Producción del conocimiento
1. Introducción
Nos creemos dueños de la realidad cuando discutimos sobre temas de economía, política, gerencia, educación, asuntos públicos y hasta de situaciones foráneas. Nos hacemos eco de opiniones, como si fueran nuestras, a partir de noticias y comentarios realizados en los medios de comunicación, sin darnos cuenta que formamos parte de lo que se conoce como una matriz de opinión. Defendemos nuestras «verdades» sin considerar, que la opinión que tenemos de la realidad, está influenciada por nuestras necesidades personales, vivencias profesionales, intereses y mundo cultural. Por otra parte la falta de una conciencia objetiva sobre la realidad hace que ésta se sitúe por encima de la capacidad de intervenirla, pues se torna distorsionada y subjetiva ante nuestra percepción.
El subjetivar va mucho más allá de condicionar la interpretación de la realidad; limita la capacidad de intervenirla para ponerla a servicio personal y colectivo. Consideramos que lo que “conocemos” antecede la existencia del mundo real. De esta manera, cuando enfrentamos una determinada circunstancia y ésta no se encuadra dentro de la concepción que de ella tenemos, limitamos nuestra participación anteponiendo juicios de valor a la misma.
Si los patrones teóricos con los que apreciamos la realidad no cuadran, emitimos juicios sobre ella, la etiquetamos con epítetos que reflejan nuestra propia incapacidad para abordarla. La incomunicación existente entre la realidad y el sujeto, impide la posibilidad para intervenirla. Al no existir un diálogo fluido, se imposibilita demostrar, ante sí mismo, la capacidad personal de alcanzar logros, reduciéndose la autoestima, asumiendo posiciones conservadoras y una actitud medrosa. Allí radica el problema, nos sentimos temerosos y propensos a seguir patrones conductuales socialmente aceptados, sin evaluar su pertinencia respecto a la seguridad individual que genera.
La limitación para intervenir la realidad, está prácticamente generalizada en el hombre actual. Posee cada día mayor cantidad de información, pero menor capacidad de solventar los retos que le impone su realidad. La concentración urbana ha alejado al hombre de la actividad rural, de donde extraía los bienes con los cuales satisfacer sus necesidades; utilizando sus propias capacidades físicas e intelectuales para producir.
El hombre se ha aislado en la ciudad, perdiendo el mecanismo idóneo de autovaloración personal, su habilidad para satisfacer los requerimientos personales y colectivos. En el medio urbano, solventa sus necesidades a través del amiguismo, la adulación, la participación política entre otros, mecanismos éstos, que lo frustran, enajenan, lo hacen agresivo, medroso, individualista, y contribuyen muy poco en su autoestima.
Para conciliar la supervivencia urbana y los métodos empleados para lograrlo, el hombre utiliza subterfugios anímicos y emocionales que le ofrecen soporte a su personalidad. Busca explicación de su situación personal, en antecedentes cognoscitivos adquiridos e inducidos a través de los mecanismos formales e informales de socialización. Si bien el conocimiento adquirido hasta la actualidad ha probado su utilidad, el mismo está montado sobre un marco “filosófico”, que intencional e implícitamente induce en el hombre, una forma constructiva del pensamiento, que lo aferra a aquello que “conoce”, uniformando así su conducta, haciéndolo cada vez más conservador.
Al condicionar la construcción del pensamiento del hombre a valores, principios y normas que son ajenos a la condición humana, su conducta personal entra en contradicción con sus necesidades, sintiéndose ajeno a su entorno, a su realidad y hasta a sí mismo.
Se puede desenvolver en cualquier área del saber y del desempeño social, siempre y cuando la realidad no entre en contradicción con la información que le ha sido suministrada. Dentro de estos límites, todo marcha bien. Pero al ser retado por necesidades y problemas que se encuentran fuera de los límites y concepciones teóricas preestablecidas, es entonces cuando el hombre encuentra reducida su capacidad para comprender e interpretar la realidad y, por ende, su capacidad para modificarla se ve mermada. No es capaz de desarrollar una conceptualización propia, ni se atreve a correr el riesgo de ser juzgado por ello.
Es conveniente aclarar que los paradigmas dentro de los cuales evoluciona el hombre le ofrecen seguridad, pero en ocasiones están en contradicción con su propia naturaleza. Al colocar las decisiones personales en fuerzas superiores, el hombre se vuelve un ser manejable, se desdibuja dentro de la masa social pero en ese anonimato se siente seguro. Esto ha permitido construir y consolidar la sociedad que hoy conocemos. El marco ideológico que regula el devenir social e individual del ser humano y condicionar su conducta, permite la constitución y consolidación de la institución social.
La sociedad tiene intereses y mecanismos de perpetuación que están muy por encima del hombre, los cuales limitan su capacidad para satisfacer la necesidad de supervivencia, en la misma medida que fomenta la concentración urbana donde las actividades de servicio son privilegiadas a expensas de las actividades productivas. La contradicción interna del ser y la posición social que ocupa entran en conflicto. La seguridad personal y la autoestima carecen de soporte real: al no tener, no valgo, no soy. Los conflictos sociales causados por la apropiación y acumulación de los excedentes de producción, toman también expresión en el conflicto interior del hombre.
Lo normativo e institucional se mantienen por encima de a quien supuestamente sirve. El Estado, la sociedad, la educación, la empresa, la salud, la seguridad, el gobierno, la producción, la religión, las normas, las leyes y las creencias, requieren ser servidas, pero no centran su atención real en el hombre. Por ejemplo, la educación se sirve así misma, difundiendo “verdades”, sin prestar principal atención en fomentar la capacidad analítica, ni la creatividad. Es una institución conservadora y perpetuadora de la sociedad que la concibe.
