustancial la mano de obra mucho mas calificada” (en De Wert, 1996), lo que favorece el incremento de desempleo, y por otra parte, la necesidad de organismos que permitan la certificación de habilidades específicas en el contexto laboral actual. Aunque también establece las bases para una nueva problemática, los que tienen habilidades y necesitan habilidades nuevas para cumplir con el mercado laboral, y aquellos que el aprendizaje de estas habilidades los rebasa debido a sus bajos conocimientos iniciales.
Por otro lado, la OCDE (1989) menciona que, “la reducción del desempleo de un país no se consigue hoy únicamente persiguiendo un mayor crecimiento macroeconómico, sino que, paralelamente, es necesario asegurar un flujo suficiente de fuerza laboral calificada al mercado de trabajo”, lo que implica que el sistema educativo tiene un trabajo mayor en su quehacer: la reducción de la distancia entre la competencia y el empleo.
Los países europeos coinciden al mencionar que las competencias de base que necesitan los trabajadores actuales tienen mucho que ver con actividades humanas profundas como son: capacidad de tomar iniciativas, seguir un razonamiento abstracto, aprender por sí mismos y trabajar en grupos (Nyhan, 1991 y Caspar, 1991). Las propuestas de educación formal al que accesan los adultos tienden a incrementar lo conocimientos en vez de permitir el descubrimiento o reconocimiento de estas habilidades y destrezas de vida.
Ciertamente se requiere un nivel de competencias básicas para los adultos (Ibarrola 1998; Opalín, 1999; OCDE 2001) y establecen en el fundamento teórico la alfabetización, formación matemática, cultura tecnológica, capacidad científica y agregan que no deben dejarse a un lado la educación emocional, artística, cívica y ética.
Otros autores (Castro y Carvalho, 1988; Ropé y Tanguy, 1994; y Gallart y Jacinto, 1995) señalan que las competencias son para todos, pues se ha demostrado que no basta una formación técnica de meses, ni una formación especializada (profesional) de varios años. Y continúan mencionando que las competencias fundamnetales solo se logran cuando el individuo tiene una correcta aprehensión de la realidad y actúa sobre ella, y sostienen que sólo se logra en el ejercicio de la vida laboral. Así pues, la experiencia en el trabajo es el vehículo clave para estos aprendizajes, las IES han propuesto desde siempre este concepto a través del servicio social, las pasantías, prácticas profesionales y estancias, sin embargo se ha visto que esto no es suficiente. Actualmente una credencial educativa no asegura la competencia laboral.
Se requiere de una experiencia laboral variada y acompañada por una reflexión educativa, entonces se desarrollarán estas competencias tan deseadas.
Tendría que concluirse, que no todas las competencias pueden detallarse en las actividades de una ocupación que produzcan las competencias requeridas, ya que no siempre se puede lograr la aproximación a la realidad concreta. Debe de reconocerse que existen competencias que incluyen conocimientos “indefinibles” que se aprenden en la experiencia social y laboral, que no pueden ser transmitidos en un ámbito escolar.
La adquisición de competencias es un largo proceso: no se evidencia en la acumulación de credenciales sino en la demostración de una capacidad de desempeño en situaciones problemáticas específicas. Stroobants, (1994) considera que, más que como un producto, las competencias deben ser consideradas como un proceso de habilitación donde es competente aquel que está habilitado y demuestra un dominio del conocimiento y aplicación específico.
La acreditación de competencias debe tener tres características necesarias para ser útil en el mercado de trabajo: a) visibilidad para los empleadores y las asociaciones profesionales; b) transferibilidad de un sector educacional a otro; c) que puedan trasladarse de un tipo de puesto de trabajo a otros. Para obtener una Calificación por Competencias (NVQ) no se precisa un examen por escrito, se evalúa por observaciones en el lugar de trabajo, o por simulaciones prácticas, preguntas orales, proyectos, etc.
