Teoría y aportes de Gramsci

Dialéctica

El término se deriva del verbo griego “dialogizomai”, que significa discutir, dialogar, razonar juntos. Etimológicamente significa “arte de conversar”: de “día”, reciprocidad, intercambio, y “logos”, palabra, discurso.

El primero en usarlo en forma general fue el filósofo clásico ateniense considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal, Sócrates de Atenas (470 – 399 a. C.), pero de acuerdo con el filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia, Aristóteles (384 – 322 a. C.) el progenitor fue el filósofo griego nacido en Elea, Zenón de Elea (490-430 a. C.). Para el filósofo griego, seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, Platón (427-347 a. C.) la dialéctica es la actitud propia del verdadero filósofo, de aquel que trata de llegar a la verdad por medio del diálogo, una controversia en donde se argumentan y rebaten afirmaciones públicamente.

En la antigua Grecia esas afirmaciones aparecen, además, personificadas de una manera literaria, teatral, como debates entre personajes que discuten entre sí. En sus diálogos Platón contrapone a los sofistas como interlocutores de Sócrates. Los sofistas buscan la adulación, la del poder y la de la opinión pública, a diferencia de Sócrates, que personifica la ciencia.

La dialéctica en Platón (427 – 347 a. C.)

Platón considera la dialéctica como la ciencia más difícil; las demás sirven de preparación para adentrarse en su conocimiento porque ella es la más sublime, «… la dialéctica es, por decirlo así, el coronamiento y el colmo de las demás ciencias; no hay ninguna que pueda colocarse por encima de ella, y cierra la serie de las ciencias que importa aprender», y nos sigue diciendo: “La falta, en que se incurre en nuestros días y que tanto daño ha causado á la filosofía, procede, como ya hemos dicho, de la poca consideración en que se tiene la dignidad de esta ciencia, porque no está hecha para espíritus bastardos, sino para verdaderos y legítimos talentos.”(La República (en griego politeia que significa ciudadanía o forma de gobierno), libro sétimo). Es un movimiento ascendente del intelecto o, como decían los antiguos, un camino en busca de una comprensión cada vez más profunda de la realidad. No tiene nada que ver con las nociones místicas acerca de la intuición, la revelación o cualquier otra forma de obtención de conocimiento por medios automáticos e instantáneos, de una vez y para siempre. El saber es un viaje; no permanece estático sino que cambia progresivamente. El proceso de conocimiento es un tránsito del conocimiento pretérito al futuro y del subjetivo al objetivo. En su avance recorre etapas intermedias que son consustanciales al devenir » pues siempre existe lo intermedio, como entre el ser y el no ser existe la generación; así también, entre lo que es y lo que no es, existe lo que está haciéndose; pues el que aprende está haciéndose sabio, y esto es lo que significa que del que aprende se hace el sabio» (Aristóteles, Metafísica, libro 2, capítulo 2).

La dialéctica en Aristóteles (384 – 322 a. C.)

Los sofistas (eran los sabios primitivos que a partir de Sócrates y Platón perdieron su prestigio, siendo designados con este nombre en sentido peyorativo, eran pensadores que en el siglo quinto antes de Cristo se dedicaban a enseñar principalmente retórica, o sea el arte de hablar bien y de la erística, o arte de persuadir y convencer) conocían el arte de la refutación; de ellos lo aprende Aristóteles y lo expone por vez primera en un libro olvidado: Los tópicos (los «lugares» comunes de la discusión). Para nuestro filósofo la dialéctica es el arte de la interrogación, es la ciencia de discutir correctamente en los discursos que constan de preguntas y respuestas.

La dialéctica como lógica de los probables era, para Aristóteles, una técnica que ayuda a discutir con habilidad. Al presentar esta técnica, sobre todo en los Tópicos, Aristóteles mostraba la importancia de conocer las opiniones comunes y reconocidas, las ideas aceptadas mayoritariamente en la sociedad, para usarlas a la hora de “combatir” y “vencer” al interlocutor.

Aristóteles distinguía entre la dialéctica y la analítica; para él, la dialéctica sólo comprueba las opiniones por su consistencia lógica. La analítica, por su parte, trabaja de forma deductiva a partir de principios que descansan sobre la experiencia y una observación precisa.

La dialéctica del filósofo prusiano, Immanuel Kant (1724 – 1804)

Kant define la dialéctica como la lógica de la ilusión, que estudia el carácter ilusorio de los juicios trascendentales que sobrepasan los límites de la experiencia.

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Para Kant, la dialéctica, no es más que la lógica de la apariencia y su objeto son las tres ideas: la idea del alma, como unidad absoluta del sujeto pensante; la idea del mundo, como la unidad absoluta de la serie de las condiciones del fenómeno; y la idea de Dios, como unidad absoluta de la condición de todos los objetos del pensamiento en general., sobre las cuales la mente no puede sino construir paralogismos y contradicciones.

