En lo que se refiere a Martí como filósofo, como estudiante, como graduado y de su ejercicio no se ha profundizado hoy.
El 30 de junio de 1874 de gradúa de Licenciado en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Zaragoza escogiendo el tema “Párrafo Inicial del Libro Primero Titulo Segundo, de la Instituta de Justiniano. Del Derecho Natural de Gente y Civil” meses después, el 24 de octubre se gradúa de Licenciado en Filosofía Letras en la misma universidad y escoge entre los temas Romanos Cicerón como su más alta expresión. Los discursos encaminados con arreglo a sus obras de Retórica”.
Se cumplen 135 años de ambas graduaciones, para recordar el momento en que aquel joven desterrado de su patria, de apenas 21 años de edad, se gradúa de en Derecho Civil y Canónico y en Filosofía y Letras, a la vez que terminaba el bachillerato.
El Apóstol asumió y enriqueció el inmenso saber filósofo que le antecedieron, le dio continuidad y al elevó a la escala superior; alcanzó de esta forma, las cumbres más elevadas de pensamiento occidental. Si se estudia su obra intelectual en veinticinco tomos, y dentro de ella lo que llamó “ciencia del espíritus”, y sus aspiraciones e ideas acerca de la necesidad de lo que denominó la búsqueda del equilibrio entre los hombres y las naciones, se encontrará claves esenciales para una filosofía de síntesis como lo necesita el siglo XXI.
Para Martí, el hombre, como el individuo, tenía que esforzarse por encontrar el equilibrio entre sus facultades emocionales y las de carácter intelectual.
En un amplio campo que sirve para encontrarse con el pensamiento de nuestro Héroe Nacional y las ideas filosóficas. Si el carácter sincrético ha sido estudiado en diversas ramas del arte y la cultura, es preciso investigarlo también en el de las ideas filosóficas.
Esto ideales se articularon en el siglo XX con el pensamiento de Marx, Engels y Lenin, tal como lo interpretaron Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Ernesto Guevara y Fidel Castro.
Se asume críticamente la historia de la práctica socialista en el siglo XX; lo hacemos a partir del pensamiento moderno tal como llegó a cuba en la primera mitad del siglo XIX y lo renovó José Martí en la segunda parte de esa centuria.
Toman especial importancia las conclusiones de Varela, Luz y Martí en relación con el papel de la educación y de la política culta.
La educación es práctica sensible y está dentro de la objetividad del mundo, la elaboración teórica es indispensable para guiar la investigación y acción a favor de una práctica transformadora a los fines de justicia entre los hombres.
Creció el pensamiento cubano hasta alcanzar, a fines de aquella centuria con José Martí, las cumbres más altas de Occidente en el siglo XIX. El Apóstol cubano renovó el pensamiento ilustrado desde la propia Ilustración tal como hoy, cien años después, se pide en Europa.
Fue martí, en la historia de Occidente, quien lo caracterizó y denunció primero que nadie. Apreció la existencia de gérmenes funestos en Estados Unidos y señaló que la esencia del drama estaba en la contradicción entre un desarrollo material que se orienta a exacerbar el individualismo y las graves carencia de vida espiritual.
Visión martiana acerca del pensamiento marxista
Martí expresaba con claridad “que Marx estudio los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos” Marx dotó a la clase obrera una teoría científica para echar por tierra las injusticias y derrocar a la naciente burguesía, clase que como el bien expresaba “no tenía nada que perder”.
Marx dotó a la clase obrera una teoría científica para echar por tierra las injusticias y derrocar a la naciente burguesía, clase que como el bien expresaba “no tenía nada que perder”.
Martí pone de manifiesto con maestría perfecta los aspectos negativos y positivos del régimen socialista, tal como fueron poniéndose de manifiesto con el transcurso de los últimos siglos.
El líder cubano estaba plenamente consciente de que Carlos Marx había sido un “veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido de ansia de hacer bien.”
Su juicio de 1883, con motivo de la muerte de Carlos Marx, parece partir de este dato: “La Internacional fue su obra”. Según especialista en la materia, el marxismo no tuvo sus mejores intérpretes y voceros en la Norteamérica de aquellos años.
