Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico

La teoría de la administración ha tenido un desarrollo sorprendente en los últimos 50 años, como resultado de haberse reconocido la importancia de las relaciones humanas en la búsqueda de mayor eficacia y eficiencia en el funcionamiento de las organizaciones. Esta nueva percepción del papel de los recursos humanos en el éxito empresarial, ha sido catalizada por el hecho de que ha sido ésta una época de grandes y constantes cambios en todas las esferas de la vida económica y social de la humanidad, así como de significativos avances en el desarrollo tecnológico, lo que paradójicamente ha llevado a centrar en el capital humano, las diferencias competitivas de las organizaciones.

Estos cambios – cada día mas grandes, más rápidos, más violentos, mucho más traumáticos –   ligados a un ambiente de gran incertidumbre y de una competitividad que no se había tenido antes, debido al surgimiento de una economía globalizada, han impuesto nuevas exigencias a las organizaciones, las cuales se sienten compelidas a buscar a toda costa desarrollo y talento, cualidades que han demostrado ser  claves dentro de las organizaciones protagonistas.

En estas décadas el incremento de la actividad productiva aceleró el desarrollo de las labores administrativas; la necesidad de contar con personal especializado ha aumentado a medida que los métodos, productos, y servicios de las empresas se han hecho más complejos, y más complejas las relaciones con otras empresas, con los consumidores, los suministradores y el entorno, en general. Como consecuencia, los especialistas y teóricos de la administración, se han visto impelidos a la investigación, enfocando sus estudios desde diferentes ópticas, lo que ha determinado el surgimiento de varias escuelas o criterios con relación a la teoría administrativa, la mayoría de las cuales han colocado al hombre en el centro de la organización, en tanto se ha demostrado que el capital humano y los recursos intangibles, marcan la diferencia en los resultados de la gestión empresarial en el  contexto empresarial moderno.

Las organizaciones que han logrado ser exitosas en este contexto, han sustentado su éxito en una gestión de capital humano, orientada según el criterio de sus empleados son seres humanos que tienen necesidades, aspiraciones y metas, aunque no las manifiesten de forma explícita. Una de las necesidades principales es la de lograr emociones positivas, sentimientos de logro y reconocimiento personal, y de filiación y aceptación por el colectivo empresarial; necesidades estas que deben ser satisfechas, ya que ello determina y organiza todos los procesos mentales y determina un comportamiento integral direccionado con motivación al logro.

Dentro del contexto de estas necesidades también se incluyen el mantenimiento físico, la seguridad, el desarrollo de las competencias, habilidades y destrezas, percepción de reconocimiento por el desempeño logrado,  poder, éxito y expectativas de mejora; desde luego esta no es una lista completa de las necesidades físicas, psicológicas y espirituales del ser humano, pero si representan factores que son comunes en el contexto laboral.

En los últimos años se les ha dado a los factores emocionales la importancia debida en relación con su incidencia en el óptimo desempeño de las actividades profesionales y directivas, llegando a considerarlas como un elemento indispensable del éxito empresarial.

El éxito de las empresas líderes ha demostrado que el énfasis debe ponerse en el desarrollo de las capacidades personales que hacen posible que cada trabajador pueda desempeñarse con éxito emocionalmente, es decir, que cada empleado tenga modos de afrontamiento de la vida personal y laboral y de las relaciones interpersonales, que los hagan alcanzar resultados de excelencia, con un alto nivel de motivación. En otras palabras, que cada trabajador sienta placer por el trabajo que realiza, y que este sea percibido por el mismo como un elemento gratificante en su vida, y no como un medio de subsistencia.

Este estado emocional, induce un alto grado de motivación por la tarea que se realiza y un compromiso con los resultados colectivos, que se ha constituido en el elemento distintivo de las empresas protagonistas respecto al resto de las organizaciones económicas. Por estas razones, es cada día más recurrente que los directivos se preocupen por desarrollar en sus trabajadores las capacidades emocionales, lo cual además de los beneficios ya enunciados en términos de motivación y compromiso, resulta altamente ventajoso para las relaciones con los clientes y proveedores, haciéndolas mutuamente ventajosas, mediante un proceso de negociación signado por la inteligencia emocional.

