De un tiempo a esta parte se habla y escribe mucho sobre Ética Empresarial o Ética en los Negocios.
Se plantean foros de debate, se organizan cursos y seminarios, se escriben artículos en revistas y periódicos.
Pero ¿de qué se trata? ¿Qué es eso de la ética empresarial y en los negocios?
Las pregunta podría tornarse en otras tales como:
- ¿Existe la honradez en la actividad empresarial y los negocios?
- ¿Existen los valores como filtro de los actos empresariales y de los negocios?
- ¿Se pueden catalogar las conductas humanas en la actividad empresarial y en los negocios, según su ética?
- ¿Quiénes son los sujetos de esos comportamientos éticos o no éticos?
Y así podríamos continuar con otras muchas preguntas al respecto.
En las líneas que siguen trataremos de desgranar algunas de las claves para aclarar el panorama de las preguntas esbozadas.
En próximos trabajos ampliaremos, en la medida de lo posible, el círculo de las mismas.
¿Qué es, en general, ético y qué no es ético? En principio sería un comportamiento ético aquel que estuviese de acuerdo con unos valores establecidos o definidos al respecto.
Y lo contrario serían comportamientos no éticos. Por tanto ética y valores se unen desde el principio.
Sin valores no cabe hablar de ética.
¿A qué valores nos referimos? Existen diversos valores, según el campo en el que nos situemos. Así existen unos:
- Económicos
- Artísticos
- Morales
- Éticos
- Religiosos
- Sociales
En ocasiones, estos valores podrán ser coincidentes.
En otras, no sucederá así. Los valores son una especie de fundamentos, de sillares, de puntos de apoyo de los comportamientos humanos, en el campo en el que nos estemos situando. Son reconocidos, como tales, por la sociedad y no dependen de la aprobación por las mayorías humanas.
Los valores son los que son y no aquellos que la sociedad quiera que sean en cada época del devenir humano.
Es evidente que acciones humanas tales como:
- Robar
- Engañar
- Difamar
- Mentir
- Chantajear
- Extorsionar
- Maltratar
Y otros muchos más que se podrían citar, han sido siempre, son y serán actos reconocidos, al menos internamente, por cada individuo humano y por la sociedad como contrarios a la eticidad, como no éticos.
Con independencia de su consideración como actos ilícitos, contrarios a las leyes, inmorales u otras consideraciones que se quieran hacer sobre ellos.
Por el contrario, acciones humanas tales como:
- Decir la verdad
- Pagar lo que es justo o lo que corresponde
- Aportar el trabajo debido
- Respetar la propiedad ajena
- Ser leales en las relaciones con los demás
Son ejemplos de actos que el hombre y la sociedad considera éticos.
Esta consideración de lo que es ético y lo que no le es, no depende por tanto de circunstancias coyunturales, no es algo relativo, cambiante, sujeto a opiniones. Lo que es ético lo es, y lo que no, no lo es.
Otra cosa distinta es la mayor o menor dificultad para alcanzar comportamientos éticos, para vivirlos.
Ahí se entra en otro terreno, ya que existen diferentes factores, en las distintas épocas históricas y localizaciones sociales o geográficas, que influyen sobre los individuos humanos, con más o menos fuerza.
Así, cuando todo el mundo en un entorno determinado es honrado es más fácil serlo que cuando todo el entorno esté tocado de falta de honradez. Y esto es aplicable a cualquier faceta del comportamiento humano que consideremos.
En la sociedad actual, básicamente capitalista, de libre mercado y de un importante grado de neoliberalismo, impera el principio del máximo beneficio, de la eficacia y del utilitarismo.
La combinación de estos factores lleva a una lucha “despiadada” por el beneficio y la rentabilidad, por la utilidad de las cosas y de las personas, por su validez para ganar y para competir a toda costa.
La vida económica es una auténtica “guerra” en la que todos los días se libra “una gran batalla” en la que hay que vencer.
No vencer es ir para atrás, quedarse estancado, perder, empezar a morir.