Como mencionamos anteriormente, la sociedad ha prestado un gran servicio al hombre en cuanto a la seguridad que le ofrece en lo que se refiere al bienestar material, pero el desarrollo trascendental del hombre, no ha estado entre sus prioridades.
Siendo el hombre actor, creador y artífice de la institución social, ha caído en su propia trampa. El sistema se ha encargado de mantener su dinámica y coherencia, situándolo por debajo de su propia creación. Si bien históricamente el hombre buscó explicaciones a sus inquietudes, en mitos y mistificaciones de la realidad, esta dinámica lo envolvió de una manera tal, que muy a pesar del desarrollo tecnológico alcanzado, el hombre se ha convertido en el vehículo para preservar lo tradicional. A pesar de esta relación entre la sociedad y el individuo, el intelecto humano promedio se diversifica e incrementa continuamente en complejidad y riqueza; surgen así, una epistémia centrada en el objeto, en la realidad.
Para perpetuarse, la sociedad mantiene paradigmas filosóficos transmitidos de generación en generación, independientemente de las formas que tomen las teorías explicativas de la realidad. El punto de vista epistemológico que impera desde las primeras agrupaciones sociales, prevalece prácticamente inalterable. Las concepciones míticas y místicas que han venido explicando el mundo real y el rol humano, anteponen intencionalmente conceptos que se han comportado más como ideologías dominadoras, que como interpretación de la estructura del pensamiento, comúnmente se conocen como filosofía.
La relación entre el hombre y su realidad es un hecho material y concreto. Se origina para solventar sus necesidades básicas de sobrevivencia y está condicionada por el desarrollo alcanzado en los medios cognoscitivos y técnicos para un determinado momento histórico. Por otra parte está afectada por las características ecológicas y culturales en las que está inmerso. Las concepciones del hombre sobre sí mismo y de sus relaciones con el mundo, constituyen también hechos reales y objetivos, aún cuando los mismos le sean intangibles e inconscientes. Podemos entenderla como una relación epistémica, de tal manera que va más allá del mero estudio de los elementos de mediación teórica.
Para ilustrar la epistemia que ha venido guiando la relación hombre-realidad, desde la antigüedad citamos el Mito de la Caverna. Platón concibió que todo ser humano, desde que nace, trae el conocimiento desde el “mundo de las ideas”, dictado por los espíritus que allí habitan. En el transcurrir terrenal, el hombre irá recordando los conceptos preestablecidos; la sabiduría alcanzada en el transcurso de su vida, le determinará su ascenso a la cima de Urano. Para Platón el conocimiento o los conceptos preceden a la realidad, evidenciando así, la necesaria guía que el hombre de la época requería para comportarse en sociedad. Preceptos, normas, leyes y verdades de todo tipo, se han mostrado como razones válidas para explicar el mundo real, la conducta del hombre y su conciencia. Se ha validado, desde entonces, una estructura del pensamiento, aplicable en todas las épocas y situaciones. Está concepción reduce y limita la creatividad humana, aún cuando ha facilitando la vida en sociedad, y superpuesto la intencionalidad sobre las necesidades humanas.
De esta manera, se han desdeñado otras formas constructivas del pensar. La praxis aristotélica, puesta a un lado por varios siglos, reconoce que el conocimiento está en las cosas y su relación se hace de manera directa con ellas. Cuando las evidencias materiales pusieron en discusión las aseveraciones tradicionales, se concibieron formas interpretativas que fueron mediatizadas, al concebir que el conocimiento develado por la ciencia era también obra divina… De está manera, la ciencia fue mediatizada prácticamente desde su inicio, y platonizaron a Aristóteles.
“Tomás de Aquino y Alberto Magno fueron los principales ideólogos de esa concepción y lograron combinar el sistema comprensivo de la naturaleza con la teología y la ética cristiana” (Ginés, 1993:24)
“Muy poco fue el aporte de la edad media para enriquecer el campo de las ciencias naturales, si exceptuamos a Alberto Magno), pues la “autoridad de los “maestros” fue siempre esgrimida como argumento de verdad y certeza.” (Ginés, 1993:52)
2. ¿Acaso esta situación ha cambiado? ¿ Hoy en día es diferente?
La institución social y su base ideológica se perpetúan a través de poderosos intereses al llevar adelante la aplicación del mecanismo de socialización, que sumen al individuo y al colectivo, en una relación tácita de perpetuación de la forma tradicional de estructurar el pensar. Las interpretaciones de la realidad han operado dentro de límites determinados, ofreciendo seguridad al hombre, siendo ésta la sobrevivencia del enfoque epistemológico. El halo de seguridad causado por los paradigmas explicativos, dificulta la aceptación de nuevas formas de construcción del pensamiento, dificultándose la aceptación de puntos de vista y concepciones novedosas.
Al perpetuar el mecanismo tradicional fundamentado en la institucionalidad social, el hombre ha perdido su horizonte. El hombre es actor y es fin de sus propias acciones, parafraseando a Protágoras de Abdera (485-410 a.c.) “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Independientemente de los juicios de valor que podamos hacer del mecanismo de subordinación del hombre, éste ha servido de base para la consolidación de la sociedad actual. Ella misma ha permitido que el hombre evolucione dentro de los límites de seguridad que impone su supervivencia, hasta alcanzar un alto nivel de conciencia de su realidad y de sí mismo. Ahora, es menester tomar conciencia de que la sociedad no podrá cambiar mientras sus paradigmas e integrantes no acepten su cuota de responsabilidad individual y colectiva.
