Uno de los aspectos característicos de la condición humana es la capacidad para investigar. La evolución social e histórica transcurre bajo variadas circunstancias derivadas de la condición investigativa.
El desarrollo de la personalidad, la adquisición de conocimientos, el léxico, el trabajo, en fin, todo lo que el ser humano crea, desarrolla y produce está profundamente relacionado con la investigación. De allí que la persona sea un investigador natural: nace con la facultad de preguntar, de indagar, de aprender, de conocer. Sin embargo, no le basta esta condición natural pues en todo momento y bajo diversas circunstancias debe potenciar la actividad investigativa.
Es cierto que algunas personas logran desarrollar más la condición indagativa –como ocurre con las facultades, incluyendo la voluntad y la inteligencia-, pero en todos reside esa potencialidad de buscar, de descubrir, de interpelar y de aprender. En este sentido, corresponde a la educación la tarea de propiciar que la condición indagativa humana aflore con toda su potencialidad, que a su vez sea orientada hacia los propósitos considerados fundamentales, y éstos tienen que ver con la realización integra, personal y social.
El término educación no solo es complejo y amplio en su acepción, sino también en su comprensión social y sistémica. Desde allí, el aludir a la extrema importancia por su condición y función humana y social, se hace indispensable que su gerencia enraíce en nuestras sociedades patrones culturales que caractericen y definan la evolución y el rumbo de cada persona.
No obstante, la educación y la investigación tienen una relación reciproca. La investigación produce educación, a su vez que educa una sociedad, y la educación potencia la investigación; ambos permiten que la persona se recree, se perfeccione, se desarrolle y se realice en el espaciotiempo correspondiente. Es por ello, que esta correlación gesta una dimensión investigativa en la educación y que actualmente ha recobrado un auge insólito en la planificación no solo a nivel educativo sino también estatal. Ahora bien, la investigación se manifiesta según los valores, la personalidad, los rasgos culturales, pero también, la investigación y la educación deben obedecer a cada contexto, evento y situaciones particulares, y deben relacionarse con aspectos de carácter más amplio, como pueden ser los avances del pensamiento, la ciencia y la tecnología, las ideas, y las tendencias culturales de carácter global.
De lo anterior, es importante pues, acotar que la investigación ocurra en todo momento, es una condición humana continua y permanente. No existe una edad determinada para investigar, para indagar, para la creatividad, todas las edades son importantes y potenciales para la investigación. Así, es válido afirmar que una de las primeras debilidades del sistema educativo es ver el proceso formativo y educativo de la persona como un proceso por etapas o fraccionado, y no como un proceso que inicia desde el nacimiento hasta más allá de la vida. Si la cultura investigativa no acompaña la actividad formativa desde las primeras edades, posteriormente se hará más difícil desarrollar hábitos para la investigación en las personas que inician estudios en las instituciones de nivel superior.
Es necesario pues, que la planificación educativa macrosocial comprenda el fenómeno educativo como un proceso de continuidad permanente, respondiendo así a explotar en cada etapa de la vida las potencialidades pertinentes para llegar a nivel superior con la vocación investigativa óptima para contribuir y retribuir a la sociedad la formación académica de cada persona. Es rol de la gerencia educativa crear un sistema educativo acorde a las necesidades y al contexto social, donde desde los primeros momentos formativos se inspiren y se estimulen las habilidades y facultades intelectivas de las personas, para que finalmente se desarrolle y se desenvuelva íntegramente como un ente social que contribuye con la dinámica social, cultural, académica y universitaria del país.
Es por ello, que desde la educación superior, uno de los problemas que adolece las instituciones educativas de nuestra sociedad, es no contar con potencial suficiente para la creación y producción científica a nivel académico-estudiantil, condición indispensable para relevar el potencial docente-investigador. Se plantea aquí, que hay que abordar un aspecto importante de la gestión educativa a nivel superior: responder, transformar y revertir la actitud renuente -de la comunidad estudiantil universitaria-, a la vida y la vocación científica, garantizando la continuidad investigativa de las universidades del país.
