Al ingresar a un cargo directivo en una empresa, existen muchas expectativas tanto en la persona como en la organización.
La persona espera poder desarrollar y poner en práctica toda su experiencia adquirida en trabajos anteriores y aplicar los conocimientos obtenidos en su formación académica, conseguida a través de los años de estudios en la universidad.
Sus expectativas se concentran en demostrar que su capacidad de gestión le permitirá alcanzar grandes logros y avanzar significativamente a través de ascensos e incrementar su calidad de vida.
Por su parte la Organización espera que este nuevo directivo contribuya significativamente en el mejoramiento de los resultados esperados por la empresa. Su expectativa se centra en el cumplimiento de sus propósitos estratégicos y desea que la gestión que desarrolla el nuevo directivo les permita incrementar su productividad y competitividad.
Sin embargo, cada día que pasa es un nuevo reto para el ejecutivo, por cuanto el dinamismo propio de la organización hace necesarios nuevos conocimientos y capacidades para que sea capaz de tomar las mejores decisiones, asumir nuevos retos y desarrollar esquemas de gestión capaces de atender y entender los nuevos desafíos corporativos.
Es posible que en los primeros meses, incluso años de trabajo, los resultados sean positivos y ajustados a las expectativas tanto de la persona como de la empresa, sin embargo, si por parte del directivo no se ha dado un proceso consciente de formación, entrenamiento y capacitación en temas relacionados con su responsabilidad.
Poco a poco los resultados comienzan a ser menos efectivos, las respuestas que ofrece a los problemas que se presentan se ajustan cada vez menos a las necesidades y por supuesto comienzan a aparecer los síntomas de frustración por la pobre gestión que se desempeña.
Se reconocen tres momentos en este proceso:
1. Las capacidades del ejecutivo se mantienen pero no crecen al ritmo requerido por la organización
2. Las capacidades del ejecutivo comienzan a disminuir gradualmente haciendo que cada vez sea menor la efectividad de su gestión.
3. Las capacidades del ejecutivo crecen a un ritmo superior al crecimiento corporativo, lo cual le permite no sólo mantenerse actualizado, sino también ofrecer soluciones que contribuyen al desarrollo de la empresa.
Un breve recorrido por nuestra historia laboral nos permitirá reconocer la efectividad de nuestra gestión y descubrir el impacto que ha tenido nuestra contribución profesional al desarrollo de la organización. En este sentido, podemos afirmar que seguiremos siendo vigentes en la medida en que mantengamos un espíritu constante de actualización y crecimiento.
Algunas acciones que nos llevan a fortalecer nuestro desempeño ejecutivo tienen que ver con:
Mantenernos actualizados sobre las tendencias del mercado a través de lecturas especializadas, artículos científicos,
investigaciones en temas propios de nuestra especialidad.
Asistir a seminarios, talleres o conferencias de actualización.
Conocer directa o indirectamente las experiencias que se viven en las empresas que desarrollan negocios parecidos al nuestro.
Visitar empresas del mismo sector o de otros que nos permitan conocer la manera como hacen las cosas.
Crear equipos de estudio o investigación al interior de la empresa.
Inscribirse en Diplomados o especializaciones que permitan obtener mayores conocimientos conceptuales sobre la gestión que realizamos.
Conocer en profundidad todos los aspectos del negocio.
Desarrollar nuestra capacidad de liderazgo y demás habilidades gerenciales requeridas y esperadas por la organización.
Por último, considero que es responsabilidad del ejecutivo encontrar los espacios y tiempos necesarios para generar valor, de tal manera que nuestra contribución no solo sea significativa sino también reconocida por todos los que conforman la organización y así podamos incrementar los niveles de desempeño y gestión en el cargo que ejercemos.