En la actualidad, menos de la tercera parte de los peruanos activos tiene acceso a un empleo estable, con una productividad que permita la remuneración necesaria para sobrevivir adecuadamente. El desempleo es solo un 10 por ciento de los 2/3 que no tienen un empleo de calidad.
En una economía abierta, la creación de empleos de calidad y productivos depende del crecimiento de la inversión privada, la cual requerirá condiciones apropiadas de competitividad para materializarse.
En este contexto, el propósito de este trabajo es argumentar que, en la actual situación del país, la mejor estrategia de creación de empleos de calidad es una combinación de políticas orientadas a expandir mercados externos para las exportaciones peruanas, con otras dirigidas a mejorar la competitividad del país y de sus empresas, elevando la productividad de todos los recursos, en especial la del trabajo.
Antecedentes
Entre 1990 y el año 2002, el crecimiento del empleo formal fue de solo 1,2% anual, en contraste con el 4,8% registrado por el empleo informal. Esto continúa tendencias registradas desde 1982 en adelante, y manifiesta la debilidad del crecimiento de la inversión para sustentar un aumento significativo en el empleo de calidad.
La debilidad del aumento de la inversión reconoce varias causas. Una de ellas, la más relevante para una economía abierta, es la débil competitividad del país y de sus empresas. Un ejemplo de ello es lo sucedido con dos variables clave para la competitividad: la productividad total y el tipo de cambio real.
Con relación a la productividad total de factores, esta ha permanecido estancada en los últimos tres decenios, con excepción del período comprendido entre 1992-19972.
El tipo de cambio real multilateral descendió en 68% entre 1986 y 2002. Por consiguiente, el Perú perdió competitividad por ambas vías (tipo de cambio real y productividad total), en un período en el que muchos países devaluaban y hacían esfuerzos por mejorar la productividad y competitividad de sus economías.
La válvula de escape ante estos hechos fue la reducción de los costos laborales medios, a través de la reforma de los contratos laborales iniciada durante los primeros años de 1990. No obstante, dicha medida solo sirvió para mantener a flote a algunas empresas, mas no para generar el estímulo necesario para incrementar permanentemente la inversión privada y, con ello, el empleo.