Así pues, el tema del presente ensayo se orienta a la comprensión de la gestión educativa como medio para promover e incrementar en nuestro país -por vía de las instituciones educativas a nivel superior-, la producción de investigaciones -desde los inicios de la formación universitaria-, que respondan a nuestro contexto social, cultural, político, económico, tecnológico, entre otros y contribuyan así a nivelar las instituciones científicas de países desarrollados como canal de explotación para el crecimiento y el desarrollo económico.
Por otra parte, la búsqueda del conocimiento, es una de las responsabilidades, conjuntamente con la docencia y extensión, de las instituciones universitarias de educación superior. La investigación es el medio por el cual estas instituciones pueden brindar aportes para innovar y actualizar la educación [y la economía]. No obstante, la actividad investigativa que llevan a cabo estas instituciones carece de efectividad y pertinencia social (Michelena, 2001).
Este hecho reviste de gravedad porque pone de manifiesto que las instituciones educativas a nivel superior no están alcanzando la totalidad de sus objetivos, de su misión y visión, y en consecuencia, no están cumpliendo su compromiso con la sociedad. Este argumento que plantea la autora Michelena, sin embargo, podría refutarse al contrastar algunas cifras estadísticas en cuanto a la investigación en las universidades de nuestro país, por ejemplo, como La Universidad del Zulia. No obstante, la afirmación de la autora es válida para reconocer que no debe haber una conformidad con lo actual ni un tope al cual se llega, sino todo lo contrario, se tiene que ir siempre en búsqueda de mejorar, crecer y trascender para garantizar la permanencia y la eficacia de lo que se está produciendo.
Por ello, la investigación en las instituciones de educación superior no puede ser interpretada aisladamente del funcionamiento de la estructura educativa, y la administración y planificación de la misma debe estar acorde a las necesidades particulares de cada contexto cultural.
Para comprender la dinámica compleja y caótica de la educación debe entenderse e imaginar que cada institución educativa representa un nodo focal de una inmensa red que es parte de una red mayor. Esta analogía corresponde al pensamiento sistémico de Capra (1998), y que representa una visión mucho más amplia para trascender y planificar en materia educativa. Es decir, “cada institución constituye una expresión parcial del funcionamiento del todo, y son múltiples los eventos, acontecimientos e interrelaciones que influyen en sus resultados” (Goldstein, 1965, c.p. Michelena).
Por analogía, uno de estos eventos corresponde sin duda a la gestión gerencial. El gerente educativo en los diferentes niveles de la estructura educativa, interactúa y produce continuamente acontecimientos, con nuevas relaciones que involucra toda la actividad gerencial educativa (Barrera, 1995). Así pues, la gerencia educativa, constituye una totalidad que, a su vez, es parte de una estructura mayor, como lo es el sistema educativo.
Es conocido por todos, que a la gerencia educativa le corresponde planificar, organizar, dirigir y controlar procesos, acciones, recursos, de cuya interacción depende el logro de objetivos académicos. En este contexto gerencial es necesaria la integración e interacción permanente de la docencia, la extensión, la investigación y la producción.
Según (Goldstein, 1965), el nivel de conocimientos que tenga el gerente educativo, así como su propia actividad y propósitos es lo que va a permitir que tome decisiones que le permitan alcanzar objetivos institucionales. En este ámbito cabe preguntarse ¿Cuál es la responsabilidad de la gerencia en las instituciones de educación superior en la gestión de investigación? Y, ¿Cuál es la producción investigativa de sus docentes?
Es valioso el patrimonio personal que poseen los docentes por sus conocimientos, experiencias, intereses, inquietudes, actitudes y aptitudes que pueden poner a disposición de las instituciones y su decisión va a estar influida por las condiciones de planificación, organización, dirección y control de la función de la investigación. Así pues, compete a la gerencia educativa promover y canalizar la investigación académica, científica y otras. Por último, la visión integradora de la gerencia educativa, requiere comprender que la misión y visión institucional tiene su fundamento en las propuestas e investigaciones de otros y que su trabajo forma parte de la evolución científica y social.
Las ideas anteriores sirven para preceder al núcleo central de este ensayo. En ese sentido, se abordara como argumento que sustente la idea anterior con respecto a la importancia de la gestión educativa para la investigación. Para ello se partirá de dos premisas indispensables en el mundo actual: la sociedad del conocimiento como escenario de contexto global y la investigación como puente que genere la ciencia, la tecnología, las innovaciones de cada cultura social. Estas dos vertientes están más que relacionadas, interconectadas con las instituciones educativas de nivel superior, y es así que el nexo central para interconectar y comprender esta vasta red dinámica esté particularmente en la gestión educativa y académica.