De esta forma, Kant construye, a través de la Dialéctica trascendental, una profunda y sutil crítica de toda la metafísica, una crítica del entendimiento y de la razón en su pretensión de alcanzar el conocimiento de las cosas en sí, de lo que está más allá de la experiencia.

La dialéctica del filósofo alemán, Friedrich Hegel (1770 – 1831)

Este filósofo alemán, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, considerado el revolucionario de la dialéctica, para poder comprender la historia de la filosofía y el mundo mismo, desarrolló un método totalmente diferente a la lógica formal donde aseguraba que la dialéctica, implica una concepción de la realidad en proceso circular de tres momentos cuyo motor es la contradicción, esta noción se basa en la idea de que todo lleva dentro de sí mismo la semilla de su propia destrucción, pero que una nueva forma surgirá de sus cenizas

  1. Tesis. Posición. Inmediatez. Indeterminación. Estar en sí.
  2. Antítesis. Negación o contradicción.
  3. Síntesis. Negación de la negación y superación.

La dialéctica consiste en descubrir y seguir racionalmente le movimiento de la Idea, de modo que la razón y la realidad expresen su verdadera coincidencia. Hegel, en efecto, propone una nueva lógica diferente a la forma aristotélica que está basada en el principio de identidad. El ser infinito es pues, una totalidad ya que nada está aislado y todo está en relación. Pero se trata de una relación de oposición y no de identidad.

La dialéctica no es sólo un método, sino que es la forma en la que está constituida la realidad, y mediante esta teoría fundamental, la filosofía llega a comprender: la identidad entre el ser y el pensar “todo lo real es racional y todo lo racional es real” donde lo verdadero es el todo.

La dialéctica en Carlos Marx (1818 – 1883)

Es más que evidente la influencia de Hegel sobre Marx, éste reconocía que Hegel había sido el primero en exponer con amplitud las formas generales del movimiento de la dialéctica pero en el 1873, Carlos Marx, en el prologo a la segunda edición, en el tomo I del El Capital, nos dice: «Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre.»

Marx toma el concepto de dialéctica de Hegel y elimina toda la interpretación teológica, para Hegel el sujeto de la dialéctica es la Idea o Dios, para Marx el mundo finito, la Naturaleza, y el ser humano; para Hegel el momento de la negación de la negación (la síntesis) incluye en su interior los momentos anteriores (la tesis y la antítesis), para Marx la negación de la negación no lleva necesariamente a ello; Marx señala más bien el momento de contradicción, el enfrentamiento entre elementos opuestos, y su capacidad para promover el cambio.

Las Leyes de la dialéctica

De la misma forma en que se fueron desarrollando los fundamentos de la axiología ((del griego άξιος ‘valioso’ y λόγος ‘tratado’), o filosofía de los valores, es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos), epistemología ((del griego ἐπιστήμη (episteme), «conocimiento», y λόγος (logos), «estudio») es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento) y la ontología ((del griego οντος, genitivo del participio del verbo εἰμί, ser, estar; y λóγος, ciencia, estudio, teoría) es una parte de la metafísica que estudia el Ser como tal y de sus propiedades trascendentales), también se formaron empíricamente las bases de las leyes de la dialéctica porque, inevitablemente, sólo un pensamiento, con energía cinética, en constante movimiento puede seguir la velocidad de movimiento de la realidad, y sólo un pensamiento consciente de la contradicción puede penetrar en las contradicciones de lo real y, a la vez, resolver sus propias contradicciones internas.

Primera Ley

Todo está unido, nada está aislado, hay una conexión universal. La acción recíproca entre dos cosas y sus relaciones complejas. El trabajador se adapta a las condiciones que encuentra en la naturaleza y que ordena sus movimientos; pero la transforma por el trabajo y éste, a su vez, lo ha ido transformando paulatinamente a él.

El carácter universal de esta ley queda completamente demostrado en la naturaleza, al comprobar la unidad y lucha de contrarios como aparece nítidamente en la atracción y repulsión entre neutrones y protones, con su transformación recíproca, con la interacción de rechazo y atracción de las partículas con sus cuantos de energía, en la fuerza electromagnética la unidad y lucha de contrarios es aún más perceptible y manifiesta en electrones, protones y otras partículas, en el interior del núcleo atómico, entre la materia y la antimateria, etc. Y, ni hablar, de su clara demostración en la fuerza de la gravedad donde la unidad y lucha de contrarios se aprecia tanto en los astros y estrellas, en las galaxias y constelaciones, como en el interior mismo de la tierra.

Segunda Ley

Todo cambia. La realidad está en constante transformación. Lo viejo permanece mientras surge lo nuevo, el cambio es debido a la lucha de fuerzas contrarias en la esencia de las cosas. Recordemos la Ley de Conservación de la Materia de Antoine Laurent de Lavoisier “la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.

Sin esta 2da ley no se conocería el porqué del surgimiento de las galaxias, de los planetas, de la tierra, de la naturaleza, de la vida, de la misma especie humana, del conocimiento, etc., etc., ésta se confirma una y otra vez por la teoría del caos, la teoría de la relatividad, la teoría de la mecánica cuántica, la teoría del genoma, etc.