De ahí que los programas de educación informal que acercan al individuo a la vida práctica a través de simulaciones o desarrollo de proyectos tienen hoy por hoy un papel importante en el desarrollo económico. Una forma de desarrollar competencias que específicamente sirvan para el autoempleo y la creación de nuevos empleos es participar en una experiencia emprendedora, que permita a los adultos capitalizar sus habilidades y destrezas, descubriendo las competencias que tienen para esta tarea.
Los programas emprendedores
Los propósitos inmediatos de una empresa que se gesta en cualquier Programa Emprenedor [PE] son de tipo educativo con amplia tendencia económica. La visión de un programa emprendedor está dirigida a lograr empresas generadoras de riqueza que permitan la promoción del autoempleo, la creación de empleos y fortalezcan el desarrollo económico verdadero y sostenible que el país necesita. (DESEM, Manual del Programa, 1997). A su vez, la misión es ser formador de conocimientos, habilidades y actitudes promoviendo en el mayor número de personas el “espíritu emprendedor” que les permita desarrollar su propio empleo y así, generarlo para otros. (Argüelles, 1998, comunicación personal).
El programa emprendedor en México tiene como fuente el método transferido por la Junior Achievement desde 1919. En nuestro país, IMPULSA, organización no lucrativa patrocinada por el Confederación Patronal de la República Mexicana [COPARMEX] incluyendo todos sus centros filiales a lo largo y ancho de la República, desde 1975.
Aunque esta organización junto con el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey [ITESM], fueron pioneros en la República Mexicana en el desarrollo del programa, un sin fin de instituciones han terminado por desarrollar un programa propio acorde a sus necesidades, como ejemplos el ITESM, la Universidad de Guadalajara, la Universidad UPAEP, y localmente, el Instituto Tecnológico de Mérida y la Universidad Modelo, entre otros.
El programa ofrece la oportunidad de participar en el desarrollo de una empresa, siguiendo un modelo educativo que permite operar una empresa descubriendo en la práctica las interrelaciones entre las funciones administrativas, a su vez, la relación de ésta con otras empresas y finalmente el desarrollo de los conocimientos, habilidades, y actitudes que requiere un emprendedor.
Las principales características de una empresa de este tipo son las siguientes:
• El aprendizaje para la vida empresarial mezclando aspectos económicos tangibles y necesarios.
• El trabajo en equipo semejante a una empresa de la vida real.
• Capacidad de desarrollarse personalmente y descubrir su habilidades emprendedoras (Motivación, superación, trabajo a presión, iniciativa, creatividad, necesidad de tomar riesgos).
Sin embargo, para lograr la misión propuesta se requiere despuués de la primera práctica de negocio de asesorías suficientes que permitan la inserción en la vida económica de la naciente empresa, y un poco más adelante, ayudarla a ser sujeto de créditos (si fuese necesario) para un desarrollo óptimo.
Estos programas emprendedores se han desarrollado a lo largo y ancho de todas las naciones. Vesper y Gartner (1997) investigaron el número y tipos de cursos emprendedores alrededor del mundo, y encontraron cerca de 22 cursos enfocados a los procesos de inicio o de desarrollo y 13 cursos encaminados a la administración y crecimiento del negocio.
La Appalachian Regional Commission (1999) relaciona 64 programas emprendedores existentes en los Estados Unidos, de los cuales sólo 22 son aplicables a adultos.
El supuesto fundamental de estos programas es que se debe preparar a los niños y jóvenes desde la escuela a fin de que asuman interiormente el compromiso que se requiere de ellos para fortalecer la economía de los países, pero se han olvidado de la gran población adulta desempleada que requiere con urgencia una oportunidad y un desarrollo de sus propias capacidades.
Con este mismo espíritu, Silvia de Torres Carbonell, desde su experiencia empresarial y su actual actividad académica, y David Grayson, desde la visión de un líder empresario de máxima responsabilidad de una organización transnacional mencionaron en el V Encuentro Anual de Empresarios organizado por ACDE, en abril de 2001 en la revista Empresa mencionan que “Si la educación es el medio por el cual logro modificar actitudes y comportamientos, casi diría que hay una relación absoluta entre educación y emprendimiento; vale la pena, entonces, pensar en educar a los emprendedores. Puede ser que haya muchos emprendedores que nazcan, pero seguro que todos necesitan hacerse y capacitarse como tales”. (De Torres Carbonell, conferencia, 2001).