Este hecho se corrobora cuando, al rastrear datos sobre los talentos de los desempeños estelares a lo largo de varias décadas, se destacan dos habilidades: la formación de equipos y la adaptación al cambio, por tanto comienzan a aparecer como rasgos de los trabajadores estrellas, competencias diferentes a las que se venían gestionando hasta entonces, relacionadas con las habilidades emocionales. “Las aptitudes que se necesitan para triunfar comienzan con la potencia intelectual, pero también se necesita aptitud emocional para aprovechar a fondo el talento. Si no obtenemos todo el potencial de la gente es por ineptitud emocional” . (Lennick, 1998) El desarrollo de la Inteligencia Emocional dota al individuo de la capacidad de conocer y comprender, tanto sus propias emociones y sentimientos, como los de los demás, brindando habilidades para manejar los mismos y lograr que interfieran en la actividad laboral sólo de manera positiva.

La Inteligencia emocional es una forma de relacionarse con el mundo que pone el punto focal en los sentimientos, involucrando habilidades tales como: el control de los impulsos, la conciencia emocional, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Estas habilidades dan lugar a la formación de rasgos de carácter y valores que resultan indispensables para adaptación social efectiva y creativa.

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Para comprender claramente como se ha llegado a formular la definición anterior resulta interesante hacer un recorrido breve por el desarrollo de la inteligencia humana. La historia de la inteligencia humana puede explicarse como el empeño del cerebro humano en buscar formas eficientes de comunicarse consigo mismo. Cuando el primer ser humano trazó la primera línea, precipitó una revolución en la conciencia humana; una revolución cuyo estadio evolutivo más reciente está constituido por el mapa mental.

Una vez que los seres humanos se dieron cuenta de que eran capaces de exteriorizar sus «imágenes mentales» internas, la evolución fue más rápida. Con las primeras representaciones hechas por los primitivos aborígenes australianos en las cavernas, los primeros trazos se fueron convirtiendo paulatinamente en pinturas. A medida que las civilizaciones evolucionaban, las imágenes comenzaron a condensarse en símbolos y, más tarde, en alfabetos y guiones; así sucedió con los caracteres chinos o los jeroglíficos egipcios. Con el desarrollo del pensamiento occidental y la creciente influencia del imperio romano, se completó la transición de la imagen a la letra.

Posteriormente, a lo largo de dos mil años de evolución, el poder nada desdeñable de la letra adquirió primicia sobre la momentáneamente menospreciada imagen. Así pues, los primeros seres humanos que hicieron marcas estaban señalando, literalmente, un salto gigantesco en la evolución de nuestra inteligencia, porque así exteriorizaban los primeros indicios de nuestro mundo mental.

Al hacerlo, no sólo fijaban sus pensamientos en el tiempo y en el espacio, sino que además capacitaban el pensamiento para que pudiera abarcar esas mismas dimensiones. Entonces, la inteligencia humana ya pudo empezar a comunicarse consigo misma a través de las extensiones infinitas del tiempo y del espacio.

En su evolución, los símbolos, las imágenes y los códigos terminaron por configurar la escritura, y ese principalísimo avance fue la clave de la aparición y de la evolución de civilizaciones destacadas, tales como las de Mesopotamia y de China, cuyos habitantes disfrutaron de evidentes ventajas sobre aquellos otros pueblos que todavía estaban por llegar al estadio de la escritura, y por ese motivo no tuvieron acceso a la sabiduría y al conocimiento que nos legaron las grandes mentes del pasado.

Tal y como las aguas de un ancho río tienden a acelerarse cuando se ve forzado a discurrir por un cauce estrecho, la tendencia a reunir información ha ido acelerándose a lo largo de los siglos, hasta dar origen a la actual «explosión informativa». En épocas recientes, esta explosión ha sido causada, en parte, por el supuesto de que la escritura es el único vehículo adecuado para el aprendizaje, el análisis y la diseminación de la información.

Si efectivamente escribir es la mejor manera de adueñarse de tal información, de analizarla y de transmitirla, ¿por qué hay tantas personas que tienen problemas en los campos del aprendizaje, el pensamiento, la creatividad y la memoria? ¿por qué se quejan de una incapacidad básica, de pérdida de la confianza en sí mismas, de disminución del interés y de reducción de sus poderes de concentración, memoria y pensamiento?