Tercera Ley

La negación de la negación, que permite comprender algo tan simple como el surgimiento de mil formas diferentes de vida tras la muerte de un cuerpo a partir de sus componentes internos y de la totalidad que envuelve a esa muerte. La sustitución de lo viejo por lo nuevo, de lo que muere por lo que nace, es precisamente el desarrollo; y el propio vencimiento de lo viejo por lo nuevo, que surge a base de lo viejo, se llama negación.

El termino negación, lo introdujo Hegel en la filosofía, pero imprimiéndole un sentido idealista. Según Hegel, la negación se basa en le desarrollo de la idea, del pensamiento. Marx y Engels conservaron el término de negación, interpretándolo de manera materialista, mostraron que la negación constituye un momento inseparable del desarrollo de la propia realidad material.

Que mejor demostración de esta ley la que nos ha dado la historia de la sociedad, con su claro ejemplo de toda una monumental cadena de negaciones, y así, la sociedad primitiva fue negada por la esclavista, la esclavista fue negada por la feudal, el feudalismo por el capitalismo y el capitalismo por el socialismo. Indiscutiblemente, la negación no llega al objeto desde el exterior, es el simple y natural resultado de su propio desarrollo interior.

Materialismo

El primero que utilizó este término fue el filósofo natural, químico, físico, teólogo cristiano e inventor irlandés, Robert Boyle (1627 – 1691), en un escrito de 1674 titulado «La superioridad y los fundamentos de la filosofía mecánica».

Se conoce al Materialismo como la doctrina filosófica que consiste en reconocer como única sustancia la material, negando la espiritualidad y la inmortalidad del alma. Es una corriente filosófica que en oposición al idealismo, estudia la relación entre el pensar y el ser, entre al espíritu y la naturaleza, postulando que, la materia es lo primario y la conciencia y el pensamiento, son consecuencia de ésta, a partir de un estado altamente organizado. Para el materialismo no sólo lo real es material, sino que la causa de todas las cosas de la naturaleza y del «alma» humana se explican exclusivamente a partir de la materia y los movimientos de esa materia en el espacio.

El filósofo alemán, L. Ludwig Andreas Feuerbach, alumno del eminente filósofo alemán Friedrich Hegel, en contraposición de su profesor, desarrolló una de las primeras filosofías materialistas de Alemania que más adelante se desarrolló como la teoría del materialismo histórico.

Feuerbach, en el 1841 en su obra clave “La esencia del cristianismo” cambió la idea por la naturaleza, el espíritu por la materia y a Dios por el hombre; «Feuerbach aplicó el concepto de enajenación al tema religioso diciendo que la enajenación de la esencia humana es la creación de la imagen ideal del hombre proyectada en un ser extraordinario a quien llamó Dios».

Por otro lado, Lenin en su intento de dar una nueva versión al concepto de materia, en su obra «Materialismo y empiriocriticismo» (Moscú 1947), nos dice: «es la doctrina según la cual el objeto de conocimiento existe independientemente del sujeto cognoscente y no es puesto en el acto de conocimiento.»

Ahora bien, la teoría marxista está compuesta por una teoría científica de la historia o materialismo histórico y por la teoría filosófica qué corresponde a esta revolución en el campo de las ciencias: el materialismo dialéctico.

Materialismo dialéctico

Basado en las teorías de Georg Wilhelm Friedrich Hegel – Dialéctica y L. Ludwig Andreas Feuerbach – Materialismo, éste contiene la filosofía teórica del marxismo. Por materialismo dialectico se entiende la concepción del mundo mantenida por Engels según la cual sólo existe una realidad material que posee un carácter dialéctico, esto es: la causa de sus cambios y movimientos tiene lugar por la lucha de contrarios inherente a la propia materia y su continua contradicción.

Engels formula tres leyes (Anti-dühring, o, La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring : introducción al estudio del socialismo / Federico Engels ; traducción de José Verdes Montenegro y Montoro, Madrid : Ciencia Nueva, cop. 1968), leyes de la dialéctica materialista entendida como «ciencia de las leyes universales del movimiento de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento»:

  • la unidad y la lucha de las antítesis
  • el paso de la cantidad a la cualidad
  • la negación de la negación

Materialismo histórico

O teoría científica de la historia, la expresión «materialismo histórico» es un tanto extraña, ya que, a diferencia de las otras ciencias, emplean la palabra «materialismo» para definirse como tal. No se habla, por ejemplo, de materialismo químico, o de materialismo físico. El término materialismo, utilizado por Marx para designar la nueva ciencia de la historia, tiene por objeto fijar una línea de demarcación entre las concepciones idealistas anteriores y la nueva concepción materialista de la historia.

El materialismo histórico contiene la aplicación práctica (praxis) de las leyes fundamentales del materialismo dialéctico en el campo de la evolución social en la historia.

