1. Introducción
El reciente descubrimiento que Chile es un país afectado por la lacra del acoso moral en el trabajo, Mobbing o psicoterrorismo laboral, obliga a realizar un análisis con perspectiva histórica y volver los ojos a lo que fue la situación socio-económica en los albores del surgimiento en nuestra tierra de las avanzadas españolas que conquistaron las lluviosas selvas del Sur y los bucólicos parajes del centro norte de esta faja que sostiene el cono austral de los embates del Pacífico a fin de desentrañar las causas nacionales o internas del acoso moral en el trabajo.
2. Historia
En este recorrido nos encontramos con que el primero que se aventuró por estos lares, bajando desde el Cusco, Perú, fue el adelantado Diego de Almagro, quien salió hacia el Sur, en julio de 1535 acompañado por 1.200 hombres. Luego de una penosa travesía por el altiplano, cruzó los Andes y arribó a la región de Copiapó al año siguiente. No pudo permanecer en esas tierras, denominadas Chile, debido a la rebelión de Manco Inca y la ausencia de centros urbanos indígenas de consideración, por lo que debió volver al Perú.
Más tarde fue Pedro de Valdivia, quien dirigió y financió en gran parte la expedición que concluiría en la conquista del centro de Chile, el reconocimiento de Cuyo y del Tucumán. Sin mayores dificultades sometió a los atacameños y diaguitas del norte de Chile y a agrupaciones nativas menores del centro del territorio.
Fundó en 1541 la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, que es hoy la capital.
La continuación del proceso de conquista lo llevó más a Sur adentrando territorios de los magníficos guerreros araucanos, donde luego de cruentas batallas encontró la muerte.
En 1550, se dice por historiadores del Reyno de Chile que hubo un gran combate entre los araucanos y españoles cerca del gran río del Sur el Bio Bío. Pero este fue solo el comienzo de una guerra que se extendería hasta mediado del siglo XVII, por casi cuatrocientos años. El año de 1553 se produjo un importante levantamiento de los indígenas de las regiones de Arauco y Tucapel. Valdivia fue muerto y la conquista de Chile se tornó inestable, situación que se mantuvo durante gran parte del siglo XVI.
3. Los encomenderos
Encomienda viene del latín «In commendam”. La frase «In commendam » era usada por la Iglesia Católica, cuando alguien ocupaba un cargo eclesiástico temporalmente. «Commendam» que quiere decir «confianza» o «custodia». «Commenda » viene del verbo «commendare » que significa «poner algo en custodia”. Las palabras «comando», «comandante», y «comendador» tienen esa misma raíz.
La Encomienda consistía en la entrega de tierras, de los indígenas que allí vivían y de toda la riqueza que estas pudieran contener, en el suelo, subsuelo y aguas. Según las leyes españolas los indígenas se sometían al encomendero para su «protección, educación y evangelización», pero, aparte de servir casi como esclavos, debían de pagar un tributo.
Su evolución fue fundamental para la economía ya que fue una institución creada por la Corona Española bajo el derecho indiano, que tuvo como objetivo fundamental premiar el servicio de los conquistadores en las nuevas colonias de América, a cambio de la protección y evangelización de sus encomendados. Esto eran grupos de indígenas, en algunos casos muy numerosos, que tenían la obligación de tributar para su encomendero.
- La encomienda como institución varió en los distintos países de América Latina donde se aplico según las características particulares de cada lugar la concesión de privilegios, otorgados a partir de 1492, tuvo en sus inicios un carácter hereditario, pero a los pocos años las capitulaciones fueron otorgadas por una o dos vidas y bajo la condición de la confirmación por parte de la Corona. Indudablemente la formación de las generaciones en semi cautiverio transó la libertad de su espíritu por una vida sometida a los dictados del encomendero.
- La encomienda paulatinamente fue perdiendo su razón de ser, entre otros motivos, por la caída de la población aborigen, la desaparición de los conquistadores ávidos de recompensas y la paz del imperio en la mayoría de las provincias, en cambio, los repartimientos persistieron hasta el fin del periodo Colonial.