Para alcanzar este objetivo, se debe reinterpretar al hombre y su realidad. Se hace necesario que el hombre tome conciencia de su rol protagónico en la interpretación y construcción del conocimiento. Es menester devolverle su capacidad de crear, de ser constructor de su propio futuro, haciendo de este deseo una voluntad consciente e intencionada.
En el campo de la aplicación práctica, el hecho de envolver el proceso de interpretación de la realidad en un halo de cientificidad, reduciendo su utilización a un determinado número de personas y con el positivismo científico, por otra parte, se ha limitado la concientización del hombre, como el ser con capacidad para modificar intencionalmente su entorno, a través de su raciocinio.
Este trabajo pretende revalorar el proceso que el hombre utiliza para interpretar y modificar la realidad en su propio beneficio y del colectivo, mediante la participación directa y transformadora. Independientemente de la existencia de ideologías conservadoras para frenar esta corriente, el desarrollo de las comunicaciones está haciendo surgir un nuevo punto de vista con el cual se analiza, interpreta y modifica la realidad.
Este desarrollo teórico pretende impulsar el potencial creativo del individuo, frente al proceso uniformador, con el surgimiento de una nueva forma interpretativa de la realidad y de conceptualizar al hombre mismo como producto relacional. e histórico. Contrariamente al individualismo, esta concepción cognoscitiva, revaloriza holísticamente a la persona, en donde la autoestima juega un papel fundamental.
El desarrollo de nuevos enfoques, concepciones, teorías e instrumentos de medición, potencian el análisis y la creatividad humanas, pretenden hacerlo consciente, no solamente de su potencial creativo, sino del proceso de autoconstrucción el cual se alcanza involucrándose en la interpretación y modificación de la realidad que lo envuelve.
Como manifestación del problema existente al construir la interpretación de la realidad, a partir de conceptualizaciones preexistentes y de lo generalizado en la discusión de este enfoque, citamos de Umberto Eco en su novela El Péndulo de Foucault Allí se da una conversación entre sus personajes Jacopo Belbo y Casaubon, respecto al juicio que el primero hace de los escritores que envían sus textos al comité de redacción de casas editoriales.
“- … Ya estamos en el umbral en el que sospechamos que algo no funciona. Pero es necesario un esfuerzo para demostrar qué es lo que no cuadra y por qué. ….. Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes. El redactor editorial no está obligado a reconocer al estúpido. No lo hace la academia de ciencias, ¿por qué tendría que hacerlo él?
– Tampoco lo hace la filosofía. El argumento ontológico de San Anselmo es estúpido. Dios tiene que existir porque puedo pensarlo como el ser dotado de todas las perfecciones, incluida la existencia. Confunde la existencia en el pensamiento con la existencia en la realidad.
– Sí, pero también es estúpida la refutación de Gaunilo. Puedo pensar en una isla en el mar aunque esa isla no exista. Confunde el pensamiento de lo contingente con el pensamiento de lo necesario.” (Umberto Eco, 1991:62)
A lo largo de la historia, se ha platonizado a Aristóteles y mediatizado la ciencia, distanciándola del hombre común, haciéndole asumir una orientación interpretativa y recursos metodológicos intencionados, comprometiéndole con la perpetuación del sistema social.
Al colocar la interpretación de la realidad, sujeta a conceptos preexistentes, el “conocimiento” verifica la concepción más que comprender lo real, relegándola a un segundo plano de interés, permitiendo únicamente, una interpretación condicionada a lo previamente teorizado. Coloca la institución académica sobre cualquier interés, por más legítimo que éste sea.
Algunos pensadores pueden continuar aduciendo que potenciar el desarrollo individual frente a lo institucional hacen del hombre un ser anárquico. Esto es una falacia: un hombre que se valore como individuo tiende a reconocer el valor de su congénere por sí mismo. Tiende a vencer el individualismo agresivo por una empatía sinérgica, donde se comprenda que el todo es más que la suma de sus partes.
Otro objetivo de este trabajo consiste en favorecer la elaboración de una concepción teórica orientada a estimular el análisis de la realidad, con fines claramente prácticos y utilitarios.
El enfoque propuesto condiciona, entonces, nuestras respuestas a la interpretación objetiva de lo real, abandonando los juicios de valor y reduciendo la peligrosa tendencia a la impulsividad, al darnos cuenta que lo que percibimos no es necesariamente lo sustancial de lo real, sino aquello de percibimos filtrado por el esquema mental y cultural.. Ante una situación que nos reta, se responde impulsivamente sin pensar que de esta manera perdemos la posibilidad de ser efectivos, así como de perder valiosas oportunidades de éxito.
Aunque suponemos que éste actuar es «instintivo», respondemos bajo los lineamientos del enfoque “epistémico y cultural” aprendido. La realidad no es la que percibimos, ni lo que percibimos es la realidad; respondemos ante lo fenomenológico, pero no ante lo causal.
Con la intención de facilitar la comprensión del proceso de interpretación de la realidad, el hombre ha formulado, a lo largo de su trayectoria histórica, constructos teóricos con los cuales comprende el mundo real que lo rodea, obteniendo una progresiva conciencia de sí mismo. Ha sido un largo camino interpretativo, entre el momento en que el hombre aparece sobre la tierra hasta el día de hoy. Desde el primer momento interpretativo, el proceso de abstraer el mundo real no se ha detenido, ni se detendrá jamás.
Inicialmente, la preocupación real del hombre primitivo fue sobrevivir, alimentarse y protegerse, pero el hecho interpretativo ocurría sin proponérselo. Durante la actividad misma de intervenir la naturaleza se ponía en comunicación con un mundo real al cual, en un principio, no podía comprender, pues carecía de un elemento de mediación que se lo permitiera. Al empezarse a desarrollar el lenguaje, la actividad intervencionista de la naturaleza, es cada día más intencionada y consciente.
