todos los empleados de un gran centro a la misma hora. Verter a un lago
sales de mercurio, con lo que muere toda la fauna acuática. Lanzar a la
atmósfera vapores ferrosos o CO2. Tender una línea eléctrica por el camino
más fácil estropeando el paisaje. Anunciar productos o servicios en un
programa de TV que ofende sentimientos. Levantar una fábrica situada en
una ciudad relativamente pequeña, donde es la principal suministradora de
empleo, y no tener luego libertad para tomar otras decisiones que podrían
ser necesarias.
Vivencia.- En una ocasión, hace años, uno de los autores fue a pescar
truchas a un río con su padre y relata lo siguiente: “Tras el viaje y todos los
preparativos, nos encontramos un río sucio y poco apetecible. Andando río
arriba por entre los chopos y la maleza salimos de nuevo al río, y nos lo
encontramos cristalino, con un color verde precioso en las algas. Picado por
la curiosidad, investigué ese tramo de río hasta que encontré un vertido,
por cierto bastante pequeño, pero a partir del cual se estropeaba el río
hasta su desembocadura en el Tajo. Siguiendo el rastro del vertido di con
una empresa de bebidas tónicas. Hablando con uno de los accionistas, me
dijo que no tenían por qué colocar una instalación depuradora ya que eso
no estaba legislado, y sería como pagar unos impuestos que no tenían por
qué. La discusión fue agria y la justificación agresiva como corresponde a
todo capitalista depredador para el que lo moral es lo legal. Ya no supe más
de esa empresa. Poco después apareció una ley muy específica para atajar
estos abusos, que obligaba a instalar depuradoras. Lógicamente, la ley se
fue al otro extremo y resultó muy restrictiva e innecesariamente gravosa.
La empresa desapareció”.