En las condiciones imperantes en el mundo actual, en el que se destaca la consolidación de un proceso globalizador, favorecido por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, es considerado por una amplia mayoría de autores que las potencialidades que existen en las comunidades tanto cubanas como de otros países deben ser aprovechadas en virtud de elevar los niveles de desarrollo comunitario sustentable, para hacerle frente a tales procesos globalizadores; esto se logra con mucha efectividad por medio de un pleno conocimiento de los propios miembros de la comunidad de los principales problemas que le aquejan y los recursos de que disponen para hacerle frente a estos problemas, del uso eficiente y eficaz que le den a estos, de la competitividad alcanzada, así como su participación en las decisiones la comunidad como organización, en virtud de lograr la genuina implicación de sus miembros en su autogestión.
Es con esa visión que se ha desarrollado el presente artículo que pretende reflexionar sobre los elementos antes expuestos y sobre todo contextualizando la comunidad local como una organización social.
Desarrollo
El concepto de comunidad
Cuando se quiere definir de forma rápida el concepto de comunidad, se tiende en primer lugar a enumerar de forma integrada algunos de sus elementos: el geográfico, el socioeconómico, el medioambiental y otros muchos.
Si se intenta profundizar un poco, buscando representarla imaginariamente, viene a la mente la conjugación compleja de todos los factores que abarcan.
No obstante, si se pregunta directamente: ¿cuál es el recurso fundamental con que ella cuenta?, nadie duda al responder: el hombre.
En la práctica resulta, entonces, que si bien este último aspecto es perfectamente conocido, no es suficiente ponderado, y en ocasiones se distorsiona el importante rol que este ejerce en la comunidad. Esto puede ser en primer lugar consecuencia del énfasis que tradicionalmente se ha dado al carácter interventivo en el desarrollo comunitario, que puede llegar hasta su absolutización, en segundo lugar al enfoque técnico que en ocasiones prima en la concepción comunitaria y su gestión, cuya visión hiperbolizada tiende a desvirtuar su esencia y a desestimar procesos vitales de participación en su funcionamiento.
Sin embargo, analizar las entidades productivas y de servicios que tienen enclave en la propia comunidad, desde el ángulo del hombre, ofrece una perspectiva mucho más amplia e importante que la que a él se refiere en los marcos de la comunidad. Este aspecto es un tanto rezagado en lo que a atención se refiere en los estudios del desarrollo comunitario entre otras cosas por el falso concepto del economicismo.
Implica que la comunidad es, fundamentalmente, un sistema de relaciones sociales y como tal no existen diferencias, desde el punto de vista de la labor gerencial o administrativa, entre las comunidades y otras entidades y este contenido se expresa en el concepto «organización”.
Los propósitos (metas, objetivos) de sus operaciones (procesos) pueden diferir o ser más difíciles de definir y lograr en una situación que en otra, pero el principio de dirección básico es el mismo: el cumplimiento de metas u objetivos grupales (colectivos) con el máximo aprovechamiento de los recursos.
¿Qué es la comunidad como organización?
Como toda organización, es un sistema de relaciones sociales coordinadas en un contexto estructurado, cuyo desempeño se sustenta en el trabajo en grupos, a partir de metas y objetivos que hay que alcanzar, sobre la base de la utilización de los recursos y de una cultura propia, interactuando constantemente con el entorno.
El desarrollo de esta concepción permite comprender la verdadera esencia del fenómeno comunitario, así como las interrelaciones básicas de los elementos que lo conforman.
Su enfoque sistémico.
No solo la teoría, sino también la más enriquecedora práctica, demuestran la necesidad de concebir la comunidad como un sistema y, por ende, como un conjunto de elementos en interacción organizados y orientados hacia el logro de un objetivo o varios.
El concepto de sistema, por tanto, apunta hacia la interrelación compleja de todos sus elementos integrantes, a fin de lograr una nueva cualidad en el resultado.
La comunidad, como todo sistema, presenta tres características básicas:
- En primer lugar, tiene siempre un carácter relativo. Esto significa que ella es, a su vez, elemento integrante, o subsistema de uno mayor. Así, por ejemplo, la comunidad puede constituir un subsistema del sistema de relaciones sociales y económicas de un municipio, de una provincia del sistema macrosocial de un país.