Con el transcurrir del tiempo, la necesidad de intervenir y modificar más radicalmente el mundo real, demandó que la simple praxis exigiera un nivel explicativo de mayor complejidad. El discurso explicativo sobre el por qué y el cómo, fundamentó teorías de mayor objetividad sobre el funcionamiento, la razón y la causa de las cosas. Es allí cuando un nuevo desarrollo mediador toma paulatinamente relevancia entre el hombre y su realidad: se construyen las teorías. En la misma medida, el hombre comienza a conocer su capacidades y poder de intervención de la realidad, toma conciencia de su propia capacidad intelectual. Igualmente, emprende la distinción entre él mismo y las cosas de la realidad en la que participa. Empieza a abstraerse a sí mismo y a analizar su propio proceso mental.
En la misma medida que el hombre invierte tiempo y esfuerzo en la búsqueda de explicaciones, va tomando conciencia de sí, en un proceso dialéctico de autocomprensión, mientras interviene su realidad recibe respuestas a sus concepciones teóricas y de sí mismo. Surge la concepción epistemológica, en otras palabras, el concepto que describe el proceso relacional comprensivo, entre el hombre y su mundo real. Este proceso se construye, sobre la base de la experiencia, a lo vivencial, sobre una explicación de la relación entre el mundo real y el hombre, con incidencias cruciales sobre el conocimiento.
El conocimiento, primero fue el resultado de un aprendizaje pragmático, dando paso al razonamiento discursivo, para posteriormente tomar la conciencia de sí, y de las cosas: primum vivere, deinde philosophare.
Este discurso no es más que otro constructo teórico; una explicación en la que concurren, experiencias vivénciales y todo el poderoso sistema filosófico imperante, subyacente en la cultura educativa actual que es histórica, social y ecológica. El mismo constructo se desarrolla como expresión y necesidad personal de manifestar la relación entre el hombre y su propia realidad, obtenida como producto de una sostenida actividad investigativa. La intención de subrayar que esta formulación epistémica es un producto de reflexiones personales radica en que la conciencia de sí, surge de la relación concreta entre el individuo y mundo real, y que la explicación del proceso epistemológico, no es una “verdad” sino su punto de vista. Al divulgarlo, se trata de someterla a la discusión pública, con el objeto de nutrirla. De haber coincidencias con otras posiciones, las mismas son originadas en la condición misma de ser la investigación una expresión humana, histórica, social y espacial.
3. Origen Del Conocimiento
Para interpretar el origen del conocimiento, partiremos por analizar la relación fundamental que se establece entre el hombre y el mundo real. Su necesidad básica es sobrevivir, al igual que la de cualquier otro organismo. Necesidad ésta que es posible comprender objetivamente a través de la cantidad requerida y del tiempo que le toma conseguirlo. Cuando el desarrollo del conocimiento y las técnicas para producir son escasas, la cantidad es limitada y el tiempo es mayor. De esta manera el ser humano debe invertir mucho esfuerzo y someterse a grandes riesgos.
La ubicación de la población humana en zonas de abundancia permitió que la inversión de tiempo fuera menor y el volumen de lo obtenido fuera mayor, quedando tiempo libre y reduciendo el conflicto. Así pudo establecer relaciones grupales más estables, nutrirse de información valorada emocionalmente, sentir miedo, confort, bienestar, etc, pero allí donde la abundancia lo permitió, se nutrió de sonidos, olores, colores, nuevas sensaciones, que lo indujeron a reproducirlos; probó también su habilidad para producir la muerte, o para prolongar la vida. Cazó y pescó, enriqueciendo sus relaciones con la naturaleza. Reprodujo individualmente lo observado, para luego, asociar los sonidos escuchados con los que podía emitir, posteriormente les dio significado y los convencionó con los demás miembros del grupo humano. Al lograr que los sonidos emitidos fueran reconocidos por los demás, tácitamente acordaron la relación de los signos sonoros emitidos con fenómenos particulares. Nació así, la primera forma de intercambio de información, el lenguaje onomatopéyico.
Se estableció una relación de abstracción o representatividad entre el signo y el hecho. Cada vez que un sonido nos estimula, aparece la imagen simultáneamente en nuestro cerebro; pero ésta, no es la realidad sino su representación, su abstracción. Para que el signo “sonido” tenga valor comunicacional, debe ser reconocido su significado por los otros miembros del grupo.
Cada vez que nos comunicamos, se da de manera mediada, a través de los signos abstractos, socialmente aceptados y convenidos. Construimos la interpretación del mundo real y anticipamos la acción con los elementos del lenguaje.
“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje» señala Wittgenstein (1991) y la interpretación que hacemos del mundo real a través de signos abstractos, convencionables y convencionales se considera como conocimiento. El hombre se separa del resto de los animales desde el momento que le asignó significado a una abstracción: sonido, gesto, gráfico, etc.
Observar el desarrollo histórico de la relación hombre/realidad, permite evidenciar la evolución y sofisticación de los signos abstractos, generados en la creciente y continua intervención en la naturaleza. En la medida que se desarrollan estos elementos de mediación interpretativa, se acrecienta la capacidad humana de intervención del mundo real, se desarrollan nuevos medios tecnológicos y organizacionales. Aparecen las instituciones sociales como el Estado, la educación, la milicia; así como también, los códigos éticos, morales y legales, que han contribuido en el desarrollo histórico de la sociedad, contraponiéndose con objetivos institucionales por encima de la naturaleza del individuo. La cita de Wittgenstein, es pertinente para evidenciar el continuo dialéctico en la formación de la conciencia del hombre, en la misma medida que se involucra en la construcción de su mundo. Interpretado así el conocimiento (lenguaje, teorías y filosofía), se le ubica como herramienta del hombre. El constructo teórico planteado, le otorga al conocimiento su carácter histórico, social y espacial, en permanente transformación y enriquecimiento, su valor utilitario y altamente vinculado con la realidad.