Jacinto (1999) menciona que al impartir estos programas emprendedores y cualquier otro que impliquen cambio, crecimiento y desarrollo será necesario tomar en cuenta la teoría de desarrollo que competa a la persona que se está formando. Los esfuerzos deben estar dirigidos al desarrollo de un programa que promueve una identidad basada en cualidades como: flexibilidad, creatividad, apertura a la experiencia y responsabilidad, así como competencias básicas (Ibarrola, 1998) y competencias de mayor nivel (Gallart y Jacinto, 1995).
Con los programas emprendedores se busca deliberadamente el cambio (de la persona, del grupo de trabajo), y el desarrollo social (empleo, autoempleo, desarrollo económico). Este desarrollo requiere de personas encaminadas hacia un crecimiento específico y cualitativo.
El emprendedor y las empresas
El emprendimiento y los pequeños negocios están ciertamente relacionados pero no son conceptos sinónimos. El emprendedor tiene un tipo de comportamiento que se concentra en las oportunidades más que en los recursos (Stevenson y Gumpert, 1985). Este tipo de comportamiento puede aparecer en pequeños o grandes negocios pero también en cualquier persona que emprende. Por otro lado, los micros y pequeños negocios pueden ser un vehículo para el cambio, como lo presenta el modelo Shumpertiano al introducir nuevos productos y procesos que cambian la industria y a la gente (Wennekers y Thurik, 1999). El grupo más grande de emprendimientos incluye todo tipo de franquicias, cuidadores de tiendas y gente en ocupaciones profesionales. Ellos representan lo que Schumpeter (1912) concebía como su “Teoría del Desarrollo Económico”, él enfatizaba el rol del emprendedor como primera causa para el desarrollo económico, describía que el talento de la innovación emprendedora incubaba empresas a través de introducir nuevas invenciones haciendo que las tecnologías existentes y los productos se volvieran obsoletas y buscaran regenerarse o reinventarse.
Schumpeter, en 1942 describe como las grandes empresas crean a las pequeñas empresas como grupos de trabajo que se dedican a componentes especiales o que requieren mucha inversión de tiempo, convirtiéndolas en sus proveedoras, además de generar espacios para actividades relacionadas con la investigación y desarrollo. Estos cambios mencionados y descritos por el autor nunca fueron tan claramente vistos como ahora cuando se concibe el outsourcing como parte esencial de mantenimiento de las grandes empresas y el inicio de muchas pequeñas.
La literatura científica reciente menciona que los emprendimientos y los pequeños negocios se relacionan directamente con el crecimiento económico de los países, así lo demuestra el estudio realizado por The Global Entrepreneur Monitor [GEM], en donde se demuestra la relación que existe entre emprendimientos y pequeñas empresas con el desarrollo económico.
¿Quién es emprendedor?
El concepto de Emprendedor proviene del francés entrepreneur (pionero), siendo utilizada inicialmente para referirse a los aventureros que no saben con certeza que esperar.
Schumpeter (1883-1950) utilizó el término por primera vez para referirse a aquellos individuos que con sus actividades generan inestabilidad en los mercados.
La escuela austriaca manifestó una discrepancia con respecto al término, pues muchos emprendedores lograban mejorar y hacer más eficiente la red comercial, anulando las turbulencias y creando nuevas riquezas.
De cualquier ángulo, el emprendedor es capaz de enfrentar eficazmente los desafíos que presenta el cambio constante, así como satisfacer a los clientes por sobre lo que la competencia ofrece, promoviendo un enriquecimiento en el que todos ganan. Un emprendedor tiene un sentido de compromiso y responsabilidad social y el cambio es parte de su naturaleza; busca adelantarse al tiempo y tiene interés en agregarle valor a lo ya existente, mejorar e innovar continuamente. No sólo tiene ideas brillantes, sino que requiere ponerlas en práctica; no sólo las señala, sino que se compromete con ellas (Selamé, 1994).