A Martí le bastó su poderosa intuición, sin embargo, para reconocer la grandeza del hombre que “como se puso del lado de los débiles, merece honor,” (5) que fue “reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante” (6).Rematando el elogio “El veía en todo lo que sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha.”(7)
Cabría interpretar que el deseo sincero de martí fue una revolución “gradualista” producto de una gestación natural y laboriosa.
Refiriéndose, pues, a la “guerra social” es que dice: “Espanta la tarea de echar a los hombres”, y aunque comparte la indignación por el “forzoso abestiamiento de uno hombres en provecho de otro”, entiende que se ha de hallar salida a la indignación de modo que la bestia cese, sin que desborde, y espante.”
El final de éste complejo artículo, en un rápido, volteo de la cuestión es muy audaz: “nosotros diríamos a la política: Yerra, pero consuela” Que el que consuela, nunca yerra”.
En carta a Fermín Valdés Domínguez con motivo de la participación de éste por la conmemoración del Primero de Mayo de 1894 alerta frente a los peligro de “la idea socialista, como tantas otras”; en de las lecturas “confusas e incompleta” de doctrinas extranjeras, y de los demagógos subido en los hombres de los desamparados.
En el Manifiesto de Montecristi, Martí hace un llamado a los españoles que residían en España y dice: “No nos maltraten, y no se le maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad. En el pecho antillano no hay odio.”En la carta a Fermín subraya: “Y siempre con la justicia tú y yo, por que los errores de su forma no autoriza a las almas buenas cuna a desertar de su defensa.
Si unimos estas declaraciones de madurez con su reiterado reclamo como proyecto, de una “república trabajadora”, vemos en Martí próximo a una idea socialista depurada y gradual.
En el comunicado del Partido Revolucionario Cubano dirigida al Presidente del Cuerpo del Consejo Español de Nueva York, fechado en agosto de 1892, dice: “Que continuamos la revolución para el beneficio equitativo de todas las clases, y no para el exclusivo de una sola.”
Concepción martiana de la revolución
Martí expresaba: “La revolución que más se necesita es la revolución que termine con todas las revoluciones”.
Su concepción era buscar una revolución pacífica, como consenso o acuerdo de voluntades; más que una contienda armada que no aniquile sino que vivifique al ser humano, lo haga más pleno y digno.
A continuación leemos estas palabras suyas: “! Ay, las madres!¬¬ ¿Cuánta sangre y cuántas lágrimas se va a derramar esta revolución que voy a lanzar a mi país.¿ (17) Con clarividencia se parcializa con el dolor de esas madres que pierden a sus hijos en la guerra, dejando el luto y el dolor, porque por él fuese no mandaría a nadie a la contienda bélica y es capaz de sacrificar su vida en pos de la revolución “ ¡ basta con que sea víctima de la revolución¡ ¡Cuánto quisiera que no hubiese una sola víctima más.!
Es partidario de la necesidad de la revolución, inevitable porque es una ley; pero que esta se haga sin caudillismo, ni culto a la personalidad, con hombres de paz, para no repetir jamás este hecho “una revolución es necesaria todavía: ¡la que no haga Presidente a su caudillo, la revolución contra todas las revoluciones: el levantamiento de todos los hombres pacíficos, una vez soldado, para que ni ellos ni nadie vuelvan a serlo jamás”.
Martí combate el caudillismo y las pugnas por el poder “la tiranía es una misma en sus varias formas aún cuando se vista en algunas de ellas los hombres hermosos y de hecho grande.”
Cuando martí crea en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, como también hemos visto, es obvio que no está pensando en una mera insurrección destinada a cambiar el gobierno despótico cubano, sino la revolución fundadora de lo que en el Manifiesto de Montecristi llamo república moral.
“Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano.”
Así escribió en el silencio de su conciencia: Por Dios que esta es guerra legítima, la única esencial y definitiva que ha de librar los hombres: la guerra contra el odio.”