El carácter de científico otorgado a un tipo determinado de conocimiento, es producto de un acto consciente e intencionado de búsqueda, de una explicación más objetiva de la realidad, pudiendo ser comprobada en cualquier parte del orbe, adquiriendo su carácter de “universal”. Frente a la necesidad local de enfrentar una determinada situación problema, el valor utilitario del conocimiento, tiene mayor relevancia que su condición de universalidad. La elaboración de explicaciones vinculadas a una solución concreta, fortalece la posición del hombre, lo potencia, le ofrece una plataforma concreta sobre la cual construye su propia apreciación, además de enseñarlo a valorar constructos teóricos ajenos; se hace un ser “universal”.
Esta concepción epistemológica se fundamenta en el hecho de que el hombre es un ser, que se construye a sí mismo, siendo a su vez, concreción cultural, histórica, espacial, y ambiental. Se construye a sí mismo pues dispone de un recurso natural, adicional a los sentidos, con el cual elabora una interpretación del mundo, que le permite tomar conciencia de su propia condición y del mundo relacional.
En esta concepción, se insiste sobre la realidad como él mismo, todo aquello que está en el entorno del hombre, en lo físico/natural y social y el efecto que él causa. La realidad es rica en formas, colores, olores y sabores y de una gran diversidad y complejidad con propiedades que le son inherentes. Lo cualitativo o lo cuantitativo que le atribuimos a la misma, son desarrollos teóricos que permiten percibirla de una manera particular e interpretarla con valoraciones comparativas.
4. Categorías para la interpretación de la realidad
La manera de aproximarnos a la interpretación de la realidad, con de este enfoque, está representada por:
– el recurso del método condición humana
– un enfoque punto de vista
– una teoría área de conocimiento
Dentro del contexto en el que opera la presente concepción epistémica, el hombre cuenta con ciertos componentes con los cuales interpreta su realidad: uno de índole natural como ser pensante y otros de carácter cultural como constructos teóricos que median entre él y su mundo, los cuales agrupamos en categorías epistemológicas.
El método se conceptualiza como un recurso inherente a la condición humana, mediante el cual la persona se acerca a una interpretación de la realidad. Tiene el mayor nivel de concreción, pues él define la conducta interpretativa de la realidad. El recurso metódico no es un elemento de mediación pero fundamenta y da coherencia a nuestro constructo teórico.
Conceptualizamos el método como el recurso lógico y natural que complementa a los sentidos, para procesar la información proveniente del mundo que lo rodea. Posee una secuencia de pasos, etapas o tareas organizados secuencialmente, para alcanzar un conocimiento cónsono con la realidad misma. El método permite al hombre ser humano, desarrollando su capacidad de intervenir el mundo con la finalidad de satisfacer sus necesidades.
El recurso metódico está presente en el hombre, aunque éste no tenga conciencia de él. Opera en él como base de su propia naturaleza, pero su intervención continua y sostenida en la realidad lo ha inducido a desarrollar elementos mediadores, con los cuales construye una explicación; inicialmente las explicaciones fueron pragmáticas y luego mistificaciones especulativas, pero con el transcurrir del tiempo, ha llegado a objetivarlas, tomando conciencia de su poder creador.
El enfoque representa un punto de vista filosófico. Con la utilización cotidiana e inconsciente del recurso metódico, el hombre lo aplica, sin tener definido un enfoque o punto de vista, como tampoco tiene porque explicitarlo. Es normal recurrir a la lógica lineal, construcciones por opuestos, contrastes, secuencias, series, pero el desarrollo de la conciencia de sí, le ha permitido al hombre incorporar nuevos elementos de mediación para obtener conocimiento, utilizando diferentes enfoques, tales como el positivismo, la relatividad, el funcionalismo, estructuralismo, materialismo histórico, pragmatismo científico. Todos son posiciones filosóficas, evidentes en la investigación científica, con los cuales investigadores llegan a fijar como punto de vista epistemológico. A partir de allí, el proceso de interpretación de la realidad, incorpora todo el cuerpo cognoscitivo anterior, utilizando elementos de mediación entre él y su realidad. La elaboración teórica subsecuente, sigue y se condiciona al punto de vista o enfoque que le sirvió de partida. En la evolución de los elementos de mediación, la filosofía se encuentra al final de la cúspide de desarrollo lógico. En todo proceso de interpretación de la realidad, subyace un determinado punto de vista epistemológico, pues desde que se comenzaron a desarrollar teorías explicativas de la realidad, el proceso cognoscitivo se ha iniciado siempre a partir de una en la relación hombre-realidad donde se fija la posición de los componentes mediadores.
La teoría constituye un cuerpo conceptual de los aspectos fundamentales para abordar el análisis concreto de una realidad. El hombre cuenta con una enorme herencia de información y conocimientos sobre la vida y determinadas áreas del saber. La teoría consta de una abstracción sistematizada y actualizada de la realidad en referencia, elaborada en una permanente y continua aproximación a la realidad, a partir de su razón de ser, de los aspectos fenomenológicos que la conforman, de una descripción de las relaciones entre los elementos que la constituyen y de los factores que la afectan, determinan y condicionan. Por otra parte incluye los instrumentos y procedimientos técnicos desarrollados para su aproximación interpretativa. Las teorías son productos de un proceso continuo de formación de la ciencia. La teoría es un instrumento lógico formal que organiza y proyecta el conocimiento para ser utilizado, transformado, ampliado o desechado en subsecuentes interpretaciones de la realidad.