Entre las reacciones habituales ante tales problemas cabe incluir la auto denigración, la disminución del rendimiento, la apatía y la aceptación de reglas rígidas y dogmáticas, factores todos que obstaculizan aún más el funcionamiento natural del cerebro. Se han convertido la palabra, la oración, la lógica y el número en los pilares fundamentales de la civilización, con lo cual se ha obligado al cerebro a valerse de modos de expresión que lo limitan, pero que de acuerdo a los supuestos actuales de partida son los únicos correctos.

Los grandes cerebros que usaron efectivamente una mayor proporción de su capacidad natural y que, a diferencia de sus contemporáneos que usaban un pensamiento más lineal, estaban empezando a apropiarse intuitivamente de los principios del pensamiento irradiante y de la cartografía mental, revelaron una nueva manera de enfocar  la inteligencia humana: la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es un campo de estudio que surgió en la década de los 90 como reacción al enfoque de inteligencias meramente cognitivas, sumando críticas a los detractores de los test de inteligencia, tradicionales. El concepto de inteligencia emocional ha despertado el interés de muchos autores, debido a que es un tema relativamente reciente y que aún se encuentra en etapa de madurez.

A principios de la pasada década, Salovey y Mayer (1990) acuñaron para la inteligencia personal, la denominación de Inteligencia Emocional, a la que definieron como: “la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos y de usar esa información para la orientación de la acción y el pensamiento propio”.

Los mismos autores reformularon posteriormente esta definición, pues reconocieron que resultaba insuficiente en algunas situaciones, ya que incidía solamente en la regulación de las emociones, omitiendo la relación entre el pensamiento y el sentimiento. Para soslayar las carencias encontradas, propusieron la siguiente definición:

La inteligencia emocional relaciona la habilidad para percibir con precisión, valorar y expresar emociones, relaciona también las habilidades para acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan el pensamiento, también la habilidad para entender la emoción y el conocimiento emocional, incluye también la habilidad para regular emociones que promuevan el crecimiento emocional e intelectual. (Mayer, et al., 1997)

El mérito de estos autores como señala (Martin, et al., 2000), está en haber identificado cinco capacidades parciales diferentes como elementos integrantes de la competencia emocional: reconocer las propias emociones, saber manejar las propias emociones, utilizar el potencial existente, saber ponerse en el lugar de los demás, crear relaciones sociales. Estas cualidades emocionales pueden aprenderse y desarrollarse mediante el esfuerzo por captar de manera consciente las propias emociones y las de los demás.

El concepto de Inteligencia Emocional irrumpió en el mundo empresarial en la década de los noventa, cuando su gestor Daniel Goleman (1996) editó su primer libro sobre el particular. Desde entonces esta nueva manera de enfocar las cualidades necesarias para el éxito o el fracaso de los líderes y ejecutivos ha ganado un número considerable de adeptos, debido a su probada eficacia en la mejora del desempeño de las organizaciones y en el incremento de la eficacia del liderazgo en las mismas.

Se considera que fue Goleman uno de los primeros en conceptualizar la inteligencia emocional, planteando que es una meta-habilidad que determina el grado de destreza que se pueda conseguir en el dominio de nuestras otras facultades. Este autor considera que la misma es el más importante de los factores que intervienen en el ajuste personal, en el éxito en las relaciones personales y en el rendimiento en el trabajo.

Para Shapiro (1997) el término inteligencia emocional se identifica con las cualidades emocionales necesarias para el logro del éxito, entre las cuales se pueden incluir: la empatía, la expresión y la comprensión de los sentimientos, el control del genio, la independencia, la capacidad de adaptación, la simpatía, la capacidad para resolver los problemas en forma interpersonal, la persistencia, la cordialidad, la amabilidad y el respeto. (Cooper, et al., 1997), definen la inteligencia emocional como la aptitud para captar, entender, y aplicar eficazmente la fuerza y la perspicacia de las emociones en tanto que fuente de energía humana, información de relaciones e influencias.

Para (Simmons, et al., 1997) es el conjunto de necesidades emocionales, de impulsos, y de valores verdaderos de una persona, y dirige toda su conducta visible. (Weisinger, 1998) , refiere que “la inteligencia emocional es, en pocas palabras, el uso inteligente de las emociones: de forma intencional, hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de manera que mejoren nuestros resultados”. Por su parte (Bar-On, 1997) plantea que es un conjunto de capacidades, competencias y habilidades no cognitivas que influencian la habilidad propia de tener éxito al afrontar las demandas y presiones del medio ambiente.