- Las categorías laborales como el esclavismo, encomienda, repartimiento, etc. operaron de manera muy diversa de acuerdo a costumbres y religiones. Por ello, las generaciones no dan necesariamente cuenta de muchas situaciones locales.
- También en el contexto del proceso de conquista se esclavizo al nativo capturado en para que trabajaran en la extracción de metales preciosos y en las encomiendas. Las presiones ejercidas por sectores de la iglesia y la disminución de la población indígena, determinaron que la corona permitiese el ingreso de negros africanos para que sustituyeran a la mano de obra originaria.
4. El inquilinaje
- En el siglo XVIII, el aumento demográfico de los mestizos libres y la progresiva desaparición de los indígenas, entre otras cosas debido a las lacras traídas por los españoles en sus cuerpos infectados de sífilis, pestes, resfríos y otras desconocidas en estos parajes puros, permitió que se creara una nueva capa social que vino a reemplazar progresivamente al vasallaje.
Hay que entender que los españoles en su mayoría fueron jóvenes aventureros dispuesto a dar la vida por la riqueza de la América española. Entonces resulta convincente la idea que se «juntaron» con la raza originaria dando forma a una nueva sangre derivada de la nativa y la ibérica. Más tarde con los nuevos contingentes llegados especialmente de la región vasca, el color fue aclarándose hasta tomar el que actualmente posee la gran mayoría de nuestro pueblo.
La zona central de Chile, las haciendas que fueron propicias para desarrollar estrategias, que permitieron la inclusión del sistema de inquilinaje, mediante el cual Mestizos y Españoles pobres se instalaron en los terrenos alejados de las grandes estancias ganaderas a cambio de una recompensa que se pagaban anualmente en especies.
- La instalación de inquilinos permitió a los estancieros el control de los limites de sus tierras, a la vez que les garantizaba mano de obra para las faenas ganaderas como el rodeo y la matanza tras el auge de las exportaciones de trigo a Perú a fines del siglo XVII, estos, los inquilinos, vieron aumentar progresivamente las cargas laborales que les importan los ascenderos convirtiéndose en la principal mano de obra de la nueva economía triguera, no solo como peones de temporada sino también como medieros de los hacendados.
Se puede afirmar que los descendientes y sucesores en la clase productiva de
mano de obra, indios, esclavos y vasallos de la colonia, fueron los inquilinos, dependientes en lo económico y en las reglas sociales y de familia de los hacendados o terratenientes, quienes disponían de ellos, su trabajo, sus mujeres y sus hijos a su divino antojo.
- Las condiciones de vida de los campesinos fueron constante tema de debate entre los intelectuales, progresistas. Las instituciones como el inquilinaje son fuertemente criticadas y la precariedad absoluta de los inquilinos, que en cualquier momento podían ser expulsados de la tierra que trabajaban. Se criticaron las paupérrimas condiciones de vida en que mantenían los hacendados a sus inquilinos y el atraso cultural que se vivía en los medios.
5. Desarrollo económico
- El único propósito demostrado en la primera etapa del desarrollo económico del país, en manos de una dependencia colonialista fue la de acumular el máximo posible de sustancias y metales preciosos especialmente oro y plata.
- Con las reformas borbónicas en el siglo XVIII asume el trono Español una nueva dinastía de origen Francés, los Borbones, que impulsaron una verdadera reconquista de América creando un aparato estatal activo y modernizando tanto la administración como la economía.- Las principales importaciones y exportaciones se generan a partir del siglo XVI con la minería (oro), el siglo XVII la agricultura y ganadería (trigo, sebo, charqui), el siglo XVIII la agricultura (cebada, trigo y maíz).
- Las principales importaciones fueron, salitre, tabaco, sombrero, arroz, paños y de Paraguay, hierba mate.
- Las principales exportaciones a Lima fueron el Cobre, Charqui, fruta, vino, cuero, trigo, poncho, madera, mantas y es Potosí, mulas y charquis. Rurales.
6. La independencia
La primera etapa de esta economía arranca de un hecho político y militar: la Conquista.
