A 100 años del descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia. ¿Cómo está la Argentina?
El 13 de diciembre de 2007 se cumplen 100 años del descubrimiento del primer pozo petrolero y el inicio de la historia de Argentina como país productor de hidrocarburos. Pero lejos de los festejos, el panorama no es alentador. Algunas claves:
- de mantenerse el actual nivel de consumo interno de combustibles líquidos (vinculados al crecimiento económico) y el actual retroceso en la producción de petróleo, la Argentina deberá empezar a importar petróleo a fines de 2008 o principios del 2009, según el Instituto Argentina del Petróleo y el Gas (IAPG),
- nuestro país, luego de alcanzar el pico máximo de 135.000 metros cúbicos día (m3/d) promedio en 1998, comenzó una sistemática caída; entonces se estima que sobre finales del 2008 o principios de 2009 el consumo promedio cercano a los 100.000 m3/día será mayor el nivel de producción,
- terminar con nuestro actual status de país que se autoabastece para convertirnos en importador neto traería aparejado un cambio brusco en el actual esquema de costos internos, si tenemos en cuenta que el precio internacional del crudo está cerca de los U$S100 el barril,
- en los últimos cinco años el valor del crudo se multiplicó por cuatro fruto de la mayor demanda de China e India, la especulación financiera y las tensiones bélicas que se viven en países productores como Irak y Medio Oriente,
- ya desde 2006 y fruto de la crisis energética, el país empezó a importar gasoil y se estima que en todo el 2007 se importarán 1,5 millones de m3 de este combustible vital para el transporte de cargas y pasajeros,
- la caída en la producción se debe a la falta de inversión en exploración de nuevos yacimientos, principalmente por falta de rentabilidad adecuada, aducen generalmente desde muchas petroleras, ya que si bien es cierto que el precio internacional del crudo (WTI) cotiza a unos U$S94, en nuestro país ese precio no corre; hasta ahora el petróleo paga 45% de retenciones, y encima la semana pasada el ministro de Economía, Miguel Peirano, anunció que las subiría en función de los precios futuros de este hidrocarburo en el mercado internacional, si bien no precisó en cuánto,
- es decir, en nuestro país el barril le deja a las petroleras casi la mitad de lo que hoy marcan los precios internacionales, en un intento del gobierno por hacer que la crisis mundial del petróleo no le impacte al ciudadano argentino, que está teniendo efectos contraproducentes,
- frente a este panorama, la salida es salir a explorar para encontrar nuevos yacimientos que permitan revertir la curva descendente de la producción.
1. El precio del petróleo en el mundo sube cada día. ¿Cómo afecta eso a los precios mundiales y a la Argentina?
Analicemos un poco el por qué de este comportamiento tan alcista del mercado internacional, ya que si bien se sabe que tanto el crecimiento de China e India como la debilidad internacional del dólar ayudan a explicar el aumento del barril de crudo de los últimos años, la principal razón es la inestabilidad política en Medio Oriente, que a su vez se asocia esta última con el problema del agotamiento del petróleo y las desesperadas políticas norteamericanas para administrar dicha situación.
En lo que sigue de esta respuesta, vamos a tomar como base un estudio del economista argentino Walter Graziano, a su vez bastante fundamentado en uno de los capítulos del best-seller “La economía del hidrógeno”, del norteamericano Jeremy Rifkin. Para ambos, y también para muchos geólogos a nivel mundial, el oro negro está muy cerca de empezar su curva descendente de producción. Veamos algunos párrafos del estudio de Graziano:
- A nivel posibilidades de producción, en el mercado petrolero, existe una curva del tipo campana. Primero un período ascendente, de producción año tras año superior, causado por el hecho de que van entrando al circuito productivo más yacimientos que los que se van «secando». Luego se alcanza el «techo mundial de producción», y ésta se estanca cerca de esa cifra durante un período breve de algunos años. Finalmente, comienza un período de producción declinante año tras año, originado por el hecho de que ya no pueden agregarse a la producción nuevos yacimientos al mismo ritmo al cual van saliendo de circulación y agotándose muchos de ellos, ya secos.