A través de todas estas definiciones, se observan dos enfoques o modalidades de entender la inteligencia emocional:

  1. Refiere la capacidad cognitiva vinculada al ámbito de la inteligencia.
  2. Refiere el ámbito de la personalidad como conjunto integrado de disposiciones o tendencias de comportamiento, tales como asertividad, optimismo, baja impulsividad, sociabilidad, entre otras.

Teniendo en cuenta los conceptos anteriores, es posible plantear que aunque semejantes, cada autor presenta en su teoría alguna peculiaridad que convierte su criterio en único, pero de lo que sí no cabe dudas es que las emociones juegan un papel muy importante en el correcto desenvolvimiento de la vida en general y más aún en su éxito, los autores coinciden  en las aptitudes para reconocer y regular las emociones propias y de los demás. Pavón (2009) considera que inteligencia emocional es la capacidad que posee una persona para reconocer, sentir, controlar y modificar las emociones, tanto en el ámbito personal como en el social, en consonancia con el entorno.

Para desarrollar la inteligencia emocional en la organización es necesario que todos los implicados en la materialización de la misión y el cumplimiento de los objetivos estratégicos, desarrollen la propia. Este es un motivo que permite plantear que la clave del éxito en el desarrollo de la Inteligencia Emocional en la organización está precisamente en el crecimiento personal de cada uno de los implicados y en el esfuerzo que cada uno de ellos ponga en su empeño, así como en el reconocimiento del cambio individual y su accionar para una mejora continua de sus competencias.

Desarrollar la inteligencia emocional ayuda a gestionar las emociones, de forma que se aproveche el potencial en función del logro de los objetivos personales y organizacionales, así como permite comprender a los demás de una manera más consciente y humana. No basta el conocimiento teórico sobre la inteligencia emocional para su desarrollo, por tal razón las organizaciones conscientes de su impacto en el desempeño del capital humano llevan a cabo programas para su impulso.

Cada emoción ofrece una disposición definida a actuar; cada una nos señala una dirección que ha funcionado bien para ocuparse de los desafíos repetidos de la vida humana. Dado que estas situaciones se repiten una y otra vez a lo largo de la historia de la evolución, el valor de supervivencia de nuestro repertorio emocional fue confirmado por el hecho de que quedaron grabadas en los nervios como tendencias innatas y automáticas del corazón humano.

Pero mientras nuestras emociones han sido guías sabias en la evolución a largo plazo, las nuevas realidades que la civilización presenta han surgido con tanta rapidez que la lenta marcha de la evolución no puede mantener el ritmo. En efecto, las primeras leyes y declaraciones de la ética- el Código de Hammurabi, los Diez Mandamientos de los Hebreos, los Edictos del emperador Ashoka- pueden interpretarse como intentos para dominar, someter y domesticar la vida emocional. Como describió Freud en El malestar en la cultura, la sociedad ha tenido que imponerse sin reglas destinadas a someter las corrientes de excesos emocionales que surgen libremente en su interior.

A pesar de estas limitaciones sociales, las pasiones aplastan a la razón una y otra vez. Esta característica de la naturaleza humana surge de la arquitectura básica de la vida mental. En términos de diseño biológico para el circuito neurológico básico de la emoción, aquello con lo que se nace es lo que funcionó mejor en las 50,000 últimas generaciones humanas, no en las 500 últimas… y sin duda no en las cinco últimas.

Las lentas y deliberadas fuerzas de la evolución que han dado forma a las emociones han hecho su trabajo en el curso de un millón de años; los 10,000 últimos años –a pesar de haber sido testigos del rápido crecimiento de la civilización humana y de la explosión de la población humana, que pasó de cinco millones a cinco mil millones- han dejado pocas huellas en las plantillas biológicas de la vida emocional del hombre.

Se sostiene que existen cientos de emociones, junto con combinaciones, variables, mutaciones y matices. El argumento de que existe un puñado de emociones centrales se basa en cierta medida en el descubrimiento de Paul Ekman, según el cual las expresiones faciales para cuatro de ellas (temor, ira, tristeza, placer) son reconocidas por personas de culturas de todo el mundo.

