“Cuanto más se cambia, más se es lo mismo. Cuanto más se es lo mismo, más se cambia”
Me dicen que tengo que corregir mis hábitos para ser un buen directivo y me estoy dando cuenta de que unas veces esos hábitos son una virtud y otras son un defecto. Esto de ser un directivo es un auténtico lío, ¡¡¡ con lo bien que estaba yo siendo un subordinado !!!
Hace 9 meses que soy director de compras de mi empresa. Me nombraron director porque cumplía con el supuesto perfil del puesto. Me decían, sabes comunicarte; das confianza a los que trabajan contigo; conoces tu profesión y te preocupas por estar al día; confías mucho en ti mismo; eres muy organizado; empático con los demás; paciente, das tiempo al tiempo y nunca pierdes la compostura; antes de opinar sabes escuchar; buen previsor de los acontecimientos futuros; analítico en la toma de decisiones, según el tiempo de que se disponga tomas la decisión de la mejor manera posible, unas veces individualmente y otras en equipo; eres objetivo, sabes separar las personas de los problemas, muchas veces te anticipas a posibles situaciones de conflicto; tu filosofía es la de tomar decisiones en las que todos salgamos ganado; no pierdes el control, demuestras tranquilidad en los momentos importantes.
Con todo esto decidieron que era el directivo del futuro y me nombraron director del departamento de compras.
¿Y ahora qué?
Empiezo mi actividad y no paro de corregirme, no estoy contento conmigo mismo, me doy cuenta que tengo que cambiar mis hábitos.
Y…, algo que no me ha pasado nunca empieza a rondar por mi cabeza, ¿Si antes lo hacía tan bien, por qué ahora lo hago tan mal?
Algunas veces tengo que parecer nervioso para transmitir a mi equipo sensación de urgencia; en determinadas situaciones me muestro un poco más impaciente; soy más inflexible a la hora de tomar decisiones; antes era tolerante, ahora, con algunos proveedores tengo que mostrar prepotencia; la seguridad se ha transformado y soy más humano, más débil; los conocimientos y experiencia no siempre son buenos, dependiendo del caso es mejor parecer inexperto; lo bien informado que estaba cambia y es mejor pedir información que informarte; ser transigente depende, a veces es mejor ser intransigente, sino cada uno hace lo que quiere; de prepararlo todo, ahora me lo preparan; con la humildad sólo no vale, hay que demostrar de vez en cuando superioridad; hay que saber escuchar pero también que te escuchen. Con todo esto, cuando no era directivo me anticipaba, ahora peco de falta de anticipación. Tomaba las decisiones para que todos saliésemos ganando, y ahora eso no es tan bueno, unas veces hay que tomar decisiones en las que el que gana soy yo y el otro pierde, y otras veces, tomo decisiones en las que pierdo y el otro gana.
En consecuencia, las virtudes y defectos de un directivo son relativos.
Debe saber anticiparse pero…, ¿a qué?. Me paso todo el día corrigiendo mis hábitos y ahora, según la situación, ese hábito que se tenía como defecto y se ha conseguido corregir, puede ser una virtud.
Esto de ser directivo no es tan fácil, hay que tener la famosa “madurez de un directivo”, ¿será esto?
El primer paso del desarrollo del aprendizaje de un directivo es conocer sus cualidades, unidos a su manera de pensar, con esto se consigue saber cómo se responde a distintas situaciones del trabajo. Después, elegir la vía de aprendizaje idónea.
“Primero debo conocerme a mí mismo y luego buscar fuera el aprendizaje más adecuado”
Necesito un proceso de aprendizaje capaz de ayudarme a descubrir, desarrollar habilidades, y modificar mis competencias como directivo. Así podré aumentar mi rendimiento, adaptándome a las distintas situaciones para asegurar la consecución de objetivos estratégicos. Al mismo tiempo, desarrollo mi propia inteligencia para contribuir a la eficiencia del colectivo en el que me hallo integrado.
Quiero aprender a trabajar simultáneamente, tanto para conseguir resultados como para lograr la satisfacción de las personas con las que trabajo. Estoy empezando a conocerme a mí mismo, espero ser un gran comunicador, el primer paso que debo dar es conseguir el ansiado «sobresaliente en comunicación». Por un lado, he de preguntar y aprender de las respuestas, practicar una escucha activa que demuestre, a través del lenguaje verbal y no verbal, que realmente estoy escuchando, para ello tengo que concentrarme en el otro y evitar pensar sólo en lo que yo quiero decir.
Me doy cuenta que es necesario aprender a hacer críticas constructivas, ver el lado positivo de la crítica dando al mismo tiempo reconocimiento. Esto me obliga a desarrollar una nueva faceta en mi personalidad, la creatividad, cada crítica es distinta.
Estos últimos días los he pasado meditando sobre cómo diagnosticar y desarrollar las competencias de mi equipo, buscando la aplicación más racional de las mismas.
Ahora pienso en cómo satisfacer de la mejor manera posible las necesidades y exigencias de los clientes internos y externos de la empresa. Mi nuevo papel consiste en mantener el ritmo de crecimiento de la empresa a través de la adaptación de los productos y servicios, junto con el personal, a las nuevas exigencias del mercado.
Menos mal que todo esto se aprende.