Hegemonía de Antonio Gramsci

El término hegemonía deriva del griego eghesthai, que significa «conducir», «ser guía», «ser jefe»; o tal vez del verbo eghemoneno, que significa «guiar», «preceder», «conducir», y del cual deriva «estar al frente», «comandar», «gobernar». Por eghemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. Se trata pues de un término militar. Egemone era el conductor, el guía y también el comandante del ejército. En el tiempo de la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica, a propósito de la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas en lucha entre sí.

De acuerdo con Wikipedia, la Enciclopedia libre: “Según ese concepto, el poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado, pues si así lo fuera dicho poder sería relativamente fácil de derrocar (bastaría oponerle una fuerza armada equivalente o superior que trabajara para el proletariado); dicho poder está dado fundamentalmente por la «hegemonía» cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. A través de estos medios, las clases dominantes «educan» a los dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así su potencialidad revolucionaria. Así, por ejemplo, en nombre de la «nación» o de la «patria», las clases dominantes generan en el pueblo el sentimiento de identidad con aquellas, de unión sagrada con los explotadores, en contra de un enemigo exterior y en favor de un supuesto «destino nacional». Se conforma así un «bloque hegemónico» que amalgama a todas las clases sociales en torno a un proyecto burgués”.

Básicamente la hegemonía es: la capacidad de unificar a través de la ideología y de mantener unido un bloque social, sin importar el hecho de no ser homogéneo, sino, más bien, marcado por profundas contradicciones de clase. Una clase es hegemónica, dirigente y dominante, mientras con su acción política, ideológica, cultural, logra mantener junto a sí un grupo de fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre estas fuerzas estalle, produciendo una crisis en la ideología dominante y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de la fuerza que está en el poder.

Por otro lado, el filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano, Antonio Gramsci (1891 – 1937), también llamado el teórico de las superestructuras le atribuyó un papel central a los conceptos de estructura (base real de la sociedad, que incluye: fuerzas de producción y relaciones sociales de producción)/ superestructura («ideología», constituida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una sociedad), a partir del concepto de «bloque hegemónico».

La Superestructura de Gramsci

La estructura o base económica, es la relación entre el propietario de los medios de producción y el trabajador, se encuentra en la base del entramado social, y permanece oculta.

La superestructura (formas de conciencia) es el montaje jurídico – político (el derecho y el Estado) – ideológico (las distintas ideologías, religiosa, moral, jurídica, política, artística, sentido común y folklore, etc.), es decir, todo el conjunto de creencia y valores, para justificar una determinada estructura económica y está constituida por formas legales, políticas, intelectuales, etc. En caso de darse un cambio en las relaciones de producción, que se dan a nivel de estructura, éste, obliga a cambiar también la superestructura, que debe buscar otros criterios de justificación distintos.

Lo fundamental en estos conceptos marxista es el tipo de relación que se establece entre los distintos elementos del todo. No la relación de un elemento aislado con el todo sino las diferentes relaciones que se establecen entre todos y cada uno de los elementos, que son las que determinan, en última instancia, el tipo de organización del todo.

En el 2010, tal como lo asegura Yoandris Sierra Lara en su obra: «Teoría del desenvolvimiento global capitalista y sus implicaciones para la transición socialista en la periferia.», «El principio básico del materialismo histórico consiste en la tesis de que es el proceso de producción social el factor activo y más determinante en la sociedad, factor capaz de generar el conjunto de relaciones sociales llamadas superestructurales y condicionar así su carácter, naturaleza, contenido y límites históricos. En éste sentido las relaciones sociales de producción se constituyen en base de la sociedad. Tales relaciones son objetivas, necesarias, materiales y están asociadas dialécticamente al desarrollo de las fuerzas productivas. Son estas últimas el motor impulsor en el plano material de la existencia humana y su influjo es la causa última de los cambios que se dan tanto en las relaciones sociales de producción, la base económica y, por extensión y necesidad objetiva, en la llamada superestructura. [1]».

Hojeando el documento “Contribución a la crítica de la Economía Política”, Max nos dice:

“En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.”

Por otro lado, el economista Carlos Emilio Betancourt en su obra «Gramsci y el concepto del Bloque Histórico», nos dice que “el planteamiento central de la teoría de Antonio Gramsci, es el análisis de las relaciones entre la estructura socioeconómica y la superestructura jurídico-política, que forman un «bloque histórico». Aunque este concepto no es desarrollado sistemáticamente, se halla explícita o implícitamente en varios lugares de sus escritos.”

Y nos sigue diciendo: “En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.”

Evidentemente, estamos en la presencia de un nuevo concepto el “Bloque Histórico” pero para tratar de dilucidarlo, necesariamente debemos esclarecer primero, que se entiende por Sociedad Civil, Sociedad Política, el Estado, Sociedad Regulada y los Intelectuales que tocaremos en otro artículo.