Carlos Baliño, el único marxista que perteneció al Partido Revolucionario Cubano, recordaba que Martí lo había aclarado “la revolución no es la que vamos a iniciar en la manigua sino la que vamos a desarrollar en la república.”
La “revolución pacífica” sería “a través de la educación y palabra” con la predica a los emigrados en Tampa y Cayo hueso y con los trabajadores manuales, pero sin olvidar que “con los oprimidos había causa común.
Su afán de lograr una revolución social fue el resultado ineludible de un proceso de aproximación a su propia esencia, impelido por el afán de dar plena expresión a su condición humana. Así lo confirma las palabras de Martí que dicen: “A la raíz va el hombre verdadero.”
Martí y la religión
Martí concibió “lo religioso” de dos maneras: como creación cultural, sujeta a los avatares de la historia, y como necesidad inmediata en el ser de la historia, y como necesidad innata en el ser humano.
Lo primero se ha manifestado en la diversidad de religiones que a su vez ha generado filosofías y artes, e incluso políticas. Por ello de su juventud declaró “cristiano, pura y simplemente cristiano,” elogio los primeros siglos del cristianismo redentor y mostró hacia la figura de Cristo ardiente veneración. También mostró aprecio por el budismo.
Se refirió al advenimiento “religión futura”, no dogmática, ni institucionalizada, surgida únicamente del hecho que “hay en el hombre conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente, de un gran ser creador” y de que “la religión está, pues, en la esencia de nuestra naturaleza”.
Al respecto Martí refiere que “Las religiones se funden en las religiones; (…) ya no cabe en los templos, ni estos ni en aquellos, el hombre ha crecido.” A continuación agrega:” ¿Templo? Ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil.
La religión futura en la que, hasta donde nos permite adivininarla, no habrá espacio para la adoración porque lo divino será inseparable de hombre, liberador de sus propios fanatismo y malas pasiones. La religión es suma, y en el misterio se amisten, en que la naturaleza y el espíritu hagan pases, en que los anhelos de todas las religiones converjan.
Desde el punto de vista religioso, se debe mantener una convicción absoluta en los principio de sus credos. Las convicciones de los individuos se expresan en su obrar como seres humanos y en su interacción social con los demás, la conducta debe estar, al mismo tiempo, impregnada en una espiritualidad decididamente tolerante. En la época actual, uno de los desafíos más importantes que enfrenta en conjunto es cultivar la conciencia abarcadora y universal de pertenencia al género humano, para dejar a un lado las limitaciones estrecha de conciencia tribal.
Martí y el liderazgo
Como precursor, como líder, José Martí también debió luchar sin pausa contra dolores y agonía inimaginable, con tal de lograr la libertada de esa tierra que era “su América”.
Al respecto Martí expresa: “Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cunado un pueblo se cansa, y que deciden a la guerra antes que los pueblos, por que no tienen que consultar a nadie más que así mismo, y los pueblos que tiene muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto.”(33) En ellas, quien quiera podrá verse el peso de la conciencia como precursor, su impaciencia, sus vacilaciones y hasta su orgullo y gloria.
Martí debía escoger entre intervenir en la guerra dentro de su país o quedarse en el extranjero para continuar la propaganda y la organización revolucionarias.
Un oficial mambí, pensando en su seguridad, le aconseja el último camino. Pero Martí expresa: “Piénselo bien (…), si es que me quiere como sé que quiere (…) no me expondré irreflexivamente a un peligro innecesario, pero tampoco convertiré que se desatiende cualquier necesidad o acción en el combate para cuidarme y resguardarme como si yo fuera una frágil reliquia.”
En el transcurso de su vida, Martí debió tomar decisiones en medio de tal dilema. En cada acción, asumió riesgos y se jugó el todo por el todo, con osadía y prudencia.
Martí hablaba con una sobria elegancia. Era tal su magia misteriosa de su voz, que atrapaba a quienes les escuchaban. Se convertiría en el gran líder de a revolución cubana.
El choque de criterios resultó inevitable entre Martí y Gómez: “un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento,” después de lo cual se retiró durante años de toda actividad pública.
