Introducción
El fenómeno de la globalización económica no es un evento nuevo. La primera globalización, así denominada por los estudiosos de las relaciones económicas internacionales, se desarrolló entre 1870 y 1914 como un proceso similar al que vivimos actualmente. Ésta se caracterizó por el aumento en el intercambio de bienes, servicios y factores de producción, así como por un incremento en la transferencia de tecnología que propició un crecimiento económico y una mayor integración entre las economías nacionales, cuyo índice más significativo era la convergencia mundial de precios y salarios.
De acuerdo a (Mauricio Lascurain Fernández, 2013) es a partir de la segunda mitad del siglo XX, en especial durante las últimas dos décadas, que se estimularía una segunda globalización a través de un marco institucional fundamentado en las economías de mercado y desde los países ricos. Sin embargo, se ha comprobado que, conforme la globalización económica se expande, ésta trae consigo retos y oportunidades que cambian el panorama mundial, esquema al que no se adaptan con facilidad los países en desarrollo. De acuerdo con la teoría clásica, la expansión de la economía global conlleva a la prosperidad a través de la división del trabajo y la especialización de acuerdo a la ventaja comparativa de cada país. Este principio motiva las transacciones internacionales, en donde los países menos desarrollados pueden beneficiarse con el mercado global gracias al acceso a capital más barato y mejores tecnologías. Por otro lado, la habilidad de los gobiernos para establecer políticas reguladoras y redistributivas que fomenten el bienestar social ha disminuido debido a la globalización. Esta situación es más grave en la mayoría de los países en desarrollo dado que no cuentan con instituciones fuertes y eficientes capaces de gestionar la globalización, como quedó demostrado con las crisis financieras de los noventa. De igual manera, como se observó a partir de 2008, los países desarrollados también experimentan problemas debido al mal funcionamiento de los mercados financieros internacionales ocasionando la crisis subprime (crisis de las hipotecas subprime es una crisis financiera, por desconfianza crediticia, que como un rumor creciente, se extiende inicialmente por los mercados financieros de Estados Unidos y es la alarma que pone el punto de mira en las hipotecas basura), situación que ha puesto en jaque a la Unión Europea, en especial a Grecia y a España.
Como consecuencia de estos efectos, surge una serie de críticas y propuestas sobre cómo deben abordar la globalización los gobiernos y cuál es el rol de las instituciones internacionales como instrumentos de ayuda a los países en desarrollo para integrarse a la economía mundial. Dentro de los movimientos de antiglobalización se señala que ésta incrementa las desigualdades de renta a nivel mundial y dentro de los mismos países, por lo que es preciso frenarla e implementar otro tipo de estrategia de desarrollo. Por otro lado, hay quienes consideran que sólo a través de una mayor integración en la economía internacional los países en desarrollo podrán beneficiarse.
De acuerdo al Banco Mundial, la globalización y la creciente integración de economías y sociedades alrededor del mundo, ha sido uno de los temas más candentes en economía internacional de los últimos años. El rápido crecimiento y la reducción de la pobreza en China, India y otros países que eran pobres hace 20 años, ha sido un aspecto positivo de la globalización. Pero también ha generado una significativa oposición internacional por la preocupación de que ha aumentado la inequidad y la degradación medioambiental.
El progreso alcanzado respecto de la reducción de la pobreza en los últimos diez años fue dificultosamente lento. La cantidad de personas que viven con US$1 o menos al día tuvo una leve disminución, de 1.2 mil millones en 1990 a 1.1 mil millones en el año 2000. Debido al aumento demográfico que se produjo en ese mismo período en los países en desarrollo, la proporción de personas que vive en condiciones de pobreza (la tasa de pobreza) disminuyó de 28% a 21%. La tendencia para las personas que viven con menos de US$2 al día fue similar: los números absolutos aumentaron levemente, de 2.65 a 2.74 mil millones entre 1990 y 2000, mientras que la tasa de pobreza disminuyó del 61% al 53.6%.
