Hace unos días, dictaba una conferencia a los profesores de una universidad en la frontera sur de Ecuador.
Me encontré con un público exigente y experimentado, como era de esperarse. Lo que me costaba mas trabajo entender era porque el pedido que se me hizo para enfocar el tema era el de “trabajar”, me solicitaban que enfocara la charla en el porque trabajar, cosa que me parecía que debería de sobrar ya que todos eran gente capaz, con mucha experiencia y buena posición.
Sin embargo la mayoría estaba sufriendo de algo que es contagio: el desamor por lo que se hace.
Les dije:
El amor es el toque secreto para convertir un trabajo en un estilo de vida. El amor hace que tu trabajo sea tu mayor distracción, no se puede concebir a un profesional exitoso y prospero sin felicidad en su corazón, seria como un esclavo de su obra y no un amo de su prosperidad.
Ese amor con el que lo seres extraordinarios que trascendieron en la historia, plasmaron en sus obras y las convirtieron en obras de arte; imagínense a davinci sin pasión por su trabajo. Imagínense a Lee Iacoca aburrido en las mañanas de ir a liderar su compañía automotriz. Ese desamor por nuestro trabajo nos hace mediocres con resultados mediocres, por lo tanto nuestros ingresos son mediocres y vives una vida de mediocre culpando a tu suerte o al sistema.
Le escuche a un conferencista y escritor Colombiano decir algo absolutamente cierto. Se refería a los estudiantes de química de una universidad, les decía: no hay nada más peligro que un profesional sin amor en su corazón. Porque un ingeniero químico con todo ese conocimiento sin amor puede ser el genio que construye bombas, ingenia formulas para destruir.
De la misma forma se aplica a un zapatero como a un director de empresa; un gerente sin amor por lo que hace JAMÁS CUMPLE METAS, sencillamente no lo hace con pasión; darle las herramientas, incentivos económicos, instalaciones adecuadas y descuentos en el producto, es tejer en el vacío; sencillamente su factor humano no es apto porque tiene conocimiento pero no tiene amor por lo que hace.
No sufre por lograr el triunfo. Un vendedor que no ama su trabajo es un perdedor con sueldo. Una señorita de atención al publico en un counter que no ame lo que hace es una mala – carosa y quejumbrosa diaria que se levanta a hacerle una mal a su empresa.
Sencillamente: ¡AME LO QUE HACE!
A mi padre le encantaban los artefactos eléctricos. Recuerdo haber observado cómo se le iluminaba la cara y comenzaba a hablar de otra manera siempre que describía una televisión o recordaba la reparación favorita que había hecho. Por casi quince años había estado trabajando en su taller de reparación de electrodomésticos haciendo lo que más le gustaba y haciéndolo honestamente.
Cuando era niño, yo tenía la oportunidad de verlo tratar con sus clientes y de ser testigo del valor de la honestidad y de la recompensa por el trabajo duro. Cada sábado en la mañana, me llevaba a su taller y me mostraba en qué estaba trabajando. Me explicaba las reparaciones que estaba haciendo, las técnicas, las herramientas y el asunto comercial. Yo no entendía la mayoría de estas cosas, pero en realidad tampoco tenía que hacerlo. El observar el brillo en sus ojos siempre que se emocionaba después de mostrarme algo nuevo y el ver la sonrisa en su rostro cuando arreglaba algún problema, era más que suficiente. Mi padre amaba su trabajo y por eso era el mejor, pero lo más importante, era feliz.
Su pasión por la vida inspiró mi propia pasión por la mía y finalmente la cambió. Su ejemplo me enseñó cosas que nunca pensé que sabría y me hizo enseñarme a mí mismo a ser una mejor persona.
Era más que mostrarme electrodomésticos; era mostrarme cómo vivir.