Los planes secretos de los Estados Unidos para comprar en territorio cubano, por la lógica del llamado “destino manifiesto”, desde tiempo desde Jefferson, sobre lo cual expresa: “sobre nuestra tierra (…), hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es inicuo forzar la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella. Cosa muy cobarde no hay en los anales de los pueblos libres: ni maldad más fría.”
Más cierto para quien debe asumir un papel de liderazgo, ya que en el tiempo es uno de los factores decisivos que conduce un movimiento de éxito o fracaso.
Se cree que tiene mucho que ver con otra que dice: “Debe hacerse, en cada momento es necesario. No debe perderse el tiempo en intentar lo que hay fundamento harto para creer que ha de ser logrado. Aplazar no es nunca decidir sobre todo cuando ya, ni palpitantes memorias, ni laboriosos rencores, ni materiales y cercanas catástrofe, permiten nuevo plazo. Adivinar es un deber de las que pretende dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos.”
Esto hizo que Martí se decidiera a redactar la Orden de Alzamiento que se cumpliría el 24 de febrero de 1895. Desafiando innumerable dificultades y peligros en Santo Domingo y Haití, desembarcó en un bote, en noche tempestuosa, con Gómez y otros cuatro compañeros, el 11 de abril de 1895, en Playitas de Cajobabo.
Concepción martiana de pueblo
José Martí, el “Apóstol de la revolución”, vivió siempre junto a su pueblo; lucho por él y hasta dio la vida combatiendo por su libertad y progreso. El espíritu de Martí sigue latente, arraigado al suelo de Cuba con el mismo brillo de antaño.
El pensamiento martiano es el pilar espiritual de la vida cubana. El pueblo es como una gema en bruto que ansía acendrarse.
Martí fue uno de esos líderes de “oro macizo”, que amó al pueblo cubano y creyó en él con una profundidad única.
Eso trasmite sus palabras cuando dice: “Creo a mi pueblo capaz de construir sobre los restos de una mala colonia una buena república.”
La fe en el pueblo fue la cualidad que le permitió franquear todas las barreras y ganarse la confianza de la ciudadanía.
Martí fue un hombre que nunca se rindió. Tuvo numerosos fracasos, pero se puso de pie siempre a pesar de todo. La fe en la vialidad ilimitada en su pueblo lo que le permitió mantener una lucha incondicional. Martí creyó en el pueblo por que él mismo fue parte de él.
Así por una parte nos dice: “todos los pueblos algo de majestuosos y de común, más vasto que el ciclo más grande que la tierra, más luminoso que las estrellas, más ancho que el mar: el espíritus humano.”
Y sin contradicción alguna precisará “sólo las virtudes producen en los pueblos un bienestar constante y serio.”
La consagración de martí a la causa redentora del pueblo tuvo por lo demás sagrados. Visibles cuando sentencia, con el respaldo de sus actos: “no se debe poner mano a la paz y la vida de un pueblo sino con el espíritus de generosidad casi divina.”
Inseparable al concepto de pueblo existe el de patria o nación. Martí escribió: “patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.”
El ser humano tiene valores que defenderse aun a costa de la vida; valores fundamentales cuya perdida implica la pérdida de las mismísima raíces del alma. En estas palabras de Martí todo el fervor de la pasión incontenible que inspira a la patria: “el pueblo más educados es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción y el pensamiento, y en la dirección de los sentimientos”.
Martí aspiraba a que el Partido Revolucionario Cubano fuese, de hecho, la vanguardia del pueblo cubano tanto en la emigración como en de la Isla, lo cual implica identificar nación y revolución.
La doctrina consagrada en el Manifiesto de Montecristi (1895) de una revolución política y social desarrollada en varios períodos de guerra tal como vemos hoy. El proyecto de un pueblo cada vez más amplio y profundamente revolucionario, tanto en la guerra como en la paz, tanto en la perenne resistencia, por la fatalidad geográfica, a la valoración y soberbia imperialista, como en la conquista de nuevas dimensiones de la libertad y la justicia, de la armonía entre la realización de la persona y la equidad comunitaria.
Sea como fuere, es preciso que, en el siglo XXI, el protagonista de la sociedad humana sea el pueblo, impulsado e inspirado en nobles ideales de trasformación.
