Cuando las cosas no salen como queremos tendemos a adoptar una de dos posturas, la primera es la de víctima, en la cual no pudimos ni podemos hacer nada porque lo ocurrido está fuera de nuestro campo de acción; la segunda es la de protagonista, en la cual somos los responsables de lo sucedido y por ende tenemos que hacer algo para cambiar la situación porque después de todo somos nosotros los que estamos en control…
Y si no lo estamos, tenemos que estarlo o de lo contrario corremos el riesgo de ser débiles y flojos.
Si bien es cierto que a priori la segunda opción parece la mejor, también es cierto que esa postura puede resultar muy desgastante y poco beneficiosa para nosotros, y puede incluso llegar a ser peligrosa en lo que a nuestro bienestar personal se refiere porque nos aleja de nuestra verdadera sabiduría, esa que nos guía sin explicación racional hacia donde realmente debemos movernos y que además nos conduce de forma natural a dar el próximo paso.
Lo que sucede es que como ahora nos han impuesto la felicidad como una tarea a desarrollar, y además nos han dicho que somos capaces de lograr absolutamente todo lo que nos proponemos, al no lograrlo asumimos de forma automática que hay algo mal en nosotros y nuestro instinto va a ser querer arreglarlo… Como si fuéramos un carro por reparar…
Una de las últimas tendencias de la humanidad es la de confundir acción con reacción; una cosa es actuar, es decir, tomar las acciones necesarias para iniciar algo y otra muy diferente es reaccionar tratando de cambiar los resultados que obtuvimos.
Entramos en reacción cuando decidimos tomar el control de la situación y empezamos a darle vueltas y vueltas en la cabeza para ver qué es lo que podemos cambiar y cómo tenemos que hacerlo. Pensamos, pensamos, y pensamos, pero no nos damos cuenta de que estamos pensando lo mismo, solo que de maneras diferentes, es decir, pensamos algo que ya habíamos pensado, pero ahora buscándole el lado positivo.
Por ejemplo, si se nos viene a la cabeza lo que no queremos y nos acordamos de que esa no es la forma correcta de pensar, pensamos en lo que sí queremos para atraerlo… pensamos lo mismo, pero al revés…
Pensamos, pensamos y volvemos a pensar cómo podemos cambiar las cosas, pero usando siempre los mismos pensamientos, y eso es como intentar cambiar el sabor de la comida que freímos cambiando la comida en vez de cambiar el aceite viejo y quemado que hemos venido utilizando.
Darle vueltas a un asunto una y otra y otra vez no solo nos aturde, nos confunde y nos deja exhaustos sino que alimenta la falsa ilusión de control que tenemos y digo ilusión porque no es verdad que podamos cambiar las cosas, al menos no todas y no siempre, mientras más temprano lo entendamos más pronto podremos recuperar nuestro bienestar.
Si te estás desgastando por conseguir eso que tanto deseas te traigo 3 puntos importantísimos que te ayudarán romper con ese patrón tan dañino para ti y que lo único que está haciendo es robarte tu tranquilidad y felicidad:
- No solo lo que hiciste fue lo mejor que pudiste hacer, sino que fue lo único que pudiste hacer según el nivel de conciencia que tenías en ese momento, ¿acaso si hubieses visto una mejor opción no la hubieses tomado?
- En la vida no hay una gran mente superior a nosotros que se dedica a sabotearnos para hacernos sufrir, muy por el contrario existe una fuerza más allá de nuestro entendimiento que nos sostiene y nos ayuda a lograr aquello que vaya de acuerdo a nuestro propósito de vida, así que aunque no sea el que tú querías, el resultado que obtuviste es el único que podías haber obtenido, ningún otro, pero además ese era, es y será el resultado perfecto para ti… No por ser distinto al que querías es necesariamente malo, ¿no crees?
- A veces la calma es la acción más efectiva que podemos tener… Rebanarnos los sesos y salir a hacer cosas que las cosas pasen pero desde un estado de desesperación solo empeorará las cosas porque se afianzará en ti la creencia de “por más que lo intento no lo logro” y eso no es verdad, lo que sucede es que lo estás intentando desde un estado mental y emocional en el que nada es posible… Deja que las cosas se asienten y cuando estés en calma aparecerán las respuestas, ¡te lo aseguro!
Yo sé que muchas veces te he dicho que tú no eres tus fracasos, y hoy lo mantengo, pero adivina qué… ¡tampoco eres tus logros! Tú eres mucho más que tus resultados, y nada, absolutamente nada allá afuera vale tanto la pena como para desgastarte por encontrarlo…
Recuérdalo siempre, lo más importante del mundo eres tú y tu vida, no la sufras, disfrútala!
Un empujoncito extra
Sí, debemos retroalimentarnos, pero no obsesionarnos ni quedarnos dándonos cabezazos para cambiar las cosas por el simple hecho de creer que todo depende de nosotros. Es mil veces preferible caerse, levantarse y seguir adelante que quedarse pensando y analizando por qué nos caímos y volver a pasar por el mismo hueco creyendo que pensando diferente, quizás más positivamente esta vez no nos caeremos, pero si llegásemos a caernos de nuevo, entonces hay que buscarle el lado positivo a la caída…
¡Hasta la próxima!
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