Emociones primarias reconocidas preferentemente con sus familias:

  • Ira: furia, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad y, tal vez en el extremo, violencia, y odio patológicos.
  • Tristeza: congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación y, en casos patológicos, depresión grave.
  • Temor: ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, miedo, terror, en un nivel psicopatológico, fobia y pánico.
  • Placer: felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión orgullo, placer sensual, estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis y, en el extremo, manía.
  • Amor: aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, adoración, infatuación, ágape (amor espiritual).
  • Sorpresa: conmoción, asombro, desconcierto.
  • Disgusto: desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, disgusto, repulsión.
  • Vergüenza: culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación, arrepentimiento, mortificación y contrición.

De acuerdo a los postulados de Ekman se debe considerar a las  emociones en términos de familias y dimensiones, tomando las principales familias –ira, tristeza, temor, placer, amor, vergüenza, etcétera- como casos pertinentes a los infinitos matices de nuestra vida emocional. Cada una de estas familias tiene un núcleo emocional básico, con sus parientes formando ondas a partir de este núcleo en incontables mutaciones. En la periferia de este conjunto de ondas se encuentran los estados de ánimo, que como se conoce son mas apagados y pasajeros. Más allá de los estados de ánimo se encuentra el temperamento, la prontitud para evocar una emoción o estado de ánimo determinado que hace que la gente sea melancólica, tímida o alegre. Todavía más allá de estas disposiciones emocionales se encuentran los evidentes trastornos de la emoción, tales como la depresión clínica o la ansiedad incesante, en la que alguien se siente constantemente atrapado en un estado negativo.

Se dice que el hombre dispone una mente emocional y otra racional, la primera  es mucho más rápida actúa sin ponerse a pensar en lo que está haciendo, descarta la reflexión deliberada y analítica que es el sello de la mente pensante;  las acciones que surgen de la mente emocional acarrean una sensación de certeza especialmente fuerte, una consecuencia de una forma sencilla y simplificada de ver las cosas que pueden ser absolutamente desconcertantes para la mente racional.

Cuando ha pasado la tormenta, o incluso en medio de la respuesta, nos sorprendemos pensando: “¿Para qué hice esto?” Una señal de que la mente racional está despertando, aunque no con la rapidez de la mente emocional. Este rápido modo de percepción sacrifica la exactitud a favor de la velocidad, dependiendo de las primeras impresiones, reaccionando al cuadro general o a los aspectos más sorprendentes. Asimila las cosas de inmediato, como un todo, reaccionando sin tomarse el tiempo necesario para un análisis reflexivo.

Los elementos vívidos pueden determinar esa impresión, efectuando una cuidadosa evaluación de los detalles. La gran ventaja es que la mente emocional puede interpretar una realidad emocional (él está furioso conmigo; ella está mintiendo; esto lo entristece) en un instante, emitiendo los juicios intuitivos que nos dicen con quién debemos ser cautelosos, en quién podemos confiar, quién está afligido. De acuerdo con el criterio de algunos estudiosos del tema, la mente emocional opera como un “radar” para percibir el peligro, subrayando que de haber dependido solo de la mente racional, el hombre no hubiera subsistido; sin embargo, estos juicios intuitivos, en tanto se efectúan en un abrir y cerrar de ojos, pueden conducir a errores o ser absolutamente falsos.

La lógica de la mente emocional es asociativa; toma elementos que simbolizan una realidad, o dispara un recuerdo de la misma, para ser igual a esa realidad. Esta lógica de la mente emocional está bien descrita por Freud en su concepto de proceso primario de pensamiento; es la lógica de la religión y la poesía, la psicosis y los niños, el sueño y el mito.

Si la mente emocional sigue esta lógica y estas reglas, con un elemento que representa a otro, las cosas no necesariamente deben estar definidas por su identidad objetiva: lo que importa es cómo son percibidas; las cosas son lo que parecen, pero por tal razón, puede que sean percibidas como mucho más importante que lo que realmente son.

Esto conduce a la postura contra-intuitiva de que los sentimientos son típicamente indispensables para las decisiones racionales; éstos nos señalan la dirección correcta, dónde la pura lógica puede ser mejor utilizada. Así, a las emociones les importa la racionalidad. En la danza de sentimientos y pensamiento, la facultad emocional guía las decisiones momentáneas, trabajando en colaboración con la mente racional y permitiendo –o imposibilitando- el pensamiento mismo. De la misma manera, el cerebro pensante desempeña un papel ejecutivo en las emociones, salvo en aquellos momentos en que las emociones quedan fuera de control y el cerebro emocional pierde sus frenos.