- Estados Unidos tocó el techo de su producción anual de petróleo en el año 1970, con algo menos de 10 billones de barriles anuales de crudo. Hoy apenas si puede producir 5 billones de barriles por año. Ello, a pesar de que se ha incorporado la un tanto decepcionante —en cuanto a su magnitud— cuenca petrolífera de Alaska al mercado. Todo esto al costo de comenzar a generar un preocupante problema ambiental, y aunque se han desarrollado y aplicado nuevas tecnologías extractivas, las que, por ejemplo, introducen gas a presión en la roca de los yacimientos para virtualmente «secar» las rocas de petróleo y aumentar la posibilidad extractiva de pozos vecinos, incrementando de forma importarte el recupero de la inversión en los pozos.
- A pesar de que estas cifras indican una realidad energética preocupante al menos dentro de los propios Estados Unidos, el gobierno de George W. Bush muestra una gran lentitud en las tareas preliminares previstas para licitar entre las universidades norteamericanas algunos fondos para el estudio de tecnologías masivas qué reemplacen al petróleo. Esa pereza se contrapone a la enorme rapidez con la cual el mismo gobierno decidió efectuar la licitación de las obras petrolíferas por desarrollarse en Irak, que ganó antes de la propia caída de Bagdad y Basora una filial de la empresa Halliburton (Kellogg), la que fue hasta hace poco dirigida por Dick Cheney, ex vice del mismo Bush.
- Desde ese año 1970, cuando Estados Unidos alcanzó el denominado «techo de producción anual», ésta no ha cesado de declinar, como lo indican las cifras antes comentadas. El descenso ha sido particularmente mayor en los años ’90 y en el inicio de este siglo, ya que a lo largo de una década cayó casi 20%. Hacia 1950, Estados Unidos producía prácticamente el 100% del petróleo que consumía y era el primer productor mundial. Importaba algo de petróleo, pero también exportaba. Hoy, Estados Unidos no llega a producir 45% del petróleo que consume. Sigue siendo el primer consumidor mundial, con casi un cuarto del consumo de todo el planeta. Se calcula que, al actual ritmo de producción, el petróleo norteamericano se extinguirá en el año 2010. Peor aún es la situación en Inglaterra: los pozos descubiertos en el Mar del Norte, cuya propiedad comparten Inglaterra y Noruega, sobre los que se llegó a pensar en su momento que eran mucho más grandes, han resultado menos abundantes que lo previsto, y se calcula que Inglaterra se quedará sin petróleo antes que EE.UU.
- Y fuera de los países musulmanes, el petróleo es aún abundante sólo en Venezuela y algunas de las ex repúblicas de la URSS. En mucha menor medida en China, Libia y México. Y… en ningún lado más.
- Desde mediados de la próxima década, el petróleo estará entonces tan concentrado en tan pocas manos, y tan escaso resultará en Estados Unidos, que ello puede ayudar a explicar la verdadera naturaleza de las guerras que hemos visto en el siglo XXI. La decisión hasta el momento ha sido no sólo ir tras el petróleo, sino también seguir férreamente con un modelo basado en ese combustible, sin buscar aún sustitutos importantes.
- Las cifras oficiales indican que hay reservas mundiales para 35 años. Ello puede generar una falsa idea: que hay por lo menos tres décadas de tiempo antes de que se produzca una grave crisis energética. A dicha conclusión se puede llegar si se atan lo suficiente los cabos sueltos a partir de las cifras oficiales de la International Energy Agency.
- Pero lamentablemente estaríamos frente a un espejismo, mucho más grande aún que los que se suelen padecer en los desiertos bajo los cuales se encuentra el petróleo.
- Ocurre que el petróleo no se puede extraer al ritmo que se desea ni se encuentra en forma uniforme ni es siempre de la misma calidad. Por empezar, en las reservas suelen figurar petróleos especialmente pesados, que suelen ser de mucho más bajo valor energético y de alto costo de procesamiento, petróleo que aún hoy no se sabe procesar bien por su bajo valor energético y económico. Hay incluso tipos de petróleo que aún hoy no poseen valor económico, y otros ubicados en zonas de muy difícil acceso, cuya explotación sería tan cara que sólo tendría sentido con precios mundiales del crudo muy altos. Esto implica que un porcentaje indeterminado pero apreciable de las cifras oficiales es petróleo que está en las estadísticas pero no en la realidad.