Proceso de interpretación de la realidad
El planteamiento presentado se representa gráficamente en diferentes fases, a fin de ilustrar el proceso cognoscitivo de interpretación de la realidad:
- Observación fenomenológica
- Formulación de supuestos
- Instrumentación
- Análisis y comprobación de resultados
- Discusión
El hombre vinculado con una realidad particular, estimulado generalmente por sus efectos, siente la necesidad de intervenirla para modificarla. Esta primera relación entre el hombre y su realidad se da por procesos de observación, donde se nutre de una información subjetiva.
Fase de OBSERVACIÓN FENOMENOLÓGICA¬. Durante ésta, además de sentir, procesamos la información recibida a través de «filtros de percepción», los cuales están indudablemente relacionados con el mundo cultural e intereses del “sujeto observador”.
La percepción de la realidad fenomenológica observada va a estar entonces influenciada por las necesidades de cada cual, carencias, tenencias, nivel y desarrollo intelectual teórico, intereses, rol que ocupa en la sociedad. La relación concreta que el observador tiene con su mundo real, le condiciona una forma particular de interpretar lo observado. En esta fase del proceso relacional, el individuo está influenciado por su apreciación, por los filtros personales que utiliza para interpretar la realidad, dibujándola de una manera intencionada y particular, lo que le confiere a la interpretación, un carácter “subjetivo”, desdeñando las características y límites inherentes a la realidad, como objeto de su interés.
La interpretación de la realidad es un hecho voluntario, aunque no siempre consciente, que realiza exclusivamente el ser humano. Para ello, el hombre debe cumplir con tres condiciones necesarias y suficientes para poder intervenir su realidad en su beneficio:
- Vinculación con la vida. Implica estar en contacto directo con una situación real. Es necesario que el investigador tenga relación directa y esté compenetrado con la realidad, ya que es la única forma cónsona y coherente, en que pueda surgir el interés de modificar la situación preexistente. Sin ésta vinculación, la “investigación” no pasa de ser una simple elucubración teórica, a espaldas de la realidad, sin utilidad práctica.
- Necesidad. La persona al sentirse retada por la realidad, por carencias, deficiencias, molestias, incomodidades, etc, significa estar insatisfecho con la situación actual existente, tanto en lo personal y como miembro de un colectivo. La necesidad es el motor que nos impulsa a realizar el proceso interpretativo, para utilizarlo, en aras de solventar la situación que nos incomoda. La realidad misma no tiene necesidades, es la afectación que ésta genera en las personas, la que motiva su intervención. La intencionalidad es un acto consciente y deliberado del hombre, no un estigma, ni una debilidad del proceso investigativo, que reduce la calidad de la interpretación. Por el contrario, es el estímulo fundamental que provoca la acción y permite establece el compromiso entre el hombre y su realidad.
- Oportunidad. El investigador además de estar vinculado con una realidad y sentir necesidad concreta, debe poseer la oportunidad real de intervenirla. Aunque se cumplan con las dos condiciones anteriores, la oportunidad de poder realizar el proceso interpretativo y correctivo, tanto material, intelectual y técnico, es una condición sine qua non, para poderla llevar a cabo con éxito.
El proceso investigativo se inicia, al percibir los efectos evidentes que originan los fenómenos y hechos presentes en el mundo real que nos rodea. Los fenómenos y hechos en sí mismos no generan el malestar, pero si lo son el efecto que éstos generan en nuestros esquemas de valores. Esta fase del proceso interpretativo se inicia la elaboración de un inventario o diagnóstico de los fenómenos y hechos, comenzamos por realizar una observación fenomenológica. No se limita a una observación cualitativa, va más allá. Los aspectos que caracterizan la realidad podemos interpretarlos por sus dimensiones, repitencia, incidencia y aspectos cuantitativos con éstos se nos permiten dibujar los aspectos formales de lo real, pero por ello, no deja de ser una apreciación fenomenológica. A este nivel apreciativo, es necesario explicitar el contraste existente entre los fenómenos y hechos generados y el efecto que éstos producen sobre el esquema de valores, expectativas, intereses y necesidades del investigador; contradicción que mueve a indagar. Es necesario resaltar que, desde este temprano inicio de la investigación, evidenciar la contradicción entre el mundo cultural y real del investigador, le significa tomar partido, además de exponer el criterio personal al juicio ajeno, es también comenzar a aceptar el reto, riesgo y compromiso con la realidad y su transformación.
En la medida misma que acumulamos información fenomenológica, naturalmente tendemos a actuar impulsivamente en búsqueda de correctivos, tratando de actuar en consecuencia. La respuesta que producimos, tiene una alta probabilidad de fracaso o de ser desproporcionada, al no estar acorde con los factores concretos y materiales que determinan su existencia, ni con sus determinantes causales, generándose así, una incoherencia entre la realidad y la presunta solución. Otra situación, no menos peligrosa, seria la de actuar apegado a los factores estrictamente formales. Si la aparente solución, atendiendo los aspectos sintomáticos formales tiene cierto éxito, la interpretación causal y la búsqueda de posibles correctivos viables, se pospone peligrosamente.
Para realizar la evaluación de los hechos y fenómenos, obtenidos en la observación fenomenológica, es vital referenciarlos al esquema de valores y principios personales que generan la inconformidad. Mientras este conjunto de valores esté afianzado en juicios subjetivos, sus efectos perderán relevancia frente a la evaluación colectiva. Si los intereses personales que son afectados, son descritos a través de constructos concretos y materializables, la validez de los juicios que hagamos de la realidad, tendrá mayor pertinencia correlacional.