Todo lo cual refuerza la noción de que en efecto, el ser humano dispone de dos mentes y dos tipos de inteligencias diferentes, una racional y otra emocional, las cuales interactúan determinando el desempeño y su éxito, lo que implica que sólo el cociente intelectual no basta, es preciso también desarrollar las competencias propias de la inteligencia emocional. En efecto, el intelecto no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional. Por lo general, la complementariedad del sistema límbico y la neo-corteza, de la amígdala y los lóbulos pre-frontales, significa que cada uno de ellos es un socio pleno de la vida mental. Cuando estos socios interactúan positivamente, la inteligencia emocional aumenta, lo mismo que la capacidad intelectual.

Esto invierte la antigua comprensión de la tensión entre razón y sentimiento: no se trata de que se quiera suprimir a la razón y poner en su lugar a la emoción, sino encontrar el equilibrio inteligente entre ambas. El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de la tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y corazón. Para hacerlo positivamente en la vida, primero se debe comprender más precisamente qué significa la emoción de manera inteligente.

La inteligencia emocional integra el conjunto de  habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar; mostrar empatía y abrigar esperanzas. La inteligencia emocional puede aprenderse, desarrollarse y/o modificarse ya que las aptitudes emocionales fundamentales pueden en efecto ser aprendidas y mejoradas siempre que se estructure un programa a tales efectos.

Los principios de la Inteligencia Emocional, de acuerdo con el criterio de Goleman (1995), son los siguientes:

  1. Recepción: Cualquier cosa que se incorpore por cualquiera de los sentidos.
  2. Retención: Corresponde a la memoria, que incluye la retentiva (o capacidad de almacenar información) y el recuerdo, la capacidad de acceder a esa información almacenada.
  3. Análisis: Función que incluye el reconocimiento de pautas y el procesamiento de la información.
  4. Emisión: Cualquier forma de comunicación o acto creativo, incluso del pensamiento.
  5. Control: Función requerida a la totalidad de las funciones mentales y físicas.

Estos cinco principios se refuerzan entre sí. Por ejemplo, es más fácil recibir datos si uno está interesado y motivado, y si el proceso de recepción es compatible con las funciones cerebrales. Tras haber recibido la información de manera eficiente, es más fácil retenerla y analizarla.  A la inversa, una retención y un análisis eficientes incrementaran nuestra capacidad de recibir información. De modo similar, el análisis que abarca una disposición compleja de las tareas de procesamiento de información, exige una capacidad para retener (recordar y asociar) aquello que se ha recibido. Es obvio que la calidad de análisis se verá afectada por la capacidad para recibir y retener la información.

Estas tres funciones convergen en la cuarta es decir la emisión o expresión ya sea mediante el mapa mental, el discurso, el gesto u otros recursos, de aquella que se ha recibido, retenido y analizado. La quinta categoría, la del control, se refiere a la actividad general del cerebro por la cual éste se constituye en «desertor» de todas las funciones mentales y físicas, incluyendo la salud general, actitud y las condiciones ambientales. Esta categoría es de particular importancia porque una mente y un cuerpo sanos son esenciales para que los otros cuatro principios funcionen (recibir, retener, analizar y emitir) y puedan operar en la plenitud de su potencial.

La inteligencia emocional incluye las áreas de conocer las propias emociones, manejar emociones, motivarse a uno mismo, reconocer emociones en otros y manejar relaciones (Goleman, 1995), por lo que puede afirmarse que las competencias emocionales permiten al hombre un manejo adecuado de sus emociones que propicia el éxito en su vida social y personal. De acuerdo con el criterio de Salovey, las principales esferas que deben tomarse en consideración en relación con la inteligencia emocional son las siguientes:

  • Conocer las propias emociones. Capacidad de controlar sentimientos en un momento a otro fundamental para la penetración psicológica y la comprensión de uno mismo.
  • Manejar las emociones. Para que los sentimientos sean adecuados, capacidad de serenarse, de librarse de la irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas. Quien carece de esta capacidad lucha constantemente contra sentimientos de aflicción y los que la poseen se recuperan con mayor rapidez de los reveses y trastornos de la vida.
  • La propia motivación. Es ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para prestar atención, para la auto-motivación y el dominio, y para la creatividad. El auto dominio emocional es postergar la gratificación y contener la impulsividad y sirve de base para toda clase de logros.
  • Reconocer emociones en los demás. Es la empatía basada en la auto conciencia emocional les permite adaptarse a las sutiles señales sociales que indican lo que otros necesitan o quieren, es la «habilidad fundamental» de las personas y despierta el altruismo.
  • Manejar las relaciones. El arte de manejar las emociones de los demás, competencia e incompetencia social.

En la actualidad la inteligencia emocional  es reconocida como un factor clave para tener éxito en la organización, es por ello que son numerosos los autores que se han dedicado este tema, a pesar de ser un tema relativamente joven en el contexto mundial. En Europa ha cobrado especial relevancia el tema de la inteligencia emocional y su importancia para alcanzar el éxito en la vida, especialmente en el sector educacional, a tal punto que en la provincia de Guipúzcoa, ubicada en la comunidad autónoma del país Vasco, se aprobó un programa que rediseña todo el sistema educacional de la enseñanza primaria, contemplando en este la alfabetización emocional, desde la enseñanza primaria.

En América este tema ha tenido una connotación total, debido principalmente, a que sus principales forjadores son de origen norteamericano, sin embargo existen asociaciones para el desarrollo de la inteligencia emocional en Argentina y en Puerto Rico. Las principales aplicaciones del tema se encuentran en los docentes y en los estudiantes, acerca de cómo educar de forma tal que se provoque el desarrollo emocional de los estudiantes.

También es posible apreciar un incremento de las investigaciones relacionadas con este tema encaminado hacia las organizaciones, debido a que los enfoques modernos de gestión de las empresas y de la dirección, han convertido al hombre y sus relaciones entre sí, en el centro de la misma, es por eso que en muchos estudios se vinculan estas investigaciones a otros temas como la cultura organizacional, los valores y la gestión del cambio, entre otros.

Los estudios relacionados con la inteligencia emocional, se concentran en general en la determinación del grado de desarrollo de las competencias emocionales. Las competencias emocionales que mas se repitieron como decisivas en el éxito de los lideres y sus empresas, fueron clasificados en cuatro categorías, las cuales se explican seguidamente:

Auto-conciencia: La habilidad para reconocer y comprender los propios estados emocionales, sentimientos, rasgos, así como su efecto en las demás personas. Las competencias que se miden y desarrollan en esta categoría son: la auto-confianza, la capacidad para despertar estados emocionales alegres y llenos de buen humor.

Auto-regulación: La habilidad para controlar y re-direccionar impulsos y estados emocionales negativos, unido a la capacidad para suspender juicios y pensar antes de actuar. Las competencias que se miden y desarrollan en esta categoría son: Auto-control, confiabilidad, conciencia, adaptabilidad, orientación a resultados e iniciativa.

Empatía: Las habilidades para sentir y palpar las necesidades de otros y de la propia organización, unida a la apertura para servir y cubrir las inquietudes de quienes le rodean. En esta categoría se miden y desarrollan: la empatía, la conciencia organizacional y la orientación al servicio.

Socialización: Engloba el dominio de estrategias y formas de relacionarse afectiva y efectivamente con las demás personas, creando redes de relaciones, construyendo climas agradables, abiertos y efectivos en sus conversaciones. Las competencias en esta categoría son: desarrollo de persona, liderazgo, influencia, comunicación, gerencia del cambio, manejo de conflictos, construcción de redes y la cooperación en equipo.

Es preciso subrayar que si bien las competencias emocionales pueden desarrollar, y mejorarse, no existen métodos mágicos ni cursos o talleres de uno o dos días que propicien este proceso. De acuerdo al criterio de estudiosos y especialistas del tema, para desarrollar las competencias emocionales en una organización, hay llevar a cabo un proceso de entrenamiento con un especialista, que dirija y facilite la interacción entre todos los involucrados en dicho proceso. Este autor considera que deben desarrollarse cursos con una duración mínima de seis meses, en los cuales los participantes se ven motivados y exigidos a auto – observarse en su interacción con otros, contemplan la presencia de un coach o facilitador que actúa como espejo del comportamiento y además con sesiones de aprendizaje y práctica de las competencias en la vida real del participante.