- En segundo lugar, y en forma aún mucho más importante, hay que tener en cuenta que el petróleo no va a empezar a faltar desde el año en que teóricamente se extinga (alrededor del 2035 – 2040), sino desde cuando se alcance lo que se denomina «techo mundial de producción». El «techo mundial de producción» es la máxima cantidad posible de petróleo que se puede producir en un año y depende de las características geológicas de los pozos, del tipo de crudo, de la tecnología extractiva que se use. etc. En el mundo, todavía nos encontramos en la fase ascendente de producción mundial del crudo, pero medir su disponibilidad por la cantidad de años de reservas existentes implicaría aplicar un cálculo lineal de posibilidades de extracción. O sea, significa pensar que todos los años se puede extraer la misma cantidad y un poco más.
- Pero la realidad es diferente. Como dijimos al principio, existe primero un período ascendente, de producción año tras año superior, causado por el hecho de que van entrando al circuito productivo más yacimientos que los que se van «secando». Luego se alcanza el «techo mundial de producción», y ésta se estanca cerca de esa cifra durante un período breve de algunos años. Finalmente, comienza un período de producción declinante año tras año, originado por el hecho de que ya no pueden agregarse a la producción nuevos yacimientos al mismo ritmo al cual van saliendo de circulación y agotándose muchos de ellos, ya secos. Hoy el planeta ha ingresado en la última parte de la curva ascendente del ciclo de producción del petróleo. Al «techo mundial de producción» aún no se ha llegado. Cuánto falta para alcanzarlo es un dato clave para la economía del mundo entero.
- A partir del momento en que se toque el «techo de producción» mundial, se va a evidenciar una serie consecutiva de bruscas escaseces de petróleo. El mundo habrá alcanzado su máximo ritmo de producción mundial, a partir de cuyo momento, año tras año, habrá cada vez menos petróleo disponible para alimentar a cada vez más habitantes de la Tierra y a economías que pugnarán por seguir creciendo a un ritmo superior al 2% anual, mínimo umbral considerado aceptable, lo que sería inalcanzable para todos los países en forma conjunta en un mundo en el que cada día habría menos petróleo.
- Para dar una idea de la magnitud del problema frente al cual estamos, es necesario mencionar que hoy en día más de 85% de toda la energía mundial proviene de hidrocarburos fósiles. Sólo 7% tiene su origen en la energía hidroeléctrica, y en porcentajes menores aún las demás fuentes. Esto implica que no va a ser posible reemplazar los hidrocarburos fósiles con fuentes energéticas hoy existentes, sino que se deberá generar una tecnología alternativa.
- Otro espejismo que suele aparecer comúnmente es el relativo a la posibilidad de utilizar carbón como recurso energético reemplazando al petróleo y al gas natural. El carbón es bastante más abundante que ambos. Estados Unidos posee carbón para 300 años en su actual nivel de consumo. En el mundo, cifras comparables pueden obtenerse para muchos países. Sin embargo, si el consumo de carbón se acelerara para reemplazar al gas y al petróleo, la cantidad de reservas se reduciría dramáticamente. Rifkin calcula que con tan sólo un crecimiento anual de 4% en el consumo anual de carbón, las reservas norteamericanas sólo alcanzarían para 65 años. Además, el carbón posee muchos inconvenientes: no es fácil extraer de él combustibles líquidos, y es muy costoso. Por lo tanto, no es un sustituto apto del petróleo y del gas natural. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que el carbón es un hidrocarburo «sucio», muy contaminante, difícil de cargar y transportar.
- El «techo mundial de producción» es, entonces, el dato crucial que es necesario tener en el análisis porque marca el límite entre una producción en alza y una que comienza a ser declinante. Los geólogos están divididos entre «optimistas» y «pesimistas». En el caso de lo evidenciado ya en Estados Unidos en 1970, la batalla la ganaron los «pesimistas». Peor aún, triunfó el más pesimista, dado que el consenso hablaba de una imposibilidad de que la producción tocara su techo en 1970, cosa que ocurrió y generó una gran crisis sólo tres años más tarde. En el caso del mundo, los «optimistas» esperan que el «techo mundial de producción» sea alcanzado entre el 2014 y el 2018. En ningún caso esperan que se alcance después del año 2020. Los «pesimistas» esperan que el «techo mundial de producción» se alcance hacia el año 2010.