Silvia de Torres Carbonell (2001) apayada en lo expresado por Schumpeter que el emprendedor es la persona que crea innovación, y es a través de la innovación que se crea la riqueza. Realmente la riqueza de los países la crean los emprendedores que innovan, que transforman, que ven una oportunidad en algo y deciden que a través de eso puede haber un nuevo mercado, un nuevo producto, una nueva forma de hacer un negocio, un nuevo sistema de distribución, un nuevo servicio.
En un estudio presentado por Alda y Selamé (2003:2) se definió la acción emprendedora como “toda acción innovadora que, a través de un sistema organizado de relaciones interpersonales y la combinación de recursos, se orienta al logro de un determinado fin”, enfatizando con ello que la acción emprendedora tiene que ver con la capacidad de crear algo nuevo y con la creación de un nuevo valor. La acción empresarial, que persigue fines de lucro, constituye una de las variadas formas de emprendimiento.
Para el autor Roger Firestien (2004), la creatividad y el espíritu emprendedor son conceptos que están “íntimamente” relacionados. El emprendimiento económico fue definido como “la combinación de factores productivos para el desarrollo de un proceso que transformará determinados bienes y servicios en nuevos bienes y servicios que serán, supuestamente, de mayor valor, todo ello con la resultante del logro de algún margen de utilidad o ganancia”.
Para Hugo Kantis (2002), un emprendedor denota una característica esencial, “empresarialidad” que es la capacidad para crear y desarrollar nuevas iniciativas empresariales.
El estudio realizado por Kantis tiene por objeto determinar el proceso de creación de nuevas empresas donde analiza tres etapas ya diferenciadas: a) la gestación del proyecto empresarial; b) el lanzamiento o puesta en marcha de la empresa; y c) el crecimiento de la misma en su andadura inicial. Existen una variedad de factores que influyen en el comportamiento del empresario potencial, desde la motivación misma para ser empresario hasta los contactos que le ayudan a resolver los problemas con los que se enfrenta.
El verdadero emprendedor es un calculador de riesgos. Tiene que tener una capacidad de sacrificio. Es una persona optimista. ve lo positivo, siempre considera que puede hacerlo, ese anhelo de hacerlo mejor. Es innovador y creativo. características del emprendedor: perseverancia, determinación, visión, compromiso, iniciativa, autoexigencia, pasión y coraje (De Torres Carbonell, 2001).
No existe un prototipo de emprendedor. A uno le debe gustar lo que uno hace, debe tener pasión por lo que hace. Esta pasión debe estar presente en todo, tanto en la concepción general del emprendimiento como en el día a día del mismo. Se debe tener iniciativa y reconocer la iniciativa de los demás. Un emprendedor debe estar dispuesto a arriesgar más y recibir menos hoy, con la esperanza de arriesgar menos y recibir más mañana.(Braun, 2001)
Los emprendedores crean constantemente nuevas fórmulas para resolver sus problemas. Un emprendedor estimula su propio ambiente creativo, pensando siempre en términos de soluciones y oportunidades, más que viendo los acontecimientos como un problema.
Cabe señalar que no siempre resulta factible asociar un solo y determinado rasgo a la persona emprendedora. El perfil del emprendedor que nace de la revisión de la literatura especializada, del análisis de datos secundarios, y de sostener conversaciones con expertos (De Torres Carbonell, 2001; Grayson, 2001; Alda y Selamé, 2003; Firestein, 1996, 2004; DEMAC,1990; Bermejo, Rubio y de la Rosa,1992), lleva a un conjunto de rasgos centrales (tabla 1) que caracterizan el perfil del emprendedor de negocios.
Tabla 1: Rasgos sobresalientes en el perfil del emprendedor.