Todo esto basado en un detallado diagnóstico validado, que permita determinar el perfil deseado, el perfil actual y las acciones para reducir el gap entre estos dos perfiles.

A los que apenas están aprendiendo a gerenciar sus estados anímicos y sus emociones, confesando lo difícil que en algunos momentos se torna ser congruente con lo que uno esta aprendiendo sobre esta valiosa inteligencia, resulta grato invitar a aquellos lideres que desean alcanzar altos niveles de satisfacción y efectividad en sus grupos de acción, a incursionar sobre el tema.

Para contribuir al desarrollo de la Inteligencia Emocional se recomienda la práctica del Método de las 7S para ser Competitivo (las 7S de la personalidad competitiva y feliz):

  1. Saludable: Cuida su salud, se ejercita y alimenta adecuadamente para contar con la energía requerida en su trabajo intelectual, emocional y físico. Realiza un chequeo médico frecuente para prevenir y atender cualquier potencial afección. Está lleno de vitalidad y contagia energía.
  2. Sereno: Gerencia las respuestas emocionales que generan sus sentimientos y estados de animo, es firme cuando ha de serlo, pero emplea auto – control, paciencia y tacto en su actuar. Evita que su amígdala cerebelosa produzca arranques de ira que afecten sus relaciones humanas. Disfruta de la tranquilidad y domina técnicas de auto – relajación.
  3. Sincero: Actúa en sus conversaciones y acciones basado en la ética, honestidad y justicia. Es abierto para expresar sus puntos de vista, empleando su verdad asertiva y respetuosamente, con franqueza y firmeza pero con consideración.
  4. Sencillo: Se maneja en sus relaciones personales y profesionales con humildad y simplicidad, no deja de conocer su valor y sus logros, pero reconoce que puede aprender de todo ser humano y que sus éxitos se los debe a otras personas. Evita la pompa y los lujos excesivos, pues sabe darle el justo valor a lo material, dentro de un clima de abundancia y prosperidad.
  5. Simpático: Es cortés, amable, educado en su hablar, evita los vicios comunicacionales del cinismo, sarcasmo, burla, humillación, discriminación, generalización y juicios sin sustentación. Busca ser asertivo, pero considerado y respetuoso del clima de sus conversaciones, fluyendo con buen humor, alegría y disfrute en su interacción humana.
  6. Servicial: Emplea el poder de la retribución y del servicio para llegar dentro de las necesidades de otros, haciéndose cargo de las inquietudes de quienes le rodean en su familia, trabajo y vencidad. Sabe que a través del servicio logra una elevación espiritual que le beneficia en otros ámbitos de su vida, por lo que ve al servicio como algo honroso y valioso para su vida y la de los demás.
  7. Sinérgico: Coopera y crea climas de cooperación y ayuda mutua en sus equipos de trabajo, tanto en la familia, el gremio o la empresa. Se maneja a si mismo como una parte clave de un equipo y no como una pieza indispensable. Esto le hace tomar consciencia de la importancia de la coordinación, el apoyo, al humildad para aprender, la visión común, la creatividad y la libertad para generar impecabilidad en las acciones que toman los diferentes equipos humanos a los que pertenece.

La competitividad de una persona, depende de su equilibrio intelectual – lingüístico, emocional y corporal, de manera que el desarrollo de estas 7S pueden contribuir a elevar los niveles de perfección en los procesos diarios, ayudándolos a vivir la vida que merecen y desean.

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Gómez Nodarse Iris Ma.. (2013, octubre 28). Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/inteligencia-emocional-un-acercamiento-teorico/
Gómez Nodarse Iris Ma.. "Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico". gestiopolis. 28 octubre 2013. Web. <https://www.gestiopolis.com/inteligencia-emocional-un-acercamiento-teorico/>.
Gómez Nodarse Iris Ma.. "Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico". gestiopolis. octubre 28, 2013. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/inteligencia-emocional-un-acercamiento-teorico/.
Gómez Nodarse Iris Ma.. Inteligencia emocional. Un acercamiento teórico [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/inteligencia-emocional-un-acercamiento-teorico/> [Citado el ].
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