Si bien existen varias teorías que comparten o refutan la premisa del 10% de uso cerebral, la realidad es que independientemente que sea cierto o no, debemos considerar que es factible optimizar tanto nuestros logros tangibles como intangibles.
En la actualidad no es para nadie un secreto que a la hora de buscar el desarrollo gerencial, se hace cada vez más énfasis en la potenciación de habilidades y destrezas relativas a la creatividad así como a la inteligencia emocional, tales como asertividad, empatía, autocontrol, focalización y otros. Esto principalmente, ya que las organizaciones de hoy requieren cada vez más que quienes la dirigen, no solo sean capaces de ser estrategas y crear nuevos productos o servicios, sino que además sean capaces de fomentar climas de armonía.
No obstante para ello, no se puede perder de vista que quienes asumen la función de gerenciar son en principio personas y que antes de lograr buenos resultados en sus campos de trabajo han de lograr una armonía cuerpo-alma y espíritu. Para ello es posible que deba no solo considerar sino adoptar hacer cambios significativos en su cotidianidad.
Asimismo, debemos considerar que nuestro cerebro participa de este sistema triádico, de allí que indagar sobre los distintos enfoques que abarca la neurociencia conlleva a desarrollar no solo los procesos cognitivos y el estado físico sino además fortalecer lo espiritual. Tal como lo cataloga Covey, la esencia del octavo habito.
En este orden de ideas, en principio, es decir, en el nivel de la materia o del cuerpo el gerente debe evaluar y procurar mejorar en su estado de salud física para lo cual ha de partir del hecho de analizar su historial de vida, como ha “cuidad o descuidado” su cuerpo y lo más importante, tomar medidas para desarrollar hábitos que regeneren su calidad de vida. Seguidamente, en el nivel del alma, esa suerte de capa permeable capaz de albergar nuestro sistema de principios y valores; habrá de nutrirla mediante la evaluación introspectiva así como de la percepción del entorno social en cuanto al quehacer ético y moral. Posteriormente, en el nivel del espíritu, de orden totalmente energético asociado a lo sublime para lo cual requerimos desarrollar ávidos estados de conciencia, este será el que nos permitirá tomar las decisiones.
Ahora bien, el dilema surge cuando nos hacemos la pregunta ¿Cómo me estoy gestionando? ¿Estoy verdaderamente trabajando en los niveles cuerpo, alma y mente?
Finalmente, como una gerencia comprometida con la prosperidad de nuestros clientes, de la nuestra organización y de nuestros colaboradores, entonces iremos construyendo esa masa crítica capaz de vivir de forma tal que encuentren un balance entre lo personal, laboral, social y sustentable.