En resumen, el panorama que nos trazan Graziano-Rifkin, nos demuestra que estamos muy próximos a alcanzar el techo mundial de producción, y de ahí en adelante, se viene la escasez permanente de petróleo, año a año creciente, claro… si no se apuesta hoy a fuentes alternativas que puedan reemplazarlo cuando empiece el problema.
En síntesis, y en mi opinión, a partir de los estudios citados, el petróleo caro vino para quedarse y su principal causa, disfrazada tras los problemas políticos en Medio Oriente, es la conciencia en las altas esferas de poder en EE.UU., de que el petróleo cada vez está más cerca de agotarse. De ahí los intentos desesperados norteamericanos por controlar todo el mercado petrolero, que lo han llevado a invadir Irak y quién sabe hasta dónde más.
Las consecuencias para Argentina de un petróleo caro ya fueron analizadas en la pregunta uno.
2. El descubrimiento del petróleo en Brasil ¿en qué nos afectará?
Está ubicado en aguas profundas del Atlántico. Tendría entre 5 mil y 8 mil millones de barriles de crudo y gas. Esa cifra representa una suba del 50% en las reservas que se conocían hasta hoy en territorio brasileño. Lo dio a conocer la estatal Petrobras, que invirtió junto a otras empresas unos US$ 1.000 millones en la exploración.
Tras el hallazgo, las reservas petroleras y gasíferas de Brasil quedarían con un volumen importante, aunque por debajo de otros países del Hemisferio Sur, como Venezuela y Nigeria. Pero la escasez mundial de petróleo comentada en la pregunta anterior no se modificaría casi nada: el aporte brasilero será muy pequeño para el mercado mundial, si bien gigantesco para ellos como país.
Las reservas de petróleo convencional de Venezuela, un influyente socio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), se ubican en unos 80 mil millones de barriles. Nigeria, otro socio del grupo de países que controla seis de cada 10 barriles que llegan a los mercados mundiales, dispone de unos 36 mil millones de barriles. Ambos ejemplos demuestran lo pequeño del aporte brasilero, puesto en contexto mundial.
3. ¿Se puede pensar un mundo funcionando sin petróleo? ¿Qué alternativas hay?
Pasar de un sistema basado en los combustibles fósiles a otro completamente distinto va a ser tarea ardua, pero -por todo lo dicho en este informe- deberá ser encarada durante este siglo XXI. Y si bien hay varias fuentes alternativas ya en uso (entre ellas el biodiesel que Argentina produce cada vez en mayor escala), vamos a centrarnos en la alternativa del hidrógeno, en especial siguiendo a Jeremy Rifkin y su importante estudio sobre el tema:
- A lo largo de la historia de la humanidad, las diversas civilizaciones han tenido maneras de resolver sus asuntos energéticos, lo cual les ha permitido el uso, agotamiento y sustitución de sus recursos, no sin el peligro de perecer en dicho proceso. Rifkin nos llama la atención sobre este tema desde los albores mismos de la civilización hasta el presente, señalando en el tema del agotamiento de los recursos, que nuestra civilización se encuentra abocada a la mayor crisis en todo su modo de vida. No hay que olvidar que… «Calentamos nuestras casas y oficinas con combustibles fósiles, mantenemos nuestras fábricas y nuestros sistemas de transporte con combustibles fósiles, iluminamos nuestras ciudades y nos comunicamos a distancia con electricidad generada a partir de combustibles fósiles, construimos nuestros edificios con materiales hechos con combustibles fósiles, tratamos nuestras enfermedades con medicamentos derivados de combustibles fósiles, almacenamos nuestros excedentes en contenedores de plástico y embalajes hechos de combustibles fósiles y manufacturamos nuestras ropas y aparatos domésticos con la ayuda de nuestros productos petroquímicos. Prácticamente todos los aspectos de nuestra vida moderna extraen su energía de los combustibles fósiles, derivan materialmente de ellos o reciben su influencia de algún otro modo» (Pág. 85).