La segunda etapa se inicia con la Independencia. Sin embargo nada nuevo se aporta al proceso pues, la etapa de Independencia se encuentra estructurada por el dominio de las ideas colonialistas. Sin que en los albores del nacimiento de Chile se logre entregar un atisbo de cambio en la composición de las clases sociales, la economía, educación, religión o política. No obstante, en esta etapa hay una seria influencia del nacimiento de ideas más modernas que repercuten en Francia y luego se trasladan a los nacientes países de América.
Son las ideas de la revolución francesa y de la constitución norteamericana encontraron un clima favorable a su difusión en Sudamérica, entusiasmando a la burguesía progresista y apremiada por mayores libertades de comercio. La Independencia, bajo este aspecto, se presenta como una empresa romántica.
Pero, los conductores, los caudillos, los ideólogos de esta revolución no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones económicas de este acontecimiento.
Se sabe que la política colonial obstaculizaba y contrariaba totalmente el desenvolvimiento económico de las colonias al no permitirles traficar con ninguna otra nación y reservarse como metrópoli, acaparando el derecho de todo comercio y empresa en sus dominios, por lo que estas presiones debieron frustrar las ideas de desarrollo económico de la burguesía criolla naciente y prender la chispa destinada a romper el lazo vincular con la metrópolis.
El impulso natural de las fuerzas productoras de las colonias hacía irremediable el rompimiento, necesario para la creación del desarrollo económico de la burguesía enriquecida en esta época, fundamentalmente de origen vasco. Ello se observa aún en la actitud de sus descendientes, quienes observan no sin cierto desprecio a los criollos cuyos antepasados venían de Andalucía o de otras provincias de la España castellana. La naciente economía de las embrionarias formaciones nacionales de América necesitaba imperiosamente, para conseguir su desarrollo, desvincularse de la rígida autoridad y emanciparse de la medieval mentalidad del rey de España.
Se observa que la presión por romper con la península no derivaba de los hombres originarios, sino por los propios criollos, esta raza nueva nacida de la unión de los españoles de Valdivia y las indias, renovadas por las sucesivas afluencias y oleadas de invasores peninsulares, y aún de los propios españoles que terminaron por renegar de la política de vasallaje proveniente de la corona.
La independencia, no se constituye por una concesión romántica propia de la época, sino, por necesidades económicas de los dueños de la tierra y de la incipiente industria y comercio.
En Inglaterra, sede del liberalismo y el protestantismo, la industria y la máquina preparaban el porvenir del capitalismo, esto es del fenómeno material del cual aquellos dos fenómenos, político el uno, religioso el otro, aparecen en la historia como la levadura espiritual y filosófica.
La misión británica se acomoda perfectamente a la propagación del capitalismo en América, en especial a los países en formación, rebeldes de la pobreza de proyectos de la Corte Española.
España no podía abastecer abundantemente a sus colonias sino de eclesiásticos, doctores y nobles. Pero sus colonias deseaban bienes más prácticas que la España colonialista no podía entregar dado que ella misma adolecía de un desarrollo industrial y un acercamiento a las nuevas formas de producción. En consecuencia, hubo de mirar hacia Inglaterra, cuyos industriales y cuyos banqueros, colonizadores de nuevo tipo, encontraron nuevas posibilidades en estas tierras, cumpliendo su función de agentes de un imperio que deslumbraba con una economía manufacturera y librecambista.
Entre los países que mejor aprovecharon esta coyuntura están los países situados sobre el Atlántico. La Argentina y el Brasil, sobre todo, atrajeron a su territorio capitales e inmigrantes europeos en gran cantidad y al mismo tiempo ideas de mayor libertad, al menos en el ámbito de la economía adquiriendo una fuerte influencia europea en lo cultural, político y económico.
7. El nacionalismo
La independencia había creado la necesidad de una patria americanista y a presentir una empresa común que muy pronto se transformó en una competencia individual entre las diversas burguesías descendientes de España.