El desempeño en la labor de reducción de la pobreza fue sumamente desigual, tal como la distribución del ingreso mundial. Un mil millones de personas controlaban el 80% del Producto Interno Bruto de todo el mundo, mientras otros mil millones luchaban por vivir con menos de un dólar diario. Quizás la pobreza disminuyó en el Este Asiático, cuyos 1,8 mil millones de habitantes representan más de un tercio de la población de los países en desarrollo. Aquí, la tasa de pobreza se redujo a la mitad y la cantidad de personas que ganan US$1 al día o menos disminuyó en alrededor de 209 millones, la mayor y más rápida disminución de la historia. Aunque la mayor parte de esta baja se produjo en China, la mayoría de los países de la región compartieron esta increíble caída. La pobreza aumentó en 1998 en los países golpeados por la crisis financiera, pero menos de lo que se temía inicialmente y una recuperación inesperadamente fuerte del crecimiento de la región durante el año 1999 aumentó la esperanza de que la pobreza continuaría su histórica disminución en la región (Mundial, Banco).
En el índice de Globalización, versión 2011, elaborado por la consultora Ernst & Young, se indica quiénes son los países más globalizados del planeta y de los cinco primeros, dos son asiáticos y tres son europeos.
La diferencia es que mientras las dos economías asiáticas, Singapur y Hong Kong, son las que encabezan también el Informe de Doing Business 2012 como los mejores lugares para hacer negocios; las tres economías europeas que lideran el Índice de Globalización tienen algunos problemas. La situación económica en Bélgica no es la mejor, en el 2012 fue congelado el presupuesto de la Casa Real así como 2013, y viene de estar 535 días sin gobierno. Irlanda ha tenido que ser rescatada por la UE y por el FMI y aún sigue en problemas. Por su parte, Suecia – el país que mejor se encuentra en la actualidad- podría ser uno de los países europeos que más decaiga en su economía. Según el último Informe “El Mundo en 2050”, elaborado por el Banco HSBC, Suecia retrocedería veinte posiciones de cara al 2050.
El Índice de Globalización mide el grado en que los 60 países más grandes, en términos de PBI, se conectan con el resto del mundo a través de cinco categorías relevantes para las empresas. Estas son: apertura al comercio exterior, flujo de capital, intercambio de tecnología e ideas, movimiento laboral e integración cultural.
Latinoamérica
Dentro de esta lista de sesenta países hay 8 economías latinoamericanas. He realizado un cuadro comparativo para poder analizar mejor la situación de cada país. La mejor economía ubicada es la de Chile que ocupa el puesto 25. El liderazgo de Chile no es novedad debido a sus políticas de apertura de mercados. La llegada de capitales externos es una de las fortalezas de Chile (tiene 6.2) y también se debe al buen manejo de su institucionalidad. Perú se posiciona como la tercera nación más globalizada de América Latina; sin embargo, ocupa uno de los últimos puestos en intercambio de tecnología. Colombia viene avanzando firmemente en todos los factores.
Figura 1. (Calderon)
En los últimos años se han hecho fuertes críticas a la globalización en América Latina. Esto se vincula con la presencia de líderes de izquierda en países que han dado la espalda a la ortodoxia (Medina, 2012).
Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador y Daniel Ortega de Nicaragua en su momento, también han criticado la integración económica mundial y el Consenso de Washington. Estos líderes intentan combatir la pérdida de soberanía nacional creando programas de desarrollo alternativos al prevaleciente en el continente.
El Estado regulador
La globalización económica ha determinado una redefinición del papel del Estado, que de intervencionista y prestador pasa a regulador y garante de la prestación, determinando una adaptación del régimen jurídico aplicable por los Estados nacionales y propiciando la creación de un nuevo orden en el ámbito global, que pone en entredicho la capacidad actual de las organizaciones políticas de las sociedades para cumplir con los cometidos del Estado social, cuya vía de resolución parece ser la calidad del sistema regulatorio.
Durante los años noventa se desarrolló un entorno mundial que favoreció la limitación de la intervención del Estado en la economía que, sumado al deterioro de la capacidad financiera de los países en desarrollo para invertir en las empresas públicas y la imposición de programas de ajuste fiscal para controlar la inflación, produjo una liberalización económica generalizada que proporcionó a los operadores extranjeros acceso a los mercados locales y permitió la entrada de nuevos prestadores de servicios a múltiples sectores que antes se organizaban alrededor de monopolios oficiales.
