La importancia de las Relaciones radica en que cada ser humano es el reflejo de uno mismo. Este breve artículo es extraído del libro “16 horas para Templar el Ser”, dedicado al Desarrollo Personal y el Autoliderazgo.
Cada vez que surge la oportunidad, comento lo siguiente:
Las relaciones que tenemos son como “monedas de oro” o “tesoros” que guardamos en nuestro cofre más preciado: el corazón. El gesto de tomar permanentemente cada una de las monedas y pasarle un paño de seda para darle brillo, es como una dulce caricia que se manifiesta gracias a las emociones más sublimes que tenemos.
Algunas de esas monedas o “relaciones”, al perder su brillo, nos decepcionan e intentamos deshacernos de ellas arrojándolas fuera del cofre. Quizás, en vez de actuar con rencor, sea mejor colocar esas monedas en la fuente de los deseos, pidiendo con amor para que algún día resplandezcan.
Fritz Perls (1893-1970), médico psiquiatra alemán, creador de la Terapia Gestalt, nos invita a reflexionar con este mensaje muy profundo:
“Yo soy Yo,
Tú eres Tú;
Tú haces lo Tuyo,
Yo hago lo Mío.
Yo no vine a este mundo para vivir de acuerdo a tus expectativas;
Tú no viniste a este mundo para vivir de acuerdo con mis expectativas.
Yo hago mi vida,
Tú haces la tuya.
Si coincidimos, podría ser maravilloso; si no, no hay nada que hacer”.
Cada quien es “uno mismo”. Tenemos necesidades diferentes a las de otras personas y esas diferencias son las que nos hace entendernos y poder crecer y evolucionar como individuos concientes.
El lograr tener empatía es ponernos en el lugar del otro, con el propósito de poder entenderlo en profundidad y a la vez, nos ayudamos a lograr nuestra propia aceptación en toda su integridad.
Los demás son nuestro propio espejo.
Las personas con las cuales nos relacionamos son nuestros propios “espejos”. Los gestos y actitudes que nos agradan de ellas, las cosas que nos sorprenden gratamente de ellas, las que valoramos de ellas; son aquellas características que también tenemos y aceptamos de nosotros mismos.
Cualquier rechazo que experimentamos con los demás, son aquellas cosas que no aceptamos de nosotros mismos y que necesitamos “sanar” interiormente.
Las personas son auténticos “reflejos” de nuestra existencia. Ellas vienen a mostrarnos lo que somos en nuestras partes luminosas, tanto como en nuestras partes obscuras que necesitan su lumbre para nuestra evolución.
Por lo tanto, permitirnos juzgar o condenar a los demás, criticar negativa-mente y quejarse es, por reflejo, algo que estamos haciendo con nosotros mismos y que a la corta o a la larga, se evidenciará en nuestra propia carne.
Las partes obscuras que no reconocemos de nosotros mismos, habitan en el territorio del “ego”, que pretende alejarnos de nuestra esencia, de nuestro verdadero Ser interior. Es por ello que con frecuencia ocultamos lo que creemos que es “lo malo” de nosotros y sólo mostramos “lo bueno” que nos caracteriza.
Estar atento a que las personas son un “espejo” nuestro, nos permitirá descubrir qué podemos “regular concientemente” y así obsequiarnos el contacto más íntimo con nuestra propia grandeza interior.
A medida que vamos aceptándonos a nosotros mismos en aquellas partes que no aceptamos de sí, vamos volviéndonos más enteros, más íntegros. Empezamos a tener más armonía, dejamos de lado nuestras máscaras, le damos menos importancia a nuestros “roles” que son meros disfraces de nuestro ego y empezamos a aflorar nuestro auténtico ”Ser”.