Es bien sabido, la importancia que para el administrador la ética y moral tienen, sin embargo, en muchos estamentos de negocios, pareciera que esto no tuviera cabida y es un gravísimo error. Toda gestión o administración que no tenga en consideración la rectitud y probidad terminan sucumbiendo inexorablemente, y es que la justicia, aliada del tiempo terminan imponiendo su ley. La historia lo ha demostrado y lo seguirá evidenciando. De ahí, que es esencial que reflexionemos del ¿por qué las virtudes juegan un papel trascendental en cualquier mandato?
Trataré en breve, de explicarlo:
Iniciemos la tarea definiendo el término virtud: “Disposición o actitud habitual y firme a hacer el bien.” Es decir, la virtud es un hábito, una costumbre, por lo tanto, se nutre de constancia y disciplina. Hoy en día, practicar las virtudes se ha vuelto casi un acto heroico, pero posible y necesario.
Ahora, definamos administración: etimológicamente hablando proviene de dos raíces latinas: ad (tendencia o dirección) y minister (subordinación u obediencia), es decir, el administrador efectúa una labor bajo las ordenes de otro; presta un servicio a otro. Primera alerta (no es dueño de lo que maneja, de ahí, su gran responsabilidad). El administrador orienta y guía lo que el empresario crea.
Por eso, la preparación y el proveerse de buenas herramientas para su trabajo es esencial y las virtudes le ayudaran en tan digno proceso. Es un prejuicio y al vez una trampa mortal, considerar las virtudes como un tema sólo de religión o de catequesis. Nada más absurdo, la realidad no esta fragmentada, aunque la ciencia para su estudio lo haga. No podemos separar una cosa de otra. Una de las mayores capacidades que tenemos todos los seres humanos es el pensamiento, o sea, la facultad para comprender, para conocer; y bien lo refería Henry Ford: “Pensar, es una de las actividades más difíciles que existen, por eso, probablemente tan pocos lo emprenden.”
Durante mis años de estudio en la facultad de administración de empresas de una prestigiosa universidad de Bucaramanga (Colombia), se nos hacía énfasis en que una de las mayores habilidades que debía desarrollar el administrador era el discernimiento (facultad humana de distinguir lo bueno y lo malo), y saben qué amigos lectores: hoy les doy la razón. La experiencia me ha enseñado que si no aprendemos a diferenciar lo que conviene de lo que no conviene a nivel personal y profesional sucumbiríamos a la larga, y esto, a nivel empresarial es 100% verídico, casi, casi, profético; una ley de la vida. Los resultados son consecuencia de nuestras decisiones y acciones. De ahí, que el discernimiento (Facultad del pensamiento) es crucial.
Bien, a estas alturas muchos se preguntarán: ¿y qué tiene esto de relación con las virtudes en general? He aquí la reflexión, mucha atención:
Administración quiere decir “Hacer crecer.”, sí, así como lo leyeron: “Hacer crecer.” Por lo tanto, administrar no es sólo cuidar los recursos que se nos colocan en nuestras manos, sino ante todo, hacerlos prosperar. ¿Y cómo prosperar, sino somos virtuosos? ¿Cómo crecer, sino somos éticos y correctos? Desafortunadamente, son muchos mis colegas que han caído en la desgracia de creer que por el camino fácil se logran resultados sólidos y duraderos. Les hacen vía a la ilegalidad y la trampa, el atajo; y al final, se tropiezan con el abismo: en sus vidas y en sus carreras.
Por lo tanto, las virtudes desarrollan en el administrador la entereza y la firmeza necesaria para no sucumbir ante las ofertas atractivas y alucinantes pero falsas, ilusorias. No es sólo cuestión de conseguir recursos, sino también, de cómo se consiguen y para qué se quieren. ¿Con qué propósito? ¿a costo de qué? Y ¿en beneficio de quién?
El administrador o líder de una empresa, un grupo, una organización o negocio debe ejercitar las siguientes virtudes:
- Prudencia: Disposición de la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Y se relaciona con un don o talento muy importante el consejo (en el momento de escoger sabemos elegir lo que más conviene para nuestro bien y el de los demás)
- Justicia: Constante y firme voluntad de dar a cada quién lo que le corresponde. (iniciando por Dios mismo, es esencial). Esta virtud tiene relación directa con la ciencia (distinguir entre lo verdadero y lo falso y valorar los bienes solamente por lo que, realmente valen.)
- Fortaleza: Asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Créanme, hoy en día, se ha vuelta casi una carga el querer y construir el bien, pero vale la pena. Esta tiene que ver con la fe (tener la completa seguridad de recibir lo que esperamos, y estar completamente convencidos de que lo que nos proponemos, lo alcanzaremos.)
- Templanza: Modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.
Si muchos de nuestros queridos colegas que hoy enfrentan procesos judiciales por desviarse de su cometido y función profesional, se les hubiera inculcado esto: su presente sería muy diferente.
Ahora bien, ¿Serán las virtudes una herramienta eficaz para el administrador o líder? Defínanlo ustedes mismos. Hasta pronto.