Sociedad Civil

David Pavón Cuéllar de la Universidad de Rouen, Francia y José Manuel Sabucedo Cameselle de la Universidad de Santiago de Compostela, España, en su artículo «El concepto de ‘sociedad civil’: breve historia de su elaboración teórica», publicado en Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, N° 21. Primer semestre de 2009. Págs. 63-92, nos dicen: «El término castellano de sociedad civil proviene del latín societas civilis. En esta expresión compuesta, el sustantivo societas describe cualquier sociedad o asociación de grupos o individuos, mientras que el adjetivo civilis precisa un tipo específico de sociedad: la sociedad civil, es decir, la sociedad de la cive o de la ciudad. Etimológicamente, la sociedad civil no es pues ni más ni menos que una sociedad ciudadana.

El latín societas civilis es la traducción directa del griego koinona politike. Al igual que la societas, la koinona describe cualquier sociedad. Al igual que civilis, el adjetivo politike precisa una especie de sociedad: la sociedad política de la polis griega, es decir, la sociedad civil de la cive latina o la sociedad ciudadana de la ciudad actual (En el plano de la pura etimología, del etumos logos o del sentido verdadero, no hay, pues, ninguna diferencia de sentido entre los términos de “sociedad política” y de “sociedad civil”. No hay, por ende, ningún fundamento etimológico para la diferenciación teórica entre ambos términos –tal como ésta es realizada, más tarde, por diversos autores, en particular por Gramsci.)»

Francisco Blanco y Peniley Ramirez en su artículo “Sociedad civil y situación actual» en Contribuciones a la Economía, diciembre 2006 (texto completo en http://www.eumed.net/ce/) nos dicen:

«Para Gramsci, es constituida por las instituciones que reúnen a los individuos y están destinadas a producir un consenso. Abarca las relaciones económicas y está articulada por múltiples organizaciones sociales de carácter cultural, educativo, religioso, pero también político e incluso económico. La sociedad civil la conforman el conjunto de organismos vulgarmente considerados “privados” que posibilitan la dirección intelectual y moral de la sociedad mediante la formación del consentimiento y la adhesión a las masas [2]»

Gramsci afirma que la sociedad civil es la base de la superestructura, ubicada debajo de la sociedad política, se encarga de transmitir la ideología que de ella emana, dicha ideología constituye el cemento del bloque histórico.

Básicamente, la sociedad civil recibe la ideología proveniente de la sociedad política, la ajusta y moldea a fin de transmitir y proveer (a través de las diferentes organizaciones y los medios de comunicación) el contenido ético de ésta, para así vincular todas las capas sociales con la clase dirigente. En esta difusión, las organizaciones educativas (en sus diferentes niveles), la radio, la televisión y la prensa, juegan un rol crucial y fundamental.

Sociedad Política

Gramsci afirma que la distinción entre sociedad política y sociedad civil es de carácter metodológico y no de tipo orgánico, y que, en consecuencia, lo económico no es privativo de la estructura, ni lo político de la superestructura. Por otra parte, agrega, en la realidad efectiva, sociedad civil y Estado se identifican [3].

Junto con la sociedad civil, es uno de los grandes planos súper-estructurales que le corresponde al Estado y se desenvuelve en el ámbito de lo público, lo político-jurídico y la coerción.

Para Gramsci la sociedad política es la parte de la superestructura que ejerce la función de dominación mediante sus aparatos jurídicos y político-militares del Estado, pero el poder político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada.

Creo necesario insistir sobre la relación entre la sociedad civil y la sociedad política, mientras no tengamos la “Sociedad Regulada”, cada una de éstas son «planos y momentos de la superestructura»; es decir, son la unidad dialéctica que constituyen la superestructura del bloque histórico. Este par dialéctico se puede definir de dos maneras: coerción-consenso y/o dirección-dominación.

Usando el mismo léxico gramsciano, la Sociedad Política es el estrato social de la superestructura, esto no quiere decir que la filosofía o la religión, las formas de arte y la literatura, la moral o lo jurídico, entre otros, no pueden intervenir con energía en el devenir político.

Decía Engels: “Aquí, la economía crea nada nuevo, pero determina el modo como se modifica y desarrolla el material de ideas prexistentes, y aun esto casi siempre de un modo indirecto, ya que son los reflejos políticos, jurídicos, mortales, los que en mayor grado ejercen una influencia directa sobre la filosofía” [4]

Estado

Usando palabras de Gramsci: “Estado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados.”

En sus Notas sobre Maquiavelo, nos sigue diciendo: “es preciso hacer constar que en la noción general de Estado entran elementos que deben ser referidos a la sociedad civil (se podría señalar al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir, hegemonía revestida de coerción).” [5]

Sociedad Regulada

Este es un nuevo concepto introducido por Gramsci, quien parte del echo que, si Estado = sociedad política + sociedad civil, llegará el momento en que el elemento Estado (coerción) se puede considerar agotado a medida que los dos integrantes de la ecuación maduren su nivel de conciencia y afinen sus interrelaciones, en esta medida, se afirman los elementos cada vez más significativos de la sociedad regulada (o Estado ético o sociedad civil en plena conciencia).