- En segundo lugar, posee un carácter abierto. Recibe del medio ambiente que la circunda y, a su vez, envía hacia él. La comunidad recibe no solo recursos de todo tipo de su entorno, sino también decisiones, orientaciones e influencias, y ella envía hacia este, además de bienes y servicios, desechos y otros elementos tangibles, así como elementos intangibles, es decir, ideas, decisiones e influencias.
- Por último, el funcionamiento de la comunidad está asociado a determinado ordenamiento o estructura de sus elementos integrantes. Esta estructura a su vez debe encontrarse estrechamente relacionada con el tipo de actividades que en ella se desarrollan y con las particularidades de cada comunidad.
En la ilustración que se muestra a continuación se pueden apreciar los vínculos entre los elementos de esta estructura básica, donde las entradas de todo tipo, provenientes del medio ambiente, se combinan e interactúan en un proceso para dar lugar a múltiples salidas. El mecanismo de retroalimentación actúa como elemento de autorregulación, lo cual contribuye a que las entradas al proceso se correspondan con los patrones o estándares de salidas que se emiten al medio ambiente.
Ilustración 1: Sistema, estructura básica de la relación comunidad medioambiente.
Sistema de relaciones sociales coordinadas en un contexto estructurado
Concebir a la comunidad como un sistema es un elemento necesario, pero no suficiente para llegar a su esencia.
Esta hay que enfocarla en términos de sistema de relaciones sociales, lo que entraña reconocer prácticamente que son los hombres el centro de los procesos que en ella se desarrollan.
Sin embargo, cuando se habla de «hombre» es necesario tener en cuenta que este concepto no se refiere solo a su determinación como fuerza de trabajo.
Cuando el mismo accede a la comunidad como sistema no solo aporta a este su capacidad de trabajo, sino también sus ideas hábitos, intereses, contradicciones y necesidades, que se entrelazan de manera importante en la vida real de la comunidad, si se tiene en cuenta que cada hombre representa una individualidad en sí mismo.
El reconocimiento del hombre como centro de los procesos comunitarios requiere necesariamente un cambio de actitud en el tratamiento del fenómeno que se refiere especialmente a los procesos de dirección: no es posible continuar «administrando» personas como meros recursos o como simples aportadores de capacidad laboral o de algunas ideas que le sirven de caldo de cultivo para los científicos, es preciso contemplarlos como protagonistas, como actores directos.
Implica por consiguiente, en primer lugar, aceptar su diversidad y por ende, la necesidad de su tratamiento diferenciado y en segundo lugar identificar, aceptar y tratar al hombre como ente pensante, que genera ideas, participa en las decisiones y se compromete con las mismas.
El desarrollo de estas relaciones sociales entre los hombres en la comunidad no es un proceso espontáneo ni anárquico. Presupone un marco estructurado que fije las responsabilidades de cada cual en la ejecución de las distintas actividades, definiendo en gran medida el cumplimiento de las funciones que la comunidad desarrolla.
En este sentido es importante subrayar que en ocasiones se erigen verdaderas «camisas de fuerza,» toda comunidad demanda la existencia de cierta estructura como se señaló anteriormente, no obstante, uno de los errores más frecuentes es no comprender que la estructura no constituye un fin en sí misma, sino que su propósito es crear un medio ambiente favorable al desempeño humano, que represente una herramienta de dirección, de participación, que debe viabilizar y contribuir a perfeccionar el flujo de las relaciones sociales.
El hecho de concebir el conjunto de relaciones sociales como clave en la caracterización de la comunidad presupone, por tanto, que la interacción humana que se produce en este sistema se convierte en el eje central del desarrollo de la misma y por consiguiente, solo el trabajo mancomunado en grupos de discusión es el que posibilita el despliegue de sus potencialidades.
El trabajo grupal, metas y objetivos
“La historia de la humanidad ha demostrado que el hombre solo, aislado, poco o nada puede hacer. Los “Robinson Crussoes” son únicamente héroes de ficción. El trabajo colectivo es el que posibilita el desarrollo social”…., el de la comunidad como organización, pues propicia, por un lado, que los hombres obtengan más satisfacción porque aprenden, crecen y aportan y por otro lado, que la comunidad como organización también obtenga más éxito, porque funciona con mayor eficiencia.
La importancia del hombre en la organización reside, precisamente, en el efecto multiplicador que imprime a los procesos que en esta se desarrollan, como resultado de la interacción que ejerce con otros hombres.