Rasgos básicos emprendedores |
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Factores críticos del emprendedor |
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Características deseables |
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Fuente: Compilado de De Torres Carbonell, 2001; Grayson, 2001; Alda y Selamé, 2003; Firestein, 1996, 2004; DEMAC,1990; Bermejo, Rubio y de la Rosa,1992.
El espíritu emprendedor
¿Por qué usar la palabra espíritu? La palabra espíritu apunta a varias cosas. En primer lugar apunta a que no puede consistir en reglas. Tiene que consistir más bien en sensibilidades, en estados de ánimo, en una cierta apropiación de la historia, en un cierto estilo. Entonces la pregunta es ¿Cómo y dónde se forman los espíritus? (Bermejo, et al., 1992). El Emprendedor debe tener un espíritu emprendedor, que puede ser enseñado (De torres Carbonell, 2001).
Kovadloff, (2001) define el Espíritu Emprendedor como un rasgo inherente al hombre como hombre, y enfatiza “se es emprendedor porque se es humano, y no se renuncia a ser emprendedor porque sería como renunciar a ser humano”. Se trata de una iniciativa que se toma desde la condición humana para ser mejor y más profundamente humanos.
El Espíritu Emprendedor no es una condición que se logra meramente con el deseo, sino que se trabaja desde la voluntad. Kovadloff menciona que un rasgo distintivo del espíritu es aquello que socialmente se observa como la solidaridad ciudadana (países como los de América Latina saben de ello), ya que a pesar de todo lo que se ha vivido económicamente no se ha dejado de esperar con Esperanza. Si bien, el espíritu emprendedor es el motor del crecimiento, puede decirse también que el deseo es el motor del espíritu emprendedor. Lo característico de este “espíritu emprendedor” es la capacidad de superar el obstáculo, trascenderlo, porque estos obtáculos no lo amenazan ni lo disipan (Braun, 2001).
El espíritu empresarial constituye el resultado de tres dimensiones que trabajan conjuntamente y que favorecen a su descubrimiento y desarrollo: 1) las condiciones propicias del encuadre, 2) los programas de gobierno bien concebidos y 3) una actitud cultural positiva. (OCDE, 1999).
En un estudio realizado por GEM (2002), en 37 países se encontró que el rango de edad pico de actividad emprendedora se sitúa entre los 25 y 34 años, y le siguen las edades comprendidas entre los 35 a 44 años. Se encontró que el peso o la participación de las mujeres tailandesas sobrepasan la actividad emprendedora de forma superior al promedio de los países que participaron de la investigación. (ver figura 1), de cualquier modo, el peso de la mujer es superior en países como India, Argentina, Brasil, China y México.
Respecto del nivel educativo se encontró que la educación post secundaria tiene una mayor influencia en el nivel de actividad emprendedora que la educación primaria o secundaria.
También puede observarse en la figura 2 las condiciones del sector emprendedor, el indicador GEM se denomina Actividad Emprendedora Total (TEA, por sus siglas en inglés) y la relación de ésta con la necesidad por país. México se encuentra en los niveles más altos.
Figura 1:
Actividad emprendedora por género y país
Fuente: Reynolds, P.D., et al. (2002). Global Entrepreneurship Monitor: 2002 Executive Report . p. 26.
Figura 2
Relación del total de actividad emprendedora, la necesidad y la oportunidad de emprender
Fuente: Reynolds, P.D., et al. (2002). Global Entrepreneurship Monitor:2002 Executive Report .p. 9.
Torres Carbonell (2001) menciona que el modelo de proceso emprendedor ha recabado suficiente evidencia que demuestra cómo afecta el crecimiento económico nacional, obviamente el dinamismo de los negocios, entendiendo por ello el permanente nacimiento, regeneración, reestructuración, expansión y también muerte de empresas, esa permanente turbulencia, es la que le da a las economías una fortaleza que ayuda a su crecimiento económico. También menciona que una mirada hacia países más avanzados, permitiría ver que desde la década de los 80’s hasta el 2000 se crearon en Estados Unidos 34 millones de empleos, mientras que las 500 empresas Fortune perdieron 5 millones de empleos, o sea que se crearon 39 millones de empleos, de esos 39 millones de empleos nacieron el 90% en empresas de menos de 100 personas, que a su vez representa el 80% en empresas de menos de diez años. Esto habla de un dinamismo y de una destrucción creativa o creación destructiva, como la llama Schumpeter (1942).
