¿Es fácil admitir los propios fallos?
Una persona del Dpto. de Logística que trabajaba a turnos, debido a un problema personal de enfermedad de su madre, pidió llegar media hora tarde cada día hasta que la enfermera que iba a cuidar a su madre a diario llegara, y así se le concedió.
Sin embargo, en lugar de media hora, se cogía del orden de 45 minutos cada día, es decir, que de forma sistemática empezó a llegar además de la media hora negociada, de diez a quince minutos tarde todos los días sin avisar ni dar ninguna explicación.
Su jefe directo habló con ella para ver si había algún problema, y pedirle que avisara si surgía algún imprevisto, ya que trabajaba por turnos, y si sus compañeras hiciesen lo mismo el cliente no encontraría a nadie cuando lo solicitara.
Sin embargo continuó con las faltas de puntualidad con el consiguiente trastorno para sus compañeras, prácticamente a diario. Se trasladó este caso a RR.HH., donde decidieron sancionarla.
Cuando se le comunicó la sanción, ella no negó los hechos, sin embargo le quitaba importancia a lo que hacía, alegando que eran motivos personales importantes, que tenía que cuidar de su madre. No llegó a comprender la gravedad de su acción, y consideró la sanción excesiva, pero se comprometió a avisar a su jefe en caso de que le surgiera algún imprevisto.
No volvió a llegar tarde, pero su relación con el jefe y el resto de compañeras se deterioró bastante.
Otra persona del departamento de producción un buen día no vino a trabajar durante una jornada entera. Al día siguiente volvió al trabajo como si nada, sin dar ningún tipo de explicación ni justificante. Su jefe directo habló con él, y éste le comentó que no estaba pasando por un buen momento personal. Al mes este incidente se repitió sin previo aviso, no fue a trabajar durante una jornada completa sin avisar. Ante la gravedad y reincidencia, el Dpto. de RR.HH. decidió sancionarle con la misma sanción que a su compañera de Logística.
Se le explicó que es fundamental que avise a su jefe ante cualquier problema. Admitió su error, entendió que no había actuado bien, y que era un comportamiento incorrecto. Explicó que estaba desbordado con la situación que atravesaba, pero que entendía que no era justificación para ni siquiera avisar. Le resultaba vergonzoso ser sancionado. Se comprometió a que no volvería a ocurrir.
No volvió a repetir este comportamiento. La buena relación que tenía con su jefe no se vio deteriorada por este incidente.
Preguntas para la reflexión
- ¿Se puede trabajar con alguien que no se haga responsable de sus actuaciones?
- ¿Sería correcto que la empresa reconsiderara la sanción en función de cómo reacciona la persona?
- ¿De qué depende la respuesta que cada uno damos ante una llamada de atención por una falta nuestra?
Conclusiones
Si uno no se hace responsable, las sanciones no sirven para nada, solo para aumentar el grado de rencor en esa persona que se siente injustamente tratada.
Las sanciones siempre hay que cumplirlas una vez informadas. Será la persona la que se encargue en un futuro de no volver a pasar por ese mal trago.
La madurez y la capacidad de autocrítica son indispensables para hacer un buen trabajo, y querer hacerlo de forma excelente.