Martí y la política
Para Martí hay dos clases de política: la política buena, la pura, que es pura y buena porque es fecunda y está inspirado en el bienestar de la patria. Y la política mala, porque es impura, porque es perjudicial y nociva para el país, ya que procura el bienestar y la riqueza privada de unos cuantos. Se hace política para servirse a uno mismo.
La misma política, el arte por excelencia de convertir las ideas en realidades operantes, tiene mucho de fantasía lírica y de entusiasmo fáustico.
Considera a la política como ciencia, pero también como arte de inventar cada nuevo recurso, de convertir reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o lo merme importancia, del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo antes que tenga sus ejércitos en fila y la batalla preparada.
Pero la política entusiasta, arrebata apasiona y la pasión ciega a muchos hombres los ojos del espíritus, y ya no ven donde están los deberes, ni los cumplen, y se apartan del resto de los principios. Sólo piensan en sí, y la ambición los domina, por eso se dice la pasión política tiene un límites, que es allí donde empieza la maldad.
La primera sólo persigue como fin alcanzar el poder, sólo en beneficio privado: pero sin orientación definida: no crea, no priva, no perjudica a la nación. La segunda es todo lo contrario: su fin es reformar, es mejorar las condiciones de vida del país, y para lograrlo aspira al poder, prevé y crea. Por esos inspiraba fe, y levanta el entusiasmo, y se hace respetar.
Martí escribe: “ La política, o modo de hacer felices a los pueblos, es el deber y el interés primero de quien aspira a ser feliz, y entiende que no lo puede ni merece ser quien contribuya a la felicidad de los demás.”(46) duele comprobar que la política en nuestros días, es algo tan distante del horizonte trazado por Martí.
La política es como un pantano de arenas movedizas, que arrastra a los hombres con el hechizo de su poder perverso, en el marco estrecho de sus interese, y pone todo a su merced.
El ciudadano que toma la decisión de lanzarse al mundo político, ya tiene que dar por hecho el azote de ls tormentas que vendrá de allí en adelanta.
La política para martí, era obra de creación y de salvación no menos que la poesía, fue un hombre que encarnó la justicia en el sentido más autentico de la palabra.
El Maestro incorporó a la tradición cubana dos elementos esenciales: de un lado el conocimiento profundo y minucioso de Estados Unidos, los peligros de su expansión por América y el mundo, el estudio de lo que llamó “gérmenes funestos” que iniciaba entonces en aquella república su obra de destrucción; de otro las formas prácticas que debían aplicarse para lograr la independencia y asegurarse para el futuro; es decir la unidad de nuestro pueblo.
Su vida y obra confirman que su valor político esencial estuvo en lograr la unidad de los cubanos en la lucha por ser libres del colonialismo español.
Martí y la cultura
Los vínculos de nuestro pueblo con América Latina y el mundo solo se puede garantizar culturalmente sobre el fundamento de José Martí, ningún lema mejor para el desarrollo de una cultura integral que el pensamiento del Apóstol: “Ser culto es el único modo de ser libre”.
Precisamente el principal error que se cometió por las llamadas izquierdas del siglo XX fue divorciarse de la cultura.
En Cuba no se había cometido ese grave error, aunque problemas tuvimos al respecto, por que la cultura de Martí estaba insertada dentro de la mejor tradición de la política cubana.
Sobre el fundamento de las ideas y de la cultura forjada en dos siglos de historia, de la cual Martí es su más alto exponente, se ha ido estructurando la mejor política cubana durante el siglo XX y también será así en el siglo XXI.
Martí se presenta hoy como una clave esencial del nuevo pensamiento que necesita no solo Cuba, sino América y el mundo. Quines pretendan hacer política, si no entiende está relación, hará mala política, a la vez, Quines quieran hacer ciencias sociales y no comprendan los vínculos de la cultura con la política estará limitados en sus aspiraciones.