Los datos sobre el índice de innovación (desarrollo y nacimiento de empresas nuevas) en Estados Unidos en los últimos 40 años muestra que el 50% de éstas nació de los entrepreneurs pero a su vez, el 95% se considera innovación radical, es decir realmente transformadora porque nace de las pequeñas y medianas empresas de los enprendedores y no en las grandes corporaciones. Claro que no puede deslindarse, ya que es a través de las grandes corporaciones llevan a las pequeñas y medianas al mercado haciéndolas crecer. En latinoamerica puede observarse en la figura 3, la incidencia de nuevas empresas reportadas por GEM en 2001.
Puede concluirse, (Selamé, 1994; Schumpeter, 1912; Torres Carbonell, 2001) que es la innovación una de las características principales del emprendedor.
Figura 3:
Relación de actividad emprendedora total, en relación con firmas nacientes y menores a un año.
Sugerencias de desarrollo emprendedor
Un programa emprendedor debe formar a los empresarios y además formar a los ejecutivos con mentalidad empresarial, con mentalidad emprendedora. Ese es el primer objetivo que se propone GEM, el segundo es crear una red de interés emprendedor, porque el mundo es una gran red, y la globalización tiene la ventaja de hacer que todos puedan estar al mismo tiempo juntos.
Finalmente, el tercer objetivo es difundir el pensamiento emprendedor basado en las características del perfil emprendedor: innovador, creativo, autodeterminado, exigente, con espíritu de sacrificio. Pensamiento que debe ser difundido en y por todas las organizaciones. (Grayson, 2001).
Selamé (1994) refiere que la convergencia entre los programas emprendedores detectadas en su estudio se establecen en los siguientes términos: ninguno de ellos mantenía programas especialmente dirigidos a los jóvenes o a los adultos; en todos los programas se concedía gran importancia al desarrollo personal y/o a la detección de ciertos rasgos personales, como condición previa para la entrega de apoyos; y finalmente, se tiene la creencia de que ser emprendedor es una capacidad innata del ser humano.
Se sugiere pues, que la aplicación de los programas emprendedores contemplen para un funcionamiento exitoso.
• La formación de redes de apoyo. Los programas resultarán más efectivos en la medida que representen a un mayor número de comunidades frente a las diferentes instancias estatales que tengan ingerencia en el apoyo y generación de microempresas.
Las características propias de las unidades productivas de sobrevivencia de las comunas pobres reclaman una intervención basada en un trato especial, que contemple los reales requerimientos y las condiciones propias del funcionamiento de estas iniciativas y se asuma la diversidad y heterogeneidad con que éstas se presentan.
Podría complementarse la función de apoyo con sistemas de información actualizados que permitiesen conocer el comportamiento de la oferta y la demanda por determinados productos y servicios, los cuales orientarían a los emprendedores respecto de las “oportunidades de negocios” existentes y posibles en su comunidad.
• Focalización del programa. Fortalecer y favorecer el trabajo emprendedor en jóvenes y adultos, que vivan en zonas precarias donde la familia pueda compartir la tarea, y que reciban una formación basada en competencias que incluyan conocimientos, habilidades y actitudes aplicables en un campo real y fértil.
• Capacidad de sostenibilidad. La creación de emprendimientos basados en el deseo de establecer una empresa formal partiendo de la necesidad y la oportunidad.
• Opciones de financiamiento reales. Establecimiento de relaciones firmes y concretas con el gobierno o con fuentes de financiamiento, que favorezcan el establecimiento de negocios, y no que busquen la destrucción de los mismos, a través de altos intereses que favorezcan la incapacidad de recuperación de capital.
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