Y es en este escenario en el que han de sobrevivir los valores éticos. Es ahí, donde cada día, hombres y mujeres, han de actuar y han de realizar sus actividades laborales, económicas y sociales.
Por tanto, las dificultades son evidentes.
Ahora bien, ¿vale la pena saltarse a “la torera” los principios éticos y actuar según convenga en cada caso para el bien individual o de una colectividad?
Si el ser humano no llevase nada dentro de sí, si fuese tan sólo un animalillo que tan sólo come y duerme, si no tuviese una conciencia interior que hasta cierto punto le ilumina, si fuese ajeno al bien y al mal, si no tuviese tras de sí unas raíces históricas, pasadas de padres a hijos…entonces cabría hablar de relativismo ético, de considerar ético o no lo que convenga en cada caso.
Pero no es así. Y esta experiencia, en nuestro interior, la tenemos todos. Diferenciamos lo que es bueno y lo que es malo.
Lo que se debe de hacer y lo que no, lo que es ético y lo que es un comportamiento anti- ético.
Vale la pena, aunque cueste o haya que renunciar en ocasiones a “beneficios” de diverso tipo, seguir comportamientos éticos.
Además, una sociedad no se puede asentar sobre lo no ético en forma permanente. Se vendría abajo.
Imaginemos una sociedad en la que todos, así como suena todos, engañásemos al resto de nuestros conciudadanos.
O una en la que todos robásemos a los demás, por poner un par de ejemplos.
O traslademos estos ejemplos a una empresa o sociedad determinada. Esa sociedad y esa empresa serían inviables…se hundirían.
Por tanto, sí que existe una ética empresarial o de los negocios, que es percibida como tal por los miembros de esa puntual colectividad y, correlativamente, por el entorno de la misma.
Y esos principios éticos son criterios de referencia firmes, especie de faro que ilumina los comportamientos humanos.
En todos los comportamientos humanos, en el mundo de la empresa y los negocios, se pueden considerar:
- Un hecho o comportamiento
- Unas circunstancias que influyen y que pueden modificar el juicio ético
- Un objetivo o finalidad del sujeto que lo realiza.
Los principios éticos permiten, en cada caso, juzgar la rectitud o no de cada comportamiento de los individuos teniendo en cuenta esas tres consideraciones anteriores.
Llegados aquí, conviene aclarar o explicitar más el abanico del campo o territorio de la ética empresarial. ¿de qué tipo de cuestiones, aparte de la ya citada honradez de las personas, estamos hablando? ¿A qué nos referimos?
Sin hacer un inventario de todas las cuestiones o situaciones posibles, podemos enumerar algunas para clarificar esta cuestión, sin orden ni sistematización previa:
- Salarios y contrataciones injustos o de explotación
- Prestaciones de trabajo escasas y mala calidad
- Publicidad engañosa
- Despidos de personal sin motivo suficiente
- Bajas por enfermedad simuladas
- Producción y venta de productos defectuosos
- Competencia desleal
- Pérdida de tiempo en la empresa
- Desmotivación de unos trabajadores a otros
- Servicios post venta ineficaces
- Comisiones y contratos
- Insensibilidad ecológica
- Discriminación de la mujer en el trabajo
- Acoso psicológico laboral
- Incumplimiento de sus deberes y obligaciones por parte de empleados
- Falsedades contables y fiscales
- Engaños u omisiones en etiquetado de productos
- Mantener maquinarias e instalaciones con riesgo para los trabajadores o su salud.
- Falta de rendimiento en el trabajo
- Incumplimiento de lo pactado en contratos.
Se podría añadir una larga lista de situaciones que conlleven problemática ética en la empresa, pero sirvan los citados como ejemplo y “botón de muestra”.
Por lo general, en los comportamientos poco éticos existe un beneficiado y uno o muchos perjudicados. Se beneficia el que lo comete y perjudica a los que han de sufrir esos comportamientos.
Pero esta afirmación está ya contestando la pregunta inicial, la del título de este trabajo. ¡Sí existe una ética empresarial y en los negocios!.
De estos somos todos conscientes.