Uno de cada 10 trabajadores se droga en la empresa ó institución pública y privada en el Perú.
Los consumidores se concentran entre los 19 y 25 años. La marihuana y la cocaína son lo más habitual.
«En horario de trabajo, nos encerrábamos en una oficina que tuviera persianas, las cerrábamos y con tranquilidad, haciendo cuenta que estábamos en una reunión de trabajo, nos tirábamos un par de líneas».
Así de fácil es consumir droga dentro de la empresa. La frase es de Matías, nombre ficticio de un ingeniero agroindustrial de 40 años que llegó a subgerente de una multinacional y que prefiere no identificarse.
En su oficina del sector oriente de la capital se encerraba a diario con cinco compañeros a consumir cocaína y marihuana, que le traía hasta su propio escritorio el júnior.
La historia de Matías es más común de lo que imagina. En Perú, uno de cada diez trabajadores consume drogas ilícitas, así lo demuestra el segundo estudio de drogas en la población laboral de la Corporación La Esperanza, en el que se entrevistó a 1.050 trabajadores, desde obreros a gerentes, de seis compañías medianas y grandes, de los rubros alimentos, minería, manufactura y telecomunicaciones, ubicadas en las regiones Metropolitana.
Microtráfico.
Otro de los hallazgos que destaca el estudio es que en todas las empresas se constató presencia de micro-tráfico. Del total de personas que recibieron ofertas de drogas un 5% fue abordado en el lugar de trabajo o en sus alrededores. «Cuando salía de viaje, el júnior sabía que cuando volviera me tenía que dejar una o dos bolsas de cocaína en el porta lápices y en las mañanas cuando me entregaba el diario o la correspondencia me daba un paquete», cuenta Matías.
Si el júnior no estaba, él llamaba a cualquier dealer, que se la entregaba en el estacionamiento de la empresa o en el lobby del edificio. «A cualquier hora, a las 9:00 de la mañana, en la hora de colación o a las 10:00 de la noche, cuando lo necesitara», cuenta el ejecutivo que trabajaba en una empresa de telecomunicaciones, ubicada en la ciudad de Lima.
Del total de personas que reconoció haber consumidos drogas el último año, el 6,2% dijo que prefirió marihuana, el 2,5% cocaína y el 0,5% pasta base. Es decir, el 9,2% ha consumido alguna droga ilícita, cifra que supera en cerca del 50% al consumo de la población total, que llega al 5,7%.
El estudio realizado llama la atención sobre el uso de la cocaína en la población laboral de entre 26 y 34 años, que es superior al que registra la población peruana en general. «Por lo que puede asociarse el uso de este estimulante tóxico con el mundo laboral y sus características», establece la investigación.
«Lo hacía por un tema de rendimiento para poder trabajar más, poder levantarme y estar más despierto, pensé que me serviría para tener una mayor agilidad mental. Usé la cocaína de muleta para afirmarme, para poder rendir. En mi peor época, llegué a gastar entre $20 y $40 dólares por semana”, dice Matías.
Sin miedo.
El grupo de los trabajadores estaría más predispuesto a iniciarse en el consumo de drogas ilegales porque no lo asocian con consecuencias negativas.
Al preguntar a los trabajadores si usar marihuana con frecuencia era una conducta de gran riesgo, dos de cada tres empleados dijeron que no, y con respecto a la cocaína, uno de cada tres dijo que no lo consideraba arriesgado. Además, las personas drogodependientes generan una falsa sensación de inocuidad ya que son ellos los que afirman con mayor frecuencia que las drogas no hacen mal.
Esto hace que muchos trabajadores estén en riesgo de caer en el consumo de drogas, porque si existe micro-tráfico en la empresa y, además, no existe conciencia del peligro que ellas involucran, no existe una barrera objetiva ni subjetiva frente a su uso.
Lo que es grave porque investigaciones recientes demuestran que la marihuana reduce entre un 30% y un 40% los reflejos y la capacidad de reaccionar y que un tercio de los accidentes laborales graves tienen como protagonistas a personas bajo los efectos de sustancias tóxicas.
Matías se fue destruyendo de a poco. «Perdí la memoria, el sentido de la ubicación, empecé a ser más descuidado con los detalles de trabajos que tenía que entregar, con la atención a clientes que tenía a mi cargo, no iba más allá, hacía lo justo. Los últimos 2 años fueron terribles, me llené de problemas. Era como si todo me estuviera explotando en la cara, venía la ola y no la podía parar», recuerda el ejecutivo.
Prevención.
«En mi empresa, en la práctica, no había nada de prevención o alguna persona con quién hablar. En la intranet había información de alcohol y drogas, pero no había ninguna acción de prevención, que uno dijera alguien se está preocupando. No habían políticas y eso me jugó en contra, tal vez habría accionado el botón», dice Matías, quien finalmente renunció y luego de robarle hasta a su señora, se fue de la casa y fue recogido por su hermana y comenzó a rehabilitarse.
La educación y la capacitación laboral sí influyen a la hora de prevenir. La percepción de riesgo respecto del consumo de drogas aumenta en 20%, lo que a la vez reduce el riesgo-empresa de desarrollar adicciones, accidentes y otros problemas como mal clima laboral o robos.