Con esta expresión “Sociedad Regulada”, Gramsci hace referencia a la sociedad sin clase, donde la anarquía de la producción ha desaparecido y una serie de funciones cumplidas antes por el Estado pasan a ser desempeñadas por diversas organizaciones del pueblo, preparando así la extinción del Estado (sociedad política), al final se tendría una sola sociedad, la sociedad civil en plena conciencia (la plenitud del socialismo donde no sólo se socializa los medios de producción, sino también se socializan las decisiones).

Los Intelectuales

El término intelectual es un derivado de la palabra latina «intelectus» y el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset (1883 – 1955) nos dice que el término intelectual nace «en el oriente del Mediterráneo … a la par, con una extraña coincidencia cronológica, en dos civilizaciones y mundos, confinantes, pero, entonces, sin comunicación ni homogeneidad ninguna, a saber, en el mundo siriaco de un lado y en el mundo helénico de otro, en tomo al año 700 antes de Cristo».

Añade Ortega que «exactamente en los mismos años, surge en Grecia el primer esbozo de intelectual con Hesíodo y se levanta en tierra hebrea el primer profeta, Amós. Los profetas -señala Ortegafueron los intelectuales de Israel» [6].

Sin embargo, dicho término empezó a circular en la década de los ochenta usándose como apelativo diferenciador que se auto-aplicaban en exclusiva ciertos sectores como signo de distinción. El historiador francés, Charle Christophe (1951), nos dice que años más tarde (1903) el  escritor y político francés, Joseph Reinach (1856 – 1921), «la palabra se deslizaba desde hacía algún tiempo en las pequeñas revistas literarias, de jóvenes que despreciaban la política y que se la aplicaban para marcar su superioridad sobre el resto de los humanos» [7].

Por otro lado, el sociólogo español Amando de Miguel Rodríguez y el profesor de sociología y ciencias políticas, Roberto Luciano Barbeito Iglesias en su obra «El final de un siglo de pesimismo (1898-1998)», nos dicen que intelectual «es un concepto que se aplica primordialmente a los países de cultura latina» y destacan que el término no aparece en la Encyclopaedia Britannica, aunque el diccionario Modern English Usage de H. W. Fowler (Oxford University Press, 1965), «reconoce, a duras penas la voz intelectual, pero más bien como adjetivo («an intellectual person») y en sentido despectivo. […] Equivale a decir que la persona en cuestión se sabe más inteligente que los demás. [8].

Alejandro Muñoz Aionso en el 1999, en su obra «la influencia de los intelectuales en el 98 francés: el asunto Dreyfus» (Papeles de la Fundación • No 48, Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, Madrid, España), nos señala que «Por su parte y antes incluso de los relatados avatares franceses, en la segunda mitad del siglo XIX, en Rusia se había difundido el uso de la palabra intelligentsia, que significa a la vez una categoría social y una actitud mental, caracterizada por la crítica al sistema establecido. El papel de los intelectuales rusos, de la intelligentsia, en el contexto del enfrentamiento entre «occidentalistas» y «eslavistas» es decisivo, ya que resulta imposible entender las transformaciones que se producen en la sociedad rusa en aquel periodo histórico sin considerar a la intelligentsia. Este vocablo ruso será también utilizado a menudo en Europa occidental.»

Como hablar de los “Intelectuales” sin mencionar el famoso caso “Dreyfus”.

El «affaire» Dreyfus

En la convulsionada Francia del siglo XIX, el caso Dreyfus fue una de las grandes crisis políticas y económicas que marcan el desarrollo de la Tercera República Francesa (1870-1940), y un escándalo judicial, social, político y moral, entremezclado con restos de antiguos conflictos sociales e ideológicos, de base eminentemente racista, que enturbió y dividió la opinión francesa entre la condena al ingeniero politécnico y capitán del ejército francés, de origen judío, Alfred Dreyfus (1855 – 1955) (el 22 de diciembre de 1894), y el momento en el que es condenado a cadena perpetua por unanimidad (el 5 de enero de 1895), a la degradación militar y a la deportación a la colonia penal de la Isla del Diablo (próxima a la Costa de la Guayana Francesa en Sudamérica; fue abolida en 1938, actualmente, las celdas están cubiertas por la vegetación de la jungla), acto público llevado a cabo dos días después. Este caso dividió enconadamente y prácticamente inmovilizó en la polémica al gobierno de Francia duró aproximadamente 12 años, entre el 20 de septiembre de 1894, y el 12 de julio de 1906, fecha en la que el capitán fue declarado inocente y se decretó su rehabilitación.

Este lamentable episodio histórico, dividió, marcadamente, a la sociedad francesa, colocando por un lado el gobierno derechista, el ejército nacionalista, la Iglesia Católica y los partidos conservadores, que unieron fuerzas en el bando anti-Dreyfus (con grandes características anti-semitas y particularmente racista) y colocó por el otro las fuerzas progresistas – republicanos, socialista y anticlericales.