Este proceso se traduce en la búsqueda de sinergia o efecto sinérgico. O sea, en la potenciación de los resultados, a través de la interacción de los esfuerzos de cada uno, de tal forma que este resultado es mayor que la suma de los esfuerzos individuales. Este efecto posibilita que se obtenga, cuantitativa y cualitativamente, un volumen superior de salidas respecto a las entradas, lo que constituye, en definitiva, el elemento clave en la potenciación del trabajo comunitario en las comunidades.
El efecto sinérgico de la comunidad se logra cuando se aúnan esfuerzos mediante el trabajo en grupos en función de metas y objetivos a alcanzar, lo cual repercute en resultados superiores. Las metas se conceptúan, por lo general, como logros y resultados por obtener, cuantificables y medibles, mientras que por objetivos se entiende: la expresión de los propósitos e intereses de la comunidad.
No es posible concebir, por tanto, una comunidad sin metas y objetivos a alcanzar que definan su orientación a corto, mediano o largo plazo.
En las condiciones de Cuba, los objetivos específicos de las comunidades se supeditan necesariamente a los objetivos supremos de la sociedad cubana en su conjunto, lo que no quiere decir que no se tengan en cuenta los objetivos individuales de cada comunidad, sino que estos no entran en contradicción con los sociales.
En este contexto, cada organización comunitaria debe fijar sus tareas fundamentales sobre la base de sus necesidades y tomando consideración las condiciones existentes. Sin embargo, ante la enorme cantidad de tareas fundamentales debe buscarse un eslabón principal, la meta u objetivo supremo, el cual deberá desglosarse en cada nivel estructural y en cada hombre participante del proceso que se desarrolla dentro de la comunidad.
La definición de metas y objetivos para diferentes horizontes temporales condiciona al igual que en otros campos la aplicación de dos enfoques en las organizaciones comunitarias: el operativo, vinculado a la orientación de la comunidad en el corto plazo, y el estratégico, que refleja su orientación a mediano y largo plazo.
La correcta combinación de estos enfoques es básica, al punto que la sobrevaloración o subvaloración de alguno de ellos puede conducir al fracaso. Táctica y estrategia en las organizaciones deben complementarse debidamente.
Recursos, información y conocimientos
El concepto de organización comunitaria está estrechamente enlazado con la utilización de recursos de diversa índole para el desarrollo de determinadas actividades y procesos.
La gama de recursos que requiere la organización para su funcionamiento es realmente amplia y abarca, por un lado, los elementos tangibles, que conforman la estructura material de la organización comunitaria, estos son: recursos materiales, financieros y humanos.
Por otro lado, abarca elementos intangibles, relacionados con los conocimientos, la experiencia acumulada por la propia comunidad y sus miembros, su modo de operar, elementos cada vez más importantes.
La fundamentación teórica de esta clasificación de los recursos reside en las propias características de las relaciones que establecen entre sí los hombres en el proceso de su actividad conjunta.
Por un lado, los materiales, vinculados al proceso de trabajo, que son determinantes dentro del sistema de las relaciones sociales de producción. Por otro lado y paralelas a las anteriores, como resultado de la actividad sensorial o acciones intelectivas humanas de la subjetividad de los hombres, se desarrollan las llamadas relaciones ideológicas, las cuales se manifiestan en juicios, estados de opinión, percepciones, aprendizaje, y otras que a la larga, se consolidan como valores, creencias y normas de comportamiento dentro de la comunidad.
Entre los recursos intangibles se destacan, por su especial relevancia, los informacionales y los conocimientos, comúnmente denominados know-how.
Hoy día, una comunidad que no posea una base informativa sólida para la toma de decisiones fundamentales y un nivel considerable de conocimientos acumulados que le permita a sus miembros poseer una visión integral del sistema en que se desenvuelve, difícilmente podrá crecer y desarrollarse, aun cuando disponga de los principales recursos que satisfacen su estructura tangible.
En un mundo influenciado por una incuestionable revolución de las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (NTICs), la utilización de esta deberá ser racional, efectiva y debidamente ajustada a sus necesidades.
De ahí la importancia de precisar el papel del dato, la información y el conocimiento dentro de la organización comunitaria, sobre todo cuando se trata de elaborar herramientas computacionales para tales fines.
