Superando las expectativas del MERCOSUR, en la actualidad Argentina y Brasil actuando bilateralmente, han disminuido su diálogo con los otros dos actores fundadores también, de dicho organismo sub-regional: Paraguay y Uruguay, agravándose el desequilibrio con la pretendida incorporación de una inestable Venezuela, que ha intensificado como prioritario de su política exterior fortalecer sus relaciones comerciales, militares y diplomáticas con Irán y Rusia, algo que, seguramente, no estaba previsto en el programa -netamente continental- del Libertador Simón Bolívar.
Quizás el presidente Chávez no ha interpretado en profundidad la famosa “Carta de Jamaica” de 6 de setiembre de 1815. Éste era un importante opúsculo que el aspirante a “presidente vitalicio” de Venezuela debía haber obsequiado al presidente Barack Obama, juntamente – entre otros- con “La Oda A Rooselvelt” de Rubén Darío; “Ariel” de José E. Rodó, y otros ensayos sobre Iberoamérica como el del chileno Francisco Bilbao, del argentino Manuel Ugarte, del mexicano Vasconcellos, del peruano Haya de la Torre , y de tantos otros.
Volviendo al tema MERCOSUR, la posibilidad de un análisis comparativo entre Argentina y Brasil surge de hecho- ante la asincronía entre sus líneas políticas internas y la especificidad de sus acciones en política internacional, aunque ambos países comparten situaciones estructurales semejantes, espacios geopolíticos comunes, orígenes histórico-culturales en alguna forma similares y procesos político- sociales en gran parte convergentes.
Dentro de esa perspectiva, un análisis comparativo particularmente respecto a política exterior , a medida que se analizan las conductas que vienen sosteniendo Argentina y Brasil en los más recientes tiempos, señalan diferencias en sus particulares dimensiones geopolíticas, que llevan a que sus respectivos resultados alcancen resultados totalmente dispares. Ante tal realidad, ¿qué conducta deben adoptar Paraguay y Uruguay, países con mucho menor peso económico y político en el sistema MERCOSUR?
Es muy cierto que no siempre los Estados se conducen de acuerdo con objetivos y planes claramente definidos, ni a través de estrategias racionalmente elaboradas. Pero en el caso de Argentina y Brasil, la importancia de ambos en la región sudamericana, debería exigirles en sus opciones externas un mínimo de continuidad o confiabilidad. En la actualidad Argentina carece de ella, en tanto Brasil navega cómodamente en solitario. Paraguay y Uruguay, subsisten sin proyectos de país.
Existe consenso en la literatura especializada al afirmar que la política exterior brasileña presenta un mayor grado de coherencia y de estabilidad que la de Argentina cuyo comportamiento diplomático es visto como contradictorio y errático, como lo vienen reconociendo destacados estadistas y, una serie de hechos lo comprueban como el más notorio caso al “pleitear” ante la Corte Internacional de Justicia a Uruguay en relación a la frontera del río Uruguay, obstaculizando al Estado Oriental sus movimientos comerciales y, más grave aún, desconociendo sentencias emanadas de los órganos que cuidan la buena funcionalidad del MERCOSUR.
Políticas exteriores latinoamericanas
Alberto Van Klaveren (sub-secretario de Relaciones Exteriores de Chile) expuso en un fundamentado trabajo académico, las principales perspectivas conceptuales utilizadas en estudios sobre el comportamiento en política exterior de los países de América Latina, considerando el conjunto de las variables que cada perspectiva comprende. La primera gran distinción hecho por Klaveren se produce entre diversas causas internas y externas que, a través de un juego de intereses mutuos, actúan en la actuación de los Estados en el campo internacional.
La forma en cómo las sociedades nacionales se organizan como Estados, constituye una de las variables de mayor peso explicativo, particularmente en lo que atañe con su política exterior, que goza de una variable de gran poder al ser hábilmente incorporada a la estrategia de desarrollo. En otras palabras, a las opciones de política económica que cada nación realiza en función de su crecimiento.