Adentrándonos a un tema muy en boga y que Sakaiya (1995), expone muy concienzudamente en su obra titulada “Historia del Futuro: La sociedad del conocimiento”, es indudable que el mundo está inmerso en una creciente dinámica intelectual, donde el conocimiento, la ciencia, la tecnología por vía de la investigación, es punta de lanza de todos los sistemas económicos.
En este sentido, la importancia social de las instituciones de educación superior, queda entonces no solo supeditada a fines académicos exclusivamente, sino todo además a la participación económica y política la cual es muy influyente y decisiva para la construcción de las culturas societales.
La idea central en la obra de Sakaiya (1995), plantea que la sociedad del futuro estará caracterizada exclusivamente por la generación y producción de conocimientos y el impacto social y mundial que tendrá la información transformará y complejizará cada vez mas todos los sistemas en todos sus órdenes. Así pues, el valor conocimiento tendrá repercusiones significativas en el crecimiento de las economías y por ende en el desarrollo social, para ello una sociedad que se inserta en la producción de conocimientos aumentan los gastos en investigación, desarrollo, tecnologías, pero a su vez el precio cobra un peso creciente debido a la ampliación del valor de la subjetividad de los productos finales.
Es por ello, que no existe la menor duda que las instituciones educativas deben gerenciarse en torno a los nuevos y cambiantes acontecimientos mundiales. Las instituciones de educación superior constituyen uno de los garantes del crecimiento y desarrollo económico y social de una nación, así como también representan el reflejo cultural de una población.
En definitiva, la gestión educativa en aras de promover la investigación y el desarrollo científico y tecnológico del país, es el pilar fundamental para lograr las metas, no solo educativas sino también de las políticas públicas a nivel nacional.
Modelo de gestión educativa para la investigación en las universidades
A continuación, se explica a través de un modelo sencillo denominado por la autora “Triangulo C”, una interrelación básica entre tres aspectos claves en las instituciones educativas, específicamente en las universidades. Estos tres elementos claves son: el conocimiento, la cultura y la ciencia. Estas tres áreas importantes en la dinámica educativa están en coordinación constante bajo el desenvolvimiento de la gestión educativa. En este modelo, se quiere reflejar la importancia recíproca que existe entre los factores mencionados anteriormente, y que el sistema educativo debe gerenciar eficazmente para producir los efectos y resultados pertinentes que produzcan los cambios académicos, institucionales, sociales, culturales, políticos, científicos, tecnológicos y económicos.
Para proceder a explicar el modelo del Triangulo C, acotemos que en el vértice del triángulo regirá el conocimiento, como el pilar fundamental y objetivo primordial de toda institución académica y educativa. Así pues, en el centro del triangulo estará el contexto académico o universidad, específicamente determinado por el rol gerencial de dicha institución.
Asimismo, el vértice inferior derecho lo constituirá el contexto cultural o el sistema social como prefiera llamársele. Y por último el vértice inferior izquierdo estará representado por el ámbito científico.
En primer orden, el conocimiento elude en primera instancia a la percepción de todo objeto; toda imagen pasa por nuestros sentidos, se transforman y se convierten en ideas, el comienzo de todo conocimiento para el idealismo, por ejemplo; los racionalistas lo transforman en juicios y los empiristas lo verifican. Sin embargo, debe tenerse claro que todo conocimiento implica dos elementos importantes: la capacidad de codificación y la capacidad de absorción o aprendizaje. La primera es aquella que se relaciona con la idea de interpretación del conocimiento desde diversos lenguajes (por ello que no todos percibimos y expresamos lo mismo); y la segunda está referida a la interiorización del conocimiento y su transferencia a la realidad.
Fuente: Elaboración Propia.
Aludiendo al párrafo anterior, Wittgenstein (1968), manifestó que no hay lenguaje sin una forma de vida, en las que están contenidas actividades sociales, comprensión del mundo, y usos lingüísticos (el lenguaje es la imagen del mundo); esto significa que el lenguaje no es la representación de la realidad, sino una actividad concreta en conexión con el comportamiento.
