Desde hace milenios se nos ha dicho que la meditación es una práctica mística especialísima que beneficia cuerpo y mente, y que permite alcanzar un estado único de unión con Dios. ¿Es realmente la meditación una panacea, una solución a los problemas humanos? Siga leyendo.
La vida actual es cambiante, sorpresiva y vertiginosa. Cada vez tenemos memos control sobre la realidad y esta incertidumbre nos confunde, nos preocupa y puede llegar a enfermarnos. Términos como neurosis, psicosis, depresión, ansiedad, angustia o estrés, conforman ahora la jerga, no médica, sino común, pública y cotidiana.
En medio de esta situación, la lógica empequeñece y pierde sentido, las explicaciones tradicionales poco aportan al esclarecimiento, y nos quedan dos camino: Buscar respuestas y sosiego en ídolos, maestros y referentes externos, o buscar como aconsejan las tradiciones espirituales antiguas, dentro de uno, en el mundo privado, en la llamada “ruta del Ser”, donde reside la promesa de hallar paz y una mayor conciencia, que desplaza el miedo, las confusiones y los malestares. El vehículo para llegar a esa profundidad apacible y luminosa, es la meditación.
La meditación suele verse de dos maneras. Una más occidental, que la asume como una novedad, como mecanismo práctico para lograr serenidad y salud psicofísica. Otra más oriental, como una disciplina antigua y sagrada que nos permite despertar a nuevas forma de realidad, en la que todo cobra un nuevo significado, y además, posibilita el acceso a una dimensión espiritual en la que según algunos se logra unificar la conciencia individual con la conciencia universal. Se une al individuo con Dios. ¿Fantástico? Veamos fragmentos de la transcripción que hace Udo Reiter de la experiencia mística que vivió Pandit Dopi Krisna, conocido yogui de la india, durante un episodio de meditación, que realizaba en Cahemira una mañana de Navidad en 1937.
Estaba sentado con las piernas cruzadas, inmóvil y derecho. Los pensamientos fluían sin interrupción mientras centraba mi atención en una flor de loto. La intensidad de la concentración interrumpía mi respiración que era sosegada e imperceptible. Durante segundos perdí el contacto con mi propio cuerpo y tuve la impresión de que me encontraba suspendido en medio del aire. De repente sentí un torrente de luz fluida rugiente como una catarata que me penetraba la columna vertebral y el cerebro. La luz se hizo cada vez más resplandeciente y resonante el estrépito como un terremoto. En eso noté que me evadía de mi propio cuerpo envuelto en una aureola de luz. Imposible describir en detalle esa experiencia. Ya no era yo mismo, sino un círculo de conciencia inconmensurablemente grande en el que el cuerpo era un punto bañado de luz en condiciones de arrobamiento y felicidad indescriptibles. Después el círculo comenzó a hacerse estrecho y yo me hacía más pequeño hasta que empecé a percatarme de los límites de mi propio cuerpo y regresé a la existencia normal conciente de mi cuerpo y del medio circundante.
Con estas palabras describe un meditador de 17 años de experiencia la trascendente experiencia vivida en la meditación. Otros aseguran haber sanado de viejas enfermedades y algunos testimonian un cambio permanente en su relación consigo mismo y con el mundo. Para el místico Indio Sai Baba, señala que sin la meditación no es posible gobernar la mente, mientras que para Osho, la meditación puede sustituir la necesidad de medicación. No me digan que no es como para pensarlo y, más, para vivirlo.
En el terreno práctico, existen diversas maneras de meditar que incluyen cantos devocionales, repetición de mantras (palabra de contenido especial, usada para estimular la concentración) y danzas. La forma tradicional consiste en sentarse en un lugar cómodo y tranquilo, respirar lenta y profundamente sin hacer nada más y sin dedicarse a pensar. Se puede iniciar concentrándose en la llama de una vela, en la propia respiración o en algún sonido o ruido del ambiente, siempre que no se juzgue o se interprete lo que se oye. Más bien, se tratan esos sonidos como si no estuvieran allí.
Las bondades de la meditación son tantas, que sorprende a la mayoría, que algo tan sencillo pueda producir efectos tan poderosos y abundantes. Entre sus beneficios físicos se mencionan: reducción del estrés y sus reacciones psicosomáticas derivadas, fortalecimiento del sistema inmunológico, retraso del envejecimiento, recuperación del asma bronquial, reducción de las afecciones cardíacas, y reducción y más fácil control del dolor.
En lo psicológico, meditar produce calma, claridad mental y sentido de integración de la personalidad. También favorece el desarrollo de la confianza personal; disminuye las preocupaciones; mejora la capacidad de concentración, la memoria, el aprendizaje y la creatividad; incrementa la tolerancia y la paciencia; reduce y a veces elimina las tendencias adictivas al cigarrillo, café, alcohol y otras sustancias; incorpora una visión más productiva del placer y la diversión, y promueve un mayor rendimiento laboral. También se descondiciona la mente y se rompen automatismos y compulsiones.
Meditar no es visualizar. Se visualiza induciendo la mente hacia un objetivo con imágenes mentales. Se medita relajándose y reduciendo el flujo de pensamientos al mínimo posible. La visualización tiene un objetivo concreto, la meditación no, pues ella es método y fin en sí misma. Sólo se busca experimentar y cada experiencia es diferente para cada individuo.
Como vemos, la meditación es un tema complejo que conecta con lo físico, lo psicológico, lo energético y lo espiritual, por lo que se recomienda investigar y aprender para obtener un mayor beneficio de esta poderosa práctica que para muchos es nada menos que la panacea, la solución sagrada para los problemas del ser humano, que como una vez dijo Buda, emergen todos y siempre de nuestra propia mente. Gracias por leerme. www.laexcelencia.com
Libros recomendados: “Aprender meditar” de Louis Proto. “De la medicación a la meditación” de Osho. “ La experiencia mística”, de Maslow, Wats y otros.