La administración contemporánea no es más que el resultado de la interpretación, adaptación y, en algunos casos, redimensión de los conceptos que han existido por siglos en materia organizacional desde que el hombre inesperadamente comprendió que necesitaba un esquema de mando para poder crear y dominar.
Las estructuras han permanecido prácticamente inalterables desde que fueron ideadas por los primeros representantes del ordenamiento político, social y económico: Un dios de dioses, rey, emperador, líder o presidente. Un séquito de asesores, virreyes, vicepresidentes, gobernadores y cuanto mando medio y básico pueda ser adjudicado a esa corriente de pensamiento en cualquiera de sus expresiones, obviamente asociadas a los mismos paradigmas de poder que han dominado el mundo desde siempre.
En ese mismo mundo donde las monarquías y los imperios tuvieron que dar paso a las democracias y comprender que cuando se perpetúa una persona en un puesto de envergadura el poder termina por corromperlo y afecta su juicio; por eso la alternabilidad se propuso como una manera de garantizar el perfecto equilibrio del poder, pues evita que quien posee el mando pierda el norte de sus deberes y derechos y, sobre todo, olvide el derecho que poseen todos por igual de regir el destino de sus naciones.
Sin embargo, ante este pensamiento que para muchos parece lógico y coherente en el ambiente político, surge un cuestionamiento válido… ¿qué pasa en las empresas?
A diferencia de lo que ocurre en el esquema social, público o político, como deseen llamarlo, donde las personas eligen a sus gobernantes y estos poseen fecha de inicio y culminación, salvo que esté prevista la reelección; la realidad en las empresas es otra, una persona puede ejercer el mismo cargo por años sin que exista la más mínima intensión de ser removido o revocado, o al menos, de la misma manera que se observa en los escenarios antes mencionados. ¿Paradójico no?
¿Es que acaso la permanencia en un puesto de significativo poder en una empresa no puede terminar por alterar su juicio y hacerle creer inamovible y todo poderoso a quien lo ocupa, hasta el punto de perder la sensibilidad laboral y regir su unidad como si se tratara de su propia casa?
La respuesta, lamentablemente, es positiva. Los ejemplos sobran, presidentes de corporaciones que parecen eternizados en sus puestos cambiando constantemente su tren ejecutivo para evitar competidores, gerentes que jamás han tenido la oportunidad de salir de su área para explorar sus competencias y que se autodenominan expertos en lo que hacen por más básico que sea. Personas que se creen dueñas absolutas de los procesos que rigen y, en su delirio, desafían a cualquiera sin importan su posición o rango, poniendo en riesgo la operación a causa de su arrogancia.
Esos presidentes, vicepresidentes, directores y gerentes olvidan que fueron contratados para agregar valor a sus posiciones y, una vez en ellas, actúan con tal descaro y falta de educación que el rechazo se hace colectivo. Pero sin embargo han desarrollado tal nivel de pericia que usan todo lo que esta a su alcance para garantizar su permanencia en sus cargos.
Lo más irónico es que esas personas exhiben su permanencia como un logro, un verdadero éxito, sin tomar en cuenta cuántas personas desean ocupar la posición que ellos ostentan y las cuales, en muchísimas ocasiones, están verdaderamente preparadas para ello.
¿Es que acaso no sería prudente que los ejecutivos también fueran alternados? Así como el poder puede corromper a las personas que ocupan cargos de elección popular, sin duda alguna ocurre lo mismo en las empresas, por lo que en ellas se debería contar con la alternabilidad de sus representantes, las empresas deberían comprender que se corregirían muchas distorsiones y problemas laborales si sus gerentes y representantes no fuesen contratados para quedarse de manera indefinida en sus cargos y estuvieran conscientes que de su desempeño en beneficio de todos está la garantía de su permanencia en las filas de la organización agregando valor en distintas actividades y no atados a una sola.
No se pretende decir que si un gerente es excelente en lo que hace será ignorado una vez culminado su tiempo en el cargo… justamente para poder aprovechar el talento de sus colaboradores la empresa debe evolucionar como lo propone el Zeitgeist Gerencial y dejar de observarse tan limitada como hasta ahora.