En este sentido, surge para la autora en el modelo otro aspecto fundamental: la Cultura; ésta no es más que una representación y metamorfosis del hombre, una transformación de su mundo interno y externo. Es decir, partiendo de enunciados antropológicos que conciben al hombre como un “animal” desadaptado, y dada ésta característica particular, el hombre necesita buscar su adaptación; así ha ido modificado el medio a través de su conducta –o comportamiento (desarrollo del fuego y agricultura), permitiendo la formación de sociedades (ciudades-estados, imperios, reinos), pudiendo desarrollar ideas y cálculos, abriendo el camino a las matemáticas y las ciencias.
En efecto, el hombre prehistórico desde sus inicios como lo describe la antropología y la arqueología, fue un ser desadaptado, las condiciones y el contexto creaban necesidades y por tales razones buscó su adaptación, desde allí se crean las primeras armas para la subsistencia (alimenticia y defensa), buscó contrarrestar los males del medio ambiente creando su abrigo y vivienda, entre otras cosas. Después de un amplio proceso evolutivo fueron creándose los signos comunicativos, lingüísticos (orales y escritos). Pero lo más importante fue la creación de su propia “simbología”, hecho que nos remontan a los egipcios y los primeros indicios de escritura (alfabeto fenicio) mediante códigos lingüísticos (escritura cuneiforme) proveniente de la escritura pictográfica (sumerios en Mesopotamia), este hecho nos conecta para la explicación del modelo que da génesis a la cultura humana.
En este sentido, el símbolo se convierte en el medio de comunicación de los hombres por excelencia. Ahora bien, el símbolo desde ésta concepción no es otra cosa que la codificación de nuestra percepción, es decir, es la traducción racional de nuestra forma de concebir el mundo, expresado mediante un “código” que comenzó desarrollándose y hoy por hoy está establecido, y como decía Aristóteles refiriéndose a la escritura: era símbolo de palabras habladas. Dado que la percepción es lingüística y mental, hay una intervención de la mente humana la cual distorsiona y adultera la verdad, es por ello que no existe “verdad absoluta”, puesto que todo lo humano es simbólico existe una interpretación.
En este orden de ideas, se argumenta además que los símbolos tienen carácter polisémico, y esta diferencia produce la ambigüedad en muchas manifestaciones humanas. En términos mas integrales, se dice que el hombre modifica el medio, para adaptarse, ello implica (en este contexto de ideas) construir una simbología, es decir, el hombre tal cual como se le ha postulado, es un “animal simbólico”; así, llega a la percepción de las cosas a través de los símbolos, transformando lo que captan sus sentidos. Todo lo que hace el hombre es lingüístico-simbólico, he aquí el carácter comunicativo del hombre, que para él es más real que el mundo físico. Finalmente, este simbolismo lo convierte en una “especie cultural”. Todo ello confirma la condición investigativa y creativa de la raza humana.
De lo anteriormente expuesto, se desprende la siguiente premisa, el mundo de los símbolos, es el mundo de la Cultura. Este rasgo es el segundo elemento del modelo; por tanto, la cultura, es producto de la modificación del medio, expresado en términos físicos, lingüística, simbólico, dado que todo acto humano implica cierto simbolismo, por supuesto, delimitado dentro de cada sociedad preestablecida. Popper (1978), afirma que no somos una “tabula rasa” sino todo lo contrario somos una “tabula plena”, un tablero lleno con los signos que la tradición o la evolución cultural dejan en la superficie.
Finalmente, se puede expresar que la relación recíproca entre conocimiento y cultura viene dada entonces por el acto consciente de la percepción humana y la necesidad de manifestación de esa realidad, llevada y expresada a través de una simbología, la cual es traducida en los patrones o supuestos básicos de cada sociedad, la cultura.
Ahora bien, se parte de la siguiente y última idea: la Ciencia, “es el resultado del lenguaje”. Y comienza así la exposición de la variable del ángulo inferior izquierdo del triangulo.
Fuente: Elaboración Propia.
La ciencia es para la autora la sistematización del conocimiento, con un riguroso delineamiento de métodos, con características básicas y definidas que la preconfiguran como ciencia, entre otros aspectos. Sin embargo, no escapa de ser el producto de la experiencia del hombre, interiorizada por sus sentidos a través de la percepción, y manifestada simbólicamente.
