Es la escuela clásica inglesa desde bases empíricas, la que viene a aportar intelectualmente, de un lado, sentido científico a la marcha del capitalismo, al entrar a considerar el proceso de crecimiento económico y la forma de prolongarlo de una manera coherente a tenor del desarrollo empresarial; de otro, contribuye a la autonomía capitalista desde el principio del liberalismo económico, que viene a consolidar la independencia preponderante del capitalismo económico sobre lo político.
El papel del Estado como símbolo de lo político, se limita a la función ordenadora, no de manera autónoma, sino derivada de la buena marcha del proceso económico, en el que es decisiva la iniciativa privada, por lo que su intervención en el funcionamiento de las industrias o regulando los precios es inadmisible.
Tierra, trabajo y producción son los que contribuyen a la riqueza de las naciones, pero liberalismo y propiedad privada son los ejes que la definen, al margen de la presencia estatal. Entre las aportaciones del liberalismo económico a la marcha del sistema capitalista cabe citar la teoría del valor ligado al trabajo, al establecer que el valor de la mercancía viene dado por la cantidad de trabajo que requiere su producción. Siendo la ganancia, el salario y la renta los que fijan el precio natural de las mercancías. De otro lado, los precios de mercado tienden a aproximarse a los precios naturales en virtud de esa mano invisible que lo regula, porque cada individuo al buscar el interés personal genera beneficio para la sociedad. Una consecuencia del equilibrio económico desde el libre comercio es el pleno empleo, que se logra desde el proceso de producción, demanda y reinversión, que se mantienen de forma natural. Así pues, el mercado tiende a autorregularse, sin que precise de políticas fiscales ni monetarias, con ello el laissez faire se confirma como la norma reguladora del mercado.
Entre sus representantes más destacados cabe citar a Smith, Malthus, Ricardo y Stuart Mill.
Sin embargo, con carácter previo hay que hacer referencia, por otra parte, a Richard Cantillon, “Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general”(1730), considerado el padre de la economía moderna, siendo el autor del primer tratado de economía general, en el que realiza un análisis completo de los precios y en el que demuestra cómo las existencias de la mercancía y la demanda, movida por diversidad de circunstancias, determinan el precio, lo que le acerca a los clásicos. Igualmente su teoría del dinero sostiene que está sujeto a la oferta y la demanda, así como los riesgos de su manipulación. Su tesis del entrepreneur imprime un cierto carácter de aventura a la actividad del capitalista, por cuanto invierte, asume riesgos y espera los beneficios.
En lo que se refiere a las aportaciones de los clásicos a la teoría económica cabe señalar, entre otras, la de Adam Smith. En “La riqueza de las naciones” (1776) aborda abiertamente las cuestiones sustanciales de la economía capitalista moderna partiendo de puntos que afectan al nuevo mercado autorregulado que motiva el desarrollo productivo. Destaca el papel sustancial de la economía privada frente a la idea tradicional de lo público. La mano invisible es la que conduce el interés particular, pero a la vez permite armonizar las actuaciones individuales de manera que reviertan en beneficio general. En una economía basada en la iniciativa privada, la acumulación determina la distribución de la renta, lo que permite consolidar las clases sociales; en posición destacada se situarían los capitalistas que se llevarían la mayor parte de los excedentes productivos, a cambio marcan el desarrollo de la sociedad. En cuanto a la riqueza, Smith propone el trabajo y la especialización como factores determinantes de la riqueza de una nación. La división del trabajo es decisiva en el proceso de producción puesto que permite el aumento de la productividad, la mejora de la calidad del trabajo, el ahorro de costes y la mecanización; sin perjuicio de otros aportes como ahorro de tiempo, labor de conjunto y eficacia del trabajo. Su teoría del valor establece el precio de la mercancía, que está compuesto por los tres factores de producción -capital, trabajo y tierra- que determinan el precio natural. Distingue el valor de uso o utilidad subjetiva del valor de cambio, que vendría a ser su valor real de mercado, basado en la oferta y la demanda. Existe un mercado, animado por el principio de libertad de comercio interior y exterior, en este último eliminando barreras arancelarias, donde es posible hablar de especializaciones a nivel interestatal como extensiva de la idea de la división del trabajo. Estamos en una sociedad movida libremente al ritmo de la oferta y la demanda, en la que no es precisa la intervención de Estado, porque se regula en virtud de la presencia de esa mano invisible, que en definitiva garantiza el orden, el progreso social y el interés general, desde el interés privado de cada uno de los individuos que integran la sociedad.
Thomas Malthus, en “Ensayo sobre el principio de la población” (1798), previene contra el crecimiento demográfico, ya que la población crece en progresión geométrica, mientras los recursos alimentarios lo hacen en progresión aritmética, con lo que para evitar los rendimiento decrecientes es preciso una política de control poblacional.
David Ricardo, en «Principios de Economía Política y Tributación«(1817), analiza cuestiones que están relacionadas con la distribución de la renta de la tierra. En este punto, con el avance industrial, la tierra de buena calidad escaseaba, la mayor parte resultaba menos productiva o rentable, lo que encarecía el precio de los productos, con las consiguientes ventajas para las primeras. De aquí se deriva una posición ventajosa para las mejores tierras en detrimento de las otras, lo que beneficiaba a los dueños de la tierra y perjudicaba a quienes la trabajaban. El problema crece cuando aumenta la población, seguida de una mayor demanda de alimentos, por lo que plantea generar una nueva forma de capitalismo en el campo, desplazando los beneficios desde la propiedad al trabajo, puesto que el valor de los bienes depende de este último.
En el caso de John Stuart Mill, “Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social”(1848), su propósito es el estudio de la riqueza y las leyes que rigen su producción y distribución. Abarca la producción, la distribución, el cambio y los factores que influyen sobre una y otra. Plantea un plan de expansión productiva basado en que los medios de pago de los bienes son otros bienes y todos los vendedores son compradores, con lo que se aumentaría el proceso al comprarse el doble. Al vender, los productores realizarían oferta añadida a la demanda del mercado, lo que a su vez generaría ingresos nuevos que se reinvertirían, generando nuevos beneficios de los que se beneficiarían los trabajadores, aumentando su capacidad adquisitiva. Mas que de división del trabajo habla de separación de ocupaciones. Los salarios vienen dados por la oferta y la demanda en el mercado de trabajo y en algunos casos por la costumbre. El capital es el resultado del ahorro, este se invertiría a través del sistema financiero, entrando a formar parte del proceso productivo. Asimismo, considera que la propiedad privada no puede tener la consideración de derecho absoluto, sino que ha de moderarse frente al interés público. En el ámbito de la ciencia económica, hace la distinción entre las llamadas leyes de producción, que no se ven afectadas por la intervención humana, al ser de carácter natural, y el proceso de distribución, que es el resultado de la forma en que operan instituciones y personas. En la distribución intervienen no solamente factores como la competencia, además de las costumbres que han conservado vigencia a través de las instituciones.