El dato representa lo general dentro de la base de información de la comunidad. Consiste en el reporte de los hechos ocurridos en la organización comunitaria en forma de informes, tablas, frecuencias, porcentajes, hechos codificados estadísticamente. Sin embargo, no todo dato es información. Para que el dato se transforme en información tiene que mediar un proceso que entrañe la toma de alguna decisión, esta última es justamente la que transforma al primero en el segundo. En este sentido, tal reflexión resulta de particular interés en las condiciones de Cuba, donde el sistema comunitario se ha caracterizado hasta ahora por poseer poca información, a pesar de generar muchos datos.
No obstante, más que la posesión y manejo de información relevante para la toma de decisiones, a las comunidades les debe interesar la obtención de conocimientos. Estos se generan como resultado del proceso de evaluación de las decisiones y por consiguiente, de la cabal comprensión de la información que se obtiene como fruto de los resultados alcanzados, después de tomada la decisión.
Desde este punto de vista, el conocimiento constituye una de las principales fortalezas de la comunidad, no solo porque crea condiciones reales para el perfeccionamiento de la función de previsión, sino porque genera mecanismos de mejora continua que permiten reducir al mínimo indispensable la información requerida para la toma de decisiones y como consecuencia, limitan también la captación de datos no utilizables en la base. El anterior proceso se describe mediante la siguiente ilustración.
Ilustración 2: El conocimiento de la comunidad como mecanismo de retroalimentación.
Como se puede inferir, de las líneas anteriores, en el desarrollo comunitario se aprecia una tendencia, hacia la utilización acelerada de recursos cada vez más intangibles en el desarrollo de su actividad.
Lo anterior no significa, ni mucho menos, que se subvalore el papel de los recursos tangibles que conforman la estructura material de la organización sino que el reconocimiento de de la interacción humana como elemento esencial dentro de la organización comunitaria conduce, cada vez más, a considerar aspectos intangibles, únicos en el marco de las relaciones sociales que establecen las personas en el desarrollo de determinadas actividades. La evaluación sistemática de estos aspectos representa, sin lugar a dudas un factor clave para el éxito de cualquier organización.
Como resultado de la interacción humana generada en las comunidades es que precisamente se va creando y sedimentando, dentro de lo que pudiera denominarse su estructura intangible, un conjunto de elementos que representa su aspecto intelectual, como normas no escritas o reglamentadas dentro de esta, que comparten todas las personas de la comunidad. Este conjunto de elementos conforma la llamada cultura de la organización, o cultura organizacional.
La cultura organizacional es, en consecuencia, el reflejo de la conciencia social a nivel de la organización, en este caso la comunidad y su función primaria consiste en ayudar al colectivo de personas que en ella conviven y laboran a reconocerse a sí mismos y a identificarse como sus miembros. La cultura organizacional aplicada a la comunidad local es, en síntesis, la forma cotidiana en que las personas se reencuentran con la idea de la organización comunitaria, la forma en que se reconoce como parte de una tradición, de un perfil y de un destino.
Como reflejo de la conciencia social a nivel de la comunidad, la cultura organizacional presenta un carácter rezagado respecto a sus condiciones materiales. Esto lleva a que, si no se denominan adecuadamente sus rasgos fundamentales, difícilmente podrá conducirse un proceso de cambio en la mentalidad de sus miembros que contribuya a favorecer las transformaciones que se deben llevar a cabo y se producirá entonces un choque entre estos y la cultura existente, lo cual creará condiciones para que se consolide un proceso denominado de «atrofia cultural».
No obstante, no es posible perder de vista que la cultura organizacional influye también en las condiciones materiales de producción que se generan en la comunidad, por sus miembros o no, por lo que todo cambio que se proponga llevar a cabo deberá necesariamente contar no solo con factores objetivos, sino también y sobre todo, con el subjetivo.
En este sentido, es necesario tener en cuenta que la participación del hombre está influida por las presiones sociales que recibe y especialmente por las provenientes de la cultura organizacional. Por eso, en determinadas circunstancias, la aplicación del cambio en las comunidades conduce generalmente a una interacción de ambos factores, en la que el polo dominante puede llegar a ser el subjetivo.
En las condiciones cubanas, y generadas por múltiples factores se han desarrollado algunas culturas que obviamente no se adaptan a las exigencias de hoy, que imponen desarrollar la cultura del trabajo en grupos, del destino compartido, de colaboración, de aprendizaje y contribución, de participación. Estas se muestran en la siguiente tabla.