El pensamiento filosófico y político, social y cultural en general de nuestro país de forjó la síntesis mejor lograda de las ideas del llamado occidente que nos recuerda la célebre imagen de uno de los más grandes sabios de América Don Fernando Ortiz, cuando caracterizó la cultura como un ajiaco. Es un ajiaco con sabor a justicia en su alcance más universal. Y lo sustantivo de ese ajiaco está en José Martí.
De esta manera podemos relacionar el pensamiento que representa José Martí y el pensamiento que representa el socialismo de Carlos Marx, Engels y Lenin y sus continuadores.
Y Martí, por su parte hablaba de que el secreto humano estaba en la facultada de asociarse, de relacionarse con los demás. Aquí establece una relación coincidente con lo que dijo Carlos Marx.
Poseemos una tradición pedagógica que está presente desde os tiempos forjadores de la nación, desde Varela, José Martí, Martí Varona hasta Fernando Ortiz. Todos los grandes pensadores en el país tenían una vocación decidida a favor de la cultura general integral.
Lo que Martí consideraba más trascendente, es decir aquellas ideas que no pueden relacionarse al pensamiento del Apóstol cuando decía: “La filosofía no es más que el secreto de la relación de las varias formas de existencia”.
Los grandes pensadores cubanos: Félix Varela, José de la Luz caballero, José Martí, Enrique José Varona, Julio Antonio Mella, Fernando Ortiz, Juán Marinello, Alejo Carpentier, entre otros, tuvieron una aspiración a la cultura general integral.
Como se ha señalado, el principal error práctico del siglo XX fue divorciarnos de la cultura está en buscar la relación con la política practica. Por estas razones, se ha propuesto la necesidad de estudiar lo que henos llamados cultura de hacer política presente en martí y Fidel. Promover esta investigación es un deber con Martí, con la ciencia y con el futuro de Cuba.
Conclusiones
Martí había sus previsiones en el conocimiento verdadero de las realidades humano cubanas, americana y universales, su vaticinio y su mandato se mantuvieron vivos en la conciencia del pueblo.
Fueron sus continuadores legítimos, los abanderados de la concepción marxista leninista, los que oyeron su voz y acompañaron sus armas. No es casual que Julio Antonio Mella fuese el primero en destacar la actualidad de sus concepciones revolucionarias, el partido fundado por él y por Carlos Baliño, a lo largo de toda su gestión, propagador veraz del ideario martiano.
Cuando surgió el movimiento libertador encabezado por Fidel Castro, se miro hacia Martí como inspirador. Martí es nuestro. No estuvo presente en Jimaguayú pero si en el Moncada. Su ímpetu revolucionario desembarcó en el Granma, se ha expresado en todas las victorias de nuestra revolución y levanta su limpia bandera libertadora.
Pugnó Martí por una economía independiente y volcada en beneficio de todos; lo ha organizado nuestra Revolución.
Martí pide una enseñanza científica y moderna, sin privilegio, ni excepciones, y destaca además, la fecundidad en la coordinación del trabajo y el estudio- en lo que coincide esencialmente con Carlos Marx.
La política internacional se asienta en fundamentos de evidente orientación martiana. La comunicación cordial con todos los pueblos, afirmada en la unidad esencial del hombre, que fue en Martí proclamación incansable, es principio de nuestra Revolución, como lo es el enérgico y constante de todo dominio de un pueblo sobre otro.
Martí entiende que la paz internacional solo será estable y definitiva si se asienta en el reconocimiento cierto y permanente de la autodeterminación de todos los pueblos y la soberanía de todos los estados.
Nuestra Revolución sostiene e impulsa esa conjugación infalible entre la nacional, lo regional y lo humano, donde fluye la obra de mayor fuerza y calidad y permanencia.
Imperativos del tiempo y las circunstancias condujeron a martí a los llamamientos de todas las clases sociales para libertar a Cuba.
Bibliografía
1- Vitier Cintio e Ikeda Daisaku. Diálogo sobre José Martí. Editorial Especial. Centro de Estudios Martiano. 2001
2- Siete Enfoques Marxista sobre José martí. Editora Política/ La Habana, 2005.
3- Hart Dávalos, Armando. Ética y Cultura Política. Editora Orbe Nuevo. La Habana 2006.