Como consecuencia de este caso muy popular, el término “intelectual” se popularizó y tomó forma, color y textura, al llamarles de este modo al conjunto de ilustrados de la ciencia, el arte y la cultura que apoyaban y reclamaban a favor de la libertad del mencionado Capitán.

Excelente, pero ¿qué es un Intelectual?

¿Qué es un Intelectual?

Desde el punto de vista semántico, la acepción más generalmente usada es la que denota una persona dotada de un alto nivel de conocimientos, pues como dijera Robert Michels (“The intellectuals”; Enciclopedy of social sciences): los intelectuales son quienes se ocupan vocacionalmente de las cosas de la mente.

Los intelectuales son un grupo o estrato social que posee una educación amplia, no necesariamente formal, por otro lado, no se debe confundir al intelectual con el profesional, un intelectual puede ser un miembro de cualquier profesión, pero no es el conocimiento técnico lo que le hace servir a su profesión, más bien es su constante devoción a pensar, crear e imaginar nuevas ideas, lo que lo distingue de sus colegas profesionales.

El paradigma del intelectual comprometido del siglo XX, nos dice:

La única manera de aprender es discutir. Es también la única manera de volverse un hombre. Un hombre no es nada si no es un ser que duda. Pero también debe ser fiel a alguna cosa. Un intelectual, para mí, es esto: alguien que es fiel a una realidad política y social, pero que no deja de ponerla en duda. Claro está que puede presentarse una contradicción entre su fidelidad y su duda; pero esto es algo positivo, es una contradicción fructífera. Si hay fidelidad pero no hay duda, la cosa no va bien: se deja de ser un hombre libre. [8]

Excelente, podemos entonces otorgarle el término “intelectual” a aquel individuo que dedica una gran parte de su vida y de su actividad profesional al estudio y a la reflexión crítica de la realidad, de hecho, podemos considerarlo, antes que nada y por sobre todas las cosas, como un científico, un investigador, un crítico, un artista, un experto o un guía del movimiento social.

En su afán interminable de la búsqueda de la excelencia y la verdad, evita por todos los medios que están a su alcance, que el monopolio de la fuerza se convierta, al final del camino, en el monopolio de la verdad.

Indiscutiblemente todo intelectual no es un ser apolítico; definitivamente, hace política, pero de manera muy distinta al político, no desde un organismo político, no desde el partido, sino con la palabra escrita o hablada, con un solo norte, la eterna búsqueda de la verdad.

La crítica del poder y el poder de la crítica de los intelectuales, radica básicamente, en su autonomía moral, ética y económica, es decir, en el pleno ejercicio de su libertad.

El Intelectual de Gramsci

El filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano, Antonio Gramsci, el «marxista de las superestructuras», clasificó al Intelectual en cinco bloques: tradicionales, modernos, orgánicos, rurales y urbanos.

Y Así, Marsal basándose en Gramsci, distingue otros tres tipos de intelectuales que son [9]:

  1. Los formadores de conciencia de una clase social ascendente, lo que, como acabamos de ver, Gramsci denominó como intelectuales orgánicos o revolucionarios;
  2. Los que representan una continuidad histórica, que el propio Gramsci definió como tradicionales;
  3. Los “revolucionarios institucionalizados”, que corresponde a aquellos intelectuales que han servido a una clase ascendente que ha llegado al poder político.

Gramsci analiza en profundidad la función organizacional y conectiva que cumplen los intelectuales entre la base económica material y el sustrato ideológico, que son los elementos fundamentales de un determinado bloque histórico, en cuyo seno se desarrolla y establece la hegemonía del grupo dominante. Para Gramsci “Los intelectuales son los ‘empleados’ del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político.” [10]

En el vocabulario cotidiano se le ha atribuido el término intelectual al creador artístico. Intelectuales serían sólo los escritores, poetas, actores, artistas plásticos, etc. Pero Gramsci nos muestra una concepción distinta. A diferencia del marxismo tosco, buscó la identidad definitoria de éstos no en su actividad intrínseca, sino en el conjunto de relaciones sociales en el que desarrollan su función. “¿Cuáles son los límites <máximos> que admite el término intelectual? ¿Se puede encontrar un criterio unitario para caracterizar igualmente todas las diversas y variadas actividades intelectuales y para distinguir a éstas al mismo tiempo y de modo esencial de las actividades de las otras agrupaciones sociales? El error metódico más difundido, en mi opinión, es el de haber buscado este criterio de distinción en el conjunto del sistema de relaciones que esas actividades mantienen (y por lo tanto los grupos que representan) en su situación dentro del complejo general de las relaciones sociales” [11].