Esta situación derivó en que el Estado dejara de ser el propietario de empresas públicas y titular en exclusiva de numerosas actividades y servicios, para pasar a ser el regulador de la provisión de bienes y servicios, cuya titularidad se abrió a la libre iniciativa privada, sujeta a las reglas del mercado y de la libre competencia. Esa transformación del funcionamiento de la economía y del papel del Estado sobre la misma no fue producto del azar o del acaso, sino que en ella jugó un papel trascendental el enfoque de organismos internacionales, grupos de expertos y gobiernos de países con capacidad de imposición para lograr la aceptación y adopción de un modelo distinto del Estado, cuyo nuevo papel consiste en garantizar que se satisfagan tanto las demandas de los consumidores como un beneficio razonable para los operadores o prestadores (Medina, 2012).
En esa medida, al Estado como regulador le compete velar por la eficiencia económica de los operadores, regular los monopolios naturales, evitar los abusos de posición dominante, garantizar una producción de calidad y vigilar el cumplimiento de las reglas por parte de los actores del sistema, tratando de evitar caer en el ejercicio de estas nuevas funciones en los riesgos de politización, clientelismo y corrupción en los órganos de regulación y control.
México
Con la imposición del modelo neoliberal en 1982 ( Sexenio de Miguel de La Madrid Hurtado) se inició un cambio profundo en México. Se veía evidente que el modelo de sustitución de importaciones, el cual creció 6% anual hasta los años setenta del siglo pasado, se agotó, se descalificó la estrategia económica de la Revolución Mexicana. Desde entonces, el modelo de desarrollo apoyado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Consenso de Washington pasó a ser el neoliberalismo, es decir, una economía de libre mercado. Los tres pilares de este modelo son los siguientes:
- La liberación comercial.
- La desregulación financiera.
- Las privatizaciones.
Bajo el modelo económico neoliberal, el Producto Interno Bruto (PIB) pasó a una tasa media anual de 2.4 durante el periodo de 1983 a 2006. Los salarios mínimos perdieron 70% del poder adquisitivo (retrocediendo a un poder de compra inferior al que teníamos en 1946); alrededor de siete millones de mexicanos emigraron a Estados Unidos; y más de 20 millones pasaron a engrosar las filas de la pobreza y la indigencia (Becerril).
La actual crisis financiera y económica que enfrentamos es una crisis inminentemente global. En sus orígenes, esta es una expansión colosal del crédito, explicada por la burbuja inmobiliaria. Proliferaron los créditos chatarra en vivienda, concedidos a gente que no tenía capacidad de pago. En 2008 explotó la burbuja: por primera vez en 10 años, la crisis no la detonaron los países emergentes, sino los grandes centros financieros. La crisis en México repercutió debido a la aplicación de políticas de restricción del gasto público y la privatización de las empresas. México fue uno de los países más afectados. La economía cayó 6.1%, la mayor pérdida desde 1929.
Durante la década de 2000 a 2010, la economía mexicana tuvo un comportamiento mediocre de 1.5% anual, lo cual nos colocó en el lugar 150 de 180 países, la más baja de América Latina, salvo Haití; México fue de los países que menos crecieron en los años de auge, pues tuvo una de las recesiones más profundas y una de las más débiles recuperaciones. Las políticas neoliberales y el Consenso de Washington se aplicaron con la mayor intensidad en América Latina, que sufrió el mayor estancamiento y número de crisis.
La política de apertura de la economía tuvo su punto de culminación con la suscripción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá y los EE.UU. Este evento que se identifica como parte del proceso de globalización de México, ha traído como resultado la confirmación del país como una sociedad a la que se le han asignado en los hechos las funciones de maquilador proveedor de fuerza de trabajo barata y suministrador de materias primas con bajo valor agregado, principalmente petróleo, por lo que las entidades federativas que se han “desarrollado” son las que cumplen con dichas actividades.
En el proceso de globalización que ha experimentado México en los últimos años, han contribuido las reformas constitucionales que permiten la inversión privada en tierras ejidales; la adecuación de la Ley de Inversión Extranjera que permite la participación hasta de 100% de inversión foránea en prácticamente todos los ámbitos económicos; la desclasificación de productos petroquímicos básicos y estratégicos, y la acelerada privatización o supresión de empresas propiedad del Estado, independientemente de su condición estratégica o no para el desarrollo del país y/o de sus regiones.
Simultáneo al proceso de apertura, se experimentó una persistente contracción del mercado interno, fenómeno que contribuyó para que la estructura productiva se orientara a la producción de bienes para la exportación, lo que dejó en un segundo plano la producción de satisfactores para el mercado interno, y llegó al extremo de hacer dependiente a la economía de la producción externa de alimentos.