Así, la ciencia puede concebirse como un cuerpo de codificación simbólica-lingüística de la realidad (percepción) con métodos establecidos por el hombre y la ciancia, como un medio para responder a las necesidades humanas, el cual va tejiendo una red de conocimientos producto de la experiencia, el razonamiento y las ideas, y que a su vez, representa el patrón cultural de un sistema, estableciendo sus principios, supuestos, teorías, por la cual orientan su conducta y su forma y estilos de vida – como los paradigmas de Kuhn-, siendo la ciencia un cuerpo dinámico e inagotable.
Es por ello que el carácter simbólico de la ciencia, condujo a Betrand Russell y a Ludwing Wittgenstein a construir teorías sobre la semántica científica, puesto que el lenguaje es un razonamiento lógico-matemático. Según Russel, la lógica tiene influencia sobre el conocimiento que se tenga de las cosas, siempre hay algo de lógico detrás, que permitirá terminar de entender o de dar sentido a las cosas. Así, el conocimiento, se funda en la experiencia, pero además debe estar lógicamente pensado.
Además, en el lenguaje, las relaciones entre proposiciones y mundo objetivo son imperfectas, entra aquí en juego el papel de la ciencia. Así, la interacción Cultura-Ciencia, queda implícita en estos argumentos, lo que a su vez interrelaciona Ciencia-Conocimiento ya que en su continua búsqueda de profundización y rigurosidad se van dando forma a los nuevos conocimientos previamente establecidos, lo que a su vez provoca un impacto transcendental en la relación Conocimiento-Cultura, puesto que es aquí donde se modifican y se adquieren avanzados métodos y formas filosóficas de ver, interpretar y transferir a la realidad o sistemas dicha cadena.
Ahora bien, extrapolando el significado del modelo al ámbito gerencial educativo, cabe sintetizar la siguiente idea: la generación y producción de conocimientos nuevos por parte de la universidad e instituciones educativas y académicas estará determinada por el nivel gerencial de la educación, en esa medida se planificaran y desarrollaran los proyectos acordes al contexto social para establecer patrones que orienten el proceso educativo hacia la generación de conocimientos. A su vez, los nuevos conocimientos que produzcan las instituciones serán factor de desarrollo de la sociedad, ya que estos se fundarán en la cultura y crearán los beneficios pertinentes al contexto cultural y social en cuestión, es decir, todo conocimiento tendrá un impacto simultaneo en las sociedades las cuales a su vez retribuirán dichos resultados a la generación de nuevos conocimientos. Esta relación recíproca entre conocimiento y cultura es lo que fundamenta la actividad científica de una sociedad, ya que todo conocimiento transferido a la cultura representara la actividad científica e investigativa de la población, y es la misma condición científica de la investigación que retroalimenta y dinamiza el modelo presentado a través de un triangulo.
En suma, el desarrollo económico está estrechamente vinculado al progreso de la ciencia y la tecnología que generalmente es producto de la investigación a nivel superior. Éstas se convierten en factores indispensables del progreso general. Para sostener este desarrollo se requiere de la preparación de nuevos tipos de científicos y de técnicos que antes no parecían desempeñar una tarea útil para la sociedad. Es por tanto, desde las instituciones educativas que se logra dinamizar el ciclo del modelo presentado, y es competencia de la gestión educativa afrontarlo desde los inicios de la formación académica de la persona, particularmente del estudiantado que participa de la reconstrucción social en las universidades y que será la generación de relevo de la maquinaria docente que actualmente lideriza la laboriosa y hermosa tarea de investigar para transformar la sociedad.
Referencias bibliográficas
- Capra, Fritjof (1998). “La trama de la vida”. Barcelona: Anagrama.
- Barrera, Marcos Fidel (1995). “Hologogía: ciencia de la educación”. Caracas: Sypal.
- Michelena Reyes, Esther (2001). Investigación y gerencia educativa. Caracas, Venezuela: Medio Internacional. No. 12, Abril.
- Sakaiya, Taichi (1995). “Historia del Futuro: Sociedad del conocimiento”. Chile: Andrés Bello.
- Wittgenstein, Ludwing (1999) “Tractatus logico-philosophicus”. Madrid: Alianza.