Cuando en una empresa comienzan a aparecer problemas serios, lo más sencillo es culpar a los trabajadores de todos los males.
Un terrible ejemplo de esto puede ser cuando el empresario descubre que sus trabajadores le roban. No vamos desde aquí a negar la parte de culpa que tiene el empleado capaz de tal acto de deslealtad, que además constituye un delito. Pero será más productivo centrarnos en qué podría haber hecho el empleador para evitar situaciones como ésta. Y que a su vez nos servirá también para evitarlas en el futuro.
Algo falla cuando
Aunque no queramos verlo, hay algunos indicios que nos están alertando de que en nuestra empresa las cosas no van bien:
- Los trabajadores jamás se presentan voluntarios para ninguna tarea.
- El personal llega tarde frecuentemente, o sale antes, o se ausenta sin dar explicaciones.
- Los descansos se alargan hasta convertirse en una excusa para trabajar menos.
- Hay un aumento de las horas extras sin que haya un incremento de la producción; es decir, el trabajo normal se retrasa cada vez más.
- Cada vez hay más quejas de los trabajadores por cuestiones de escasa importancia.
- Hay mal ambiente entre los compañeros.
- No se cumple con la normativa de la empresa.
Si vemos que varias de estas situaciones se están manteniendo en nuestro lugar de trabajo, es el momento de hacer sonar las alarmas.
La selección del personal
La inversión en la selección del personal adecuado a las necesidades de la empresa ha demostrado ser uno de los recursos mejor empleados. A nadie se le ocurriría contratar como jefe de producto a la primera persona que se presentara en nuestro despacho solicitando un empleo. Tenemos claro que invertir algo de tiempo y dinero en una buena selección nos reportará beneficios a largo plazo.
Por desgracia, algunos empresarios no suelen tener las ideas tan claras cuando se trata de cubrir puestos que no requieren unas habilidades ni conocimientos especiales. Hay puestos para los que pensamos que “vale cualquiera”. No debemos olvidar que una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. Dentro de una empresa se deben cuidar y valorar por igual todos los puestos de trabajo.
A veces una simple entrevista en profundidad sería suficiente para descartar a ese trabajador que desconoce el significado de lo ajeno o que tiene un escaso sentido de la moral.
Otro aspecto a tener en cuenta cuando seleccionamos a nuestros trabajadores es la oferta que realizamos. Si lo que ofrecemos es un puesto con poca o ninguna proyección de futuro a corto plazo, no deberíamos colocar en él a alguien con deseos ardientes de llegar a más y de promocionarse rápidamente. Sólo conseguiríamos que se sintiera cada día más desmotivado con el trabajo realizado.
Si queremos que nuestro trabajador se mantenga motivado debemos tratar de ajustar el puesto de trabajo a sus capacidades o nivel de conocimientos. Tan perjudicial es pecar por exceso como por defecto. Es decir, tan malo es un puesto que excede con mucho las capacidades de nuestro trabajador, como un trabajador que excede con mucho los requisitos del puesto.
Recordemos que un ahorro a la hora de contratar a nuestra plantilla puede acabar pagándose caro.
Política salarial
Algunas empresas cuando deben ahorrar costes, o cuando simplemente quieren magnificar los beneficios, suelen caer en la tentación de repercutir este cambio en los salarios de los trabajadores. Sin darse cuenta de que, como dice el refrán, es pan para hoy y hambre para mañana. Cuando los empleados se consideran mal pagados, esto se ve reflejado de forma directa en la productividad. Los salarios deben ser justos, no necesariamente altos, ya que hay otras fórmulas para motivar a la plantilla. Pero sí deben ser dignos y proporcionales al esfuerzo realizado y a las exigencias del puesto.
Es más probable que, si nuestro trabajador se siente maltratado por la empresa, caiga en la tentación de traicionarla que si se siente respetado como persona y reconoce que se valora su puesto y la tarea que realiza en él.
En multitud de estudios sobre el clima laboral realizados en las empresas se llega a la misma conclusión: el dinero no es lo único que nos mueve a permanecer en un puesto de trabajo y nos vincula a él. De hecho, aspectos emocionales como los que hemos mencionado anteriormente (sentirse respetado y justamente tratado) tienen más peso a la hora de decidirse por uno u otro trabajo.
Estos son valores que toda empresa debería cuidar. En política empresarial también se cumple aquello de que recogemos lo que sembramos y si mantenemos una política de respeto hacia nuestros trabajadores hay mayores posibilidades de que nuestros trabajadores sientan respeto hacia la empresa.
Aún haciendo las cosas bien como empresarios, nunca podremos estar seguros al 100% de haber evitado que entre nuestra plantilla haya algún amante de la ilegalidad, o de los bienes ajenos. Pero cuantos más impedimentos les pongamos para acceder a nuestra empresa más seguros podremos estar de habernos librado de ellos.