En los años cincuenta, el psicólogo norteamericano Harry Harlow fue de los primeros en mostrar que una recompensa no necesariamente tiende a incrementar una motivación intrínseca pre-existente.
Por el contrario, tiende a disminuirla. Trabajando con monos de laboratorio, a los que había entrenado para que resolvieran rompecabezas, Harlow halló con sorpresa que éstos disminuían sus esfuerzos cuando eran reforzados. Es decir, una recompensa no potencia la motivación intrínseca; de hecho, puede afectarla negativamente.
Tras confirmar similares efectos en humanos en diversas circunstancias, a esto se le ha llamado “costo oculto de la recompensa”.
Ocurre que al ser presionados por otra persona, que ofrece premios o castigos, los sujetos comprometidos en una tarea dada perciben la pérdida de control sobre sus acciones y comprenden que la fuente o lugar de causalidad proviene de fuera de ellos. En suma, que han perdido su autodeterminación.
Si bien existe una tendencia a que las recompensas extrínsecas afecten negativamente la motivación intrínseca, cabe preguntarse si esto es siempre así. Hay dos factores a considerar para que esta tendencia se cumpla.
Primero, si el sujeto sabe o anticipa, porque se lo han dicho o lo ha descubierto, que tras su acción recibirá una recompensa, este hecho afectará su motivación. Opuesto es el caso de los sujetos que ignoran que por sus acciones recibirán un premio. Su motivación permanece intacta. Entonces: para mantener una motivación, la recompensa debe ser inesperada.
En segundo lugar, las recompensas tangibles como el dinero u otros premios materiales afectan la motivación intrínseca, mientras que las recompensas verbales o intangibles como el elogio u otros premios simbólicos no la perjudican.
No solamente la motivación intrínseca se ve disminuida con las recompensas esperadas y tangibles. Otro tanto ocurre con una serie de procesos psicológicos implicados en nuestras acciones como son la atención, la concentración, el tono emocional, el procesamiento de la información, la creatividad, el aprendizaje y otros, los que decaen en su calidad pues el sujeto está distraído al enfocarse principalmente en la recompensa que podría obtener.
Depender de las recompensas externas hace que la gente no desarrolle su autorregulación o autonomía.
Hay pruebas de que la acción que surge de los intereses personales difiere de aquella que depende de factores externos. Hay diferencias en el proceso motivacional, en las metas que se buscan, en la planificación de la acción y hasta en la claridad de esta última.
Hay otros casos en que la motivación externa sí potencia la intrínseca. Esto ocurre cuando el interés personal de partida es bajo. Las recompensas ayudarían a que en el individuo se vayan configurando intereses y metas intrínsecas.