En esta época, la gran hacienda del Valle Central y del Norte Chico fue tomando contornos permanentes, teniendo como mercados la proveeduría del ejército y una exportación lentamente creciente de carnes ahumadas, cueros, cordobanes, sebo, jarcia, cereales, frutas secas y vinos al Perú y Alto Perú. Fuera del ejército, el mercado interno era aún casi nulo. En ese tiempo hubo en el Valle Central del siglo XVII un clima bélico constante. La sublevación del año 1655 llegó a afectar hasta territorios que se encontraban al norte del río Maule. Por otra parte, la mano de obra, especialmente indígena guerrera, que se podía conseguir en el sur, no era apropiada para las labores de cultivo, pero eran buenos peones montados y vaqueros. Algunos hacendados que tenían encomiendas de indios en los alrededores de Santiago, los trasladaron como cultivadores y productores artesanales, a los extensos territorios vacíos de más al sur.
8. El latifundio
El latifundio de este modo, debió enfrentar la gran tarea que le dio unidad y una cierta uniformidad en sus relaciones de producción; ésta fue, conseguir mano de obra permanente. Las acciones a tomar fueron:
1) Un movimiento de la masa trabajadora a los feudos del Sur o a las haciendas cercanas a Santiago.
2) La guerra de Arauco permitió la venta como esclavos de los araucanos vencidos.
3) la población libre, constituida por españoles pobres, mestizos. Mulatos y todo aquel desposeído que fue quedando fuera de las haciendas por no ser indio, ni esclavo ni sometido.
Así se fue formando el inquilinaje, el campesino, «el roto». Como consecuencia que un descarte social que no correspondía a la vida feudal del hacendado, pues, era un libre, nacido de la mezcla de indio y peninsular, cuya sangre fue «blanqueándose» a medida de las nuevas oleadas de españoles que ocupaban el territorio.
9. El latifundio y la mano de obra
El latifundio dependía de la mano de obra. Pero los indios fueron exterminándose, al igual que los esclavos negros, quienes no soportaron los malos tratos, el hambre y las enfermedades, a pesar de las Cartas al rey del Padre Bartolomé de las Casas y otros curas que promovieron un trato más humano para indios y esclavos.
Los indios labradores recibían, en general, buen trato, junto con algún tipo de participación en las fuentes productivas, pero eran el estrato más bajo del conjunto humano de la hacienda.
Un estrato superior a ellos constituían los mestizos y españoles pobres, fijados dentro del latifundio con acuerdo de medierías o inquilinaje.
El latifundio antiguo absorbió a toda la población rural -puertas adentro- en el espacio de un siglo, dando al Reino un particular paisaje humano. Todos los testimonios de la época están de acuerdo en que hasta entrado el siglo XVIII, el país era, con la excepción de unas pocas ciudades, un yermo extendido desde el desierto del norte a la frontera.
El dominio no se ejerció solamente en un sentido demográfico y económico general, sino también se extendió al aspecto de la distribución espacial, de la estructura social y de la psicología y valores del campesino.
Se ubicaron familias en los límites de la hacienda, en las aguadas y pastadas, en las cañadas internas de trashumancia, junto a los plantíos o «pampas» de cultivos cerealeros.
Los poderes del hacendado eran omnímodos. Quitó y puso personas a cada familia, hizo y deshizo matrimonios, protegió, expulsó, vendió o «conchavó» peones en sus tierras. A principios del siglo XVIII se estableció la costumbre de no dejar mujeres solteras, pues, estas eran un ancla para los hombres que constituían la fuerza laboral, además era más fácil conseguir mujeres que hombres por compra, rapto, «conchavos», depósito de huérfanos, etc.
Después de cada «peste» los corregidores y sus tenientes -que eran latifundistas– y también los curas párrocos, dominados por los latifundistas, recogieran a los huérfanos y los repartiesen en custodia entre los hacendados de la región. Lo mismo ocurría con las mujeres cuya manera de vida provocaba escándalo y mal ejemplo. Fue tanta la costumbre, la avidez de los hacendados por controlar a la población, que la retención de huérfanos se convirtió en un importante motivo de lucha y litigios entre ellos.
10. El problema de los latifundios
Los más importantes fueron:
1) El aumento de la población protegida por la hacienda;
2) la producción de trigo más allá de la demanda;
3) la mayor importancia de una economía minera en la zona central y norte Chico, y
4) los cambios en la infraestructura de producción y circulación que los fenómenos anteriores significaban.