Ahora bien, al leer los «Cuadernos de la cárcel», encontramos la contraposición que estableció Gramsci entre el intelectual orgánico y lo que llamó el “intelectual tradicional”, en éste ultimo encontramos, los sacerdotes, escribas, funcionarios del gobierno, etc., el retórico, que crea y disemina la alta cultura, que cumplían funciones intermediarias entre las masas y los distintos aparatos del Estado, y que legitimaban el estatus quo. El intelectual orgánico es un nuevo tipo de intelectual, es un producto del proceso capitalista y del cambio industrial, un intelectual que deviene “organizador técnico, un especialista en ciencias aplicadas”, en esta clasificación encontramos a los abogados, maestros, sacerdotes y doctores, a los farmacéuticos, científicos naturales, investigadores, arquitectos, ingenieros y personal técnico en general, al personal militar, a los jueces y el personal de la policía. Sin embargo y a pesar de la clara contraposición, no es nada fácil la distinción entre intelectual tradicional e intelectual orgánico, de hecho, es una distinción compleja.

Bloque Histórico

El bloque histórico no es más que la unidad dialéctica entre la estructura y superestructura y así, en la dialéctica saber-comprender-sentir y sentir-comprender-saber, los intelectuales producen una relación de intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos. Es decir, se realiza la vida de conjunto, exclusivamente, en la fuerza social; se crea el «bloque histórico» -según lo expresa el pensador italiano- en el proceso de la construcción del ser.

El planteamiento central de la teoría de Gramsci es el análisis de las relaciones entre la estructura socioeconómica y la superestructura jurídico-política, relaciones que forman un «bloque histórico», “la estructura y la superestructura forman un bloque histórico, es decir, el conjunto de las relaciones sociales de producción” [12]. Si le preguntáramos a Marx, este diría que el «bloque histórico» es sinónimo de “formas de economía y sociedad”.

Mientras Marx circunscribe las relaciones en la sociedad civil como relaciones fundamentalmente de carácter económico, Antonio Gramsci separa estos conceptos, colocando, con un carácter autónomo, a la sociedad civil dentro de la superestructura que junto con la sociedad política y la economía componen el «bloque histórico.´´

La interrelación orgánica y dialéctica entre estructura y superestructura -según Gramsci- se materializa concretamente a través de los intelectuales:

«Si las relaciones entre los intelectuales y pueblo-nación, entre dirigentes y dirigidos -entre gobernantes y gobernados, son dadas por una adhesión orgánica en la cual el sentimiento-pasión deviene comprensión y, por lo tanto, saber (no de forma mecánica sino de manera viviente), sólo entonces la relación es de representación y se produce intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos; solo entonces se realiza la vida de conjunto, la única que es fuerza social. Se crea un bloque histórico» [13]

Notas al pie

  1. MARX, Carlos. Contribución a la crítica de la Economía Política, 1966.
  2. ACANDA, Jorge Luis. Sociedad civil y hegemonía, La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2002.
  3. GRAMSCI, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, p. 39, Ediciones Nueva Visión. Madrid, España, 1980.
  4. ENGELS, F. Obras escogidas Marx Engels en dos tomos, (segundo tomo), Moscú: MIR., 1952.
  5. GRAMSCI, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Ediciones Nueva Visión, Madrid, España, 1980.
  6. ORTEGA y GASSET, José. La razón histórica, Obras Completas, Tomo 12. Alianza Editorial, Madrid, 1983.
  7. CHRISTOPHE Charle. El nacimiento de los «intelectuales». Nueva Visión, Buenos Aires, 2009.
  8. AMANDO de Miguel y BARBEITO, Roberto Luciano. El final de un siglo de pesimismo (1898-1998), Planeta, Barcelona, 1998.
  9. SARTRE, Jean-Paul, de acuerdo con Wikipedia, la enciclopedia libre, Jean-Paul Charles Aymard Sartre (1905 – 1980), conocido comúnmente como Jean-Paul Sartre, fue un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista. Fue el décimo escritor francés seleccionado como Premio Nobel de Literatura, en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones.
  10. MARSAL, Juan F. Los ensayistas sociopolíticos de Argentina y México: aportes para el estudio de sus roles, su ideología y su acción política. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, Centro de Investigaciones Sociales, 1969.
  11. GRAMSCI, Antonio. Los intelectuales y la organización de la cultura, Juan Pablos Editor, México, 1975.
  12. MARX, Carlos. Contribución a la crítica de la Economía Política, 1966.
  13. GRAMSCI, Antonio. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1971.

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Tarantino Salvatore. (2012, diciembre 18). Teoría y aportes de Gramsci. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/teoria-aportes-gramsci/
Tarantino Salvatore. "Teoría y aportes de Gramsci". gestiopolis. 18 diciembre 2012. Web. <https://www.gestiopolis.com/teoria-aportes-gramsci/>.
Tarantino Salvatore. "Teoría y aportes de Gramsci". gestiopolis. diciembre 18, 2012. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/teoria-aportes-gramsci/.
Tarantino Salvatore. Teoría y aportes de Gramsci [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/teoria-aportes-gramsci/> [Citado el ].
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