La observación de la realidad nos determina una apreciación subjetiva, construida por los fenómenos que estimulan nuestros sentidos, pero no nos informa sobre las posibles causas que generan lo aparente, ni de agentes causales que serían factores determinantes del fenómeno concreto que nos afecta.
Fase formulación de supuestos
Una vez observados los fenómenos que nos afectan, intuitivamente surge en nuestra mente una explicación causal, señalando adicionalmente, presuntos agentes causales intervinientes. El proceso de pensamiento en esta fase puede tomar tres cursos de acción: se formulan posibles causas de la situación problema como suposiciones o hipótesis; se elabora un proyecto de acción; o los dos anteriores, a fin de transformar la realidad. El segundo, es la vía más frecuentemente empleada, motivados por el interés de obtener respuestas inmediatas, sin importar las causas que determinan la situación precedente.
Las hipótesis o proyectos de acción, son un conjunto de supuestos, organizados en el «constructo» que explica las posibles causas determinantes de lo observado fenomenológicamente, o las posibles soluciones como respuestas correctivas. Indican la vía para emprender la interpretación y/o para corregir una situación problema, además de indicar cuáles son los instrumentos teóricos y materiales requeridos para su comprobación.
En cuanto a las hipótesis como presunciones causales, a diferencia de la realidad misma, son elucubraciones explicativas de una sus partes, sin llegar a una comprobación. Frecuentemente, se actúa por lo que se supone y no sobre las causas determinantes, dándole a la impulsividad un escenario peligroso, porque dirigimos nuestra acción sobres los supuestos agentes y causas, sin evaluar las probabilidades de equivocación.
Sobre el proyecto de acción, también como supuesto hipotético, se concibe ante los efectos generados por los hechos y fenómenos determinados en la observación. Muchas veces se elaboran planes correctivos con la premura impuesta por los efectos generados y por presiones sociales. Un proyecto de acción sin una comprobación de sus causas, impulsa el comportamiento, sin valorar su pertinencia, ni sus efectos. Cuando utilizamos un proyecto de acción, se acepta que con la investigación se tiene el compromiso de generar un cambio social, económico, educativo, con objetivos grupales o particulares bien definidos. Por lo tanto, su valor cognoscitivo tiene un carácter secundario, lo práctico y utilitario se impone frente a lo estrictamente riguroso y comprometido.
Al emplear un proyecto de acción para relacionarlo con la realidad, generalmente se elabora partiendo de un planteamiento conceptual preestablecido y considerado como “deber ser”. El interés mismo de utilizar esta vía para intervenir la realidad parte de considerarla contraria a una formulación teórica aceptada y conceptuada como ideal. La persona al actuar por esta vía obvia el enfoque epistémico que subyace en la interpretación de la realidad, llegando a pensar que ésta es la única manera de estructurar el pensamiento.
El efecto obtenido por pensar y actuar impulsivamente, ante un fenómeno o hecho, retroalimenta con información, sus consecuencias indican qué tan cerca o lejos está la interpretación elaborada previamente, de lo real. Por otra parte, se corre el riesgo de fracasar en el intento de lograr el efecto esperado.
Los trabajos teórico-monográficos contribuyen a la producción de conocimiento en la medida que estén orientados por una hipótesis o un plan de acción para convertirse en instrumento de formulaciones conceptuales. Aislados de un contexto interpretativo de la realidad se reducen a diagnósticos o inventario bibliográficos, sobre unas determinadas áreas de conocimiento desde diferentes puntos de vista de otros.
Las observaciones fenomenológicas manifiestas en trabajos periodísticos, literarios, históricos, artísticos, cinematográficos, biográficos, de estudios etnográficos, por su carácter descriptivo constituyen valiosos aportes para el desarrollo de la memoria colectiva e individual, pero al no contar con desarrollos de hipótesis ante hechos, fenómenos y efectos observados son cuestionados en el ámbito científico tradicional, pues las observaciones fenomenológicas están condicionadas por el mundo cultural del investigador. En ningún momento se quiere decir que el trabajo del investigador se encuentre descontextualizado, quien forma parte de la realidad.
La formulación de supuestos, hipótesis y planes de acción permiten la elaboración de instrumentos teóricos y técnicos, formando parte de la intencionalidad científica, en un proceso interpretativo de la realidad.
Fase INSTRUMENTACION®. Se desarrolla posteriormente a la fase del marco hipotético y/o proyecto de acción donde se plantea la necesidad de seleccionar y/o elaborar los instrumentos conceptuales y materiales, con los cuales abordar la comprobación, evaluación o ejecución del proyecto de acción previsto. Ahora es el momento de proceder a definir los conceptos, instrumentos, variables, parámetros, poblaciones y muestras, con los cuales comprobar las hipótesis, para evaluar y ejecutar el proyecto de acción. En este momento es cuando el investigador asume riesgos teóricos, al tomar posición filosófica e ideológica, donde somete al juicio del colectivo la pertinencia teórica-conceptual de su trabajo, dependiendo de los resultados obtenidos y de la coherencia metódica.
La aplicación de los instrumentos en vinculación con la realidad y la necesidad de transformarla se logra a través del desarrollo y aplicación de los mismos con intención y ruta fijada en las hipótesis.