- La apuesta de Rifkin y de muchos otras personas e instituciones en el mundo, es por el uso del hidrógeno como fuente energética; por una descarbonización (sustitución progresiva de los átomos de carbono por otros de hidrógeno con cada nueva fuente de energía) y una economía del hidrógeno. El hidrógeno es un combustible eterno que no contamina y aunque se halla prácticamente en todas partes, raramente aparece en la naturaleza en estado libre, por lo que debe ser extraído. Las diversas formas de producirlo, que aunque pueden involucrar el uso de energías procedentes de hidrocarburos, se inclinan hacia la utilización de energías renovables, como la fotovoltaica, la eólica, la hidráulica y la geotérmica; éstas, pueden generar la electricidad que se consume en el proceso de la electrólisis para descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno.
- Pero el aspecto más interesante del hidrógeno es el de una nueva economía menos centralizada, más autosuficiente, que depende del mismo consumidor. Para explicar el tema, Rifkin adopta dos criterios, el de generación distribuida y el de red, análogo éste último a la WEB. La generación distribuida se refiere a un conjunto de pequeñas plantas generadoras de electricidad, situadas cerca del usuario final, o en su mismo emplazamiento, y que pueden bien estar integradas en una red o bien funcionar de forma autónoma. Sus usuarios pueden ser fábricas, empresas comerciales, edificios públicos, barrios o residencias privadas. Ellas representan en la actualidad, un coste menor en la producción del kilovatio; y prometen ser una solución ante el peligro de un corte de energía y una alternativa al calentamiento global. En esta perspectiva, el usuario se puede convertir en su propio productor, al usar pilas de combustible que pueda recargar.
- «Las revoluciones económicas verdaderamente importantes de la historia se producen cuando una nueva tecnología de comunicación se funde con un régimen energético emergente para crear un paradigma económico completamente nuevo. La introducción de la imprenta en el siglo XV, por ejemplo, estableció una nueva forma de comunicación que cuando más adelante se combinó con la tecnología del carbón y el vapor dio origen a la revolución industrial. La imprenta hacía posible una forma de comunicación lo bastante rápida y ágil como para coordinar un mundo impulsado por la energía del vapor» (Pág. 244). Tras esta afirmación, Rifkin considera que el hidrógeno y las nuevas tecnologías de generación distribuida por medio de pilas, fusionado con la revolución informática y las telecomunicaciones, pueden crear una era económicamente nueva. Estamos entonces, a la vuelta de pocos años, frente a la posibilidad de convertir la red eléctrica en una red interactiva de miles o millones de pequeños proveedores y usuarios. Sin duda, son diversos los problemas técnicos a abordar, como por ejemplo, la puesta en juego de un sistema flexible -no tan unidireccional- de corriente alterna, que permita a las compañías de transmisión distribuir cantidades precisas de electricidad a áreas específicas de la red. Otros problemas, de tipo organizativo, demandarán otra clase de soluciones, de carácter más democrático, cooperativo y seguramente con menores costos; por ejemplo, para alquilar o comprar pilas de combustible en hogares y empresas. En todos estos casos, ya existen experiencias en los EEUU.
- La posibilidad de una democratización de la energía, significa, del lado de los países pobres, la oportunidad de mayores accesos a la economía y al bienestar. Un mínimo acceso al empleo y a la electricidad, significa una «calidad de vida básica» que incluye la alfabetización, una mejor higiene, seguridad personal y una mayor expectativa de vida. Con el aumento de la pobreza en esta parte del mundo, el crecimiento demográfico, las economías en recesión y el peso de la deuda externa; una economía basada en el hidrógeno constituye una esperanza para los miles de millones de seres humanos que habitan la mayor parte del globo.
- Concluye Rifkin, acentuando el desafío que la generación distribuida representa, tanto ambientalmente como en el ámbito sociológico, respecto de una nueva comprensión de la globalización. Al estar conectados por una red de generación distribuida a partir del hidrógeno, los asentamientos humanos pueden ser vistos desde enfoques diferentes al viejo concepto de Estado-Nación, propio de un régimen energético que está caducando. Los patrones de asentamiento humano entrelazados con las biocomunidades, podrán ser entendidos en términos de eco-regiones, bio-regiones y geo-regiones, lo que contribuirá a forjar un nuevo y profundo sentido de la seguridad, la salud y el bienestar de la tierra.