Discusión
Es un hecho que la globalización tarde o temprano nos iba a alcanzar. El reto no era ella per sé, sino que nuestro País estuviera preparado para su encuentro. Explico:
Por principio de cuentas, la Globalización inició hace muchos años de una manera incipiente con el encuentro de continentes, desde el descubrimiento de América y mucho antes posiblemente con la visita de los Vikingos a estas tierras; más adelante obedece al encuentro de naciones razonado y motivado desde el ángulo de la revolución científica, con innovaciones relacionadas al transporte y tecnologías que hoy hacen posible hablar de una “logística” mundial para hacer llegar a personas, insumos y productos en un intercambio a lo largo y ancho de los continentes de manera razonablemente sencilla y efectiva.
Este marco de referencia, nos indica que no se dio de la noche a la mañana sino, que gradualmente empezó a suceder y a envolver a los países en sus aristas económicas, políticas y sociales. Al final para poder medir el grado de globalización de un País requiere de variables (Foro Económico Mundial, 2014) que puedan ser cuantificadas, tales como apertura al comercio exterior, flujo (o fugas) de capital, intercambio de tecnología, migración laboral e integración y adopción cultural. Sin embargo, nos quedaríamos muy cortos en la visión respecto al tema si no incluyéramos en la reflexión temas como el índice de pobreza extrema y el crecimiento (P.I.B.) reflejado en la calidad de vida del País. Ya que de poco sirve considerar a una Nación “fuertemente globalizada” si esto no se ve reflejado en el nivel socioeconómico de los sectores más vulnerables de su población.
En los párrafos anteriores pudimos apreciar que naciones que hoy aparecen en los primeros lugares de índices de globalización, tiene serios problemas internos, tanto sociales como políticos, e incluso, sus expectativas de crecimiento como naciones se encuentra limitado o más allá pronosticado por el banco mundial (caso Suecia) con un retroceso importante para los próximos 10 años.
La integración de bienes y servicios en un intercambio de libre mercado y flujos de capital de iniciativa privada con intereses muy por encima de las Naciones, ha permitido una brutal entrada de empresas que buscan esa mano de obra barata y a cambio otorgan bajos niveles de retribución económica a las regiones del País. La maquila en general se ha vuelto el estandarte de los países que aprovechan las facilidades impositivas y de instalación de infraestructura logística para que se compita por los “capitales golondrinos” que sacan raja y beneficio de las naciones que ofrezcan las mejores condiciones.
En este tenor, los gobiernos pueden presumir “pomposamente” que la balanza de pagos está a su favor, pero ¿a qué precio? Simplemente basta ver que la tecnología, los conocimientos, así como los puestos más importantes de trabajo en sus empresas tienen apellidos extranjeros. Poco, o muy poco de este beneficio se queda en el territorio nacional. Y si, la política Neoliberal privilegia la creación de empleos aunque sean de niveles muy bajos salarialmente hablando para combatir la “pobreza extrema”.
Los Países de américa latina en su mayoría, no se prepararon para este escenario. A diferencia de las naciones Europeas o asiáticas que establecen fuerte carga impositiva para las empresas que saquen provecho de sus recursos medioambientales y de su mano de obra o ubicación geográfica privilegiada.
No se ha trabajado en políticas de desarrollo para industrias regionales que con un Estado regulador fuerte que les permitiera crecer y competir en condiciones de igualdad, o al menos les otorgue mejor posición frente a empresas transnacionales que tienen las puertas abiertas y todos los incentivos para llegar a los destinos favorables de establecimiento industrial.
En México no basta con tener infraestructura tecnológica y de logística nacional de primer nivel, sino que es muy importante voltear a ver los programas de regulación de mercados y apoyos a pequeñas y medianas empresas para incentivar su crecimiento regional, fortalecer el consumo de los productos nacionales –bien hechos- incrementar el orgullo por lo nuestro, y porque no, empujar para que nuestras empresas apoyadas por un nuevo Estado regulador pisen con fuerza territorios nuevos que aún estamos por explorar y… ahora sí y solo así podremos decir que estamos realmente integrados con la Globalización.
Y finalmente cito al gran filósofo del postmodernismo Frederick Nietsche con su visión portentosa del futuro en una máxima que nos hace reflexionar “El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación”…