La población creció moderada pero constantemente desde mediados del siglo XVII, pero el latifundio, con márgenes muy reducidos de utilidad y con racionalización creciente de la empresa, no pudo amparar y absorber permanentemente los saldos demográficos cada año más abultados. La nueva inclinación triguera del latifundio fue produciendo profundos cambios en el ambiente rural. Junto a todo ello, y en parte por los mismos efectos de las nuevas modalidades de producción y por el crecimiento demográfico, se formó y creció rápidamente el vagabundaje y el bandolerismo.
Durante la mayor parte del siglo XIX, la economía chilena es fundamentalmente agrícola. Casi el 80% de la población vive en zonas rurales antes de 1880; incluso hasta 1930 la población rural supera a la urbana. En la agricultura predomina la hacienda o latifundio, en el que prevalecen relaciones sociales de tipo semimedieval: hay un señor-patrón o latifundista e inquilinos o campesinos7.
El latifundista proporciona a sus inquilinos una choza y algo de tierra; además, los protege y cuida de ellos cuando están enfermos o viejos. Por su parte, los inquilinos obedecen y reverencian a su patrón, y viven y mueren en la tierra8. Su nivel de vida es bastante precario, y están aislados de la vida urbana, cultural, educacional y política; esta situación dura hasta bien entrado el siglo XX.
La situación material y laboral a principios del siglo XX no es mucho mejor para los trabajadores urbanos.
Hasta 1920, las condiciones laborales presentaban las siguientes características:
a) No había: convenios colectivos; contrato escrito; el contrato era verbal verbales.
b) No había previsión social para los trabajadores, ni indemnización por accidentes laborales, ni ninguna otra de seguridad social.
c) La jornada diaria oscilaba entre 9 y 12 horas.
d) No era obligatorio el descanso dominical.
e) No estaba prohibido pagar las remuneraciones en especies.
f) El trabajo infantil no estaba reglamentado, y a comienzos del siglo XX, las clases sociales chilenas podrían clasificarse así: el caballero (de la aristocracia), el siútico (de la clase media) y el roto (del pueblo). Desde entonces, gracias al predominio y la consolidación de la clase media, ha surgido una mayor preocupación por los grupos sociales marginados, que han aumentado su incorporación a aquella. Como resultado de ello, a fines del siglo XX la mayoría de la población se considera de clase media, y los partidos políticos tratan de posicionarse en el centro del espectro político para captar los votos de esta clase (Partido Democrático; Partido Radical).
11. La cuestión agraria
La estructura social de Chile, desde los tiempos de la Conquista y de la Colonia, se estableció sobre bases agrarias: una aristocracia dueña de la tierra, que mantenía el control de la vida nacional; otra clase más baja, que formaba el inquilinaje permanente de las propiedades rurales. Los dueños de la tierra mandaban, y a los que nada poseían les correspondía obedecer.
El campesinado se diferencia de otras clases sociales, por las características siguientes:
1. Asociado a la producción de bienes agrícolas, propia o ajena;
2. La unidad de producción es familiar, trabajo y consumo.
3. Produce bienes para su propio consumo. Raramente vende salvo el remanente.
4. Es explotado por varios sectores de la sociedad capitalista: el hacendado; el fabricante; comerciante.
5. Se manifiesta la explotación en la venta de los excedentes.
6. Aunque una de sus fracciones sea propietaria de tierra y de algunos instrumentos de trabajo no controla no tiene acceso al capital.
7. Como parte de la clase explotada y trabajadora, tan sólo logra reproducir su fuerza de trabajo.
12. Conclusión: psicología chilena
No hay un país con habitantes tan malamente simplones, como el nuestro. Para Chile existe un camino permanente entre la realidad y el mito; lo objetivo y lo fantasioso. Pareciera que la masa se encuentra en un bipolarismo psicológico inmutable. Si se gana un partido este es el país más grande del mundo y los chilenos son una raza superior. Si se pierde, el país no sirve para nada y los chilenos son malos de «raza». Es común escuchar los días después de los eventos internacionales: «no hay vuelta, la raza es la mala».