Fase ANALISIS DE RESULTADOS¯. Una vez recolectada la información pertinente se emprende un proceso de verificación de los supuestos o hipótesis a través del análisis de los resultados; constituye también la evaluación intencional del proyecto de acción, teniendo en cuenta la manera de analizar los resultados y la forma de presentarlos. La evaluación se refiere a la adecuación y pertinencia de los instrumentos teóricos, técnicos y aplicados
Fase DISCUSION°. Los resultados indudablemente debe referenciarse a aquello supuesto, en función de nuestras hipótesis, dependiendo de la vía empleada, bien sea a través de la comprobación de la hipótesis o con el desarrollo y evaluación del proyecto de acción. La fase discusión de resultados nos abre el camino para proponer cambios o soluciones sobre la realidad que se nos planteó como un problema. Si hemos utilizado la vía del planteamiento de una solución o PROYECTO, las conclusiones nos indicarán, si es coherente el resultado con la problemática planteada y/o requiere correctivos para alcanzar el efecto deseado.
Las conclusiones de cualquier proceso de interpretación de la realidad, sea intencional o espontánea, sea ésta científica o realizada en el marco de la vida cotidiana, por lo general se divulga a los otras personas para el momento actual o futuros inmediato, convirtiéndose éstas en un mecanismo para alimentar los próximos abordajes de la interpretación de lo real.
La búsqueda de conocimiento por la vía de la investigación supone la estructuración intencionada y lógica del proceso de interpretación de la realidad, con fines de aplicación inmediata en la transformación de la misma. Al recibirse nuevos estímulos del entorno se reemprende el proceso investigativo, dándole a la interpretación de la realidad connotaciones de inacabada, en permanente discusión entre la teoría y el mundo real. Este proceso de discusión con la realidad, permite una aproximación a su interpretación en un continuo dialéctico de producción de conocimiento. El ser humano se aprecia a sí mismo, contrastándose en sus posibilidades de modificar la realidad en sus planos intelectuales, emocionales y físicos.
5. El Rol De La Educación
La educación juega un papel en una doble dimensión. Como capacitadora ella transfiere habilidades y destrezas a los integrantes de un determinado grupo social, con la finalidad de incorporarlos al aparato productivo. Su eficiencia estaría en función de la capacidad de reducir la dependencia del individuo para subsistir por sí mismo. Una segunda dimensión, como agencia socializadora transmite los valores y comportamientos aceptados por el colectivo de generación en generación. En la medida en que los conflictos entre los individuos y las conductas expresadas en los códigos morales y éticos estén minimizadas, la educación se percibe acorde con la sociedad donde se inscribe.
En ambos casos la educación es esencialmente conservadora al perpetuar el sistema, y al anteponer el conocimiento, los valores, los principios rectores, ideales, códigos al hombre y a su propia realidad. De esta manera el ser humano viene asumiendo, desde el comienzo de su historia, la existencia de una sola manera de interpretar el mundo real, el conocimiento antes que la realidad. Aún cuando en diferentes momentos, han existido personas con caminos interpretativos que son complementarios para la evolución del conocimiento, estos enfoques han representado amenazas y transgresiones insalvables para quienes se consideran los responsables de la conducción de la humanidad. De hecho el resultado está en censuras y mediatizaciones del proceso de conocer. La educación es el proceso social encargado de sostener ideológicamente la epistémia institucionalmente aceptada.
Entre metodólogos y epistemólogos existen diferentes posiciones cuando se pretende orientar la investigación, bajo la guía conceptual de la postura filosófica tradicional, como el único punto de vista posible para abordar la realidad. Se pretende educar bajo una única estructura del pensamiento, válida universalmente y para todos los tiempos. De está manera, la educación se convierte en un instrumento de perpetuador de estructuras de pensamiento dependientes. Se buscan y difunden “verdades”, leyes, conceptos, utilizados de manera dogmática, para atar el pensamiento creativo a un determinado enfoque, doctrina, teoría o filosofía envueltas en un halo de cientificidad.
Es el momento para que la educación asuma el objetivo de fomentar y estimular la emoción del descubrimiento, promoviendo en el estudiante la búsqueda puntos de vistas pertinentes y creativos ante los permanentes retos que le plantea su entorno. La investigación como actividad inherente a la producción de conocimiento es un componente fundamental del proceso educativo, convirtiéndose en el vehículo y fuente de energía de epistémia centrada en la realidad.
6. Referencias bibliográficas sugeridas
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- El péndulo de Foucault. Barcelona: Edit. Bompiani- Lumen, 1995.
- GINES, Hermano. Pensamiento filosófico para un quehacer. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1993.
- GOLEMAN, Daniel. La inteligencia emocional. Buenos Aires: Javier Vergara Editor Traduce: Elsa Mateo, 1996.
- LAKATOS, Imre. La metodología de los programas de investigación científica. Madrid: Alianza Editorial Universidad .Trad. Juan Carlos Zapatero. 1983.
- WITTGENSTEIN, Ludwig. Tractatus Lógico- Philosophicus. Londres, Rootledge & Kegan Ltd. 1974.
- GAARDER, Jostein. El Mundo de Sofía. Traduce: Kirsti baggethun y Asunción Lorenzo. Madrid: Editorial Siruela, 1994.
- GEYMINAT, Ludovico. Historia de la filosofía y de la ciencia. Traduce: Juana Bignozzi y Pedro Roque Ferrer. Barcelona: Critica, Grijaldo Mondodori, S.A., 1998
- OLDRYD, David. El arco del conocimiento. Traduce: Ferran Valdespinós y Carlos Duarte. Barcelona: Critica, Grijaldo Mondodori, S.A., 1993
- MORAN E., Moreno, J.J., Merelo, P. y Chacón S. Artificial Life a real epistemology. htt://ssie.binghanton.edu/~patee/aepistem.html.