Dime cómo observas y te diré quién eres…
La observación que hacemos de los sucesos del mundo depende del tipo de observador que somos. Concretamente, no existe una aprehensión directa de lo observado que podamos jugar en términos de: “ésta es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” y luego quedarnos tranquilos.
Bromas aparte, no vemos las cosas del mundo cómo son, más bien esa observación que hacemos “habla de nosotros” en cuanto a nuestra forma de percibir.
La psicología profunda establece que percibimos lo que ya tenemos en mente. Algo así cómo: una marca previa al estímulo y que atraería algunos de ellos, desechando otros. Una buena traducción de lo dicho sería: Uno ve, lo que quiere ver.
Entonces cabe pensar que: “La objetividad” que a veces pretendemos tener, es terreno fangoso y puede jugarnos malas pasadas. De esto no se salvan ni los científicos. Lo dicho también pondría al jaque su tarea diaria, basada en la observación.
El método científico es más que estricto y requiere muchísimas experimentaciones basadas en hechos; lleva mucho tiempo y miles de pruebas afirmar una hipótesis en el campo de la ciencia.
Lo que obtenemos de nuestra percepción es, en primer término, una interpretación y hay tantas interpretaciones como personas, sobre un mismo fenómeno del mundo.
La interpretación que se dé de un hecho o fenómeno, está relacionada con la acción que puede continuar a esa interpretación, podríamos decir que las acciones van a estar en línea con ella. De ahí la gran importancia que poseen y del porqué decimos que pueden jugarnos malas pasadas.
La interpretación que nos demos sobre un asunto, incide directamente en los resultados que queramos lograr sobre algo de la vida relacionado a ese asunto.
Si la interpretación obstaculiza y no “abre” el camino, el resultado no es el esperado.
Un ejemplo: si un amigo nos traiciona y el dolor que sentimos nos lleva a pensar “son capaces de traicionar”, estamos interpretando un hecho de manera tal, que todas nuestras acciones van a estar orientadas – sin darnos cuenta – a alejarnos de las personas. Resultado: nos sentimos solos y sin duda eso, no estaba en los planes.
Las interpretaciones provienen de lo que se llama: “modelo mental” ¡la gran máquina de interpretar! y que sin remedio portamos; no es difícil pensar entonces que de acuerdo a nuestro modelo mental, actuaremos en el mundo y tendremos determinados resultados producto de nuestra actuación.
Ahora, si tomamos unos minutos de reflexión sobre esos resultados que vamos obteniendo y pensamos: ¿ coinciden con lo que esperamos? Si coinciden, nos ponemos contentos y continuamos en esa dirección. Pero si no lo hacen, si los resultados de nuestras acciones nos dan cita con la frustración, ¿que se puede hacer?
Cualquiera diría cambiar las acciones, realizar actos distintos a aquellos de los cuales estábamos echando mano con saldo de descontento y bajo resultado.
Pero claro, no es tan claro, muchas veces nos toma la emoción del “no puedo”, “no me sale”, “soy inútil”, etc. En esos momentos el mundo desaparece y nos sentimos solos. Algo queda interrumpido.
Quizás sea la hora de pensar que alguien pueda ayudarnos a tener acciones distintas, procesos distintos y pensamientos distintos, en suma: desafiar nuestro modelo mental.
Si bien no podemos nunca “despegar de nuestras interpretaciones”, lo mejor sería poder contar con las que posibilitan y no con las que ofician de palo en la rueda.
Dándole una vuelta a la cosa, quizás sea la hora de que nos acerquemos a un profesional del coaching. Alguien que nos resulte confiable y capaz de entrenarnos en el difícil arte de cerrar heridas y explorar posibilidades, aquellas que sin querer y respondiendo a nuestro modelo mental, cerramos continuamente con interpretaciones a las cuales le damos el peso de: “Es la verdad, soy objetivo”.
Alguien que pueda ayudarnos a creer en nuestras capacidades y hacer dudar de aquellas interpretaciones que nos alejan más y más de nuestras metas, para encontrar otras, que nos asfalten la ruta de los resultados.
Alguien del cual podamos decir más tarde a algún amigo:
–¿Sabés?, conversé con un coach…