Son de la loma
Mamá yo quiero saber de dónde son los cantantes
que los encuentro galantes y los quiero conocer
con su trova fascinante, que me la quiero aprender…
Son de la loma y cantan en llano
Miguel Matamoros
¿…de dónde son los consultores?
La necesidad de requerir consejo, orientación, confrontación e inspiración para realizar metas, simplemente para apaciguar o justificar acciones o intenciones ya realizadas o por emprender tiene antecedentes de larga data en el tiempo.
Una breve digresión etimológica acerca de la familia de palabras provenientes de la raíz latina consultāre, consulĕre, considerar, deliberar, entre las que se encuentra consulta, consultable, consultación, consultante, consultar, consultivo, consulto, consultor, consultorio, consultoría, nos alerta de su antigüedad y uso desde tiempos remotos, en tanto se refieren a: “parecer o dictamen que por escrito o de palabra se pide o se da acerca de algo, conferencia entre profesionales para resolver algo, dictamen que los consejos, tribunales u otros cuerpos daban por escrito al rey, sobre un asunto que requería su real resolución, opinión docta, examen, búsqueda de documentación o datos sobre algún asunto o materia” entre otras acepciones.
Esta necesidad primera de solicitar parecer, nace unida a la de compartir ideas, conocimientos, información y vivencias que son útiles a otros, a una organización o a intereses generales o particulares.
De esta doble necesidad nacen los consultores, los consultantes y el proceso mismo de consultoría. Como la diversidad de situaciones y motivos de los consultantes son variados e infinitos, como variados e infinitos son los intereses y temas humanos y organizacionales, nos encontramos que el objeto de una consulta abarca una enorme diversidad de situaciones.
En este tenor se pueden distinguir grados de formalización en las consultorías, en un continuo que puede abarcar, desde una simple pregunta, “ser o no ser”, hasta la puesta a punto de una central electronuclear, un ensayo clínico para una terapia o medicamento, que exigen un complejo protocolo científico en el que pueden participar cientos y miles de consultores y consultantes.
En el ámbito académico de la administración suele darse por sentada la existencia de un solo tipo de consultoría, la que nace en el mundo empresarial para resolver problemas de índole gerencial, relacionados con las ciencias administrativas.
En este sentido se pierde de vista que existe el mundo ingenieril, cultural, medio ambiental, urbano, político, etc., que realizan importantes aportes a la tecnología de la consultoría, que deberían no ser ignorados por los consultores en administración. Explorar la hechura de sus consultorías nos actualizaría en formas, métodos, instrumentos, temas. Finalmente, alertan que las soluciones tienden a ser cada vez más sistémicas y que no todos los problemas tienen una solución administrativa, sino que las soluciones están fuertemente interconectadas desde diferentes dimensiones de la organización.
… que los encuentro galantes y los quiero conocer…
Una pregunta interesante es, ¿deben recurrir las instituciones a consultores para intentar resolver sus problemas? Una segunda pregunta superadora de la anterior es, ¿se puede dirigir hoy sin procesos consultores?.
Toda intervención ajena a la organización entraña un doble riesgo: por una parte, hace partícipes a otros de los problemas propios, es un reconocimiento, no siempre sin menoscabo de la tan cara autoridad directiva, de que no pueden ser resueltos desde dentro de la organización. Por otra parte los consultores son colocados en un “orden superior” pues arriban como “gurues” o “reveladores” de una “verdad” que todos esperan y el éxito o el fracaso dirán cuán “divinos” o no son.
Sostengo que la profundidad y complejidad de la vida institucional administrativa, empresarial, económica, social, etc. es de tal magnitud que resulta imposible que una sola organización encuentre entre sus miembros todas las capacidades y competencias que les permitan resolverlos. En este sentido las consultorías no son una opción, sino que son la opción.
El cuadro más frecuente hacia el futuro de las organizaciones es la “institución en consultoría permanente”, la “organización consultante”, intervenida y atravesada por diversas consultorías y procesos consultores.
En este escenario la tendencia de las instituciones es a ser cada vez más abiertas a procesos socializadores de sus actividades y depositarias de experiencias múltiples, pero al mismo tiempo deben vencer la resistencia cultural a la transparencia permanente y al efecto no deseado de procesos consultores fallidos.
Las instituciones, como organismos vivos, se lastiman de la excesiva invasión y crean resistencias visibles e invisibles ante las sobredosis.
… con su trova fascinante que me la quiero aprender…
Es responsabilidad de los directivos y consultores el principio ético de iniciar o no la consultoría. Tener a mano la historia de vida organizacional con el registro de las consultorías efectuadas, y la interacción con otros consultores que pueden estar interactuando, resulta decisiva en cualquier proyecto y estrategia consultora.
Es necesario aclarar que no se puede generar la imagen de organización asistida, intervenida, sino de organización en aprendizaje. Esta realidad obliga a las organizaciones a crear sus propias unidades consultoras internas, que faciliten el acceso y aprendizaje de los que vienen de fuera (consultores externos), con la capacidad necesaria para recomendar el inicio o no de nuevos procesos consultores.
En contraparte, los consultores son responsables por no iniciar procesos de consultoría “recetarios”, “experimentales” que sometan a las organizaciones a pruebas de nuevos instrumentos y herramientas basados en su poder de expertos. La ética de los consultores debe pasar por explicar su alcance, posibilidades y objetivos no sobredimensionados o sencillamente sugerir no iniciar.
Son de la loma y cantan en llano
La consultoría es siempre biunívoca, implica conocimientos mutuos, los consultores son transformados en el propio intento de hacerlo. El práctico Sancho se trastoca en el idealista Don Quijote. La dialéctica de las consultoría oculta y revela trasvases, “químicas” y rechazos que escapan, muchas veces a las intenciones iniciales de los consultantes y los consultores.
Es por esta razón que los procesos de consultoría no solo deben ser planificados en la mayor cantidad de detalles y sutilezas posibles sino que deben ser concebidos como procesos relacionales, comunicacionales y vivenciales que sitúan a los consultores en calidad de “analistas simbólicos”, capaces al mismo tiempo de aplicar correctamente técnicas y procedimientos y la vez, de situarse en el papel de “convertidores” o para utilizar un término reciente en “ecualizadores”.
Lo anterior permite repensar la consultoría desde un fundamento humanizado ofreciendo lo que resulta esencial en toda consultoría, confianza, apoyo y crecimiento organizacional y personal para todos, consultores y consultantes.