Tabla 1: Diferentes tipos de culturas que se originan en el marco de la comunidad.
Tipo de cultura |
Ejemplos |
Cultura de la espera | “Hasta que no me digan lo que hay que hacer yo sigo esperando.” |
Cultura del milagro | “No hagas nada, de todas formas esos problemas tendrán que resolverse.” |
Cultura del miedo | “ No plantees nada, porque después te hacen la vida imposible.” |
Cultura paternalista | “No cumple con ninguna tarea en función de la comunidad, pero no se mete con nadie.” |
Cultura del pesimismo | “Para que voy a plantear los problemas que existen si no se van a resolver.” |
El entorno
Las comunidades no pueden concebirse, ni existen en la realidad, encerradas en una «urna de cristal”, es decir ajenas a la influencia de otros factores.
Toda comunidad desarrolla sus actividades en el marco de determinado entorno (ambiente), por y para el cual existe, con el que realiza un intercambio constante y al cual debe adaptarse sistemáticamente si es que desea subsistir.
El entorno, en su sentido general, incide directamente en las comunidades, garantizando todo tipo de entradas: suministros técnicos, tecnológicos, humanos, materiales, informativos, así como también mediante leyes, disposiciones, reglamentaciones y políticas. A su vez la comunidad exige de las entidades resultados productivos y servicios sin que deterioren el medioambiente, conocimiento, imagen social, que se convierten así en el sentido de su existencia. De esta manera, las comunidades tiene ante sí un reto para sobrevivir: adaptarse al entorno cambiante y satisfacer las necesidades del mismo. Esto cobra más vigencia ante los procesos de globalización que se gestan en el mundo actual.
El entorno de la comunidad se puede clasificar, por un lado, en microentorno, formado por los sistemas organizacionales que se relacionan directamente con ella, como por ejemplo, las organizaciones facilitadoras que pueden ser promotoras, las organizaciones productivas y de servicios que en ella tienen enclave bajo la forma específica de clientes, distribuidores del producto que se genera, suministradores, los competidores y los organismos superiores que ejercen control y trazan políticas, por otro lado, en el macroentorno, encontramos múltiples influencias que inciden sobre la comunidad y a las que debe adaptarse, como son, por ejemplo, los fenómenos tecnológicos, políticos, demográficos, ecológicos, económicos, tales como las crisis o la inflación, entre otros. Estas relaciones de la comunidad con el micro y macroentorno se pueden observar en la siguiente ilustración.
Ilustración 3: El entorno de la comunidad.
Enfocar la comunidad como organización comunitaria, en el amplio sentido de este concepto, supone el examen de su funcionamiento interno como el resultado integral de la intervinculación de sus elementos básicos, los hombres, los recursos tangibles e intangibles y la dirección de sus procesos y a la vez, de todos estos como un todo único estructurado en interacción dinámica con el medio que le rodea.
Conclusiones
De todo lo antes planteado se puede concluir diciendo que una organización comunitaria eficiente y competitiva es aquella que:
• Conoce y hace uso del enfoque de sistema, el cual apunta hacia una interrelación compleja de todos sus elementos, con el entorno que le rodea, a fin de lograr una nueva cualidad en sus resultados.
• Presenta un sistema de relaciones sociales coordinadas en un marco social estructurado que fije las responsabilidades de cada cual en la ejecución de las distintas actividades, definiendo en gran medida el cumplimiento de las funciones que la comunidad desarrolla.
• La interacción humana que se produce en este sistema se convierte en el eje central del desarrollo de la misma y por consiguiente, solo el trabajo mancomunado en grupos de discusión es el que posibilita el despliegue de sus potencialidades, es decir, el trabajo colectivo es el que posibilita el desarrollo social.
• Que tiene bien definida sus metas y objetivos para diferentes horizontes temporales, operativo y estratégico.
• Que hace un uso racional de los recursos de que dispone, dentro de ellos la información y el conocimiento, que les permita tomar decisiones fundamentadas.
• Que presenta una elevada cultura organizacional, comprometida, participativa y adaptada a las exigencias de hoy.
• Posee un vasto conocimiento del entorno que le rodea para determinar, y reaccionar ante las amenazas y oportunidades que este le brinda.
Palabras claves
• Comunidad.
• Organización.
• Participación.
• Eficiencia.
• Competitividad.
• Enfoque sistémico.
• Sistema de relaciones sociales.
• Metas y objetivos.
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