Sin embargo, la política exterior es un área de preocupación relativamente secundaria en la actividad de los partidos políticos. En Iberoamérica – el MERCOSUR no es excepción- la política exterior se comparece muy poco en los programas y en la práctica de la mayor parte de las colectividades políticas. . El tema radica en que la política exterior es particularmente inadecuada como tema de debate en los tiempos de competencia electoral, por ser tratada en una forma compleja y difícil, lo que lleva a que ella sea un tema insuficientemente considerado y debatido.
La “conspiración del silencio , a la que se refiere el sociólogo francés Marcel Merle, se debe al hecho de situar al tema en la intersección de dos disciplinas que, si bien trabajan juntas en el gobierno de un país -la política interna y la política exterior- raramente se comunican entre sí, cuando debería ser lo contrario.
Refiriéndome concretamente al caso de Uruguay, al decir que carece de una política exterior, es por no saber considerar debidamente, que la buena administración de la misma tiene que ver con lo que simplemente solemos llamar “capacidad de intuición” , o en lenguaje más complejo y académico se denomina “pronoxis” : saber ver lo que puede suceder.
El hecho es que los partidos políticos, en cuanto tales, no tienen “política exterior” sino simplemente que adoptan una posición ideológica y en otras situaciones actitudes prácticas ante desafíos externos que puedan enfrentar. Caso de actualidad -entre muchos en el mundo actual- son los cambios radicales en la política exterior que practican, por ejemplo Venezuela pretendiendo liderar América del Sur, Chile ya abierto ampliamente a los mercados mundiales ; Perú, procurando mayor protagonismo en el mundo del Pacifico; Estados Unidos imponiendo radicales cambios en Oriente Cercano; Francia ante la comunidad europea en el tema de defensa ; el revivir que aspiran los países que por décadas vivieron oprimidos tras la “cortina de hierro”; China, como India, como Sudáfrica, como Brasil procurando sortear la etapa de países “emergentes” a países “`potencia”.
Partidos políticos sin política externa
En política, como en otras actividades humanas, los hechos concretos valen mucho más que las intenciones. En otros términos, la actividad partidaria en el tema de política exterior no puede reducirse a posiciones de principios o por simples actos declaratorios, -que muchas veces algunos de ellos están desteñidos por el tiempo.
Es justo considerar que, en términos generales, que en muchos casos la política externa no cuenta con adecuado profesionalismo , caso que se reitera por años en Iberoamérica cuando lo importante es que la diplomacia -como materia prima de la política exterior, debe contar con una eficiente estructura administrativa que es la que determina el contenido efectivo de la misma.
Al analizar la Comunidad Iberoamericana de Naciones en su función en el marco internacional, se la calificó como un subsistema dentro de otro sistema mayor que es el contexto mundial. Como consecuencia, los permanentes cambios en el sistema global (el mundo) determinan las variables que deben adoptar los variados subsistemas que lo integran el “tablero internacional”.
El gran tema de nuestro tiempo en materia de política internacional, es precisamente conocer y comprender la nueva imagen del mundo, pues ésta se viene alterando desde los finales de la Guerra Fría y, por demás, el sistema bipolar Estados Unidos-Unión Soviética, que en cierta forma equilibro por un largo período las relaciones internacionales, ha dejado de existir. El sistema unipolar es hoy quien señala el rumbo.
En relación a la Comunidad Iberoamericana de Naciones, creada a principios del presente siglo, luego de las Cumbres iniciadas en 1991 y mantenidas anualmente, es de esperar que se consolide como una realidad política incontrovertible; que no resulte producto de un simple fruto pasajero -uno más- del voluntarismo ni de la retórica de los gobiernos iberoamericanos; sino de los hechos; un espacio propiamente regional en el contexto del orden internacional que debe concretar el loable fin de convertir a la región como Comunidad, inserta y participativa en el escenario internacional , donde actúan hasta hoy -como dueños y señores absolutos- los grandes agentes que manejan a su antojo el sistema denominado como globalización.