Recientemente se ha celebrado la llamada Teletón, evento destinado a juntar dinero para los discapacitados. Pero más que ello es una especie de catarsis chilensis, en que la población masivamente reclama su derecho a ser solidario «una vez al año», comprando los bienes de las empresas que han programado un aporte importante conforme al aumento del nivel de ventas. Artistas y faranduleros se dan cita a este festival de vanidades en los que todos obtienen más de algún provecho personal, desde dinero hasta viajes y reflejos televisivos que quedan gravados en el teleaudiente hasta el evento del año próximo, en que otra vez limpiaremos el alma oscura de avaricia e irrespeto por los demás, que nos alumbrará en todo ese periodo.
En cierto sentido los dichos populares no dejan de tener razón. ¿Cómo es posible establecer una continuidad y estabilidad psicológica y anímica cuando hemos heredado el amor a la muerte, el dolor por la aventura y el masoquismo español junto a la fantasía geográfica y el realismo mágico de los originarios, además de la violencia genética de los araucanos, aún no domados como nación?.
Debemos atender que mayoritariamente nuestra gente deriva de esta mezcla explosiva y amargada. Ya los españoles que llegaron no fueron los mejores y los que progresaron mantuvieron sus blasones y privilegios hasta el día de hoy.
No en vano se encuentran los Larraines, Undurragas, Gurruchagas, Urrutias, Arrietas, Hirigoyenes y toda otra suerte de apellidos vascos en la cima del poder o de la economía. Pero no es un asunto de apellidos, es una cuestión de cultura.
Pues, estas mismas generaciones son descendientes de quienes tenían en su poder el derecho de la horca y del cuchillo. Los que formaban familias o las deshacían para bien de sus terratenencias. Son los que inculcaron en sus siervos, villanos e inquilinos, trabajadores de hoy, que la mano de Dios les favoreció y detentan aún el derecho de sobrepasar los límites de la Ley sobre sus subordinados.
Es fácil entender que un país que apenas hace 50 años se ha abierto a la influencia de las naciones más avanzadas y ha mantenido una relación comunitaria con otras civilizaciones, tenga lacras de formación en las que las diferencias y la falta de respeto a los sectores más débiles se manifiesta como un asunto genético y formativo, producto de las eternas relaciones de poder frente a cientos de esclavos primero, inquilinos después y obreros hoy, menos dotados en la formación educacional y con menos desarrollo psicomotor producto de prácticas generacionales que van desde la prohibición de aprender a leer y escribir, mantenida hoy en la decadente educación, sin estímulo y aliciente, permiten concluir que en el aspecto psicológico de nuestra nación imperan dos tipos de personas: aquellas que gritan ofenden, humillan e insultan, las que curiosamente se encuentran vinculadas directa o indirectamente al Poder o a porciones de él y, las mayorías trabajadores que deben soportar por razones de necesidad económica la violencia en el trabajo y su forma más cruel el acoso laboral, personas desvinculadas de la propiedad de los medios de producción y los agentes de estos, y poseedoras solo de su inteligencia, fuerza de trabajo u oficio, como herramientas para ganar los recursos que satisfagan las necesidades mínimas de éste y su familia.
No me cabe duda que este problema es sudamericano y que en este continente el acoso moral tiene sus raíces históricas derivadas de la conquista y la colonia y los sistemas de producción traídos desde el otro lado del Pacífico hace ya más de quinientos años.
De todo lo anterior resulta sostenible pensar que en gran parte, la causa del acoso moral en nuestro país es la malformación psicológica del colectivo, desde que hemos visto como, en la relación entre producción y trabajo, se sustenta en el avasallamiento del superior al subalterno, más que en los legítimos marcos de la dirección de gestión de Recursos Humanos, y de las facultades propias derivadas del Jefe o superior, desgraciadamente, del hecho cierto y notorio, al menos en Chile, del abuso de dichas facultades y de la aceptación de ese abuso como consecuencia normal de la jerarquía de la organización, o simplemente de la circunstancia del reconocimiento que el dueño de los medios de producción tiene poderes sobre la persona del trabajador, asunto, cuyo origen se encuentra en la forma como se han expresado las relaciones de producción a lo largo de nuestra historia.